Las elecciones y las necesidades de los trabajadores, la juventud y los pueblos

(Publicado en la Carta Semanal 754ver en catalán)

Las elecciones generales son inminentes, y, sin embargo, es bien escaso el ambiente electoral que se vive fuera de los aparatos de los grandes partidos. De hecho, tras la negativa de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias a formar un gobierno que diera respuesta a las principales reivindicaciones de la clase trabajadora y de la juventud -gobierno que era perfectamente posible- muchos se preguntan si vale la pena volver a votar, y se plantean abstenerse. Otros quieren ir a votar para evitar un nuevo gobierno de la derecha. Y algunos se plantean si probar con nuevas opciones.

¿Cuáles son las necesidades de la inmensa mayoría?

No cabe duda de que son muchas las reivindicaciones, inmediatas y elementales de las personas trabajadoras, de la juventud, de los pensionistas, de los pueblos de todo el Estado que exigen respuesta.

La situación de las personas trabajadoras no ha hecho más que empeorar en los últimos años. Amparándose en las reformas laborales, los patronos han impuesto rebajas salariales, han eliminado derechos conquistados en los convenios colectivos, se han cargado incluso muchos convenios. Hemos vuelto a ver “trabajadores pobres”, a quienes un salario no les permite salir de la situación de pobreza. Para recuperar derechos y mejorar el poder adquisitivo, hay que derogar de inmediato las reformas laborales, pero las dos, la de Zapatero y la de Rajoy, entre las que no hay más que una diferencia de grado.

En cuanto a la juventud, la precariedad generalizada, el fraude empresarial masivo con los contratos a tiempo parcial (amparándose, también, en las reformas laborales), la especulación escandalosa (con desembarco, incluso de “fondos buitre”) que les priva de toda posibilidad de acceso a la vivienda y, por tanto, a la independencia, exigen una respuesta inmediata por parte de cualquier gobierno que se forme. Pero, además, la juventud sufre como nadie los efectos de la escalada represiva. La juventud de Cataluña y no solo de Cataluña, que se ha rebelado contra la sentencia a los dirigentes republicanos, sufre a la vez una campaña mediática de criminalización y los efectos de la represión. Son apaleados y detenidos por las “fuerzas del orden”, ya sean catalanas o españolas. Jóvenes son los “7 de Alsasua”, en prisión por una causa penal amañada y una sentencia inicua. Como lo son los “18 de la Macarena” de Sevilla, a quienes piden largas penas de cárcel por apoyar una ocupación de viviendas. Cientos de miles son multados, aplicando la ley mordaza, por consumo de cannabis en la calle (es la sanción más frecuente de la ley mordaza), o son multados por “mirar mal” a un policía o fotografiar una detención. Cientos de miles han sido expulsados de la Universidad por las subidas de tasas o ven negado su acceso a la FP por falta de plazas.

Para la juventud, derogar la ley mordaza y las reformas laborales, crear un servicio público de viviendas basado en la expropiación de los especuladores, eliminar los recortes en la enseñanza pública, derogar la LOMCE y el Decreto 3+2 de las Universidades, son exigencias elementales.

Los pensionistas llevan casi dos años de movilizaciones. Exigen la subida automática del IPC en las pensiones, y una mejora generalizada de las mismas. Son reclamaciones que exigen la derogación de las reformas de pensiones de 2011 y de 2013, la ruptura del marco del Pacto de Toledo que impone el “consenso” para recortar las pensiones y favorecer a los Fondos de Pensiones privados.  El pueblo de Cataluña y con él, los demás pueblos del Estado, exige la democracia, que sólo puede basarse en el derecho a decidir libremente de cada uno de los pueblos y naciones. Sus instituciones se han visto perseguidas, con la aplicación del 155 y con las constantes intromisiones del Tribunal Constitucional, que pretende incluso negar el derecho a debatir del Parlament de Cataluña. Los dirigentes republicanos han sido condenados a largas penas de prisión en un juicio amañado. Ahora hay quienes hablan de la necesidad de una “solución política” de “diálogo”. Pero no cabe ninguna posibilidad de solución democrática sin poner en libertad a los presos y detenidos republicanos, sin poner fin a la represión contra la juventud.

Para la clase trabajadora, buscar una solución democrática a la cuestión catalana es una cuestión fundamental. Para combatir unidos a la patronal y los gobiernos a su servicio, necesitamos la unidad de todos los destacamentos de la clase, incluyendo los que viven y trabajan en Cataluña, y acabar con el enfrentamiento que quieren imponer nuestros enemigos de clase.

¿Cerrar el paso a las derechas?

Qué duda cabe de que hay que cerrar el paso a las derechas. Pero no hay otra manera de hacerlo que ayudar a los trabajadores a defender las reivindicaciones encabezando la mayoría social que quiere revertir la situación provocada por años y años de recortes. Apoyándose en los trabajadores, en las asambleas de pensionistas, en los movimientos de huelga, en la juventud, en los que en los barrios reivindican la República (que muchos candidatos de las diversas “izquierdas” no osan ni mencionar). En definitiva, en la población trabajadora que aspira a vivir dignamente y quiere un futuro igualmente digno para sus hijos. No hay otro antídoto que este.

Qué duda cabe de que las distintas versiones de las derechas franquistas (de Vox a Cs) defienden programas que suponen no sólo mantener todos los recortes, sino ir más lejos en imponer nuevas “reformas”. Y quieren, en primer lugar, avivar hasta el fondo el enfrentamiento con la mayoría del pueblo catalán (necesitan esas medidas de división y enfrentamiento entre pueblos para imponer esas reformas).

En todo caso, parece que no ayuda a cerrar el paso a las derechas el asumir su programa o parte de él, planteando que la monstruosa condena a los catalanes tiene que cumplirse en su integridad, cerrando cualquier otra vía. Tampoco ayuda el saludar y alentar la acción de los policías, cuando ha sido abiertamente provocadora, o denunciar a los jóvenes como “terroristas”, o poner sobre la mesa la “recentralización”, tan cara a los franquistas. Y lo primero que alienta a las derechas es la visita provocadora a Cataluña en campaña electoral del rey que clamó el “a por ellos” contra el pueblo catalán. Así pretende marcar el camino a los votantes y sobre todo al futuro gobierno: voten lo que voten los que aún voten, el rey exige profundizar el enfrentamiento y división para hacer posibles los graves recortes económicos que están preparando todos los candidatos y los gobiernos ‘autonómicos’.

Hacer frente a las instituciones antidemocráticas

La negativa de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la formación de gobierno demuestra que es muy difícil encontrar una salida para las aspiraciones de la inmensa mayoría (que incluyen las aspiraciones del pueblo de Cataluña a decidir libremente), en el marco del respeto a la Monarquía, la Constitución, las instituciones del Estado -incluyendo, en lugar destacado, el poder judicial- y las exigencias que hace Bruselas en nombre del capital financiero.

Acabamos de ver cómo el Tribunal Constitucional ha validado el despido “objetivo” por reiteración de bajas laborales, es decir, echar a la calle a un trabajador por estar enfermo, aunque lo certifique un médico. El Supremo ha condenado a los republicanos catalanes en un juicio en que se utilizó la acusación de rebelión -absurda a todas luces- para sustraer la competencia de los tribunales catalanes y llevársela al Supremo. La represión sobre los jóvenes de Alsasua o de Sevilla, la persecución judicial contra los sindicalistas en aplicación del artículo 315.3 demuestran el carácter de enemigo de los trabajadores, la juventud y los pueblos de ese “poder judicial” heredado del franquismo. Por no hablar de la Guardia Civil y el Ejército, plagados de votantes de Vox y de progolpistas (como demuestra el manifiesto de apoyo a Franco firmado por más de 1.000 oficiales del ejército). Es a esas “derechas” atrincheradas en las instituciones a quienes hay que frenar en primer lugar.

Cerrar el paso a las derechas quiere decir también ayudar a desencadenar la única fuerza que puede acabar con las instituciones heredadas del franquismo en las que anidan, y desde las que se impiden soluciones democráticas. Más allá de las elecciones, y de lo que cada uno haga el día de la votación, va a ser la movilización de los pensionistas, de los trabajadores, de la juventud, de las mujeres, la que conquiste las reivindicaciones, incluso la que imponga a los dirigentes un acuerdo de gobierno que pueda legislar para darles satisfacción.

Romper con el marco opresivo de las instituciones heredadas del franquismo, abrir el camino a la República, del pueblo y para el pueblo, unir fuerzas en torno a este combate es, más allá de lo que pueda salir el 10 de noviembre y lo que suceda tras las elecciones, el único camino que garantiza la satisfacción de las principales reivindicaciones.

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