Espanto

(Publicado en Documentos de la Carta Semanal del 22 de julio de 2016)

Por Didier Brémaud (Miembro del Buró Nacional del Partido Obrero Independiente) (Editorial del n.º 411 de Informations Ouvrières, de 20 de julio de 2016)

DocumentosCS-20160722Una vez más somos presa del espanto ante esta terrible carnicería. Más de ochenta muertos, más de ciento treinta heridos, muchos de extrema gravedad. La barbarie. Hace tan sólo unos días hubo trescientos muertos en un atentado en Bagdad. Algún tiempo antes fue Kabul, Bruselas, Costa de Marfil, Burkina Faso… Los países de Oriente Medio y de África se hunden, arrastrando en su estela a Francia, Estados Unidos, Bélgica…

La noche después de la tragedia de Niza, François Hollande hizo una declaración anunciando la prolongación del estado de emergencia por tres meses, el llamamiento a los reservistas y la intensificación “de nuestras acciones en Siria y en Iraq”. El 16 de noviembre de 2015, tres días después de los atentados de París y del Estadio de Francia, hizo poco más o menos el mismo anuncio ante el Parlamento reunido en Congreso: estado de emergencia, aumento de los efectivos de las fuerzas del orden e intensificación de los ataques en Siria y en Iraq. Con la pérdida de nacionalidad, que sabido es lo que ha supuesto.

Una vez más, François Hollande ha apelado a la unión nacional, pero esa unión ha estallado en pedazos, no sólo a causa de las críticas de la oposición, sino también por las discordancias dentro del propio gobierno entre el Primer Ministro y el ministro de Interior.

¿No fue el propio François Hollande quien estableció la relación entre las “acciones militares francesas” que golpean Siria e Iraq y los atentados mortíferos que cubren de luto nuestro país desde hace meses? ¿Y ha mejorado la seguridad de la población de esos países? Si se les preguntase, los cientos de miles de refugiados que huyen del infierno responderían sin duda a esa pregunta.

El estado de emergencia debía reforzar la seguridad de la población en Francia. ¿Qué hay de ello? Primero hubo los allanamientos y detenciones arbitrarios. Luego, so pretexto de los alborotadores, pero en nombre del estado de emergencia, el gobierno intentó prohibir la manifestación del 23 de junio contra la ley trabajo. Desde entonces, las manifestaciones contra la ley trabajo son severamente vigiladas y controladas por las fuerzas del orden, tanto que muchos trabajadores no han podido sumarse a las manifestaciones. Constatemos simplemente esta evidencia: no todas las concentraciones están sometidas a las mismas presiones.

La ley trabajo se ha aprobado sin votación, en virtud del artículo 49.3 de la Constitución. Si se aplicase, ¡esa ley retrotraería las conquistas obreras a la época anterior a los convenios colectivos y los sindicatos! El gobierno es ultra minoritario y lo sabe. La crisis de dislocación hace estragos en el PS que ya ni se atreve a reunirse; en la derecha, los candidatos a las primarias se pelean y se hacen pedazos; todo el edificio de la V República se tambalea, arrastrando a la Unión Europea a unos peligrosos vaivenes, que el bréxit aumenta aún más…

En esa situación, la convocatoria de una jornada de movilización, el 15 de septiembre, contra la ley trabajo, por su derogación, por CGT, FO, FSU, Solidaires, Unef, Fidl y UNL, aparece como un factor de orden.

El espanto y la indignación suscitados por el atentado de Niza llevan, pues, a esta otra pregunta: ¿y si la clave de toda la situación se encontrase en manos de la clase obrera y de sus organizaciones.

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