(Publicado en la Carta Semanal 729 – ver en catalán)
(Esta Carta Semanal recoge, casi en su totalidad, el editorial de La Verdad nº 101. Se han suprimido algunos párrafos que no tenían que ver las movilizaciones en Argelia, que son el centro de esta Carta)
La movilización masiva en Argelia amenaza con desestabilizar el «orden» en la región, en el continente africano y también en Europa. De ahí el terror de los círculos dirigentes europeos, comenzando por Macron, pero también de Trump y del imperialismo norteamericano. Todos hacen declaraciones en apoyo de la supuesta transición democrática, destinada a preservar el régimen «renovándolo». Pero el pueblo argelino no quiere una «renovación». Quiere echar al régimen y, en las manifestaciones, denuncia las injerencias extranjeras, y en particular la de Macron. Los argelinos dicen: Macron, ocúpate de tus Chalecos Amarillos, mirando con simpatía este movimiento en Francia.
La actualidad de la movilización revolucionaria de los pueblos
En efecto, esta movilización del pueblo argelino recuerda –si ello fuera necesario- que la movilización revolucionaria de los pueblos no es una cuestión del pasado, sino actual. Esta movilización tiene un valor mundial para todos los pueblos, en todos los continentes. Es el rechazo de todos esos regímenes aferrados al orden imperialista mundial que atacan a los pueblos. En Argelia se expresa claramente ese movimiento de «dégagisme»[1], pero existe en todas partes.
En otra situación y otro período, en su Historia de la revolución rusa, León Trotski escribía, a propósito de «la irrupción de las masas en el terreno en el que se resuelve su propio destino», que los acontecimientos se encadenan «no con un pan acabado de transformación social, sino desde el amargo sentimiento de no poder tolerar por más tiempo el antiguo régimen».
El régimen, frente a la movilización creciente de todo un pueblo, ha intentado una última maniobra anunciando que el presidente no se volvería a presentar para un quinto mandato y que retrasaría las elecciones para celebrar una conferencia nacional. Un intento de mantener el régimen y lavarle la cara.
No es solamente una cuestión argelina. En múltiples ocasiones hemos visto conferencias nacionales, bajo la égida de las grandes potencias, organizadas en países africanos para intentar apaciguar la indignación de los pueblos y preservar las posiciones del imperialismo en esos países. En algunos casos, esas mismas conferencias nacionales han desembocado en la guerra y la dislocación del país.
Bajo una forma propia del continente europeo, los gobiernos buscan, mediante conferencias de «diálogo social», integrar a las organizaciones sindicales, cuestionando la independencia de clase del movimiento obrero.
El lugar del movimiento obrero
El secretario general de la Unión General de Trabajadores Argelinos (UGTA) apoyó el quinto mandato y apoya el llamamiento a la conferencia nacional. Cuando los trabajadores son masivamente parte integrante de las manifestaciones contra el régimen, el secretario nacional de la UGTA quiere capturarla para ponerla al servicio del régimen. Lo que provoca una mar de fondo y una revuelta en la central sindical. Cada día que pasa, nuevas instancias de la UGTA se posicionan por la dimisión del secretario general y, sobre esta base, por un congreso extraordinario a fin de, como dice una de esas instancias, «recuperar nuestra querida organización».
Esta cuestión, bajo formas particulares, se plantea en todos los países. Es la del lugar de la clase obrera y sus organizaciones en el combate emancipador, es decir, el combate contra cualquier forma de integración y de acompañamiento de las organizaciones obreras.
En 1962, la victoria del pueblo argelino contra el colonialismo francés fue confiscada por el FLN, que estableció el régimen de partido único que dirigió el país en función de sus intereses particulares. Pese a ello, se registraron importantes conquistas con la independencia de Argelia, en especial la nacionalización del petróleo y el gas. Hace 57 años, Argelia pasó a ser independiente, pero el pueblo estaba sometido al régimen de partido único. E incluso cuando éste, bajo el efecto de las masivas movilizaciones de 1988, tuvo que conceder la pluralidad de partidos y una cierta apertura, lo hizo en el marco del mantenimiento de las instituciones antidemocráticas y de su régimen.
La política del gobierno argelino, particularmente en los últimos años, al atacar de manera brutal los derechos de los trabajadores y de la población, al privatizar, atacaba las conquistas de la independencia, pero también las de los trabajadores, producto de su lucha de clase. En la movilización actual del pueblo argelino contra ese régimen, hay un contenido democrático y un contenido económico y social indisociablemente vinculados. El rechazo por parte de los pueblos de las consecuencias destructivas de la crisis del sistema capitalista mundial, que para sobrevivir debe liquidar todo lo que se ha conquistado, puede provocar en todo momento la irrupción de las masas en cualquier lugar del planeta. Es lo que demuestra la irrupción espontánea de las masas argelinas, surgido desde abajo y que nadie había previsto.
Crisis de agonía del capital
La marcha hacia la dislocación del mercado mundial, la posibilidad de una crisis financiera y el riesgo para ellos de una irrupción de las masas, aterrorizan a todos los círculos dirigentes del imperialismo. Esta crisis se concentra en los Estados Unidos, el más poderoso de los imperialismos, so capa de la consigna «America First», con una ofensiva de Trump a todos los niveles, incluso contra sus aliados europeos, para preservar las posiciones del capital norteamericano. Esta situación de marcha hacia la dislocación del mercado mundial, de crisis del capital financiero, es la que explica la ofensiva llevada por el imperialismo norteamericano en su guerra comercial con China.
Esta crisis mundial se refracta en Europa, que ve expresarse bajo las más variadas formas el rechazo de los pueblos a los regímenes establecidos y a las instituciones europeas. La profundidad del movimiento de los Chalecos Amarillos en Francia, que expresa ese «dégagisme», no es un problema exclusivamente francés. Los pueblos, en toda Europa, no pueden más con esos regímenes y lo manifiestan de manera cada vez más clara. Todos los gobiernos europeos, la Unión Europea misma, están en crisis. […]
Por un lado, está la ofensiva del capital para destruir las conquistas, las normas, las reglas. Está la lucha a muerte entre los trust por conquistar los mercados y saquear los países, acarreando muy a menudo la dislocación de las naciones y provocando las guerras como en Siria y Oriente Medio, pero también en África y en otras zonas. Esta política del imperialismo se expresa en su ofensiva contra Venezuela para recuperar el control del petróleo y someter a la nación dislocándola.
Los trabajadores no pueden más con el sistema capitalista
Por otro lado, está la movilización revolucionaria del pueblo argelino que, como decía Trotski, «no puede tolerar por más tiempo el antiguo régimen».
Esta movilización del pueblo argelino es una expresión de la situación mundial, una advertencia. Indica que los trabajadores y los pueblos no pueden más con el sistema capitalista, que el único camino es el combate para acabar con ese sistema capitalista. Subraya asimismo el lugar de la clase obrera y, por lo mismo, de la defensa de la independencia de clase en tanto que factor vertebrador de la movilización de los pueblos para acabar con ese sistema.
El Partido de los Trabajadores Argelino hunde sus raíces en la historia del movimiento nacional argelino, es decir, en la Estrella Norteafricana fundada por Messali Hadj en 1926, así como en el movimiento obrero internacional.
Desde el comienzo de la movilización, el PT y sus militantes están con el pueblo argelino contra el régimen. Se han pronunciado claramente contra cualquier intento de lavado de cara del régimen, contra cualquier combinación de coalición gubernamental y de unidad nacional, que buscan preservar el régimen. Se han pronunciado sobre el hecho de que la conferencia nacional propuesta por el régimen no perseguía otra cosa que preservarlo. Han afirmado que la única salida que responde a las aspiraciones del pueblo argelino es una Asamblea Nacional Constituyente y Soberana que liquide las instituciones antidemocráticas del régimen y establezca unas instituciones acordes a la unidad de la nación argelina, a su independencia y a la democracia, permitiendo así que se acabe con todas las medidas y contrarreformas adoptadas contra el pueblo trabajador de Argelia. El PT apoya las movilizaciones y llama a la constitución de comités populares.
«Todo se embrollará, la selección se operará por todas partes»
Se abre una nueva situación, los esquemas del pasado son cuestionados por las formas actuales de la lucha de clases. Los revolucionarios deben apreciar plenamente esos nuevos elementos para insertarse en los actuales procesos en marcha. Se trata del combate por la independencia de clase del movimiento obrero, de la lucha contra el capital y sus contrarreformas, del apoyo al levantamiento de las masas que quieren desprenderse de los antiguos regímenes y, por lo tanto, de la necesidad de levantar partidos bajo formas que no están registradas en los libros de historia, pero que se inspiran en los principios fundadores del movimiento revolucionario. Es decir, de encontrar las formas y los medios de establecer vínculos con las fuerzas que se desprenden, ya sea en el seno de las organizaciones obreras, ya fuera de ellas, para actuar en común sobre la base de la libre discusión. Y, sobre la base de esta experiencia común, avanzar en el camino de la organización.
Como escribía Pierre Lambert en el prefacio a la edición peruana del Programa de transición, en abril de 1989[2].
«Toda experiencia en la lucha de clases prueba que un partido obrero independiente, una Internacional son indispensables, puesto que el resultado final de la lucha de clases no es lograr un cambio en la sociedad burguesa. Se trata de la existencia misma de la humanidad arrastrada hacia el abismo por el imperialismo.
Y para cumplir las tareas revolucionarias no hay solución ya dispuesta. El marxismo es el método científico de construcción organizada del instrumento indispensable para ayudar a las masas a trabajar ellas mismas por su emancipación. Pero la solución no figura en ningún libro. Nosotros partimos de la IV Internacional, establecemos con la ayuda del programa que no hay otra salida a la crisis de la humanidad que el socialismo garantizado por la abolición de la propiedad privada de los grandes medios de producción y la democracia obrera. Innumerables dificultades han surgido. Otras surgirán. Nosotros perseveraremos.»
[…]
[1] Neologismo político que viene a significar «¡fuera todos!»
[2] Este extracto del prefacio de Pierre Lambert está publicado en el Programa de Transición, La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional, colección Clásicos del marxismo, éd. Sélio, abril de 2013.