El hundimiento del régimen de Bachar Al Assad

Carta Semanal 1022 para descargar en PDF

La caída sin combate del régimen encabezado por Bachar Al Assad se enmarca en la sucesión de guerras, genocidios, intervenciones directas de las potencias imperialistas en particular después del fin de la colonización europea (franco/británica) y la proclamación del Estado de Israel en abril de 1948 (después de que en noviembre de 1947 fuera votada en la ONU la partición de Palestina bajo una propuesta del embajador del Kremlin). A lo largo de estos decenios hemos asistido a la ofensiva del imperialismo norteamericano por controlar la región -por su importancia económica en recursos energéticos, y estratégica- en detrimento de todos los pueblos y excluyendo a sus «aliados» europeos (de hecho la Unión Europea y sus países  incluyendo los viejos colonizadores, Francia e Inglaterra- prácticamente ya no tienen ninguna influencia). Ofensiva de la que el estado sionista es una pieza clave, pero no la única.
En el corazón de la resistencia a la política del imperialismo se encuentra la resistencia casi centenaria del pueblo palestino, desde antes de la creación del Estado de Israel y la expulsión de una buena parte del pueblo palestino de sus tierras, tanto bajo la dominación otomana como bajo el mandato británico. El imperialismo yanki, tiene allí su mayor destacamento militar; Israel, el estado genocida, sionista y de apartheid.

Desde 1991 y la guerra de Irak

Recordemos que en el inicio de la guerra emprendida por G. Bush contra el régimen iraquí, el objetivo declarado del imperialismo era «construir un nuevo orden mundial». Para entender la naturaleza de los regímenes existentes, no está de más recordar también que Hafez Al Assad padre de Bachar y fundador del régimen, apoyó a los Estados Unidos en la guerra contra Irak.

En aquel momento, la agresión americana formaba parte del intento del imperialismo de asumir, ante el hundimiento de la URSS, la totalidad del mantenimiento del orden mundial. El resultado de este nuevo orden no ha sido más que la multiplicación de guerras y conflictos y determina la movilización de las masas de los países árabes (conocida como la “primavera árabe”) contra los regímenes árabes corruptos vendidos al imperialismo, muchos de los cuales utilizaban cínicamente la «causa palestina » para justificar sus políticas represivas (mientras, en muchos casos, reprimían violentamente a las organizaciones palestinas).

El régimen sirio fue producto de un golpe de estado en 1966 por parte de uno de los dirigentes del Partido Baas, Hafez al Assad, que impuso una dictadura en un país de múltiples poblaciones, etnias y religiones, cuyas fronteras provenían del reparto colonial entre Francia e Inglaterra en 1920 (acuerdo secreto de Sykes /Picot).

Al Assad se apoyaba en la minoría alauita (variante del chiismo) y en el control del ejército. Todo ello bajo un lenguaje panarabista y socializante. Se trataba de una dictadura con muy escasa base social -a la vista están las manifestaciones espontáneas de júbilo que se han realizado en las principales ciudades tras su caída- que duró 52 años por el apoyo militar de Irán y la Federación rusa. Y que ha caído en apenas dos semanas, en cuanto el ejército se negó a batirse por ella. Un régimen que aplastó sangrientamente todas las protestas como la de 1982 en la ciudad de Hama –bajo Assad padre- que produjo más de 10.000 muertos, y que reprimió de manera violenta las protestas que se realizaron en 2011, al calor de la “primavera árabe”. Y que organizó, en 1976, la matanza del Tel Al Zataar, en Líbano, contra los palestinos, apoyando a las milicias cristianas libanesas. La tortura y la represión masiva eran frecuentes. Desde la muerte de Hafez y la entronización de su hijo Bachir en 2000, la presión del imperialismo y del FMI se intensifica, forzando, en un país rico en petróleo y materias primas, un proceso de endeudamiento, que lleva a aplicar políticas privatizadoras y de recortes sociales contra las masas (como la supresión de la subvención al pan). 

Frente a la política del régimen, como ocurrió en casi todos los regímenes del Magreb y Medio Oriente, estallaron las movilizaciones de masas que empezaron en Túnez, siguieron en Egipto -las llamadas «primaveras árabes»-, y que se extendieron también a Siria. Así, el 15 de marzo de 2011 se realizaron movilizaciones contra la represión y el precio del pan en las principales ciudades. A la respuesta represiva del régimen se sumó la intervención del régimen de Arabia Saudita y después, directamente, de los Estados Unidos para financiar o crear la formación de milicias yihadistas y de otro tipo, con el objetivo de desviar la movilización de masas y abrir una guerra civil generalizada. El mosaico de etnias y religiones que componen Siria facilitó esta política propiciada por la falta de una fuerte organización sindical y política de la clase obrera (de hecho, el antiguo Partido Comunista se había integrado en el Baas bajo impulso del Kremlin, facilitando la integración de la dirigencia sindical en el Estado).

La guerra civil, que ya duraba 13 años, parecía congelada desde 2019, gracias a la intervención en apoyo al régimen de las tropas de Irán, Rusia y de Hezbolá. Los golpes sufridos por Hezbolá y la cabeza del ejército iraní a manos de Israel y el hecho de que Putin tiene sus fuerzas concentradas en Ucrania facilitaron la ofensiva de los islamistas de HTS. Según el Financial Times, días antes del 27 de noviembre (cuando se inició la ofensiva) el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, había informado al gobierno sirio de que ellos no podían acudir en su ayuda. También ha colaborado Ucrania, con el envío de material militar.

Las fuerzas que han tomado el poder

Los trece años de guerra civil han significado más de 500.000 muertos, siete millones de exiliados y decenas de miles de prisioneros. Un país destrozado, con el 80 por ciento de su población al límite de la pobreza, agravada por las sanciones de los EEUU y la Unión Europea y un régimen no solo corrupto, sino que, a pesar de su lenguaje pretendidamente laico y antiimperialista, mantenía, por ejemplo, a los refugiados palestinos bajo el control represivo más estricto. El gobierno de Israel reconocía que las fronteras con Siria siempre han sido seguras en cuanto a la posible entrada de palestinos armados (no es por casualidad que Hamas haya declarado su apoyo al HTS si este se orienta contra Israel). Hamas apoyó la primavera árabe de marzo de 2011, y el régimen sirio expulsó a la delegación de Hamás de Damasco.

En la ofensiva militar que ha acabado con el régimen en 12 días han participado varias fuerzas.

La principal es la Organización para la liberación de Levante (HTS), cuyo objetivo último es «establecer un califato islámico en la región de Levante» (que incluye Siria, Líbano, Israel y los territorios palestinos), organización catalogada como terrorista por la ONU y los EEUU -por el momento-.

Esta organización agrupa a múltiples milicias, y está armada por el ejército turco (el segundo ejército de la OTAN). Actúa en coalición con el Ejército Libre de Siria, apéndice del ejército turco en Idlib (ciudad del norte con un gobierno autónomo que escapaba al control del régimen).

Las organizaciones kurdas, que nuclean las Fuerzas Democráticas de Siria, son armadas directamente por los EEUU, que mantienen un contingente de 900 soldados en el este del país para controlar -dicen- su frontera con Irak. En el territorio que controlan, conocido como Rojava (poniente, en kurdo), según algunos, se han constituido como una comunidad democrática y multiétnica. El régimen turco no ha cesado en todo este operativo de hostigar a los grupos kurdos e intentar impedir su relación con los kurdos de Turquía y sus organizaciones.

Las milicias del ISIS, el Estado islámico, armadas por Arabia Saudita, contra los cuales han actuado estos días los bombardeos americanos (según ellos, para impedir que se constituyan como una fuerza importante).

Existen también algunas milicias del sur del país, en particular de la ciudad de Deraa.

El máximo dirigente de HTS, Abu Mohamed El Yubani, ha declarado que Siria respetaría a las minorías, los derechos de las mujeres y que no era enemiga de los países vecinos (o sea, Israel).

Estos días, el ejército israelí ha invadido la zona fronteriza con Siria, hasta situarse a escasos 40 km de Damasco, y ha efectuado cientos de bombardeos contra instalaciones militares aeropuertos y puertos de los restos del ejército sirio.

Las condiciones para la continuidad de la guerra civil o incluso del desmembramiento del país (como en Libia, Somalia, Irak o Sudán) están dadas. Es el resultado de la política del imperialismo y sus agentes: destruir toda nación o país que no sigue a pies juntillas la política dictada por los intereses imperialistas.

El pueblo palestino, en el centro de la resistencia

La resistencia del pueblo palestino, que lucha por sobrevivir, determina la situación en la región y, en buena medida, una parte importante de la política imperialista.

Desde el 7 de octubre de 2023, a pesar de toda la potencia de fuego del ejército sionista, no ha sido quebrada.

La guerra contra el Líbano, las provocaciones a Irán, la intervención en toda la región, buscaban quebrar esta resistencia, doblegando a los países hostiles o reticentes a la política de los EEUU.

Sin embargo, el «eje de su resistencia» no pasaba de ser hostil o reticente a la política de la administración americana, pero no necesariamente favorable al pueblo palestino. Todos estos regímenes árabes e iraní han utilizado al pueblo palestino para sus maniobras políticas y para aparecer ante su población como defensores de su causa. Aunque la destrucción o derrota de estos países facilita el aislamiento del pueblo palestino.

La política de Biden ha sido clara: apoyo total a Israel, al genocidio. Se enfrenta a la mayor movilización de masas en apoyo al pueblo palestino jamás conocida.

Biden ha presionado a todos los regímenes árabes a negociar con Israel, a contemporizar con la masacre. Lo que les enfrenta a movilizaciones, que, en algunos países, como Jordania y Marruecos, cuyos gobiernos han reconocido a Israel, tienen un significado particular.

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Para centrarse en su máxima preocupación, la guerra comercial con China, quiere imponer la «paz» en Ucrania, forzar un acuerdo para que las multinacionales norteamericanas saqueen completamente Ucrania y las inmensas riquezas de Rusia, una vez que se han hecho con el control del mercado del gas licuado y del petróleo. 

Quiere forzar un acuerdo en Palestina en que todos los gobiernos árabes y los dirigentes palestinos reconozcan a Israel. La resistencia del pueblo palestino es el principal obstáculo a la política del imperialismo en la región.

Frente a ello, es central la lucha contra la guerra en Ucrania, contra el envío de armas y las sanciones, inseparable de la lucha contra el genocidio, por el alto el fuego y la ruptura de relaciones con Israel, combate ligado a la lucha contra la guerra social, la preservación de derechos democráticos y sociales en nuestro país, contra los planes de austeridad, de gastos militares y recortes que el capital exige.

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