Carta Semanal 1054 para descargar en PDF

El debate celebrado en el Congreso hace unos días sobre la corrupción ha sido definido por algún comentarista como “Y tú más”, por las acusaciones cruzadas entre el PSOE y el PP. Pocos días después, a los escándalos vinculados al PSOE que motivaron el debate se suma un nuevo caso, que afecta a toda la cúpula del Ministerio de Hacienda bajo Aznar y Rajoy, comenzando por su ministro, Cristóbal Montoro. La población, que se enfrenta cada día a enormes dificultades para sobrevivir, asiste asqueada a este espectáculo, que alimenta a la abstención obrera y a la extrema derecha.
Pretenden convencernos de que se trata de casos aislados, que pueden atajarse con algunas medidas. Otros culpan al “bipartidismo”, para presumir de jimienza y, también, para salvar al régimen. Pero no es así: la corrupción –que es un fenómeno propio del capitalismo- se acentúa en España porque afecta a todo el régimen, que corrompe o ha corrompido a todas las organizaciones que viven de sus instituciones. La corrupción recorre al régimen desde la Casa Real al último ayuntamiento.
Juan Carlos I, el heredero designado por Franco, amasó en sus años de reinado una fortuna que Forbes calcula en 1.800 millones de euros (más de 46 millones al año). Cobraba mordidas y comisiones de todo tipo. La fiscalía le atribuyó, sólo entre 2008 y 2012, cinco delitos fiscales acreditados. En todos los ejercicios fiscales consultados. También le atribuyó un posible blanqueo de capitales por la transferencia ordenada a favor de su amante Corinna. Un posible cohecho pasivo por recibir 100 millones de dólares del rey Abdallah o 1.8 del Sultán de Bahrein. Todo fue archivado, ya sea por prescripción o por la inmunidad que le otorgaba su cargo.
