Declaración del Secretariado Internacional de la IV Internacional

Carta Semanal 1040 en catalán

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Los anuncios de Trump sobre los aranceles atestiguan, ante todo, la crisis generalizada del capitalismo mundial y, en particular, de su eje, el imperialismo estadounidense.

El sistema de la propiedad privada de los medios de producción se ha agotado. Sus únicas soluciones, en todos los continentes y países, son atacar los derechos y garantías de los trabajadores y la soberanía de las naciones, provocando la guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina y numerosos conflictos en África, Oriente y Asia. Según el presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca: «comercio y defensa están inextricablemente ligados: (el comercio mundial, principalmente representado en dólares) solo puede prosperar gracias al poder militar estadounidense, que garantiza nuestra estabilidad financiera y la credibilidad de nuestros préstamos». Cabe señalar que, al mismo tiempo que Trump toma estas decisiones «económicas», que marcan una verdadera convulsión mundial, presta un apoyo incondicional a B. Netanyahu que masacra al pueblo palestino y que pretende ser el garante del orden en toda esta región del mundo.

En esta situación, en un intento desesperado por superar la crisis del capital estadounidense, Trump desata esta guerra a escala mundial.

Los aranceles constituyen el choque político más importante para el sistema comercial mundial desde que Richard Nixon reventó (los acuerdos de) Bretton Woods en 1971”, Wall Street Journal

«La desconexión del dólar del oro por parte del presidente Richard Nixon en 1971 no solo convirtió al dólar en la moneda de reserva mundial y de referencia del comercio internacional; también permitió al Tesoro producir masivamente dólares en exceso y sobrevalorarlos, reduciendo sus exportaciones y creando un abismal déficit financiero y comercial. El secretario del Tesoro estadounidense dijo entonces: «el dólar es nuestra moneda, es vuestro problema». Cincuenta y cinco años después, The Times escribe: «El “exorbitante privilegio” de la moneda de reserva mundial es descrito ahora como una “exorbitante carga” por el equipo presidencial».

La decisión de Trump es una expresión brutal de lo que anteriores gobiernos estadounidenses han pretendido hacer sin conseguirlo del todo. El plan de Trump hoy es hacer que todo el planeta pague el gigantesco déficit estadounidense a través de aranceles aduaneros, la eliminación de barreras a la entrada de mercancías estadounidenses, la compra de armamento estadounidense, el traslado de fábricas a Estados Unidos o, como dice la Casa Blanca, «el libramiento de cheques al Tesoro estadounidense». Se trata del saqueo y la confiscación de la riqueza de las naciones por parte del imperialismo estadounidense, a escala mundial, para financiar al ejército estadounidense y mantener el dólar como moneda de reserva mundial. El imperialismo estadounidense, el imperialismo dominante, concentra todas las contradicciones del sistema capitalista mundial y ahora ha decidido culpar de la crisis a todos los países, empezando por China. Para el representante de Comercio de EEUU, Jamieson Greer: «El  sistema comercial mundial de los últimos años tal vez estuviera adaptado a la época, pero fracasó desde hace diez o veinte años en Estados Unidos. Cuando China se convierte en el gran ganador del sistema comercial, hay que cambiarlo», Entrevista en Fox Business

La burocracia china reaccionó rápida y firmemente a la escalada de aranceles impuesta por Estados Unidos, porque lo que está en juego es la propia existencia del Estado chino, y no la mera competencia económica en el mercado mundial. Las burguesías europeas, atrapadas entre la presión del imperialismo estadounidense y el miedo a ver a los trabajadores y al pueblo movilizarse contra los despidos vinculados a los aranceles y los recortes de los presupuestos sociales exigidos por el imperialismo estadounidense en nombre del rearme, están paralizadas. Treinta y tres gobiernos de América Latina y el Caribe, reunidos el 9 de abril en una cumbre continental en Honduras, no adoptaron ninguna medida práctica común para oponerse a las medidas unilaterales de Trump, a pesar de que están conduciendo al estrangulamiento presupuestario y a la desertificación de regiones enteras.

Al iniciar una guerra comercial mundial, al reforzar la naturaleza autoritaria del poder dentro de los propios Estados Unidos, al hacer la guerra a los migrantes, a los refugiados y al propio pueblo estadounidense, al imponer multas de 10.000 dólares al día a millones de migrantes y refugiados bajo órdenes de deportación si no se marchan inmediatamente, el imperialismo se está preparando para la guerra. El mercado mundial es demasiado pequeño. Para mantenerse en el poder cuando son rechazados o desafiados, para salvar su sistema en bancarrota y asegurarse aún más beneficios colosales, para explotar aún más y saquear aún más, los dirigentes del capital financiero están dispuestos a hundir a los pueblos y naciones en la guerra, y a desafiar la soberanía de las naciones oprimidas, ganada con tanto esfuerzo. La economía armamentística, principal motor del capitalismo mundial, debe funcionar a toda máquina.

En una visita a la sede de la OTAN en Bruselas, el secretario de Estado estadounidense Marco Rubio reiteró su exigencia de que los presupuestos militares se eleven al 5% del PIB de los Estados miembros, donde el 64% de las compras de armas proceden de Estados Unidos. Al mismo tiempo, continúa la carnicería en Ucrania y se rebaja la edad del servicio militar obligatorio.

El genocidio de la población palestina de Gaza, masacrada por el ejército israelí con la ayuda de las bombas estadounidenses y enfrentada a un bloqueo, sin alimentos, electricidad ni agua, se agrava hasta alcanzar proporciones sin precedentes. La guerra es el rostro del futuro prometido a los pueblos por el sistema capitalista en crisis.

El superimperialismo no existe, ni en Estados Unidos ni en ninguna otra parte. El silencio embarazoso o las declaraciones de los principales dirigentes del movimiento obrero que piden, abiertamente o a hurtadillas, el aumento de los gastos militares sin recortar los presupuestos sociales, en nombre de la defensa de los intereses nacionales, suenan como un grito de guerra a los gobiernos belicistas que llaman a la unidad nacional. Chocarán inevitablemente con los 100.000 manifestantes que marcharon en Roma el 5 de abril para exigir «dinero para hospitales, no para misiles»; con los millones de estadounidenses que salieron a la calle el mismo día, entre ellos 100.000 en Washington y otros tantos en Nueva York, para oponerse al gobierno de D. Trump; con los jóvenes y decenas de miles de serbios que se organizan en asambleas populares; con el millón de marroquíes que se manifestaron en Rabat el 6 de abril al grito de «basta de guerra»; y con los cientos de miles que se manifiestan desde hace meses en Inglaterra, en Yemen y en cuatro continentes para oponerse al genocidio del pueblo palestino.

Más que nunca, ayudemos a agrupar fuerzas en cada país y a escala internacional, para tomar las calles el 1 de mayo, en las condiciones propias de cada país.

  • ¡Ruptura con el imperialismo y los gobiernos promotores de guerra!

  • ¡Alto el fuego en Palestina!

  • ¡Embargo de armas!

  • ¡Ni OTAN, ni Putin, ni Trump!

  • ¡Dinero para salarios, hospitales, escuelas e infraestructuras públicas, no para la guerra!

 

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