(Publicado en la Carta Semanal 778 – ver en catalán)
Este 14 de abril, en su reunión de primavera, el FMI ha elaborado un “informe” en el que expresa una serie de previsiones sobre el futuro desarrollo de la economía mundial. Tradicionalmente el FMI, institución financiera internacional creada después de la Segunda Guerra Mundial y controlada, de hecho, por la administración norteamericana (que cuenta con la mayor participación) ha elaborado y dictado recomendaciones que obedecían a los intereses del imperialismo más potente, o sea los Estados Unidos.
A tal efecto, conviene recordar las políticas de ajuste estructural de los años 70 y 80 que se impusieron a los países del llamado “tercer mundo” y los sumergieron en la miseria, el endeudamiento y el desmantelamiento de los servicios públicos (en particular la incipiente sanidad pública). Esa receta del ajuste estructural se hizo universal a finales de los 80 y particularmente en los 90. De hecho, las directivas de la Comunidad Económica Europea, la Unión Europea actual, se basaban en esta orientación.
El FMI en Europa
Los Estados Unidos aprovecharon la crisis del 2008 para colocar al FMI al mando directo del timón en Europa. Como dueño y señor dirigió la troika (junto con la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) y desde ella impuso a países como Grecia, Portugal, Irlanda y parcialmente España los planes de austeridad que tenían como base esencial la bajada generalizada de salarios (directos y diferidos) y la reducción de los presupuestos sociales. El plan de austeridad de ZP de mayo del 2010 y los que le siguieron iban en esta línea.
Los sucesivos cortes y recortes se cebaron entre otros en el “excesivo gasto sanitario”. En nuestro país se abrió una carrera en que todas las autonomías (diez de ellas tenían las competencias desde el 2002; otras siete las tenían ya antes como Cataluña desde 1981 o Andalucía desde 1984) mostraban su celo. No es malo recordar el nefasto papel de Artur Mas al respecto. Hoy rechaza demonizar la austeridad, “hicimos lo que teníamos que hacer” para no molestar a sus padrinos burgueses –“hubo protestas pero ninguna huelga importante”– y cuando Rajoy le dijo que no aflojaría la asfixia económica, se cubrió con la bandera de la “república catalana” para que se olvidasen los recortes, pero fue castigado en las urnas, y la CUP le echó. O a Diego Valderas, de Izquierda Unida, vicepresidente de la Junta de Andalucía, explicando que “los recortes se hacen por imperativo legal” (es decir, que los gobiernos convirtieron las exigencias del FMI en leyes).
Ahora, todos quieren “olvidar” el pasado
Volviendo al informe del FMI, éste prevé una caída del 8% del PIB para España (una caída brutal: en nuestra guerra civil se cayó el 26 por cien en tres años), y un paro que superaría el 20%. Pronostica que toda la economía mundial, todos los países, tanto “avanzados” como “emergentes” se hundirán. Y, cínicamente, concluye que “las medidas fiscales que buscan reforzar los sistemas sanitarios pueden considerarse una inversión importante en la salud humana y económica”. Esto, en boca del FMI, puede querer decir reforzar la sanidad privada, transformarla en una gran industria, como declaró el domingo la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Es lo que corresponde exactamente con la decisión de Trump de retirar la subvención a la OMS. Una decisión que se apoya en la inoperancia relativa de este organismo que esperó al 11 de marzo para declarar la “pandemia” (en esto se basó Sánchez para anunciar el Estado de Alarma el 14). La OMS se ha convertido en buena medida en un instrumento de los lobbies farmacéuticos[1], pero la decisión de Trump no es debida a los incumplimientos de la OMS, sino a la voluntad del imperialismo norteamericano de no dejarse atar por ningún compromiso, acuerdo internacional o pacto que implicara una mínima “mutualización” de los esfuerzos con sus socios imperialistas. Es la política de Trump apoyada por un sector del capital financiero de “salvarse a costa de todo el mundo”, el América primero. Nada nuevo con la pandemia. Su vieja política. Merkel ha respondido apoyando a la OMS y el ‘pluralismo’ como marco para defender los intereses alemanes.
Nada nuevo bajo el sol
Hay que señalar que el informe del FMI ratifica los informes anteriores Sin ir más lejos, en el informe de invierno y en los anteriores, el FMI ya había anunciado que las condiciones para una crisis mayor que la de 2008 estaban servidas, que la burbuja inmobiliaria seguía creciendo, que la bola especulativa era arrolladora, que sectores enteros de la industria –como el automóvil– estaban al borde del abismo. Y que nuevos acuerdos como el último firmado entre los USA y China eran contrarios a las reglas de la OMC. O sea, que todo estaba servido para una crisis de proporciones mayores que además cogía a los Estados, en particular a los europeos, sin recursos y con un endeudamiento faraónico.
Nadie sabía cómo ni cuándo y llegó el virus, que desbordó un vaso que ya estaba casi lleno.
¿Por qué ahora?
El FMI no da puntada sin hilo. Las previsiones del FMI no son casuales. El jueves 23 de abril se reunirán los jefes de Estado o de gobierno de los 27 países de la UE. Deben ratificar los préstamos de urgencia aprobados en la reunión del Eurogrupo del jueves 9 de abril (que no dejan de ser un mero artilugio financiero para obligar a Italia y España a financiar con mayor coste la supuesta reconversión) y, sobre todo, tratar de la posibilidad de duplicar el presupuesto del UE (que hoy representa poco más del 1 por ciento del PIB global de los 27), y, en esta línea, volver a tratar sobre la posibilidad de “emitir deuda mutualizada” (para hacer presión en este sentido, el martes pasado en el Parlamento Europeo los grupos mayoritarios de Francia, España e Italia hicieron aprobar una moción al respecto)
Pero por encima del improbable acuerdo al respecto, la presión del FMI busca que en esta cumbre europea se establezca un pacto político. O sea, un llamamiento a la “unidad de todas las fuerzas políticas y sociales” para salir de la crisis para supuestamente “reconstruir”.
Lo que el FMI y la Unión Europea buscan es un pacto de todos los partidos y fuerzas sociales, no tan sólo “para salir de la crisis”, sino, sobre todo, para resguardarse del odio de las masas que tiende a convertirse en acción política independiente y que amenaza con acabar con todo, en embestir de frente al sistema, a los sistemas, enlazando con la “revuelta de pueblos” del año pasado y que El País del martes pasado señalaba que, pese al confinamiento, sigue viva .
Un solo eje para el combate emancipador: la independencia del movimiento obrero y la soberanía de los pueblos
Los cantos de sirena sobre las virtudes del Pacto de la Moncloa o de los que prometen, que no se cometerán los errores del 2010, buscan sumar al movimiento obrero, a sus organizaciones, al conjunto de movimientos populares, pensionistas, estudiantes y a los que defienden el derecho a decidir, a un pacto o pactos de estado en nombre de “arrimar todos el hombro”. Con un objetivo claro: maniatar a las organizaciones de la clase trabajadora para que no ayuden a organizar la respuesta contra los que, al destruir la sanidad y los servicios sociales, al subordinar las residencias de mayores a los beneficios de las empresas privadas, nos han llevado a esta catástrofe.
Esta propuesta de pactos no es, por tanto, una ocurrencia de Ábalos, de Sánchez y de un gobierno en crisis, es una línea política estratégica. Es la orientación que marca el capital financiero, con el FMI a la cabeza. Porque se han dado cuenta de que lo que está en juego no es sólo el presupuesto de sanidad, el salario o el desempleo sino la propia pervivencia del sistema, de la Monarquía y sus instituciones.
Hablan del un supuestamente ideal Pacto de la Moncloa, de repetir el método de 1977, para hacerlo aparecer incluso como de izquierdas (para ello se apoyan en denunciar a VOX).
Los trabajadores no necesitan un pacto con las derechas para mantener los recortes, las reformas laborales, las reformas de pensiones, la LOMCE. Un pacto con las derechas y la patronal para mantener las rebajas de salarios, las políticas de los Rajoy, Zapatero, Valderas, Mas…
Necesitan, por el contrario, que las organizaciones que los representan lleguen a un acuerdo, un verdadero pacto obrero y democrático de emergencia para conseguir las reivindicaciones.
No hay otra vía que la del combate independiente de la clase y de los pueblos. No hay otra vía no solo de presentar las reivindicaciones, sino de formular una propuesta política. Los mejores militantes de la clase trabajadora, que hoy resisten en los centros sanitarios y en sus empresas, los estudiantes que organizan coordinadoras para defender sus derechos, los pensionistas… buscan una orientación. Necesitamos un acuerdo con ellos, ayude a los trabajadores a incorporar a las organizaciones, para evitar las trampas, los engaños que pretenden, otra vez, que renunciemos a nuestros derechos y reivindicaciones para que los de siempre mantengan sus beneficios.
[1] Como señaló en mayo de 2019 un detallado informe de los congresistas estadounidenses Katherine Clark y Hal Rogers, que dejaba al descubierto los conflictos de intereses entre la OMS, Purdue Pharma y la industria de los opioides, que se tradujeron en unas guías oficiales de la OMS sobre prescripción de esos medicamentos, guías que la OMS se vio obligada a retirar. La misma acusación se hizo con la alarma de la OMS sobre la gripe A en 2011, que supuso enormes beneficios para los fabricantes de la vacuna.