Carta Semanal 924 en catalán
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Con este sugestivo título un periodista de La Vanguardia (Barcelona, 23 de enero) resumió la situación de Francia. Cuatro días antes, el jueves 19 de enero, la clase obrera francesa se había levantado con sus organizaciones contra la reforma de las pensiones, y el presidente Macron anunció un día después desde la base aérea de Mont de Marsan que la nueva Ley de Programación Militar (2024-2030) preveía un gasto de 413 000 millones de euros. O sea un aumento de un 35 por ciento en relación con el presupuesto actual. Cantidad cualitativamente superior al supuesto déficit del presupuesto de la Seguridad Social, supuesto porque el cálculo real de las cuentas de la Seguridad Social da que a este sistema está bastante equilibrado. Lo que está en juego no es una cuestión contable es una cuestión política de fondo. Al iniciarse la guerra de Ucrania los dirigentes del Medef (la patronal francesa) ya habían declarado que era necesario gastar en “defensa” como algo prioritario y por tanto que había que echar mano del tesoro de guerra de la clase obrera francesa, la caja de las pensiones.
Desde que fue elegido en 2017 Emmanuel Macron fijó como una de las prioridades la reforma de la Seguridad Social, continuando la política del presidente socialista Hollande que había impuesto una reforma del Código del Trabajo.
La reforma Macron implicaba liquidar el sistema de reparto e imponer un sistema de puntos, o sea de capitalización individual. Incluye desmantelar los 42 regímenes especiales (esta reforma fracasó cuando la movilización que tuvo su culmen el 5 de diciembre del 2019, con una huelga generalizada, fue abandonada en marzo de 2020, en plena pandemia). Regímenes que determinan las condiciones de jubilación de los diferentes sectores de trabajadores en función de las condiciones de trabajo, su punibilidad o riesgo. Estos regímenes especiales fueron un producto de la lucha de clases particular en el periodo revolucionario que se abrió en los años 1944-46 después de la derrota del nazismo y la entrada en acción de la clase obrera. El propio sistema público de la Seguridad Social, como otras medidas de este tipo fue el precio que la burguesía francesa tuvo que pagar para mantener el poder político y reconstruir el Estado burgués (con la colaboración en particular de las direcciones del PCF y la CGT). Desde entonces la burguesía francesa y los gobiernos, con la colaboración de las direcciones del PCF y del PS, han intentado “reformar” este sistema.
Para el capital financiero, en crisis, es una cuestión esencial apropiarse del dinero de la clase obrera, el salario diferido,.
En la elección de 2022 Macron volvió a la carga, pero no hay que olvidar que ganó las elecciones, no por su programa sino por la campaña en contra de la extrema derecha, después de que varias candidaturas de división como las del PCF impidieran que Jean Luc Mélenchon pasara a la segunda vuelta. Lo cual no impidió que en las elecciones legislativas de junio de 2022 los candidatos de la coalición organizada por Mélenchon fueran los más votados. El resultado es que por primera vez en la historia, la lista del presidente NO es mayoría en la Asamblea Nacional, y Macron se ve obligado a utilizar el articulo 49,ter para que se aprueben las leyes sin debate (artículo que muestra el carácter bonapartista del régimen de la V República).
Hoy la reforma se concreta (acaba de ser aprobada en el Consejo de Ministros y pasa al parlamento) en aumentar la edad de jubilación de 62 a 64 años, aumentar de 42 a 43 los años para tener la jubilación al 100 por cien y empezar a desmantelar los regímenes especiales.
¿Cómo se expresa la resistencia?
Desde que, en mayo de 2022, Macron anunció la necesidad de la reforma, se formó un frente sindical unitario en contra. Nueve sindicatos, desde la CGT y FO hasta los sindicatos de cuadros, los cristianos y amarillos (CFTC y CFDT ) se pronunciaron en contra de la reforma. Y anunciaron movilizaciones si la reforma se presentaba a aprobación.
En enero de este año volvieron tambien a surgir los “chalecos amarillos”, sin duda no con el mismo impacto porque TODAS las organizaciones sindicales aparecían unidas dando en cierta medida confianza NO solo a la clase obrera sino a todos los sectores medios oprimidos y explotados por el gran capital por medio de la inflación desbocada (incluso el gremio de panaderos se manifestó el 23 de enero contra los precios de la energía).
Cuando Macron anunció que el Consejo de Ministros del miércoles 25 de diciembre iba a dar salida al proyecto de ley, la coalición sindical llamó a una jornada de huelga para el 19 de enero. El resultado de la huelga y las manifestaciones fueron más importantes que en 2019.
Estas organizaciones en la tarde del 19 se reunieron y comunicaron la necesidad de continuar la movilización, realizar asambleas y hacer una nueva jornada de huelga y manifestaciones el 31 de enero.
Las organizaciones sindicales de los jóvenes estudiantes llaman desde el 30 de enero a bloquear los centros de estudio y participar en las manifestaciones de los trabajadores y sus sindicatos.
Paralelamente La Francia Insumisa (sin el apoyo del PCF, del PS ni de los Verdes) llamó a una marcha a París el 21 de enero como complemento y en apoyo a la huelga convocada por los sindicatos. Este llamamiento se hizo a partir de la convocatoria de NUEVE organizaciones juveniles que tomaron la iniciativa. En efecto la participación de los jóvenes en esta manifestación fue notoria.
En cierta medida La Francia Insumisa aparece como el referente político de la mayoría social. En La Francia Insumisa participan codo con codo los militantes de la Cuarta Internacional organizados en el Partido Obrero Independiente.
Toda esa movilización y resistencia ha creado o acentuado la crisis política del régimen y sus partidos. La derecha está dividida e incluso en el partido de Macron (que se llama de centro) hay voces que se pronuncian contra la reforma de las pensiones. La extrema derecha de Marine Le Pen, muy ausente del escenario político, también se ve obligada a pronunciarse contra la reforma.
¿Cuál será el resultado? El resultado lo dará la movilización en curso, pero a nadie se le escapa la importancia internacional y europea de esta movilización y su efecto directo en países como España donde el gobierno está empeñado en el mismo tipo de reformas.
Consideramos necesario interpretar el contenido de fondo de lo que se juega en Francia. Por ello publicamos el artículo de Marc Gauquelin en Informations Ouvrières 741 del miércoles 24 de enero.
Se ha abierto un nuevo período
El hecho de que dos millones de trabajadores y ciudadanos respondieran el 19 de enero con huelgas y manifestaciones al llamamiento de las confederaciones sindicales unidas, revelando el verdadero equilibrio de fuerzas entre las clases, marca un punto de inflexión en la situación en este país.
Macron puede agitar, disfrutar del descanso del general en jefe en Mont de Marsan, encargar a su ministro de Trabajo, Olivier Dussopt, que declare al Journal du Dimanche: “Con esta reforma, no habrá perdedores” (22 de enero). Puede presentarse, junto con Olaf Scholz, como garante de la “soberanía europea”… Pero ya no tiene control sobre los procesos en curso en las profundidades de la sociedad.
En la noche del 19 de enero, todos los participantes (sindicalizados, no sindicalizados, trabajadores públicos y privados, jóvenes…) sintieron lo mismo, el inmenso poder de los trabajadores reunidos en unidad para exigir la retirada pura y simple de la reforma de las pensiones. Un sentimiento reforzado 48 horas después por la marcha del 21 de enero en París, iniciada por organizaciones juveniles y apoyada por LFI. Un sentimiento de confianza en su capacidad que ha conseguido lograr y preservar la unidad de sus organizaciones poniendo a su alcance manos el abandono de su proyecto por parte del gobierno.
Este gobierno, socavado por la pérdida de su mayoría en la Asamblea Nacional, aislado de la mayoría de la población, está multiplicando los signos de debilidad. Nunca se ha mostrado tan inseguro sobre el futuro.
Para estos millones de trabajadores y ciudadanos que se pusieron en marcha el 19 y 21 de enero y que ya están comprometidos en la preparación de la jornada de huelga y manifestaciones del 31 de enero, la cuestión de cuáles son las formas de acción capaces de ampliar y profundizar aún más el movimiento está en el centro de todas las preocupaciones.
Como lo está la cuestión de las formas de organización necesarias para garantizar el marco de la unidad de las organizaciones de clase indispensables para la unión de las masas. En esta lucha, hasta el final, para hacer que Macron retroceda en las pensiones es donde se forjan las herramientas y se forjan las relaciones políticas que llevarán a dar un paso más e integrar en su lucha la dimensión de la lucha para acabar con este gobierno. En este sentido, el día 19 de enero, con sus dos millones de huelguistas y manifestantes, cierra un período para abrir otro, devolviendo a la clase obrera su lugar como elemento central de toda la situación.
Un período que inevitablemente avanzará hacia la confrontación con el poder bonapartista de Macron, para abrir paso a un resultado acorde con los intereses de la población trabajadora y el respeto de los principios de la democracia.