Carta Semanal 895 en catalán
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En el mes de junio, se han realizado tres elecciones: las presidenciales de Colombia, las legislativas de e Francia (con su primera y segunda vuelta) y las autonómicas de Andalucía. Queremos compartir con los lectores de esta Carta Semanal algunas reflexiones sobre los elementos comunes y las diferencias entre estos tres procesos.
Colombia: la movilización de la juventud y de la población negra da la victoria a la candidatura de Petro y Francia
La victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez, de la coalición Pacto Histórico -50,4% de los votos contra el 47,3% a la derecha de Rodolfo Hernández- en la segunda vuelta de las elecciones residenciales colombianas del 19 de junio, es el resultado directo de las grandes movilizaciones, entre ellas el Paro Nacional de mayo-junio de 2021, que, en medio de la pandemia, colocó al gobierno Duque contra las cuerdas y sacudió a los partidos tradicionales de la burguesía local.
Este resultado es también una derrota para el imperialismo estadounidense, cuyos gobiernos, ya sean demócratas o republicanos, han convertido a Colombia en un “portaaviones” para sus intereses en la región. El país, miembro de la OCDE y aliado de la OTAN, con el pretexto de luchar contra el narcotráfico, tiene siete bases militares estadounidenses en su territorio, desde las cuales, por ejemplo, recientemente se han hecho amenazas de intervención militar en la vecina Venezuela.
Hay que destacar, también, que estas elecciones se han desarrollado en una situación insólita: ninguna de las fuerzas políticas tradicionales de Colombia ha llegado a segunda vuelta de las elecciones. Para oponer a la candidatura de Petro y Francia, la burguesía ha tenido que sacar de la chistera a un candidato, Rodolfo Hernández, que se presentó con un discurso de “ruptura” y de lucha contra la corrupción.
No sólo se trata de que, por primera vez en su historia, una candidatura de izquierdas gane en Colombia: Hay que destacar, también, la presencia, como vicepresidenta, de Francia Márquez, una afrocolombiana, es decir, una representante del sector más oprimido y explotado de la clase trabajadora de Colombia. Una cuestión que ha sido decisiva para la victoria en la segunda vuelta, porque entre los 3 millones de votos que han aumentado, un porcentaje muy alto provenía del voto juvenil y de Cali, lugar donde se concentra la población colombiana de raza negra.
Retos considerables
No será fácil para Petro y Francia gobernar de acuerdo a los intereses de la mayoría explotada y oprimida del pueblo colombiano. Los problemas estructurales del país son similares a los de otros países vecinos: desigualdad social brutal, miseria y desempleo crecientes, una élite depredadora y racista vendida al imperialismo. A esto se suma la violencia, heredada de décadas de “guerra sucia” contra la guerrilla, llevada a cabo por grupos paramilitares con complicidad dentro de las fuerzas armadas.
La reforma agraria, la conclusión del proceso de paz con la guerrilla, interrumpida durante el gobierno Duque, la reanudación de la actividad económica productiva en el país para crear empleos, fueron las prioridades anunciadas por Petro en la campaña.
Pero para su gobierno, como dijo Francia Márquez durante la celebración de la victoria, “para ser el gobierno de los que no son nadie, de dignidad y justicia social”, será necesario apoyarse permanentemente en la movilización popular y en las organizaciones obreras, evitando el imposible consenso con sus enemigos históricos. Esto es también lo que esperan todos los pueblos de América Latina.
Tras las elecciones legislativas de Francia
“Big bang”, “bofetada”, “callejón sin salida”, “parálisis total”, “salto a lo desconocido”… La prensa francesa no tiene palabras lo suficientemente fuertes como para describir las consecuencias de la segunda vuelta de las elecciones generales. A su manera, el periódico patronal Les Echos resume la situación en su portada titulada “El terremoto”, con una foto de Emmanuel Macron derrotado sobre un fondo negro.
Una vez más, los trabajadores de Francia, con su movilización en el terreno electoral, han frustrado todas las predicciones al colocar la mayoría presidencial muy por debajo de las peores intenciones de voto recogidas por las encuestas, privándola así claramente de una mayoría absoluta que daban por hecha tras las elecciones presidenciales.
En cuanto a aquellos que, de nuevo en gran número, no se movilizaron (el 54% de los votantes registrados se abstuvieron), no hay duda de que, en la gran mayoría de los casos, quisieron expresar, a su manera, pero muy profundamente, un rechazo a las políticas antiobreras y antisociales, al sistema podrido de la V República en la que todos los partidos en que históricamente han puesto su confianza les han traicionado.
Una y otra vez, estos millones han significado, con su abstención masiva y con su voto, su voluntad de poner fin a la política reaccionaria de Macron, con la destrucción metódica y organizada de hospitales, seguridad social y pensiones, con la liquidación de escuelas y universidades públicas, con la privación de libertades…
Los trabajadores infligieron la derrota a Macron
En esta segunda vuelta, los trabajadores franceses infligieron una derrota a los principales arquitectos de esta política. Entre los diputados que han perdido su escaño están la actual ministra de Sanidad, Brigitte Bourguignon, el exministro del Interior, Christophe Castaner, el actual presidente de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand, fiel entre los fieles de la macronía, entre otros muchos que han sido golpeados duramente.
Este es un golpe terrible para Macron, es un golpe terrible para las instituciones y el sistema: más allá de las combinaciones y acuerdos -intrínsecos a la lógica misma de las instituciones de la Quinta República- que el Ejecutivo no dejará de buscar como último recurso a la crisis que golpea al régimen, los resultados de la segunda vuelta marcan una verdadera crisis en el corazón mismo de las instituciones.
Un golpe al corazón del Régimen
En el contexto de la Quinta República, el Ejecutivo necesita una mayoría parlamentaria dócil, que es adquirida por él, para poder funcionar. Las instituciones pueden acomodarse a una cohabitación de un presidente de un signo y un gobierno de otro, siempre y cuando exista una mayoría que pueda garantizar la estabilidad y, en cierto modo, salvar al régimen. En la situación abierta por las elecciones del 19 de junio, este ya no es el caso…
Esto es lo que la actual primera ministra, Elisabeth Borne, expresó cuando dijo el domingo: “Esta noche, la situación no tiene precedentes. Nunca antes la Asamblea Nacional había conocido tal configuración bajo la Quinta República. Esta configuración supone un riesgo para nuestro país”. Y agregó: “Trabajaremos desde mañana para construir una mayoría de acción”.
Incluso si eso significa blandir la amenaza de disolución del parlamento; pero una disolución justo detrás de tal derrota sería una aventura. El sistema está gripado.
El mito del “frente republicano” contra la extrema derecha
Elección tras elección, hemos visto como los medios de comunicación y los bonzos de la “izquierda” llaman a votar por el candidato de la derecha (ya sea Sarkozy o Macron), para “cerrar paso a la extrema derecha”. Pero, en la segunda vuelta de las legislativas, en 65 circunscripciones se enfrentaba un candidato de la NUPES a uno de la extrema derecha. En 52 de esas circunscripciones, el partido de Macron no ha dado ninguna consigna de voto.
El aumento de diputados de la NUPES
La coalición de Jean-Luc Mélenchon (Nupes) se ha convertido en la principal fuerza de la oposición, mientras que el grupo parlamentario de La France Insoumise (LFI) sale considerablemente fortalecido con cuatro veces más diputados que en las últimas elecciones legislativas. Este es un poderoso incentivo para hacer valer las demandas de la población trabajadora, comenzando con la congelación inmediata de los precios, el salario mínimo de 1,500 € o la jubilación a los 60 años.
Se trata de demandas compartidas por quienes se abstuvieron nuevamente el 19 de junio, y que lo hacen porque ya no aguantan más, porque quieren una ruptura, exactamente en sintonía con esos millones que, en estas elecciones, han buscado utilizar el voto a Mélenchon para expresar el mismo rechazo y deseo de ruptura.
¿Se resolverá la situación en la Asamblea Nacional? Nadie debe hacerse grandes ilusiones sobre estas instituciones construidas para preservar el sistema y que probablemente seguirán dando paso a combinaciones, apaños y renuncias de todo tipo, a medida que el peligro de perderlo todo se hace palpable.
Una cosa es cierta, sin embargo: esta crisis ahora abierta desde arriba, donde ya no se sostiene el sistema, abrirá muchas posibilidades desde abajo, donde ya no se aguanta más. Y estamos, por el momento, solo en el ámbito electoral. Ahora viene la lucha de clases.
Elecciones andaluzas: Victoria del PP con una amplia abstención obrera y popular
En las elecciones andaluzas del 19 de junio, hay que destacar la amplia abstención obrera y popular: 2.647.810 electores no han ido a votar (un 41,64 % del total). Una abstención que tiene un claro carácter de clase. Por ejemplo, los datos de Sevilla muestran cifras de participación de más del 70% en barrios con rentas altas y de menos del 40% en barrios de rentas bajas.
En esa situación, el PP ha ganado una mayoría absoluta, aumentando tanto sus votos como sus escaños. En cuanto a votos, ha aumentado en 831.634, sacando más del doble que en 2018. Y tendrá mayoría absoluta con 58 escaños El PSOE tiene los peores resultados de su historia. Saca 883.707, perdiendo 127.182 y 3 escaños. Vox saca 493.932 votos, aumentando 97.325 con respecto a 2018. Las dos candidaturas de izquierdas sufren una debacle. En 2018 tuvieron 585.949 votos y sacaron 17 asientos. Ahora, entre las dos sacan 449.638 y 7 escaños. Pierden 140.000 votos (un 25% de los que tuvieron) y 10 escaños.
De ellas, Por Andalucía (IU +Podemos+ Más País +Equo), obtiene 281.688 votos y 5 escaños. Queda igual que los resultados de IU en 2015 (pero entonces, Podemos sacó 590.000). Mal comienzo para el proyecto de Yolanda Díaz. Y Adelante Andalucía, la coalición “andalucista de izquierdas”, presidida por Teresa Rodríguez, saca 167.970 votos y 2 escaños. El conjunto de las izquierdas pierde 260.000 votos.
En todo caso, los resultados –y, sobre todo, la abstención obrera y popular- suponen todo un aviso para el gobierno de coalición “progresista”. Si sigue dando la espalda a las reivindicaciones y las preocupaciones de la gente (combustibles, electricidad, subida de los precios), y sigue sin legislar respecto de las promesas incumplidas (ley mordaza…), va camino de una catástrofe electoral.
Pero todo parece indicar que sus preocupaciones son otras. Acaba de aprobar dar un impulso a los fondos privados de pensiones, está dejando pasar la especulación desenfrenada y los beneficios fabulosos de las eléctricas y las energéticas sin más intervención que reiteradas bajadas de impuestos, y está empeñado en subir al doble los gastos militares, mientras alega que “no tiene dinero” para que los empleados públicos puedan recuperar sus salarios.
En circunstancias distintas, hay sin embargo cuestiones comunes: el rechazo en la mayoría de los casos de los partidos que han ocupado el gobierno durante decenios (con el matiz de Andalucía) que es el rechazo a casi 40 años de PSOE.
Una abstención masiva con un contenido de rechazo a las instituciones.
Una comprensión más o menos consciente de los límites de la vía electoral.
Estas cuestiones son centrales para determinar la formas prácticas de un agrupamiento político de independencia de clase.