(Publicado en la Carta Semanal 774 – ver en catalán)
La espiral de las cifras de los infectados y fallecidos va pareja a la espiral de exigencias acuciantes, en bastantes casos al borde de la exasperación, de médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, personal técnico, ambulancias, desde todos los hospitales del país, de los carteros…
En todas las calles del país los aplausos, combinados con caceroladas, revelan una gran movilización obrera y popular, teñida de la máxima tensión. En cada familia empieza a haber infectados. En cuatro días va a faltar de todo en todos los hospitales. No hacen falta anuncios gubernamentales de que vamos a situaciones difíciles, que ya empiezan a estar aquí. Y desde luego, no hacen falta generales ni reyes con blablablá por la tele. Hay cientos de miles arremangados, dejando la salud, todas sus energías, para impedir que nuestras ciudades y pueblos sigan cayendo por el despeñadero.
Hechos como la cacerolada al rey demuestran tanto el repudio al régimen monárquico corrupto y al servicio del capital financiero, como el descontento que produce comprobar que los años de recortes en la sanidad pública impiden afrontar en condiciones el problema sanitario. Y también tiene relación con la insuficiencia de las medidas anunciadas por el gobierno para paliar los efectos de la pandemia en el ámbito laboral, que refuerzan la idea en muchos trabajadores que las consecuencias de todo esto las van a pagar los de siempre. Ni tan siquiera han sido capaces de garantizar algo tan elemental como el suministro de los equipos de protección necesarios, en medio del caos que provoca la multiplicidad de iniciativas de diferentes autoridades locales o autonómicas que buscan cada una de ellas solventar por su cuenta el problema.
Lo muestran la rebelión en distintas fábricas contra la obligación de trabajar sin medidas de protección o los casos de rebelión espontánea que empiezan a darse entre el personal de la sanidad y los servicios sociales, obligados a trabajar mientras se escatiman los equipos de protección. Como ha expresado un trabajador, “nos mandan al frente de guerra sin armas ni municiones”.
Empiezan a llegar al fin mascarillas. ¿Van a bastar? ¿Cuántos test pueden hacerse al día? ¿Cuándo hay más? ¿Cuántos respiradores hacen falta? ¿Cuándo llegan? ¿Cuántos ancianos de las residencias vamos a sacar de sus morideros? Faltan cientos de miles de equipos de protección individual.
Eso es lo que dicen los aplausos y las cacerolas. No piden promesas de victoria sino qué hacer para parar la catástrofe.
Cuando el Gobierno exige que no haya desplazamientos, y llega el viernes y en todas las grandes ciudades hay una avalancha de huidas al campo… Así no podemos ganar, seguirán disparadas las cifras de muertos. ¿Cómo cambiar esto?
¿Qué pasos damos esta semana para aunar las exigencias y callar la boca a las polémicas de gobernantes regionales y ministros?
¿Pasos pequeños? No hay pasos pequeños, si son los que tocan. Parecía insignificante un aplauso.
La solemnidad de aquí mando yo, todos a su casa, está ya en retroceso ante la mancha de aceite de los defensores, de los rescatadores, aunque algunos no se hayan dado cuenta.
Los retos inmediatos permitirán seguir avanzando.
Antes, reflexionemos solo un momento
No hablaremos ahora de los veinte años de recortes que han dejado el sistema sanitario y la capacidad de respuesta de las organizaciones en una situación deplorable. A este respecto, remitimos al lector al análisis que se hace en el artículo “la sanidad ante el coronavirus” del suplemento especial de Información Obrera, y señalamos cómo la destrucción de la sanidad pública en Madrid ya ha llevado al colapso de las UCIs y a la necesidad de recurrir a hospitales de campaña.
Tampoco hablaremos ahora de lo que se ha hecho desde que se anunció que el coronavirus viene. Lo haremos luego, a partir de la inmensa indignación de la población.
Ahora lo urgente es cómo organizar la información, el intercambio, las iniciativas en cada sector, en cada población…
Y para ello, algunas coordenadas.
Sobre la situación internacional
Los gobiernos multiplican las medidas de respuesta a la pandemia de coronavirus. Entre ellas, medidas económicas y sociales. Si algo demuestra el conjunto de medidas, de un tipo y de otro, que se están adoptando, es que tanto el capital financiero como los gobiernos a su servicio han sacado algunas lecciones, pero sobre todo, no de las epidemias pasadas (todos, salvo alguna excepción como Corea del Sur, parecen haber actuado demasiado tarde y haberse obligado a tomar medidas más drásticas por ello). De lo que parecen haber sacado más lecciones ha sido de la crisis del 2008.
En primer lugar, son conscientes de que existe la posibilidad de un estallido social en este país. No es una posibilidad teórica, es lo que ya estaba pasando en Chile, en El Salvador, en Argelia, en Irak, ya antes de la pandemia. Y lo que amenaza con multiplicarse después de ésta, cuando la población pueda salir a las calles, se incorpore a sus empresas y empiece a sufrir las consecuencias de las medidas que los capitalistas pongan en marcha para recuperar los beneficios perdidos y los capitales dilapidados en las Bolsas.
La enorme crisis provocada por el coronavirus no puede atribuirse en exclusiva al “bicho”. Al contrario, se nutre de las inmensas consecuencias que ya las masas resienten.
El caso es que Italia, novena potencia económica mundial, ya supera a China en número de muertes y no consigue frenar la epidemia. Y España, décima potencia mundial, intenta a duras penas no seguir el camino de Italia.
Sobre las medidas que se ponen en marcha
Las medidas económicas adoptadas por los gobiernos, los millones y millones prometidos (hasta 200.000 en el caso de España) buscan, sobre todo, asegurar los beneficios de las empresas y sólo incluyen un mínimo acompañamiento social (en el caso de ERTE e hipotecas), ni siquiera mantener los empleos (en Italia, por ejemplo, se han prohibido los despidos durante dos meses). En el caso de España se prohíbe el despido hasta 6 meses después de la finalización del ERTE. Apenas un 5% del dinero va para medidas “sociales”. Véase, de nuevo, el análisis de las medidas del gobierno en ese suplemento extraordinario de IO.
Los hechos muestran también la inoperancia del gobierno. Dice que ha declarado la guerra a la epidemia de coronavirus, pero cuando hay una guerra lo primero que procura cualquier gobierno es disponer de armas para ganarla. Se incautan fábricas, se reconvierten para fabricar municiones. El gobierno Sánchez se ha demostrado incapaz de tomar medidas para que se produzcan suficientes mascarillas, tiene que esperar a que lleguen de China. Y lo mismo pasa con otros medios de defensa y de curación. No se plantea la posibilidad de renacionalizar, se niega a derogar contrarreformas, tomar medidas para que los grandes propietarios y la banca sufraguen las medidas económicas. Su principal preocupación parece ser proteger al régimen, cuando se destapan nuevos chanchullos de la familia Borbón.
Eso sí, organizan diariamente ruedas de prensa en que habla un solo representante de la sanidad y uno del ejército, uno de la policía y otro de la Guardia Civil, que no paran de decirnos qué buen trabajo están haciendo los militares y policías, y de amenazar a quienes no respeten las medidas del Estado de Alarma. Como señala un veterano abogado, la población se queda en las casas, no por disciplina a las órdenes de una gorra de plato que sale en la tele, sino por solidaridad. Y sabe que los que están en primera línea, con cientos de contagiados ya, son los trabajadores de la sanidad.
El motor es la inmensa solidaridad que se expresa tras los aplausos.
El discurso del rey
El 3 de octubre de 2017, tras el referéndum de Cataluña. Felipe VI salió en las televisiones convocando tras de sí, con toda la autoridad y solemnidad, al conjunto de instituciones del Estado, y, particularmente, las heredadas del franquismo. En aquel momento, amenazó con palabras –que después el aparato policial y judicial a sus órdenes convirtió en hechos– al pueblo de Cataluña. Entonces, el Borbón actuó con prepotencia y arrogancia, sin ninguna concesión, ni ninguna llamada al diálogo. Tuvo un rechazo absoluto del pueblo catalán y sus representantes, que ha culminado en la manifestación que le recibió en octubre.
El 18 de marzo de 2020, un año y medio después, en menos de 7 minutos la misma persona volvía a dar un discurso. No respondía al virus, sino a tapar la estafa familiar. Sus frases comunes de pretendida unidad y solidaridad ante la crisis sonaban a falso, y el mismo debía de saberlo, por lo que transmitía su actitud. Para él era un trámite, y, de hecho, una parte del discurso se había plagiado de un libro publicado hace un año.
Las palabras del Borbón sonaban doblemente a falso porque lo que se oía en una buena parte de los pueblos, ciudades y barrios, sobre todo en Cataluña y Euskadi, y en barrios de clase trabajadora, era la cacerolada, los gritos de ¡Fuera el Borbón! Buena parte de la protesta se alimentaba de la indignación de la población ante un rey que prometió transparencia, pero que fue incapaz de rendir cuentas y que incluso intentó engañar a la gente con una renuncia a la herencia de su padre, imposible según las leyes españolas.
Con Felipe VI, es todo el régimen el que está cuestionado. Un régimen que tiene, como único baluarte serio ante las masas al actual gobierno
Organizar la resistencia. Organizarnos
No hay tregua. La lucha de clases no se ha detenido, y el régimen monárquico no cuenta con el parapeto de los partidos que lo defendían, hoy desconsiderados o buscando salidas.
Los trabajadores están confinados, pero no todos, hay que ganar más espacio para actuar.
- Cubrir el frente sanitario exige el apoyo de toda la población, de organizaciones. Hay que agrupar esfuerzos para exigir al Gobierno, y promover o secundar iniciativas para vigilar, fabricar, distribuir. Desde secciones sindicales hasta colectivos de calle.
- En cuanto a otros servicios públicos, remitimos a las informaciones sobre la resistencia en correos que publica el próximo suplemento 2 de Información Obrera.
- Los millones de despedidos y víctimas de ERTE exigen el más amplio frente… En sectores como la hostelería, pero también en algunos barrios: buscar que nadie quede solo con su despido. La alerta se dirige a organizaciones, colectivos, a toda la clase obrera.
- Para ello la información, el intercambio, la colaboración… Cada instancia sindical puede ayudar. En cuanto a iniciativas que espiguen en el alud de noticias, y sobre todo difundan en detalle cada caso de resistencia, Información Obrera lanza un llamamiento a compañeras/os que faciliten informaciones y difundan los suplementos que publica. Nos sumamos e invitamos a todos los lectores a que colaboren.
Con ello podemos tejer cachos del dispositivo de resistencia y reconstrucción que los trabajadores están empezando a crear. A costa de miles de muertos, con decenas, pronto cientos de miles de infectados, en la lucha contra la epidemia estamos aprendiendo, estamos obligados a aprender el camino de la República porque es intolerable el abismo que hay entre el heroísmo del personal de Sanidad y muchos más, y por otro lado la incapacidad de este régimen monárquico para suscitar o canalizar la acción solidaria.