(publicado en la Carta Semanal 477)
La coronación del nuevo rey, prevista para este miércoles, pretende cerrar la crisis abierta por la abdicación. ¿Es esto posible? Desde luego, va ser muy difícil. Porque no nos encontramos ante un problema sucesorio derivado de la edad, la capacidad, o la situación personal de Juan Carlos de Borbón. La abdicación es la expresión del agotamiento del régimen de la transición, que no puede, en la situación actual, hacer frente a la resistencia de la clase trabajadora frente a sus recortes, y a la movilización de los pueblos por sus derechos. Tras la derrota de la UE, el Gobierno y los que les apoyan en las elecciones del 25 de mayo, hemos asistido a la abdicación del rey, a la dimisión de Rubalcaba y a la amenaza de Duran i Lleida de dimitir y romper CiU.
La crisis del régimen se desarrolla en un momento en que el imperialismo y la Unión Europea sufren un proceso de dislocación: después de las elecciones del 25 todos los gobiernos están en crisis, y, a pesar de los golpes recibidos, ninguna clase obrera ha sido derrotada, ni siquiera la más golpeada, la de Grecia.
La marcha de la dignidad primero, el rechazo masivo del régimen en las elecciones, las manifestaciones que han seguido a la abdicación, expresan la maduración de un movimiento en profundidad, del que forman parte las huelgas obreras de los últimos meses y las movilizaciones masivas de los pueblos catalán y vasco. Maduración política de amplios sectores avanzados de la clase y la juventud en todo el Estado que plantean como prioridad urgente acabar con el régimen. Este movimiento nutre a su vez al movimiento de los pueblos, aunque las direcciones nacionalistas intentan separarlo para “buscar” una solución propia en el marco de la UE, participando en la política de recortes y en el juego del centralismo, que busca enfrentar a los pueblos.
La situación de las organizaciones
La retirada de Rubalcaba, Patxi López, Roberto Jiménez en Navarra y luego la de Pere Navarro son expresiones de un terremoto que atraviesa a todas las organizaciones de la clase trabajadora, y en especial al PSOE. La connivencia con la política de Rajoy de ataque a los trabajadores y a los pueblos ha abocado a la derrota del 25 de mayo y el apoyo incondicional a la abdicación-coronación, que han llevado a un imponente estallido de contradicciones en el seno del Partido Socialista.
No son solo las dimisiones, sino un alud de pronunciamientos republicanos en el Partido Socialista: tres federaciones regionales, la federación de Barcelona y multitud de agrupaciones municipales, ayuntamientos y grupos municipales socialistas y finalmente tres diputados resistiendo a todas las presiones se niegan a votar la sucesión/coronación. Incapaz de responder a ese clamor, la cúpula aparece proclamando patéticamente que el PSOE apoya al régimen.
Lo sucedido nos lleva a una importante reflexión: cuando hay una explosión de unidad contra el régimen, que incluye a militantes y agrupaciones del PSOE que defienden la República, ¿cuál es el sentido de la línea “PSOE, PP, la misma mierda es”? ¿A quién benefician las querellas partidistas? ¿No es la mejor ayuda que pueden tener los González, Rubalcabas y Susanas para volver a disciplinar al partido en defensa de la monarquía “renovada”?
Si además eso lo animan los mismos que no dudan en aliarse con Susana Díaz en Andalucía para aplicar los recortes o en apoyar al PP en Extremadura para que los aplique…
Para luchar por la unidad, construir una fuerza que la defienda
Un compañero nos decía hace poco que para acabar con el régimen “es la hora de la unidad, no de crear nuevas organizaciones”. Precisamente, hace falta un movimiento que ponga en primer plano de su actividad la lucha por la unidad para derrotar al régimen.
Porque, en la situación actual, a la clase trabajadora le falta la herramienta fundamental, una representación política propia, no sometida al régimen y la Unión Europea, ni financiada por éstos. La lucha por una representación genuina sólo puede plantearse agrupando fuerzas en el combate por la ruptura de las organizaciones de los trabajadores con todo acuerdo con el gobierno Rajoy, con el régimen. De la lucha, por tanto, contra la sumisión de los sindicatos a la política de Diálogo Social, o contra el pacto de Estado en relación a la coronación.
El apoyo a la coronación, último servicio de Rubalcaba y del aparato del PSOE al régimen, ha agravado la crisis del PSOE, hasta el punto de que, en buena medida, el aparato parece haber perdido la capacidad de aunar a la organización. La resistencia y radicalización en las organizaciones obreras contribuye a multiplicar la radicalización de sectores de masas ligados a la lucha de clases.
Frente a ello, no faltan herederos de Rubalcaba y Navarro, ni dirigentes en otras organizaciones que se disponen a burlar las exigencias de los trabajadores y de los afiliados metiéndonos en la vía muerta de una futura reforma cosmética de la Constitución para que no cambie nada de lo que reclaman los trabajadores y los pueblos. Y quieren hacer lo mismo en sus organizaciones: cambios de cara y plebiscitos para cerrar la boca.
En esta situación, lanzar ultimatums en la línea “PSOE, PP la misma mierda es”, o descalificar a todos como parte de “la casta” presta un servicio inestimable a los dirigentes del PSOE y de otras organizaciones que defienden el régimen.
Lo que es ayudar a abrir cauces para que se desarrolle el movimiento unitario que hemos visto en las plazas de cientos de poblaciones de todo el Estado estas semanas contra el régimen. Ese fin de semana se ha celebrado la Conferencia por los derechos sociales y por el derecho a decidir, cuyo objetivo es agrupar fuerzas en este sentido. En esa conferencia se adoptó por firma un llamamiento que dice lo siguiente: “Desde esta conferencia, nos sumamos al profundo movimiento en curso. Planteamos la necesidad de que en barrios y pueblos, en centros de trabajo y estudio se agrupen las personas y fuerzas que exigen que solo el pueblo sea soberano, se constituyan asambleas, plataformas, juntas republicanas… que actúen con decisión para allanar el camino a asambleas ampliamente representativas que asuman la lucha contra la Monarquía, por la República, por los derechos de los pueblos”.
La lucha continúa
El proceso abierto tras la abdicación no van a poder cerrarlo con la coronación ni con congresos precipitados. Todo lo contrario. La lucha por organizar la acción independiente de los trabajadores y los pueblos debe continuar y profundizarse, derrotando los ataques de Rajoy y la reforma del régimen presidido por Felipe VI, luchando por la independencia de las organizaciones frente al régimen, para todo lo cual estorba toda negativa al frente único de los trabajadores y sus organizaciones.
La clase trabajadora no puede esperar más en esta situación insoportable. No puede esperar un año a las elecciones municipales o dos años las próximas generales. Las fuerzas necesarias para derrotar la gobierno Rajoy están ahí, se manifiestan en cada Gamonal o cada Can Vies, en la lucha de los trabajadores de Coca-Cola, que ha conseguido anular el ERE. La vía más económica para la victoria pasa por poner a la clase obrera y sus organizaciones a la cabeza. Como dice la Declaración de la Conferencia del 14 de junio, “La inmensa mayoría de trabajadores, trabajadoras y jóvenes quieren que sus partidos, sindicatos y organizaciones se pongan a la cabeza para acabar con las instituciones antidemocráticas y devolver la soberanía al pueblo” y añade que “Solo la clase obrera, con sus organizaciones, actuando según las exigencias de la mayoría, puede garantizar” la victoria.
¿Cómo se expresa la lucha por esa unidad? No se trata de apoyar la política de los dirigentes, sino de levantar una fuerza imparable que les obligue a renunciar a la política de Pacto de Estado y a su traducción a nivel sindical, la política de Diálogo Social.