Lo reconocen las instituciones del capital: bajo el capitalismo vienen tiempos muy duros

Carta Semanal 935 en catalán

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La solución de los problemas exige en primer lugar conocer su causa. Los graves problemas sociales, que padece la mayoría de la población que es la clase trabajadora, ¿son el resultado de la forma de gestionar el capitalismo o, por el contrario, derivan de su naturaleza intrínseca? Si identificamos al capitalismo como una máquina, ¿los problemas vienen de la forma de manejarla o es la máquina misma la que inevitablemente los provoca y cada vez más?

Las instituciones del capital hacen una intensa labor propagandística, para meter en la cabeza de la gente la idea de que el capitalismo es el mejor modo de producción posible y que los problemas sólo se deben a desajustes de gestión, fácilmente resolubles con algunas correcciones (cuyo contenido es, en esencia, atacar las conquistas obreras y democráticas). Dos de las instituciones imperialistas más importantes, el FMI y el Banco Mundial (BM), que expresan la dominación del capital financiero estadounidense, sin duda estarían encantadas de publicar informes acerca del halagüeño futuro que le espera a la humanidad bajo el capitalismo. Sin embargo, decir eso implicaría ahondar más en su desprestigio, en tanto la realidad les contradiría inmediatamente, les contradice ya. De modo que se ven obligadas a reconocer que vienen tiempos duros.

El cuento de la lechera del capital radica en el mito de que, gracias a la lógica capitalista, va a haber un elevado crecimiento que, posteriormente, sigue la narración, va a extender bienestar al conjunto de la sociedad. Pero el cántaro se rompe en el mismísimo momento inicial: no, no se puede prever un crecimiento considerable, sino al contrario. Así lo reconocen tanto el FMI como el BM.

FMI: “Hacia un empeoramiento de la situación”

El FMI, en el resumen ejecutivo de un informe publicado este mismo mes de abril, reconoce: “Las tenues señales a comienzos de 2023 de que la economía mundial podría logar un aterrizaje suave -con inflación a la baja y crecimiento firme- se han disipado, en medio de una inflación persistentemente alta y de las recientes turbulencias en el sector financiero”.

A continuación explica la causa… ligada expresamente a sus políticas, a las políticas del imperialismo: “Estas anémicas perspectivas se deben a la orientación restrictiva de la política monetaria que es necesaria para reducir la inflación, a las consecuencias del reciente deterioro de las condiciones financieras, a la guerra que se libra en Ucrania y a la creciente fragmentación geoeconómica”.

Y finaliza detallando estos aspectos: “Los riesgos para las perspectivas están muy sesgados hacia un empeoramiento de la situación, y las probabilidades de que se produzca un aterrizaje brusco han aumentado notablemente. La tensión en el sector financiero podría amplificarse y el contagio podría extenderse, debilitando la economía real al registrarse un marcado deterioro de las condiciones de financiamiento y obligando a los bancos centrales a reconsiderar la trayectoria de sus políticas. En el contexto de mayores costos de endeudamiento y menor crecimiento, los focos de sobreendeudamiento soberano podrán expandirse y tornarse más sistémicos. La guerra en Ucrania podría intensificarse y provocar más escaladas de los precios de los alimentos y la energía, con el consiguiente aumento de la inflación. La inflación subyacente podría resultar más persistente de lo previsto, y para combatirla se necesitaría un endurecimiento monetario aún mayor. La fragmentación en bloques geopolíticos tiene el potencial de generar cuantiosas pérdidas del producto, en particular debido a sus efectos en la inversión extranjera directa”.

BM: “Dentro de poco podríamos estar ante una década perdida para todo el mundo”

David Malpass, Presidente del Banco Mundial, explica la situación: “Actualmente, casi todas las fuerzas económicas que impulsaron el progreso económico están en retroceso. En la década anterior a la COVID-19, una desaceleración global de la productividad, que es fundamental para el crecimiento de los ingresos y el aumento de los salarios, ya se agregaba a las preocupaciones sobre las perspectivas económicas a largo plazo. En esta década, se espera que la productividad total de los factores crezca a su ritmo más lento desde 2000. El crecimiento de la inversión se está debilitando: el promedio del período 2022-24 será la mitad del promedio de las dos décadas anteriores”

Además, identifica las consecuencias… de sus políticas; es decir, la responsabilidad de sus políticas en el dantesco escenario que reconocen: “los retrocesos en el capital humano provocados por la crisis sanitaria, el cierre de escuelas y las pérdidas de aprendizaje tendrán efectos a largo plazo en el crecimiento del producto potencial”.

La conclusión es demoledora: “dentro de poco podríamos estar ante una década perdida, no solo para algunos países o regiones como ha ocurrido en el pasado, sino para todo el mundo (…) se espera que la tasa de crecimiento potencial promedio del PIB (la tasa de crecimiento teórica que una economía puede sostener a mediano plazo sobre la base de las tasas de inversión y productividad, sin correr el riesgo de sufrir una inflación excesiva) caiga un 2,2 % anual de aquí a 2030, el nivel más bajo de las tres últimas décadas, es decir, por debajo del 2,6 % del período 2011-21. Esa es una caída pronunciada de casi un tercio de la tasa del 3,5 % que prevaleció en la primera década de este siglo”.

El carácter crónico de la crisis del capitalismo

Que el FMI y el BM reconozcan las graves perspectivas que se ciernen sobre la economía mundial es un dato importante. Por supuesto, ambos organismos plantean que existe la posibilidad de evitar el peor escenario, a través de la aplicación de una serie de políticas cuyo contenido es conocido: eliminar las trabas a la acumulación capitalista que suponen las conquistas obreras y democráticas, las conquistas que proveen cierta seguridad, ciertas garantías para las condiciones de vida de la mayoría. Sin embargo, ¿se puede esperar que dichas políticas hagan posible un nuevo redespliegue del capitalismo a escala mundial?

A esta pregunta se debe responder integrando el balance empírico de su imposición -de la que ya hay una larguísima experiencia- y la fundamentación teórica. Respecto a lo primero, las políticas que exigen el FMI y el BM vienen de lejos. En particular se relanzan desde los primeros años setenta, destacándose el caso chileno, donde se imponen a través de la dictadura que asoló el país desde el 11 de septiembre de 1973. Sus consecuencias sociales se dejan sentir cada día: desempleo, precariedad, ataques a los servicios públicos de enseñanza, sanidad, etc. Pero, ¿se logra con estas políticas impulsar efectivamente el proceso de acumulación capitalista?

Si repasamos retrospectivamente las últimas décadas, ¿con qué nos encontramos? ¿Qué significa que, para este 2023 y los años siguientes, haya un riesgo de crisis o, en todo caso, la ausencia de niveles considerables de crecimiento? Supone que la economía mundial siga presidida por una sucesión de crisis (como la de los primeros setenta y la que estalla en 2007-2008), sin que entre ellas existan fases que verdaderamente puedan caracterizarse como expansivas. Esto es, una suerte de crisis crónica del capitalismo que culmina lo que, hace cien años ya, Lenin explicó identificando el estadio imperialista que entonces arrancaba como la fase suprema, última, de este modo de producción basado en la explotación de la clase trabajadora.

La fundamentación teórica es clara: el capitalismo es contradictorio porque sus problemas no vienen del exterior, sino que se originan en él mismo. Pero no es sólo que sea contradictorio, sino que es crecientemente contradictorio: los problemas no dejan de agudizarse. Esto obedece a una ley que lo rige, del mismo modo como en el campo de la física existe la ley de la gravedad. Se trata de la ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia, tasa que es la fuerza impulsora de la acumulación. Por tanto, los problemas sociales no son el resultado de una forma de gestionar el capitalismo, sino que derivan de su naturaleza intrínseca.

¿Hacia dónde nos encaminamos? ¿Hay salida? Socialismo o barbarie

El motor de la historia es la lucha de clases, ¿qué otra cosa si no podría serlo? En consecuencia, en función de cómo se desarrolle ella se pueden identificar distintos escenarios, en particular dos.

La supervivencia del capitalismo agudizaría cada vez más los problemas, como ya viene haciendo: pandemia, inflación, guerra. Hay un plano en el que esto se aprecia con claridad: en 2022 de nuevo se ha desbocado el crédito. En Estados Unidos han aumentado los préstamos bancarios 1,5 billones de dólares, cantidad que incluye, como antes de 2007, un elevado peso de los  de baja calidad, de modo que la deuda corporativa subprime ha alcanzado los 5 billones de dólares, un 40% del total. Y como con esta deuda se financian actividades muy especulativas, se exacerba una situación general de incertidumbre en la que aumenta el riesgo de una nueva crisis internacional. Por ejemplo, las solicitudes de quiebra se han disparado: 42.368 en marzo, un 17% más que el año anterior. Sabemos el corolario de todo esto, políticas que buscan un aumento del grado de explotación de la clase trabajadora, único medio en última instancia para tratar de contrarrestar la tendencia descendente de la tasa de ganancia. Es decir, una barbarie cada vez mayor.

Pero hay otro escenario: la actuación consciente de la clase trabajadora que, organizada de forma independiente de las instituciones del capital, interviene en el terreno que le es propio, el de la defensa incondicional de las reivindicaciones, hasta el final. Es decir, lo que toca ahora, a sabiendas, en todo caso, que eso va a exigir más pronto que tarde una ruptura con el orden burgués, incapaz ya de admitir en su seno las conquistas arrancadas en otros periodos. Un proceso que tiene en el horizonte la única alternativa a la barbarie capitalista, que es la transición socialista a una sociedad sana, presidida por la apropiación colectiva de los medios de producción para hacer posibles las legítimas aspiraciones de la mayoría.

La concreción de ello toma la forma hoy y aquí del combate contra la guerra y su otra cara, la guerra social que el capital despliega contra la mayoría. Combate que toma formas muy elevadas en experiencias como la francesa por la retirada del ataque a las pensiones de Macron o la propia lucha en defensa del sistema público de pensiones aquí.

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