En el 90 aniversario de la Revolución de Asturias

Carta Semanal 1013 en catalán

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A la memoria de Manuel Grossi, obrero revolucionario, dirigente de la revolución asturiana y miembro del POSI, sección española de la IV Internacional

Para elaborar esta carta nos hemos basado largamente en textos de Manuel Cuso y J. A. Pozo

El 4 de octubre del 34 se inicia una insurrección obrera en Asturias y una huelga general estatal que incluye levantamientos locales, convocadas por el Partido Socialista, la UGT y las Alianzas Obreras, en respuesta a la entrada en el gobierno de tres miembros de la CEDA. Numerosos dirigentes del movimiento obrero se habían comprometido a evitar por todos los medios que la CEDA llegase al gobierno.

Como señala Manuel Cuso en un libro de próxima aparición: “La insurrección asturiana se impuso durante dos semanas, concentrando las aspiraciones de los trabajadores y los pueblos de todo el Estado español, que también se expresaron en la huelga general de ámbito estatal (una semana en Madrid y el País Vasco) con levantamientos como el de Sabadell, y en la proclamación del Estado Catalán dentro de la República Federal Española.

Los obreros asturianos realizaron con firmeza el levantamiento preparado durante el último año en todo el Estado español, que no cuajó por la división entre organizaciones y por retraimientos con visos de capitulación de fuerzas obreras que dejaban el terreno a los políticos y militares burgueses o pequeñoburgueses.

El levantamiento asturiano es una referencia desde entonces para todo el movimiento obrero. La lucha por la unidad, con la consigna “Uníos, hermanos proletarios (UHP)”, recorría las filas de los trabajadores frente a la escalada criminal de las patronales y la guardia civil. La campaña por la amnistía de los presos de 1934 dio nuevo impulso a la lucha de los trabajadores y los pueblos que se impondrá en 1936 y contra la cual se levantará el ejército”.

La insurrección

El desencadenante fue la entrada en el gobierno Lerroux de ministros de la CEDA, partido no republicano vinculado al fascismo italiano y al nazismo alemán, que representaba a ojos de la clase obrera la reacción y el peligro de involución. Tras las experiencias de Alemania, donde los nazis llegaron al poder sin resistencia, ante la división fomentada por los dirigentes del partido socialdemócrata (SPD) y el partido comunista dependiente de Moscú (KPD), y de Austria, donde la insurrección socialista contra los nazis fue aplastada por el ejército, por primera vez en Europa la clase obrera de un país se lanzaba a la ofensiva para evitar el acceso al poder de quienes consideraba como su enemigo mortal. La Alianza Obrera, pacto de acción revolucionaria que unía a las fuerzas obreras, convocó una huelga general de protesta en toda España y este movimiento tuvo particular incidencia en Cataluña y, especialmente, en Asturias, único lugar donde la Alianza Obrera había conseguido agrupar en su seno a todas las organizaciones obreras sin excepción (con la incorporación, a última hora, del PCE), y donde la huelga general adquirió un carácter insurreccional y durante quince días la cuenca minera fue controlada por comités de Alianza Obrera, coordinados en un Comité Revolucionario, y por milicias que organizaron los mineros asturianos.

La madrugada del 4 al 5 de octubre empiezan los combates en Mieres, que se convierte en el centro de la insurrección asturiana, con el cerco de los mineros a los cuarteles de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto. El Ayuntamiento cae en poder de los revolucionarios y Manuel Grossi, vicepresidente de la Alianza Obrera de Asturias, proclama la República Socialista. Se nombra un Comité Revolucionario con dos representantes socialistas, dos de la CNT, dos del PC, y Grossi en representación del BOC y de la Alianza Obrera. Desde Mieres, los revolucionarios marchan hacia Oviedo, para completar la victoria. Durante el 5, la lucha se extiende a la mayoría de pueblos de la región. En cada pueblo se ha constituido un Comité revolucionario y se han organizado milicias para ocupar la capital, cuyo asalto comienza a las 6 de la mañana del día 6. Diez horas después el ayuntamiento de Oviedo se halla ya en poder de los mineros, aunque no se controla completamente la ciudad. Otras localidades van cayendo en poder de los revolucionarios, que consiguen el apoyo de algunos destacamentos de soldados y se hacen con la fábrica de armas de Trubia y la fábrica de dinamita de la Manjoya. Aunque llegan noticias de que el gobierno catalán se ha rendido y de que la insurrección en Barcelona ha fracasado, los revolucionarios asturianos deciden continuar. Aislados del resto de España como consecuencia del fracaso del movimiento en Madrid, Andalucía, etc., debido a la desorganización y a la falta de voluntad política para hacerlo triunfar de los que en teoría eran sus impulsores –el PSOE–los obreros asturianos ofrecieron una fuerte resistencia hasta que, finalmente, fueron derrotados después de durísimos combates.

El Cuartel General de las milicias –el “ejército rojo” minero– se halla instalado en la Casa del Pueblo de Mieres. Las milicias las forman grupos o compañías de 30 hombres con un responsable al frente, que hacen de la dinamita su principal arma de lucha. La “Comuna” asturiana será brutalmente reprimida por destacamentos del ejército de Marruecos al mando de los generales Yagüe y López de Ochoa –preludio de su actuación en el golpe de estado de julio de 1936– provocando cuatro mil muertos y una cruel represión: Se bombardean ciudades como Gijón, ocupada por la Legión el día 10, igual que Avilés.

Ante el avance del Ejército y prácticamente sin municiones, el 11, los revolucionarios deciden replegarse sobre la cuenca minera. Oviedo cae en poder de las tropas de López Ochoa el 12, tras lo cual se inicia inmediatamente una cruel represión. En los días siguientes, el avance de los Regulares y del Tercio por toda la cuenca minera será imparable, y será acompañado igualmente de una represión feroz que no respetará a nadie. El 18, el Comité Provincial Revolucionario de Asturias publica un manifiesto dirigido a todos los trabajadores en el que se pide que se depongan las armas “en evitación de males mayores”. Pero señala que se trata de “un alto en el camino, un paréntesis”. Al día siguiente, finaliza toda resistencia.

Consecuencias de la revolución de Asturias

La lucha de Asturias se convertiría en un símbolo y en una referencia para la clase trabajadora de todo el Estado. A pesar de la derrota, el conjunto del movimiento obrero la interpretó como el Comité asturiano: un paréntesis en la lucha. Los hechos que se producirían meses después lo confirmarían plenamente.

En su 90 aniversario, vale la pena extraer las lecciones más importantes de lo que representó –y representa– octubre de 1934 para el movimiento obrero. En primer lugar, conviene señalar la aparente contradicción que supuso que la derrota del octubre asturiano truncara la dinámica de Frente Único (la unión de partidos y organizaciones obreras, en oposición a los partidos burgueses, para la conquista del poder) que había prendido en algunas organizaciones –y que quedó simbolizada en la Alianza Obrera y en la consigna “Uníos, hermanos proletarios” (UHP)– y abriera la vía del pacto de Frente Popular, es decir, de la dinámica contraria, de subordinación a los políticos de la burguesía “democrática”. Si durante los meses anteriores la clase obrera había manifestado su aspiración a la unidad, y se había expresado igualmente con muchísima fuerza la tendencia clasista hacía la unión de las fuerzas obreras y la presión para la ruptura del pacto entre socialistas y republicanos, a partir de octubre del 34, la propia derrota y sus consecuencias serán el eje sobre el que se construirá la política frentepopulista: la lucha por la amnistía, por la liberación de los presos, etc., será utilizada para recomponer de nuevo la política de alianzas con la burguesía “liberal”, con los republicanos de Azaña y Martínez Barrio, que culmina en el pacto del Frente Popular de 1936, que encarga la formación de gobierno a “los partidos republicanos de izquierda, con el apoyo de las fuerzas obreras, en el caso de victoria”.

En segundo lugar, la insurrección de octubre marcó los límites de la corriente “largocaballerista” del PSOE, con su revolucionarismo vacío de contenido enfrentado a las tareas concretas de una insurrección con la que habían amenazado tanto tiempo y que fueron incapaces de organizar cuando llegó el momento, allá donde tenían influencia y responsabilidades. Supuso un golpe para la izquierda socialista, de la misma manera que su radicalismo verbal había servido para estimular la movilización de masas y abrir un horizonte de esperanza en ellas. El fracaso de esta corriente y su incapacidad para “regenerar” el PSOE y romper definitivamente con el reformismo que le era propio, se tradujo en el interior del partido en el triunfo de las tesis de Prieto –partidario de la colaboración con los republicanos– y en el paso al estalinismo de las Juventudes Socialistas, la organización que con sus cerca de 40.000 militantes se había erigido en la punta de lanza del largocaballerismo.

En tercer lugar, la Revolución de Asturias, como acto de resistencia y ofensiva contra la oleada ultrarreaccionaria que irrumpía en Europa tras la crisis de 1929, debe inspirarnos, ya que ahora también se padece una oleada así. La continuidad del combate de hace noventa años es la lucha contra la guerra, contra el genocidio, contra la destrucción de fuerzas productivas cada vez más sistemática a la que lleva inevitablemente el capital, cuya única salida posible por tanto es su expropiación, salida a la que se encaminó la clase en Asturias, constituyéndose así en un referente de primera importancia.

Textos recomendados

1934: Movimiento revolucionario de octubre, de Amaro del Rosal. Ed. Akal 1983

La Alianza Obrera y la lucha por el Frente Único, por Josep A. Pozo. En Combate Socialista 19, octubre de 2009

La Insurrección de Asturias, por M Grossi. Ediciones Júcar. 1978

Manuel Grossi Mier, obrero revolucionario, militante de la IV Internacional

Manuel Grossi comienza a trabajar, con 14 años, en la mina “Mariana”. Pronto se afilia a la UGT y al PCE, que abandonará en 1932 para crear, con un puñado de compañeros, el BOC en Asturias.

En 1934, con 29 años, es promotor de la Alianza Obrera y vicepresidente del Comité Revolucionario de Asturias y su delegado en Mieres, que será el centro más importante de la insurrección obrera, durante la cual proclama la República Socialista desde el ayuntamiento de Mieres.

Detenido tras el aplastamiento de la revolución, fue condenado a muerte, y amnistiado posteriormente. Durante su detención en la Casa del Pueblo de Mieres escribió su folleto “La insurrección de Asturias”.

En 1936, tras una participación destacada en el levantamiento del 19 de julio en Barcelona, que derrotó al ejército, será comandante de una de las dos columnas del POUM en el frente de Aragón.

Exiliado en Francia tras la guerra civil, Grossi hace balance de la derrota de la revolución española e ingresa en la IV Internacional, llegando a ser miembro de la dirección del POSI. Cuando falleció, en 1984, estaba enormemente ilusionado por la celebración del 50 aniversario del Octubre asturiano, en cuyos actos iba a participar.

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