(Publicado en la Carta Semanal 603)
De manera inesperada, el jueves pasado (17 de noviembre) Mariano Rajoy fue convocado a Berlín, a una reunión del aún Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, con los jefes de estado o de gobierno de los cinco países más grandes de la Unión Europea. De este modo, Rajoy se vio recibido por Merkel y Obama (o, más bien, al revés) como “grande de Europa” al lado de Hollande, May y Renzi, compartiendo con ellos mesa, cubierto y, lo que es más importante, compromisos.
Con este encuentro, en su último viaje a Europa, Obama ha visitado –podríamos decir– al primero y al último de la clase.
Obama en Atenas
Obama empezó su viaje con una visita a Atenas, donde se entrevistó con su nuevo amigo Tsipras, que pocos días antes había destituido a varios ministros. Entre ellos, el de Educación, Nikos Filis, que había mantenido en los últimos meses un pulso con parte de la oposición y, sobre todo, con la todopoderosa Iglesia Ortodoxa griega, con motivo de su reforma educativa que pretendía reformar la asignatura de religión.
Pero, sobre todo, Tsipras ha cambiado de ministerio a Panos Skurletis, ministro de Energía, que se oponía a la privatización de las compañías energéticas públicas, como la de electricidad, algo firmado en el tercer rescate, pero que cuenta con mucho rechazo dentro del partido gobernante, Syriza. También se oponía a la privatización total del puerto de Salónica. Skurletis será ahora titular de Interior.
Del mismo modo, ha sido retirado de su Ministerio el Ministro de Trabajo, que se oponía a una nueva reforma laboral y a una nueva reforma de las pensiones (que sería la número 13 desde que comenzaron los recortes).
Con los cambios introducidos por Tsipras, de los tres ministros involucrados en las negociaciones con los acreedores de Grecia, solamente permanece en su cargo el ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, como interlocutor de la Comisión Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE), Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y Fondo Monetario Internacional (FMI). Todos esos organismos controlan la acción del gobierno griego, con el consentimiento de éste.
En Atenas, Obama declaró que era necesario condonar una parte de la deuda griega, algo que ya había dicho antes el FMI. Se trata de un gesto de supuesta generosidad que en realidad busca que Grecia pueda seguir pagando. Por lo demás, Obama y el FMI juegan con el dinero de otros, ya que los principales acreedores son el Banco Central Europeo y los bancos alemanes y franceses.
Además, Obama no se privó de elogiar a Tsipras porque –a pesar de la miseria creciente en que se sume su país, incrementada por su aplicación inmisericorde de los recortes que cuando llegó al gobierno prometió eliminar– es el único país de Europa que tiene el presupuesto militar que la OTAN pide, más del 2 por ciento del PIB. Algo de lo que según Obama todos los gobiernos europeos deben tomar ejemplo.
Obama, embajador de Trump
En este viaje, Obama actúa como un verdadero embajador de Trump. Él mismo declaró que “ahora formamos parte del mismo equipo”. Obama es consciente de la incertidumbre creciente y agravada por la elección de Trump, e intenta tranquilizar a todos. Pero esto tiene un precio: los distintos gobiernos deberán continuar con las “reformas” y presupuestar más gastos militares.
En plena crisis de la Unión Europea, motivada por el creciente rechazo popular y agravada tras el referéndum del bréxit, Obama no cuenta con las instituciones de la UE, sabe que tiene que hablar directamente con los gobiernos y en primer lugar con la canciller Ángela Merkel, a quien encomienda –aún más que antes– el papel de “gendarme económico de Europa” (siempre por cuenta del imperialismo norteamericano)
Pero ante la disgregación de la UE, cuya Comisión no puede hacer más que “recomendar” (atrás quedó, por el momento al menos, el tiempo de amenazar con sanciones a los Estados “incumplidores”), el gobierno alemán debe desempeñar un papel clave para mantener las instituciones y en particular a todos los regímenes que están recorridos por una crisis creciente.
En Italia, Matteo Renzi se juega su existencia ante el referéndum convocado para el 4 de diciembre sobre la reforma constitucional de carácter bonapartista. Los sondeos de última hora dan la victoria al “No”: todas las encuestas publicadas el pasado viernes –el último día posible antes de que se pusiese en marcha el bloqueo informativo final que exige la ley– prevén la derrota de la reforma, si bien con diferentes márgenes. En Gran Bretaña, Teresa May se debate con las contradicciones de diferentes sectores del capital ante el precio a pagar por el bréxit. En cuanto a Francia, las cosas se le ponen al presidente Hollande y al gobierno aún más complicadas, con una clase obrera que sigue en pie. Y en Alemania la popularidad de Ángela Merkel está por los suelos, y la propia Gran Coalición CDU-SPD está en crisis abierta por las sucesivas derrotas electorales en los landers y el hundimiento económico que amenaza. Así Wolkswagen anuncia 30.000 despidos (23.000 de ellos, en Alemania) y Merkel es incapaz de parar esto, sólo confía en que el diálogo social a la alemana impida una explosión social. No es casualidad que el anuncio de los despidos lo hizo el patrón de la empresa con el dirigente máximo de IG-Metall (que aseguró que no habría despidos “secos”)
Rajoy: de la mesa de los “grandes” a la dura realidad
De la noche a la mañana (la invitación a Berlín se le ha hecho a última hora) Rajoy ha pasado de cerebro de la Gürtel a verse invitado a la mesa de los grandes. Pensando que “de bien nacidos es ser agradecidos”, se ha apresurado a formular varias promesas: cumplirá con el déficit, continuará con las “reformas”, aumentará los gastos militares… El único problema es que esto es fácil decirlo en Berlín, pero a ver cómo se puede cumplir en Madrid.
Porque en Madrid es minoritario y tiene que buscar desesperadamente el consenso. El primer paso era la reunión con los “agentes sociales”, sindicatos y patronal, que debería haber abierto paso al Diálogo Social. En esa reunión, el presidente del Gobierno ha fijado dos “líneas rojas” ante el nuevo diálogo social: cumplir con la estabilidad presupuestaria para no superar el déficit exigido por Bruselas y no liquidar las reformas “que están funcionando”. Aunque en ese encuentro se ha acordado crear diversas mesas de trabajo (sobre la protección por desempleo, revisión del SMI, desigualdad, sobre cómo impulsar la calidad del empleo y sobre el sistema público de pensiones), no parecen haber salido muy felices de esa reunión los máximos dirigentes de UGT y CCOO. En efecto, Álvarez declaró que “salgo de la reunión igual que como he entrado” y Toxo añadió que “me ha creado algunas incógnitas por la falta de respuesta ante temas como el SMI, la subida de las pensiones y el empleo público”. Tan es así que, de inmediato, ambas confederaciones han decidido convocar movilizaciones para el 15 de diciembre en todas las provincias y una movilización central en Madrid para el 18 de diciembre. Movilizaciones que se convocan con el objetivo declarado de conseguir “un verdadero diálogo social”. El secretario general de UGT dijo que “la voluntad del Gobierno hay que engrasarla con la movilización de la sociedad española” y que la reunión “abre un proceso que no va a ser fácil y si conseguimos algo será por nuestros esfuerzos y movilizaciones”.
Tras sus primeras derrotas parlamentarias, el gobierno Rajoy ha anunciado que estudia bloquear al Parlamento recurriendo al Tribunal Constitucional, mal invento para quien necesita pedir el consenso en ese mismo parlamento. Al mismo tiempo, en el pacto de gobierno con Ciudadanos empiezan a abrirse fisuras. Primero sobre los Presupuestos, y la última, sobre la cuestión de cómo tratar a los “investigados” por corrupción.
El Gobierno para sobrevivir necesita de consenso. El “acuerdo” con la Gestora del PSOE sobre la LOMCE parecería abrir un camino para romper la unidad del movimiento obrero y democrático, que se basaba en la exigencia de derogación de la LOMCE. Pero de entrada esta ley ha sido suspendida como resultado de la resistencia y movilización de los estudiantes y profesores con apoyo de los sindicatos.
La sombra de la rebelión popular
Por mucho que se esfuercen en tapar los agujeros, todo el mundo es consciente de que no son las buenas palabras de Obama las que van a salvar a los distintos gobiernos, cada vez más alejados de las masas, y sometidos una y otra vez a una “revolución electoral”, que toma diversas formas, todas ellas expresión del rechazo a las instituciones y a las políticas que éstas aplican.
Y, sobre todo, todos los dirigentes y gobernantes son conscientes de que lo que hoy sucede en el terreno electoral mañana se puede realizar en la lucha de clases directa. Y eso les provoca un tremendo terror.