En el centenario de la muerte de Lenin

Carta Semanal 976 en catalán

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El pasado 21 de enero se cumplían cien años del fallecimiento de Vladímir Ilích Uliánov, Lenin, uno de los más importantes dirigentes y teóricos revolucionarios de la historia. Luchó incansablemente por la construcción del partido bolchevique, una auténtica organización obrera independiente, del que fue el primer responsable. Junto con Trotsky, fue el principal dirigente del proceso revolucionario en Rusia que culminaría en octubre de 1917 con el triunfo materializado en la creación del Estado soviético. Además, fue un gran teórico, que desarrolló con brillantez la obra de Marx y Engels, en campos como el del imperialismo como estadio último del capitalismo, así como la imposibilidad de resolver en el seno del Estado burgués los problemas de la clase trabajadora. Reivindicamos su figura no desde la caricaturesca sacralización del estalinismo, sino mostrando, desde los hechos, la potencia de sus aportaciones.

La situación mundial está presidida por una enorme devastación social, una destrucción sistemática de fuerzas productivas. Crisis y guerras se complementan con otros ataques al valor de la fuerza de trabajo, que revelan los límites infranqueables del capital, su carácter irreformable. Esta caracterización es deudora, entre otros, de Lenin, que también aporta elementos -no recetas- para nuestra actuación hoy, en la construcción del partido obrero revolucionario. Ninguna reverencia formalista a su figura, pero ningún desprecio a sus aportaciones.

1. La lucha por el partido obrero independiente

En el II Congreso del POSDR, en 1903, se decantó la escisión que acabaría dando lugar al partido bolchevique. Lenin, a sus 33 años, tenía ya una larga experiencia como militante y teórico. Ya había publicado El desarrollo del capitalismo en Rusia (1899) y, de enorme importancia política, ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento (1902), donde plantea los elementos básicos para la construcción de la organización revolucionaria, incluida su fundamentación teórica: “sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”.

En esa pugna se constituye la organización que hará posible el triunfo de la revolución en octubre de 1917. Lenin combate el  reformismo y oportunismo, rechazando toda tentación ultraizquierdista, como establece en 1920 en El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo, En esta lucha por la construcción del partido ocupa un lugar prominente el periódico. Primero Iskra (La Chispa) y después Pravda (La Verdad).

2. Una revolucionaria preocupación por la teoría

Lenin es conocido por sus estudios económicos y políticos. En particular, por El imperialismo, fase superior del capitalismo de 1916 y El Estado y la revolución de 1917. Pero su atención se dedicó a muchas más temáticas, en las que destaca el abordaje riguroso y sistemático. Su preocupación teórica no era academicista, sino política, práctica. La ligazón entre teoría y práctica, como se expresa en la antes citada afirmación de Qué hacer. Buscaba la mayor precisión, evitando toda generalización vacua: “lo que es la esencia misma, el alma viva del marxismo: el análisis concreto de una situación concreta”.

Son cuestiones retóricas con implicaciones prácticas. Como explica Trotsky, “aun estando en el exilio, permanentemente Lenin va informándose: lo que pasaba en la clase obrera, su experiencia de lucha, nutriéndose de las anécdotas de la clase obrera que va contando y viviendo su experiencia”.

3. El Internacionalismo y la guerra imperialista

La gran traición de agosto de 1914, cuando los diputados de los partidos obreros alemán y francés votan a favor de los créditos de guerra, supone un auténtico parteaguas en el movimiento obrero. Lenin caracteriza inmediatamente dos cuestiones: la bancarrota de la II Internacional y la importancia de la resistencia frente a la traición. Critica al patriotismo socialdemócrata y al pacifismo que se desmarca de la guerra de clases. Participa en las conferencias de Zimmerwald en 1915 y Kienthal en 1916, cuyos sectores revolucionarios, partidarios de transformar la guerra imperialista en la guerra civil que refleja la lucha de clases, constituyen el núcleo de la Internacional Comunista, que se fundará el 3 de marzo de 1919 en Moscú.

4. Principal dirigente, con Trotsky, de la Revolución rusa

Lenin llega a Rusia el 3 de abril de 1917 e impulsa un giro drástico respecto a la política conciliadora con el gobierno provisional que mantenían Kámenev y Stalin: “El pueblo necesita pan y tierra. Y ellos dan guerra, hambre, falta de comida, y las tierras se quedan para los terratenientes. Marineros, camaradas, tienen que luchar por la revolución. ¡Luchemos hasta el final!”. Lenin escribe las Tesis de abril, que sientan las bases con las que se desembocará en la mayoría bolchevique en los sóviets, que permitirá que la revolución del 25 de octubre establezca un Estado obrero y las consecuentes medidas revolucionarias comenzando por los decretos de la paz y de la tierra, promulgados en las primeras veinticuatro horas.

La labor de Lenin fue ingente en los primeros pasos de la Revolución, para los que confió en Trotsky en tareas de máxima responsabilidad, como las negociaciones de paz con Alemania en Brest-Litovsk o la creación del ejército Rojo para la supervivencia de la revolución. Con él al frente se impulsaron los primeros decretos, los de la paz y la tierra, el control obrero de la producción, la autodeterminación de los pueblos, la libertad de conciencia, la nacionalización de la banca, el repudio de la deuda, la plena igualdad legal de mujeres y hombres el derecho al aborto…

5. La creación de la III Internacional, la Internacional Comunista

Al calor de la revolución, el impulso internacionalista se concreta en la creación de la III Internacional. Es la ruptura con el reformismo, con toda ilusión en una gestión progresiva del capitalismo. Lenin ocupó un lugar prominente en los cuatro primeros congresos de la Internacional, cuyas aportaciones se pueden apreciar fácilmente en un texto muy recomendable: Tesis, manifiestos y resoluciones de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista (1919-1923).

Ya muerto Lenin, vino la degeneración burocrática estalinista, culminada a partir de la expulsión de la Oposición de Izquierda en 1927 y las grandes purgas. La fórmula del “socialismo en un solo país”, defendida por Bujarin  y Stalin en 1924-25, constituye la negación de la revolución mundial y del bolchevismo.

6. La actualidad de Lenin

En 1847 se crea la Liga de los Comunistas, con la participación de Marx y Engels, quienes redactarán su programa a principios de 1848: el Manifiesto del Partido Comunista. La Liga adoptó como consigna “Proletarios del mundo, uníos” , concentrando tres elementos determinantes que persisten en el legado de Lenin. El sujeto: proletarios. Quienes sólo tienen a su prole porque carecen de medios de producción, por la expropiación de que son objeto. El contenido internacionalista, que alude a los proletarios del mundo. Y la vía para resolver los problemas que plantea su condición de expropiados y explotados: su unión. Su organización.

No presentamos a un Lenin sacralizado, como el estalinismo pretendió, para desactivar su enorme legado revolucionario. Buena parte de los dirigentes de la Revolución rusa eran excelentes teóricos. Hoy seguimos necesitando la caracterización del imperialismo de Lenin, para entender el momento histórico del capitalismo en el que nos encontramos, y la formulación del desarrollo desigual y combinado de Trotsky para comprender las formas particulares del capitalismo en las distintas regiones del mundo. Dos teóricos y militantes que, como dirigentes obreros, aplican efectivamente el método marxista tal como lo definió Engels: toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación, y el método para dicha investigación”.

Lenin lo resumió con precisión:

El marxismo exige de nosotros el análisis más exacto, objetivamente comprobable, de la correlación de clases y peculiaridades concretas de cada momento histórico. Nosotros, los bolcheviques, hemos procurado siempre ser fieles a esta exigencia, indiscutiblemente obligatoria desde el punto de vista de toda fundamentación científica de la política.

La situación actual está identificada por una “crisis crónica del capitalismo”. Una destrucción de fuerzas productivas cada vez más sistemática, con distintas formas que se complementan. De una parte, crisis económicas recurrentes que destruyen capital: a más de 50 años de la crisis de los setenta, sigue sin haber ninguna fase expansiva a escala mundial. Las guerras, incluso en Europa, que adoptan incluso la forma de genocidio como en Palestina. El saqueo de los recursos naturales, que supone mayores privaciones para la población y efectos climáticos muy peligrosos. Y, sobre todo, la política económica que impulsa la desvalorización de la fuerza de trabajo, principal fundamento de las fuerzas productivas, a través de desempleo y subempleo,  privatizaciones, desregulación, etc. La pregunta, ante todo ello, es qué hacer. Para responder adecuadamente, el legado de Lenin es precioso.

Lenin presentó un análisis económico riguroso que revela el estadio capitalista en el que vivimos, el imperialista, último posible, y sus implicaciones a partir de la constatación de la imposibilidad de reforma del capitalismo y los límites del mercado mundial, como ya formulaba Marx en el libro tercero de El Capital. Además, Lenin recalca la fundamentación teórica para excluir toda ilusión en que en el seno del Estado burgués puedan resolverse los problemas. Y nos lega un aporte valiosísimo respecto a la construcción de un partido obrero organizado que lidere la lucha de la clase obrera para abrir una salida. Un partido independiente de todo  compromiso con todas las instituciones del capital. No es una apelación genérica, sino con concreciones prácticas que incluyen desde el lugar del periódico hasta la delimitación de la condición de militante.

El gran legado de Lenin para hoy es la comprensión de las causas profundas de las distintas y complementarias formas de opresión, de trabajadores y pueblos, y la forma de organizarse para combatirlas. Sin ninguna pretensión de recetario universal, ese legado de Lenin, la necesidad del análisis concreto de la realidad concreta.

Lenin y sus camaradas demostraron que efectivamente otro mundo es posible pero sólo en ruptura con el capitalismo.

Desde la IV Internacional, continuadora de la mejor tradición organizativa y combativa del movimiento obrero, reivindicamos el legado de Lenin, aplicando sus enseñanzas a la situación actual con sus particularidades.

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