Carta Semanal 1056 en catalán
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Durante decenios, los defensores de la Unión Europea nos han bombardeado con su propaganda. Cientos de entrevistas, artículos, ensayos, que pretendían demostrar la necesidad de que, para el progreso económico y social, era necesario que los Estados renunciaran a su soberanía –y los pueblos, por tanto, a la democracia- para someterse a los dictados de la Comisión Europea, en nombre de la necesidad de que “Europa se uniera” para poder competir con los EEUU, Japón, China…
Del mismo modo, desde hace 40 años, nos han explicado la necesidad de lo que llamaban “libre comercio” y de cómo toda la política económica debía someterse a ese supuesto dogma. En nombre del “libre comercio”, había que aceptar el cierre de los astilleros, la siderurgia integral, la industria textil, la electrónica de consumo y otros muchos sectores industriales, deslocalizados a países donde el capital pudiera obtener mayores beneficios a costa de una mayor explotación de la mano de obra. Ningún Estado podía proteger esas industrias, porque eso suponía violar la “libre competencia no falseada”. Tan sólo se salvó, por motivos de seguridad, la industria militar. Ahora, de un plumazo, Trump elimina el libre comercio e impone aranceles a medio mundo, y la Unión Europea abandona sin combate el dogma del “libre comercio” y los acepta sin rechistar.
También nos dijeron que la supervivencia de las economías europeas exigía limitar el déficit público, aunque ello supusiera recortar fondos a la sanidad, la enseñanza, la atención a los mayores, los servicios sociales en general. Otro “dogma” que se derriba: ahora resulta que ese límite del déficit no debe aplicarse a los gastos militares que exige el imperialismo USA.
La Unión Europea no ha sido capaz de mover un dedo en defensa del futuro de Europa, ni del futuro de su producción industrial, ni del futuro de las conquistas sociales, que garantizan la convivencia. Por el contrario, abre camino a las imposiciones de Trump, y, encima, presenta esa relación de vasallaje como una victoria.
Como era de esperar, ceder ante las exigencias de los EEUU presentadas por el matón Trump no ha servido más que para que éste presente nuevas exigencias. Aún no se ha publicado el texto del supuesto acuerdo comercial entre los EEUU y la UE, cuando ya Trump declara que si no se cumple el compromiso de que Europa invertiría 600.000 millones en los EEUU en tres años, impondrá aranceles del 35%, en lugar del 15% “pactado”. Curiosamente, el presidente estadounidense ha descrito el compromiso de inversión europeo como “un regalo”, diciendo que “[Nos van a dar] 600.000 millones que podemos invertir en lo que queramos”. “Y eso es un regalo, no es un préstamo”. “Se han estado aprovechando de nosotros tantos años que ya es hora de que paguen, y van a pagar”, ha añadido. Las declaraciones de Trump parecen convertir esos 600.000 millones no en inversiones que las empresas europeas hacen en los EEUU según sus propios criterios, sino en una especie de tributo que un país vasallo paga a su “señor”.
Los defensores de la UE –incluso los que se muestran críticos con el acuerdo- vuelven a intentar convencernos de que el camino pasa por una “mayor integración de Europa”, que permita su “independencia estratégica”. Pero no pueden ocultar los hechos. Andrea Rizzi, que trabaja como “Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS”, explicaba en ese periódico el pasado 2 de agosto que la Unión Europea está “perdiendo cuatro guerras a la vez”. La primera es el “acuerdo comercial”, al que ya nos referimos con más detalle en una Carta Semanal anterior, como hemos hablado en otra de la sumisión a las exigencias de aumentar el gasto militar y la compra de ramas a los EEUU. No insistermos, por tanto, en esas cuestiones.
Ucrania y la UE
En 2022, negociaciones llevadas a cabo habían avanzado sustancialmente hacia un acuerdo de paz. El acuerdo estaba a punto de firmarse en Turquía, Pero, finalmente, la OTAN impuso que no hubiera acuerdo y que continuara la masacre, alimentada con generosas entregas de armas a Ucrania por parte de los EEUU y demás países de la OTAN (según fuentes alemanas, Boris Johnson se presentó en Ankara para para decir que «Occidente no estaba preparada para la paz»). Más de un millón de jóvenes ucranianos y rusos han muerto o han sido heridos.
Bajo la presidencia de Trump, EEUU –que dejó de suministrar armas a Ucrania- ha accedido, finalmente, a reanudar las entregas, siempre que sean los países europeos los que paguen el armamento.
Sin embargo, todo parece indicar que los gobiernos europeos y la UE van a ser excluidos de las conversaciones de paz que posiblemente se abran en los próximos días. Como han sido excluidos de la explotación de las riquezas minerales de Ucrania. Pero, eso sí, tiene que seguir pagando al armamento de Ucrania y tendrán que contribuir a la “reconstrucción” del país.
La UE y la industria europea
Todo parece indicar que la industria europea puede ser la principal perdedora de la guerra comercial entre los EEUU y China (y entre los EEUU y el resto del mundo). La producción industrial de China sigue creciendo a un ritmo mayor del 5% anual, mientras se acentúa el declive de la de Europa, que ahora, además, se va a enfrentar a mayores dificultades para introducir sus productos en los EEUU, con aranceles generales del 15%, pero aún mayores en el caso del acero y el aluminio (50%), y se anuncian aranceles de hasta el 200 ó 250% para los medicamentos. Recordemos que la UE exportaba cada año productos industriales a los EEUU por un valor de más de 530.000 millones de euros.
Una política exterior sometida: de Irán al genocidio en Palestina
La mayoría de países europeos, y la propia OTAN, ha aplaudido el bombardeo por parte de los EEUU de las instalaciones nucleares de Irán, que supone una violación flagrante del derecho internacional que la UE dice defender. El bombardeo se produjo a pesar de que esas instalaciones se regían por un acuerdo firmado, entre otros, por Francia, Alemania y la Unión Europea, que incluía inspecciones de las instalaciones nucleares iraníes por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica (OEIA).
En cuanto al genocidio que se está desarrollando en Gaza –al que se suma la limpieza étnica que los colonos, apoyados por el ejército israelí, están desarrollando en la Cisjordania ocupada- la Unión Europea cierra los ojos.
Se mantienen las relaciones diplomáticas, culturales, deportivas, comerciales, e incluso militares con Israel (sólo algunos países, ante la presión de la movilización popular, están deteniendo o limitando la entrega de armas a Israel).
La UE se ha negado a suspender el acuerdo comercial con Israel, que permite que, en 2024, la Unión Europea fuera el mayor socio comercial de la entidad sionista, representando aproximadamente el 32% de su comercio total de bienes. Alrededor del 34.2% de las importaciones de Israel provinieron de la UE, mientras que el 28.8% de sus exportaciones se dirigieron a la UE. El comercio total de bienes entre la UE e Israel en 2024 ascendió a 42.600 millones de euros. El artículo 2 de ese acuerdo establece que “todas las disposiciones del presente Acuerdo, se fundamentan en el respeto de los principios democráticos y de los derechos humanos, que inspira sus políticas interiores y exteriores y constituyen un elemento esencial del presente Acuerdo”. Su cumplimiento permitiría la inmediata suspensión del acuerdo.
Mientras tanto, numerosos gobiernos europeos han perseguido a quienes se manifestaban contra el genocidio.
La Unión Europea no representa ni a las naciones europeas, ni la paz, ni la democracia
La actual crisis mundial muestra a las claras, no sólo el carácter reaccionario de las instituciones de la Unión Europea, sino incluso su inutilidad para el orden imperialista. No es por casualidad que hoy, en vísperas de la reunión del 15 de agosto en Alaska entre Trump y Putin, la participación de la UE haya sido descartada. Para Trump –es decir, para el imperialismo USA- la UE debe pagar y callar. Pagar a costa de los pueblos europeos, de la industria, de los derechos sociales, de la democracia.
Para los trabajadores y los pueblos de Europa se abre la necesidad de barrer estas instituciones, de acabar con los gobiernos que se someten a ellas, de abrir la vía a los Estados Unidos Socialistas de Europa, para desarrollar la industria, los derechos sociales, los servicios públicos, la democracia, para acabar con la política de guerra.