Combate Socialista 19 para descargar en PDF
A últimas horas del 3 de octubre de 1934 el Presidente de la II República nombra un gobierno con ministros de la CEDA, próximos al fascismo y dispuestos a erradicar el movimiento revolucionario de las masas obreras y campesinas que había traído la República, eliminar las conquistas logradas y aplastar a las organizaciones. Antes de que el nombramiento sea público se declara el estado de guerra contra las organizaciones obreras. El Partido Socialista, la UGT y las Alianzas Obreras -coaliciones unitarias formadas en diversas zonas con composición diversa- convocan huelga general revolucionaria contra el golpe de Estado. La amplitud y duración de la huelga muestra la eterminación de las masas. Pero los dirigentes socialistas se demoran, vacilan y eso permite que el ejército asalte las casas del pueblo, acuartele a las tropas y desbarate el levantamiento insurreccional en Madrid y a escala estatal. Los dirigentes de la CNT1 combaten la huelga, lo que impide una insurrección en Barcelona (entonces, la capital obrera) y en el conjunto de Cataluña.
La insurrección obrera sólo llega a ser una realidad en Asturias y en diversas poblaciones de todo el país. Sólo en Asturias, la unidad obrera hace que la insurrección triunfe, hasta que la aplasta a sangre y fuego el ejército, que también encarcela a los dirigentes del PSOE y la UGT (y al gobierno de la Generalidad de Cataluña, que se había levantado por su lado). Como expone en estas páginas Manuel Grossi 2, uno de sus principales dirigentes, durante días, los comités de la Alianza Obrera Revolucionaria fueron el gobierno de Asturias, representando la decisión de toda la clase obrera del Estado español de defender la revolución empezada el 14 de abril de 1931. En efecto, a partir del derrocamiento de la Monarquía, encabezado por los trabajadores y sus organizaciones, las más amplias y diversas capas populares se pusieron en marcha para acabar con la explotación y todas las formas de opresión mantenidas durante siglos por los latifundistas, el clero, el aparato de Estado monárquico, al servicio del capital.
Era la respuesta al paro y la miseria generados por el capitalismo en los años de la gran depresión, precedente del hundimiento económico actual. La República, dirigida por personal de la Monarquía y por republicanos ligados a la burguesía (con la participación y el apoyo de los dirigentes de las organizaciones obreras), ni dio la tierra a los sin tierra, ni defendió a los trabajadores de las agresiones del capitalismo en crisis, no reconoció la libertad de las nacionalidades ni la independencia de las colonias. Josep A. Pozo 3 analiza cómo las cortas reformas aprobadas por las Cortes eran boicoteadas por los latifundistas, la patronal y el aparato de Estado, que extremaba la represión. Apoyándose en la división y frustración que ello produjo entre las masas, la reacción se dispuso en 1933-34 a arrasar a los trabajadores y sus organizaciones, asesinando a trabajadores, derogando reformas, destituyendo ayuntamientos socialistas, atacando casas del pueblo. Y atacando también las reformas y atribuciones de la Generalidad. Pero en la clase obrera de la ciudad y del campo, y en todas las organizaciones de los trabajadores, se abría camino un profundo movimiento que buscaba realizar el impulso revolucionario de 1931. El levantamiento de Asturias representó un hito decisivo de ese movimiento de toda la clase obrera, de grandes masas.
