Carta Semanal 928 en catalán
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El pasado día 21, el presidente de los EEUU, Joe Biden, pronunciaba un discurso en Varsovia. El día siguiente, ante la Duma (parlamento de la Federación Rusa), Vladimir Putin exponía su discurso del “estado de la nación”. Puede decirse que ambos discursos son simétricos: tanto los EEUU como Rusia declaran su decisión de proseguir la guerra de Ucrania “hasta la victoria final”. Es decir, hasta la destrucción completa de Ucrania. Todo ello al coste de casi mil muertos diarios, de la destrucción de la industria europea y del empobrecimiento de la clase trabajadora de toda Europa.
Biden -que el día anterior hizo una visita sorpresa a Kiev, donde prometió al presidente ucraniano, Vladimir Zelensky, más apoyo-, decía en Varsovia que “Cuando Rusia invadió Ucrania, no era sólo una prueba para Ucrania, sino para todo el mundo. También era una prueba para Europa, para Estados Unidos. Para la OTAN. Para todas las democracias”. Y presume de la unidad conseguida (es decir, de la sumisión de todos los miembros de la OTAN a los intereses de los EEUU): “No tiene que haber ninguna duda: nuestro apoyo a Ucrania será inquebrantable. La OTAN no se va a dividir y no nos vamos a cansar (…) Ucrania se sigue defendiendo contra el asalto ruso. Y nosotros seguiremos ayudándoles cuando haya días amargos y difíciles. Pero Ucrania seguirá luchando. EEUU y nuestros aliados seguiremos ayudando a Ucrania a autodefenderse”. Y Putin responde: “Quiero repetir esto: fueron ellos quienes desencadenaron la guerra, y nosotros usamos la fuerza y la usamos para detenerla”.
Cada uno de ellos habla de las amenazas que supone el otro: Para Biden, existe “una brutalidad extraordinaria de las fuerzas y del ejército ruso. Han cometido atrocidades, crímenes contra la Humanidad, sin vergüenza. Han atacado a civiles con muerte, con destrucción. Han utilizado la violación como arma de guerra. Han atacado a los niños ucranianos y siguen atacando a Ucrania. Hospitales, orfanatos, estaciones de tren… nadie puede mirar hacia otro lado ante las atrocidades que Rusia está cometiendo contra los ciudadanos ucranianos”. Para Putin, “es bien conocido por todos: ningún país en el mundo tiene tal cantidad de bases militares en el extranjero como los Estados Unidos de América. Hay cientos de ellos, quiero enfatizar esto, cientos de bases en todo el mundo, todo el planeta está lleno de basura, solo necesitas mirar el mapa (…) Según los propios expertos estadounidenses, a raíz de las guerras (…) que Estados Unidos desató después de 2001, casi 900 mil personas murieron, más de 38 millones se convirtieron en refugiados”
Ambos presidentes, embarcados en una escalada militar que no parece tener fin, amenazan al contrario. Biden decía “que no haya ninguna duda: el compromiso de EEUU con la alianza de la OTAN y con el artículo 5 es algo tan sólido como una roca. Todos los miembros de la alianza lo saben, y Rusia también lo sabe: un ataque contra uno de nosotros, es un ataque contra todos. Es un juramento sagrado. Un juramento sagrado para defender cada centímetro del territorio de la OTAN”. Y Putin señalaba que “las élites de Occidente no ocultan su objetivo: infligir, como dicen, este es un discurso directo, «la derrota estratégica de Rusia». ¿Qué significa? Para nosotros, ¿qué es? Esto significa acabar con nosotros de una vez por todas, es decir, pretenden trasladar un conflicto local a una fase de confrontación global. Así entendemos todo esto y reaccionaremos en consecuencia, porque en este caso estamos hablando de la existencia de nuestro país”.
Biden presume de haber eliminado al competidor ruso en la lucha por hacerse con el mercado del gas, diciendo que Putin “creía que podía utilizar la energía como un arma. Pues al contrario: estamos trabajando juntos para ser independientes. Para que Europa sea independiente de los combustibles fósiles de Rusia”. Y, señalamos nosotros, pague el doble por el gas licuado extraído en los EEUU por medio de fracking y transportado a Europa en barcos que liberan miles de toneladas de CO2. Y Putin responde explicando que la economía rusa ha sobrevivido al boicot y las sanciones, ha buscado nuevos mercados y se propone nuevas inversiones.
Biden acusa a Rusia de atrocidades, y denuncia la “brutalidad extraordinaria de las fuerzas y del ejército ruso”. Y Putin contraataca explicando que “entre las Fuerzas Armadas de Ucrania y la Guardia Nacional de Ucrania son especialmente populares los galones de Das Reich, «Dead Head», «Galitzia» y otras unidades de las SS, que también tienen sangre en las manos hasta el codo. Las marcas de identificación de la Wehrmacht de la Alemania nazi se aplican a los vehículos blindados ucranianos”.
Finalmente, ambos recurren a la religión para justificar su escalada militar. Biden dice “que dios os bendiga a todos. Que dios proteja nuestras tropas y que dios bendiga a los héroes de Ucrania y a todos aquellos que defienden la libertad en el mundo”. Putin no se queda atrás en su referencia a la religión: “no dejan de atacar nuestra cultura, la Iglesia Ortodoxa Rusa y otras organizaciones religiosas tradicionales de nuestro país. Ahora, allí, en el frente, luchan combatientes de todas las regiones y rezan en idiomas diferentes, pero todos están unidos por el deseo de ganar por la patria”.
Ni el representante de los intereses de Wall Street ni el defensor de los intereses de los oligarcas rusos van a cesar en la escalada militar del conflicto que mantienen, cuyo motivo no es otro que el control del mercado de las materias primas. No les va a detener la destrucción de Ucrania, la muerte de miles de jóvenes rusos y ucranianos y la ruina creciente de Europa. Sólo los pueblos, con su movilización, pueden parar la guerra. Como en 1914-18. Y como entonces, hay gente que se reclama de la izquierda, pero que se pone del lado del militarismo de sus gobiernos.
Desconcierto total en algunas organizaciones de la izquierda
En particular entre las secciones europeas del antiguo Secretariado Unificado (SU) de Mandel, Krivine, Besancenot: La mayoría han tomado una posición de apoyo de hecho a la OTAN, llegando a movilizarse para que haya más envíos de armas a Ucrania. Lo que les coloca, de hecho, junto a los gobiernos de sus respectivos países.
Hay una pregunta elemental que exige una respuesta: Cómo se puede uno llamar revolucionario o ecologista y apoyar la política de guerra que destruye las principales fuerzas productivas: el hombre y la naturaleza.
Véase, por ejemplo, una hoja del “Comité francés de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania” que llama a movilizaciones “en toda Francia”, para “afirmar nuestro apoyo a Ucrania y nuestra oposición a Putin y su guerra criminal”. Entre los firmantes de ese texto, ATTAC Francia, la FSU, Solidaires y el NPA, organización de los partidarios en Francia del SU, así como el órgano de prensa del SU, Inprecor. Forman parte de esa “red europea” varias de las secciones europeas del SU, aunque no la sección española, Anticapitalistas, que mantiene diferentes posiciones sobre la guerra de Ucrania según las regiones.
Según esa hoja, “El único camino hacia la paz es el apoyo a los ucranianos”, y “La vía de la paz pasa, por tanto, por el apoyo a la resistencia ucraniana armada y no armada ¡Sí, armada también!”. Ese apoyo incluye la entrega de armas a Ucrania: “exigimos a Francia que, en lugar de vender armas a las dictaduras ayude seriamente a la resistencia ucraniana, sin hacer subir los gastos militares”. De este modo, los autores de la hoja se sitúan en el mismo campo que Macron, Biden, y la OTAN, por la entrega de armas a Ucrania.
En esa hoja, ni una sola referencia a la OTAN y a su papel en la guerra. Para los que la difunden, la OTAN, en el fondo, debe de estar en el “lado bueno”, en el de los que suministran armas al gobierno de Ucrania.
Todo ello pretenden presentarlo con un tono “progresista” y “solidario”, aunque ¡ay! unilateral. Así, proclaman su “apoyo a los hombres y mujeres que desobedecen en Rusia”, así como su “apoyo al pueblo bieloruso oprimido y a sus sindicalistas independientes”. Pero, claro está, sin ni una sola mención a la prohibición de huelgas y movilizaciones sindicales en Ucrania, ni a las infames leyes laborales de Zelensky, que permiten a las empresas incumplir los convenios colectivos o no pagar los salarios a sus trabajadores, y que eliminan los convenios colectivos en toda empresa con menos de 250 trabajadores.
Más de la mitad de la hoja es un alegato contra el llamamiento internacional contra la guerra y contra otros llamamientos como el de los estibadores de Génova o Sara Wagenknecht, que piden un alto el fuego inmediato. Así podemos leer en esa hoja que “En el primer aniversario de la invasión de Ucrania aparecen llamamientos que dicen ‘Alto a la guerra, alto el fuego inmediato, solución diplomática’. ¿Alto a la guerra? Sí, si Rusia para, no habrá más guerra. Si Ucrania para, no habrá más Ucrania y probablemente habrá más guerras”.
Y añaden: “¿Alto el fuego inmediato? Esto quiere decir que las zonas ocupadas sigan así, así como como la guerra con: terror, deportación de poblaciones, violaciones, secuestro de niños”. Claro, que continuar la guerra, como señala el llamamiento de Sara Wagenknecht, supone que “cada día cueste 1000 vidas suplementarias y nos acerca a una tercera guerra mundial”.
Señala el texto que “la verdadera vía de la paz, es la retirada de las tropas rusas de toda Ucrania”, y que “si Putin gana, no habrá más Ucrania”. Exactamente lo mismo que ha dicho Biden en su discurso de Varsovia: “El presidente Putin eligió esta guerra y que podría ponerle fin fácilmente. Si Rusia dejara de invadir Ucrania pondría fin a la guerra, pero si Ucrania dejara de defenderse significaría el fin de Ucrania”.
Sean cuales fueren las diferencias que tuvimos con ellos en el pasado, debemos desgraciadamente constatar que hoy han dado un paso cualitativo, situándose en el terreno de Biden, Macron y la OTAN.
¡Alto el fuego inmediato!
Las manifestaciones de este fin de semana en toda Europa muestran que el viento está cambiando. Hay que destacar, en especial, las masivas manifestaciones en Alemania desde los más de 50.000 en Berlín a los casi 10.000 en Colonia, convocados por el Manifiesto por la paz de Sahra Wagenknecht y Alice Schwarcer (representante del tradicional movimiento feminista).
Para amplios sectores de trabajadores la prioridad es Alto a la guerra, cese el fuego. Aparecen, también, posiciones “intermedias” que insisten en una “solución diplomática”.
En estas condiciones, hay que redoblar los esfuerzos para dar a conocer y alimentar las movilizaciones contra la guerra en torno al manifiesto que comparten hoy miles de responsables y militantes de cuarenta países. Debemos trascender una nueva etapa en esta batalla, para ayudar a que la movilización popular contra la guerra, contra la política de guerra de cada gobierno, imponga una solución de paz y fraternidad entre los pueblos.
Y, repitamos:
“(…) LA LUCHA CONTRA LA GUERRA ES INSEPARABLE DE LA LUCHA CONTRA LA INFLACIÓN, CONTRA LA AUSTERIDAD, POR LAS REIVINDICACIONES (…)”