(Publicado en la Carta Semanal 526)
Declaración del Comité Ejecutivo del POSI – 26 de mayo de 2015
Las elecciones municipales han supuesto una durísima derrota para el PP y para el gobierno Rajoy, un nuevo mazazo para el tambaleante régimen monárquico. El País titula en portada “desplome del PP”, El Mundo habla de “batacazo del PP”. ABC intenta suavizar la píldora al hablar en su portada de “victoria pírrica del PP en el 24-M con sabor a derrota”. Por nuestra parte esperamos que sea eso, una batalla pírrica (Pirro, rey del Epiro, ganó varias batallas a los romanos, pero con tales pérdidas que su ejército fue diezmado y finalmente hubo de retirarse).
Hablemos de cifras
Cuando la prensa habla de desplome o de batacazo del PP no exagera en absoluto. En las elecciones municipales de 2011 el PP obtuvo 8.476.138 votos, y ahora ha sacado poco más de 6 millones [1]. Es decir, ha perdido 2.450.000 votos, un 29 % de los que tuvo en 2011. Entonces ganó en muchos ayuntamientos y comunidades con mayorías absolutas. Ahora, el Partido Popular pierde la mayoría absoluta en todas las comunidades autónomas y solo la mantendría en la ciudad autónoma –llena de militares– de Ceuta. Pierde la mayoría absoluta en la ciudad y la Comunidad de Madrid, en Valencia y la Comunidad Valenciana (donde sus mayorías absolutas eran aplastantes), en Zaragoza, en Sevilla, y en muchas otras capitales y ciudades importantes. Ha perdido también la mayoría relativa que tenía en Aragón y Extremadura. Ha perdido casi 4.000 concejales. Incluso en su feudo de Galicia ha perdido en todas las ciudades importantes. Puede perder 5 comunidades autónomas que hasta ahora gobernaba y las alcaldías de las principales ciudades.
En cuanto al PSOE, obtuvo en las elecciones de 2011 6.275.314 votos, su peor resultado desde 1979, pagando entonces la política de recortes de Zapatero, que sectores importantes de la clase trabajadora vivieron como una traición. Ahora ha sacado 5.590.000 votos, perdiendo por tanto otros 685.000 votos (un 11% de los que tuvo en 2011) y más de 900 concejales. Y con un dato más que preocupante: el Partido Socialista no ha sido ni siquiera la segunda fuerza en las grandes ciudades, salvo en Sevilla.
En el caso de Izquierda Unida, sacó en 2011 1.437.061 votos y ahora ha sacado algo menos de 1.060.000, pero es difícil hacer una comparación con los resultados de 2011, porque en un 40% de los municipios se presenta ahora en diversas coaliciones. No obstante sí se puede afirmar en líneas generales que retrocede gravemente, aunque en algunos sitios se mantiene. Sin ir más lejos, se queda sin representación en Extremadura (donde sus tres parlamentarios de 2011 apoyaron un gobierno del PP) así como en el ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.
En Cataluña CiU, aunque presuma de mantenerse como primera fuerza, pierde la alcaldía de Barcelona, mientras que el PSC también retrocede de manera significativa, aunque mantiene algunos bastiones. ERC casi dobla sus votos, y la CUP los multiplica por 3,5.
Finalmente un dato a destacar: las candidaturas que representaban la lucha contra los recortes, como la de Ada Colau en Barcelona o Manuela Carmena en Madrid han obtenido buenos resultados.
Finalmente, se han abstenido más de 12.240.000 electores, un 35,09% (en 2011 se abstuvieron 11.745.532, un 33,84% del censo). Abstención, votos blancos y nulos suman un 38% del electorado, como en 2011. Lo que demuestra que la “gran movilización electoral” que nos anunciaban no se ha producido, probablemente porque muchos trabajadores y jóvenes no han encontrado en estas elecciones una alternativa de ruptura clara que les animara a votar.
¿Por qué no habido mayor rechazo?
Es evidente que se ha expresado en las urnas el inmenso rechazo de los trabajadores y de la juventud hacia las políticas de recortes y privatizaciones de servicios aplicadas en los ayuntamientos por el PP, y, sobre todo, hacia las políticas del gobierno Rajoy, gobierno de la Monarquía, al servicio del capital financiero. Un rechazo que habría sido, sin duda, mucho mayor, si hubiera habido por parte de los posibles recambios una campaña orientada clara y decididamente a acabar con el PP.
El PSOE ha sido incapaz de materializar ese rechazo en votos. Muchos no se han creído que la política de Pedro Sánchez suponga un verdadero cambio de orientación. Su respeto al régimen monárquico le lleva a contradicciones insuperables. ¿Cómo se va a conciliar el mantenimiento del artículo 135 de la Constitución, que da prioridad al pago de la deuda, con una supuesta prioridad para los servicios sociales? ¿Cómo se puede hablar de derogar la reforma laboral de Rajoy y no la Zapatero?
Izquierda Unida se encuentra, como hemos dicho antes, en una profunda crisis. Durante años ha sido el ala izquierda del régimen monárquico, agitando a la vez, sobre todo desde algunos sectores, la bandera republicana. Ha apoyado al PP y su política de recortes en Extremadura. Ha gobernado en Andalucía aplicando los recortes aprobados por Rajoy y Bruselas. En ambos casos, ha desencantado a sus electores que esperaban que fuera una fuerza de cambio. Al mismo tiempo, en Andalucía, las resistencias internas a aplicar esa política, que llevaron a la amenaza de convocar un referéndum interno sobre su continuidad en el gobierno, la mostraron como una fuerza poco fiable para aplicar las políticas que exigen el capital financiero y el régimen. De ahí la promoción por algunos medios de comunicación de otras alternativas.
En cuanto a Podemos, su marcha acelerada hacia la “moderación” ha llevado a rebajar sus expectativas. En las autonomías ha obtenido algo más de 1.700.000 votos. Unos días antes de las elecciones, Pablo Iglesias dirigía una carta a todos sus asociados en la que proponía “utilizar las instituciones para mejorar la vida de cada persona, pensando sólo en el bien común y no en el beneficio de unos pocos”, y a poner a “los más capaces a pensar cómo arreglar nuestros ayuntamientos, nuestras comunidades”, es decir, renunciando a toda propuesta de acabar con el régimen podrido, para proponer trabajar en sus instituciones. En estas condiciones, la gente busca alternativas pero no se ha fiado, porque no se ve claro que estén decididos a un cambio real. (Recordemos que en Madrid capital Podemos ha sacado en las elecciones autonómicas la mitad de votos que la candidatura de Manuela Carmena en las municipales.)
¿Y ahora?
El PP sólo cuenta con seis millones de votos de un total de 22 millones y medio que han sido emitidos. Aun contando con el que ha sido anunciado como su posible socio “preferente”, Ciudadanos, sólo serían siete millones y medio de 22 millones y medio de votantes (35 millones de electores). La voluntad del pueblo trabajador de echar al PP no puede ser traicionada. Todo lo contrario. Hay que convertirla en hechos, cuanto antes. Pedro Sánchez ha dicho que hay que esperar. Que ha recuperado dos millones de votos, y que va por buen camino. Pablo Iglesias ha dicho que las cosas van camino del cambio pero más despacio. Pero muchos se preguntan ¿por qué esperar? ¿por qué no organizar ya una campaña para echar a Rajoy del gobierno? ¿Por qué dejarle que siga seis meses más destruyendo servicios públicos y conquistas sociales? Si el PSOE retirase sus diputados de las Cortes farsa de Rajoy hasta que este dimita y convoque elecciones, el Gobierno no duraría ni un día. Tampoco si los dirigentes sindicales retirasen su firma del acuerdo salarial firmado con la CEOE.
Lo primero es echarlos de las alcaldías y de los gobiernos autonómicos. En cinco autonomías el nombramiento de un presidente del PSOE depende de los votos de Podemos. Lo mismo va a suceder en muchos ayuntamientos. En estas condiciones, ninguna consideración debe permitir que gobierne el PP habiendo una mayoría que puede echarlos. Ninguna fuerza de las que propone un cambio puede permitir, ni con su voto ni con su abstención o su ausencia que gobierne el PP en minoría.
Es más, en las cuatro autonomías y los ayuntamientos en que el gobierno del PP depende de Ciudadanos, una fuerte campaña política puede ponerle difícil a ese partido de lobos disfrazados de corderos dar su apoyo abierto al PP.
Pero no basta con echarles, hay que poner en marcha desde los ayuntamientos otra política, que acabe con todos los recortes. Una vez constituidos los ayuntamientos, los trabajadores esperan que las mayorías obreras y populares que hay en ellos utilicen los ayuntamientos para hacer frente al gobierno del PP sin esperar a diciembre.
En todo caso, las municipales y autonómicas, como las europeas de hace unos meses, demuestran que la crisis del régimen monárquico establecido en 1978 sigue acelerada. El rechazo a los planes aplicados todos estos años en el marco de la Unión Europea – hasta el último plan de estabilidad 2015-2018 y su secuela sindical, el AENC- ha herido de muerte al PP, pero también ha golpeado a la política de las direcciones del PSOE y de IU, aferradas igualmente al régimen. Y es que nadie puede esperar ninguna satisfacción a las reivindicaciones populares en este marco podrido. Sin ir más lejos, el Tribunal Constitucional acaba de anular el decreto del gobierno andaluz PSOE-IU que pretendía poner unos mínimos límites a los desahucios.
La cuestión inmediata es acabar con Rajoy, echarlo del Gobierno y de todas las instituciones, para organizar la lucha contra todas las contrarreformas y recortes. Él pretende agarrarse a las instituciones monárquicas, para las que ha estado trabajando, para mantenerse en el poder.
Esta situación plantea una exigencia inmediata a todos los que hablan en nombre de los trabajadores, los pueblos y los derechos sociales, los servicios públicos y la democracia: realizar la unidad urgente para acabar con el régimen monárquico corrupto y odia-do, para acabar con toda la opresión contra los trabajadores y los pueblos.
Este inmenso rechazo se ha expresado en el voto a las candidaturas obreras y populares, incluidas las apoyadas por Podemos y diversos movimientos sociales, pero este rechazo no tiene salida en las combinaciones electorales que se anuncian, todas ellas orientadas al juego dentro de las instituciones del régimen.
La exigencia más inmediata es la expresión libre de la voluntad popular, para acabar con la Monarquía por medio de elecciones libres que proclamen la República, una república del pueblo y para el pueblo, para derogar todas las contrarreformas, desde la reforma laboral de Zapatero a todos los ataques de Rajoy, todas las contrarreformas auspiciadas por la UE, el FMI y las instituciones del capital financiero.
Para todos los militantes obreros de vanguardia se plantea la necesidad de combatir por la unidad de los trabajadores y los pueblos, que fuerce a las organizaciones obreras y populares a la ruptura con la política de recortes y contra las libertades auspiciada por la UE y la Monarquía. El Comité por la Alianza de los Trabajadores y los Pueblos, en el que los militantes del POSI participan, prepara una conferencia obrera estatal el 27 de junio para ayudar a forjar esta Alianza.
[1] Estamos trabajando para 2015 con cifras provisionales, que reflejan el escrutinio de un 99,47% de las papeletas