(Publicado en la Carta Semanal 601)
Trump será el 20 de enero de 2017 el nuevo presidente norteamericano. Realmente ha ganado debido al sistema electoral que hay en los Estados Unidos, ya que ha sacado menos votos que Hillary. En cualquier caso, ha sido una victoria inesperada, conseguida por alguien que se había enfrentado a los medios de comunicación y hasta a su propio partido.
Para empezar hay que partir de los datos. Ha habido menos inscritos que en las elecciones de hace cuatro años, y la candidata demócrata ha sacado 5 millones menos de votos que Obama en 2012. Trump ha sacado más o menos los mismos votos que Mitt Romney, candidato republicano en aquellas elecciones.
Pensemos que de 320 millones de habitantes, Trump ha recibido el apoyo de 59 millones. Con un sistema de inscripción previa que margina a millones del derecho al voto. Aun así casi la mitad de los inscritos no han votado.
Pero ¿cuales son las razones del triunfo de este outsider? Donald Trump es una especie de Gil y Gil o de Berlusconi. Un hombre, este Trump, que se sale de las normas establecidas. Díscolo en su propio partido, de formas chabacanas e insultantes, ha logrado atraerse a un importante sector de la burguesía norteamericana (petróleo, farmacéuticas…) y a sectores desesperados de la sociedad, golpeados por la crisis y por la política de Obama. La presencia de Clinton no solo era la continuidad de Obama. Era la peor versión. Incluso en las primarias del Partido Demócrata, se detectaron irregularidades para favorecer a Clinton frente a Sanders, el candidato que utilizaba una fraseología izquierdista y que terminó entregando sus 17 millones de apoyo al cesto de Clinton para desesperación de muchos de sus seguidores, que abandonaron la convención del Partido Demócrata.
En el fondo no hay grandes diferencias entre los dos candidatos, más allá del tono chulesco de Trump. Los trabajadores y ciudadanos de los Estados Unidos y de todo el mundo no pueden esperar nada ni de Trump ni de Clinton. Ni del Partido Republicano ni del Partido Demócrata.
En los EEUU al contrario que en otros países, los dos grandes partidos son partidos de la burguesía, implicados en aplicar los planes imperialistas. Les distingue la forma más que el fondo.
Desde hace años, desde sectores del movimiento sindical y de las organizaciones negras, de derechos humanos etc. se han puesto en marchas iniciativas para levantar un partido de los trabajadores (un Labor Party). Los apoyos de Sanders en las primarias demócratas demuestran que hay apoyo para esta iniciativa. Lo que hace falta es tener claro que la clase obrera solo tendrá posibilidades de romper con esta situación acabando con estos dos partidos y rompiendo la confianza en el Partido de Clinton.
La clase obrera de los Estados Unidos, golpeada por el gobierno Obama
Desde la distancia se nos presenta una imagen amable de Obama. Incluso los izquierdistas que aquí se opusieron a votar a Sánchez ahora dicen que habría que haber votado a Clinton. Es una contradicción que se basa en la falta de información.
Con Obama, la política imperialista ha seguido machacando a decenas de países de todo el mundo. Desde Ucrania a Oriente Medio, las tropas norteamericanas han desarrollado su política, que no busca otra cosa que el pillaje internacional.
Los trabajadores norteamericanos han sufrido, igual que los de otros países, los acuerdos transnacionales. Acuerdos en los que participa la Unión Europea, que se hacen para favorecer la explotación y que lejos de traer progresos y desarrollo solo traen recortes sociales y beneficios millonarios para unos pocos.
Los norteamericanos han visto como la supuesta seguridad social de Obama, el Obamacare, se ha constituido en una ayuda a las empresas privadas. No es nada parecido a la Seguridad Social. Solo una ayuda para que los más desfavorecidos se puedan hacer un seguro privado. El rechazo por los republicanos, que no quieren ni eso, no hace que lo malo se vuelva bueno.
Sigue abierto Guantánamo. Sigue la persecución de los negros y mexicanos. Hay un racismo creciente, a pesar de haber un presidente negro. Las promesas que se hicieron de cambiar la ley que dificulta enormemente la creación de sindicatos en las empresas han sido desoídas como tantas otras.
Un peligro que se acrecienta
Independientemente de quién ganase se abría un periodo nuevo en los Estados Unidos. Necesitan un giro para hacer frente a los crecientes problema de todo tipo, tanto local como internacionalmente. La elección de Trump, al igual que el referéndum del brexit de hace cuatro meses, señala que se acaba de dar un nuevo paso en el proceso de dislocación del mercado mundial. Las zonas de libre comercio constituidas en Europa, América y Asia-Pacífico para satisfacer los intereses de las multinacionales, se desintegran bajo la presión contradictoria de los estados nacionales que quieren evitar un choque con los pueblos, y las crecientes exigencias de los monopolios imperialistas.
Estas multinacionales pisotean todos los derechos nacionales provocando en toda Europa una crisis política que abre brechas que van a ser aprovechadas por los pueblos para defender sus derechos.
Los grandes de este mundo se preocupan ante esta perspectiva, acusan a las victimas de su política de “populismo”, “xenofobia”, “racismo” y los presentan como si fueran obstáculos para la democracia.
Sin ninguna duda el desarrollo de la campaña electoral norteamericana y el resultado son expresión de una nueva situación a escala mundial.
El capital financiero necesita un gobierno fuerte para imponer a los trabajadores y los pueblos del mundo su dominio absoluto. El capital financiero necesita terminar con este periodo en el cual la crisis de dominación norteamericana, expresión de la tremenda crisis económica que sacude el régimen capitalista multiplicaban la situación de incertidumbre política a nivel mundial y en cada país.
La política de caos y guerra que provoca el capital financiero necesita un poder fuerte.
Pero todos son conscientes de que el profundo abismo abierto entre los trabajadores norteamericanos y los partidos tradicionales no puede superarse con simples formulas de colaboración entre el Partido Republicano y el Partido Demócrata, que sufren una profunda crisis.
Más que nunca el combate por la independencia del movimiento obrero es el único factor que puede abrir una salida positiva del caos imperialista.
La presencia de Trump en la Casa Blanca puede acelerar estas contradicciones. Es obvio que ni va a tener las manos libres ni va actuar como hizo en campaña. Pero son tantos los temas que ha señalado como objetivo de su acción, que cualquier cosa puede desarrollar la inestabilidad mucho más. El acuerdo climático, la situación con Rusia, con sus implicaciones en Siria o Ucrania, el TTIP, la creación de aranceles, las declaraciones sobre el muro con México, que, recordemos, ya existe en gran medida… no van a hacer más que acelerar la crisis.
E internamente, las movilizaciones que ya está habiendo marcan lo que va a ser un rumbo de enfrentamientos crecientes en todas partes.
Los portavoces del capital nanciero en nuestro pais intentan utilizar la victoria de Trump para decir: si queremos evitar el populismo es necesario el consenso, los pactos para llevar a cabo las reformas pendientes. O sea continuar con la politica de austeridad. Este es el desafio para el movimiento obrero en proximo periodo.