(Publicado en la Carta Semanal 588)
A primeros de noviembre tienen lugar en los Estados Unidos las elecciones presidenciales. Elecciones que se realizan cada cuatro años y que solo permiten dos mandatos. El régimen político norteamericano es fuertemente presidencialista. En efecto el presidente, comandante en jefe de las fuerzas armadas, tiene múltiples prerrogativas sin rendir cuentas al Congreso. Teniendo en cuenta que los Estados Unidos son la mayor potencia imperialista mundial, a la cual se subordinan los imperialismos europeos y el japonés, y que al lado de su potencia económica tiene la mayor potencia militar jamás conocida (un millón y medio de soldados en bases desplegadas en todo el planeta), las decisiones y la orientación del próximo presidente tendrán sin duda una influencia mundial.
Seamos claros, la política seguida por los presidentes norteamericanos es la que corresponde a la defensa de los intereses de las grandes multinacionales, en ultima instancia al régimen de propiedad privada, o sea a la explotación y la opresión.
Para todo militante obrero, para todo combatiente de vanguardia, es de máximo interés conocer lo que ocurre en ese país y discernir lo que hay detrás de la propaganda proimperialista de los medios de comunicación. Tendremos ocasión en los próximos meses de tratar estas cuestiones, que son centrales para la lucha de clases en todos los países.
Contribuimos modestamente a esta tarea:
La burguesía norteamericana tiene dos grandes partidos: el Partido Republicano y el Demócrata. Los supuestos “progresistas” de nuestro país dicen que el Partido Demócrata es mejor. Los hechos son tozudos: quien inició la guerra contra Vietnam fue el demócrata Kennedy. La actual Clinton tiene un marido que fue presidente y actuó militarmente para destruir Yugoslavia. Y siendo Secretaria de Estado con Obama participó plenamente en la organización de la destrucción de Libia y antes en la segunda invasión de Iraq. Nada que envidiar a los Nixon o Bush.
Y sin embargo estos partidos desarrollan entre ellos una guerra fratricida y en su interior hay una verdadera lucha por el poder. ¿Por qué? El sector del capital financiero que apoya a Trump considera que para preservar sus intereses debe hacer un repliegue, reducir el impacto interno de los tratados de libre comercio e intentar preservar sus posiciones sobre esta base. El sector que apoya a Clinton parte más de reafirmar la posición de las multinacionales norteamericanas a escala mundial. De ahí las diferencias sobre el TPP (Acuerdo Transpacífico, firmado nace unos meses) y las negociaciones sobre el TTIP (con Europa). Hay otros conflictos, por ejemplo hay sectores financieros que han invertido miles de millones en la extracción de petróleo con el procedimiento de fracking, aumentando la producción de hidrocarburos dentro de los Estados Unidos. En cambio, la mayor parte de las grandes multinacionales han promovido la bajada de precios del petróleo.
La burguesia norteamericana esta profundamente dividida sobre cómo hacer para preservar el orden capitalista a escala mundial. Y más después de las consecuencias catastróficas de la destrucción de Afganistán, Iraq, Siria y el surgimiento, promovido por los servicios secretos norteamericanos (como reconoció Clinton), de los grupos terroristas supuestamente islamistas. Cada conflicto internacional se convierte en un conflicto interno de los EEUU, a causa de su hegemonía mundial, y como producto de ello se profundiza la crisis de dominación, que es reflejo de la putrefacción del sistema capitalista.
Una campaña contra los trabajadores y los pueblos
Las dos convenciones que han tenido lugar estas últimas semanas, tanto la del Partido Republicano como la del Demócrata, han reflejado la descomposición interna de estos partidos.
Solo esto explica que un marginal político como Trump derrote al aparato del partido, pronunciándose incluso contra el TPP [Acuerdo Transpacífico], que deslocaliza la industria y provoca más paro. Su lenguaje “identitario” intenta desviar las diferencias de clase hacia el enfrentamiento con los culpables extranjeros: los mexicanos, los musulmanes, los extranjeros.
Hillary Clinton es la otra cara de la misma moneda: con un lenguaje “identitario” habla de promover las minorías, los gais, las mujeres para intentar ocultar el enfrentamiento de clases que es el único que permite explicar la opresión particular que sufre la minoría negra (componente fundacional de la nación norteamericana), elemento esencial para dividir a la clase obrera e impedir el combate común de los trabajadores, sea cual sea su raza, origen o religión.
Los dos candidatos nominados tienen un elemento común en su programa: atentar contra los derechos de los trabajadores y contra los servicios públicos, mantener la politica militarista. Clinton, que debe su nominación en buena medida al apoyo de la burocracia sindical de la AFL/CIO (sindicato mayoritario), no ha dudado en expresar reticencias al TPP, al que la dirección del sindicato se opone, para intentar ganar la mayoría en las elecciones. Sin embargo el programa con el que fue elegido Obama hace 8 años, particularmente la instauración de una Seguridad Social universal, ha sido olvidado sobre la base de vagas promesas
¿Qué ha significado la candidatura de Bernie Sanders?
13 millones de trabajadores, jóvenes, han votado a Sanders en las primarias. Han votado por un programa de reivindicaciones obreras. En el inicio de la convención del Partido Demócrata, la presidenta del partido tuvo que dimitir pues se reveló que había favorecido la elección de Clinton. Al comenzar la convención, cuando Sanders dijo que apoyaría a Clinton, casi el 40 por ciento de los delegados se fueron de la convención criticando a Clinton. Varios sindicatos, como el de enfermeras y el de los estibadores, discuten sobre la posibilidad de romper con el Partido Demócrata. Es una expresión política del amplio combate en los sindicatos por defender las reivindicaciones contra las multinacionales, contra el gobierno de las multinacionales y las autoridades de los estados.
Algunos altos seguidores de Sanders como Cornel West, el responsable del programa electoral, han decidido romper con el Partido Demócrata y apoyar al candidato verde Jill Stein.
La función de Sanders está clara, hacer que vuelvan hacia el Partido Demócrata millones de trabajadores hartos de la politica imperialista y antiobrera de Obama y Clinton, que desprecia al mismo tiempo a la minoría negra.
Ahí están las bases para un verdadero partido obrero. Un partido que plantee la ruptura con el Partido Demócrata y se base en los sindicatos, un partido que apoye y promueva la organización independiente de la minoría negra, que sufre doblemente la explotación y la opresión.
Algo ha cambiado en los Estados Unidos, en primer lugar la experiencia de amplios sectores de militantes obreros y activistas madura las condiciones para levantar la organización política independiente de la clase por sus propios intereses, apoyándose en los sindicatos y superando la división «comunitarista». El partido de los trabajadores que sea vanguardia de la defensa de los derechos de todas las minorías, en primer lugar del pueblo negro, que por su historia y por la realidad social es el sector más oprimido de la clase.
El renacimiento del movimiento obrero en los Estados Unidos será un punto de apoyo para la emancipación social y nacional de todos los pueblos.