(Publicado en la Carta Semanal 805 – veure en català)
Durante años, muchos han dicho que teníamos “la mejor sanidad del mundo”. Aunque lo mismo se decía en Francia, en Canadá, el Reino Unido… Es cierto que tenemos un sistema sanitario universal y prácticamente gratuito. Pero siempre ha habido datos que señalaban que ese sistema sanitario estaba al límite.
La situación límite del sistema sanitario se ponía en evidencia, al menos, por tres cuestiones: las listas de espera cada vez mayores para consultas de especialistas y para intervenciones quirúrgicas, que sacaban a la luz la falta de personal y de quirófanos en los hospitales, la masificación de los centros de salud, que ponía de manifiesto la falta de médicos de familia, pediatras, enfermeros y otros profesionales, y la saturación de las urgencias, que traducía la falta de medios en los centros de salud y la falta de camas hospitalarias. Había cosas que funcionaban, más o menos, en situaciones “normales”, pero la fragilidad del sistema se evidenciaba cada año con la epidemia de gripe, que ponía al límite las urgencias y los centros de salud a la vez.