Carta Semanal 1014 en catalán
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La supervivencia del capitalismo encamina a la humanidad a la barbarie, como se expresa, entre otros aspectos, en las crisis recurrentes, las guerras, la intensificación del genocidio de Palestina, el saqueo de los recursos naturales y, sobre todo, la desvalorización de la fuerza de trabajo que cuestiona las condiciones de vida de la mayoría de la población, que es la clase trabajadora. En este contexto, muchos de sus viejos partidos han desaparecido o se han convertido en marginales por su connivencia con el capital, mientras levanta nuevas organizaciones que puedan ser efectivamente un instrumento en la lucha por sus aspiraciones.
Desde el estallido de la crisis en los primeros años setenta, tras el espejismo de la supuesta “edad dorada” que siguió a la Segunda Guerra Mundial, llevamos ya más de 50 años sin una fase expansiva. La vieja potencia imperialista dominante, Estados Unidos, es un gigante con pies de barro. Sigue siendo la primera potencia, como muestran indicadores como su PIB, que es una cuarta parte del mundial cuando sólo tiene un 4% de la población. O su gasto militar, que alcanza el 40% del total. Pero a la vez muestra una gran incapacidad para imponer elementos de orden, que se revela en hechos como su abandono de Afganistán en 2021. Ante ello, ciertos sectores que, de hecho, defienden el capitalismo, apelan a la idea de un nuevo orden mundial multilateral, cuya concreción final podría ser el relevo de EE. UU. como potencia dominante, dejando tal condición a China. Mientras tanto, reivindican un papel progresivo al grupo de países conocidos como BRICS o más recientemente BRICS+.
El mejor ejemplo de esa defensa del capitalismo lo constituye la propia burocracia china, como expresa su máximo dirigente, Xi Jinping, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China. Es decir, del partido-Estado que impone unas durísimas condiciones de explotación a la clase trabajadora china, como explicamos más adelante.
Jinping es el dirigente cuyas formulaciones, completamente ajenas y contrarias al marxismo, se han constitucionalizado bajo el nombre tan pomposo como reaccionario de “Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”. Entre los 14 puntos de que consta, se incluye la reivindicación del desmantelamiento de las conquistas de la Revolución (punto 3, sobre “la consolidación integral de las reformas”) y de las fórmulas estalinistas del “socialismo en un solo país” y el “marxismo-leninismo” (punto 7, acerca de “Practicar los valores centrales del socialismo”, que asocian precisamente al marxismo-leninismo y el socialismo con características chinas).
Los BRICS son una fuerza importante en la configuración del panorama internacional. Elegimos nuestras vías de desarrollo de forma independiente, defendemos juntos nuestro derecho al desarrollo y marchamos juntos hacia la modernización. Esto representa la dirección del progreso para la sociedad humana y tendrá un profundo impacto en el proceso de desarrollo del mundo. Hemos defendido la equidad y la justicia en los asuntos internacionales, hemos defendido lo que es correcto en las principales cuestiones internacionales y regionales, y hemos reforzado la voz y la influencia de los mercados emergentes y los países en desarrollo. Los países BRICS defienden y practican sistemáticamente políticas exteriores independientes. Siempre abordamos las grandes cuestiones internacionales en función de sus méritos, defendiendo lo correcto y adoptando las medidas adecuadas. No regateamos nuestros principios, no sucumbimos a presiones externas y no actuamos como vasallos de otros.
Esto afirmaba Jiping en su discurso, el 23 de agosto de 2023, en la 15ª cumbre de los BRICS celebrada en Johannesburgo (https://legrandcontinent.eu/es/2023/08/26/nosotros-los-paises-de-los-brics-el-discurso-de-xi-jinping-en-johannesburgo-1/). Los BRICS podrían constituir una alternativa a la dominación imperialista de EE. UU. y, además, una alternativa progresista. ¿Qué hay de cierto en ello?
¿Qué son los BRICS?
De acuerdo con su propia definición, “los BRICS son un grupo informal de Estados que comprende la República Federativa de Brasil, la Federación Rusa, la República de la India, la República Popular China y la República de Sudáfrica. Fue la parte rusa la que inició la creación de los BRICS” (https://infobrics.org/). El nombre BRICS es un acrónimo formado con las iniciales de los nombres de los cinco países.
El 20 de septiembre de 2006, a propuesta de Putin, tuvo lugar la primera reunión de lo que después serían los BRICS, aún sin Sudáfrica. Fue en Nueva York, con ocasión de una sesión de la Asamblea General de la ONU. El 16 de junio de 2009 se celebró la primera cumbre, que emitió un comunicado en el que se afirmaba: “el diálogo y la cooperación de los países BRIC son propicios no sólo para servir a los intereses comunes de las economías de mercados emergentes y los países en desarrollo, sino también para construir un mundo armonioso de paz duradera y prosperidad común” (https://infobrics.org/page/history-of-brics/). En 2010 se unió Sudáfrica y en la mencionada cumbre de 2023 se acordó la integración de otros seis Estados -Argentina, Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán-, que se hace efectiva en el inicio de 2024 excepto en el primer caso, por decisión de su actual presidente (Arabia Saudí no ha formalizado el ingreso aún). Con ellos, el nombre del grupo pasa a ser BRICS+.
Con datos del Banco Mundial de 2023, los BRICS sumaban el 24,6% de la producción mundial, cuando su población suponía un 40,6% del total y su territorio el 28,2%. Incluso sumando las cinco nuevas incorporaciones, el PIB de los BRICS+ únicamente aumenta hasta el 27% del producto mundial, mientras que tan sólo EE. UU. produce el 26% y el G7 suma el 44,4% (casi el doble por tanto que los BRICS). En términos de renta per cápita, es de 14.250 dólares en Rusia, 13.400 en China, 9.070 en Brasil, 6.750 en Sudáfrica y 2.540 en India. La estadounidense es 80.300 dólares, entre 5,6 veces más que Rusia y 31,6 veces más que India.
Ni hay alternativa a EE. UU. ni los BRICS podrían serla
Desde el método con el que se puede explicar rigurosamente lo que ocurre, que es el marxismo, no se sostiene que nada cambie. Hay procesos en curso -y los que podrían ocurrir- que modifican la situación. Pero esto no significa que los cambios puedan darse de cualquier modo, de forma ajena al marco social en el que se inscriben. Dicho de otro modo, que bajo el capitalismo no hay espacio para “un mundo armonioso de paz duradera y prosperidad común” se verifica empíricamente (véase “La dislocación del mercado mundial y la crisis del capitalismo” en el n.º 110, de marzo de 2022, de nuestra revista teórica La Verdad).
La imposibilidad de una alternativa a la dominación estadounidense no se basa en la fortaleza de ésta -que, como decíamos, es un gigante, sí, pero con pies de barro-, sino en la propia noción de alternativa. Claro que los datos reseñados son indicativos de la debilidad de esa supuesta alternativa de los BRICS, máxime considerando que la dominación, aunque se fundamente en una base material -económica y militar-, requiere y se plasma también en más planos, que incluyen, entre otros, el político y el ideológico-cultural. Baste citar al respecto que EE. UU. realiza el 40% de todo el gasto militar mundial, que controla instancias como el FMI o el Banco Mundial, etc.
Pero la misma razón por la que Estados Unidos se muestra incapaz de poner orden a escala mundial es la que hace descartar toda ilusión de un relevo, que sí pudiera imponer orden bajo el capitalismo (la expropiación del capital sí abriría esa posibilidad, pero no es lo que plantean los BRICS, dada la condición burguesa de los Estados que lo integran y burocrática en el caso de China). Esta razón es la crisis crónica del capitalismo ligada a la agudización de sus contradicciones, derivadas de la ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia.
Sin embargo, ¿acaso no fue posible un cierto orden mundial en 1945? Sin discutir ahora “cuánto de orden” hubo realmente, el hecho es que ahora no existe lo que hizo posible el crecimiento posbélico basado en las condiciones excepcionales de la posguerra y en medios artificiales de crecimiento (armamento y crédito sobre todo): la dominación imperialista tan potente que ostentaba EE. UU. tras la guerra, gracias a la colaboración del estalinismo y la socialdemocracia para contener al movimiento obrero (como tan nítidamente muestra la foto de la conferencia de Postdam, con Truman -presidente de Estados Unidos, ya primera potencia imperialista-, Atlee -líder laborista británico- y el propio Stalin). Si eso fue una tragedia al frustar la posibilidad revolucionaria en curso, plantear un sistema multipolar de dominación hoy que permita un orden armonioso es una farsa.
Hoy toda idea de alternativa, de relevo en la dominación capitalista es idealista, superficial, porque desconsidera el trasfondo de la crisis crónica, plasmada en una dislocación del mercado mundial que provoca la destrucción de fuerzas productivas cada vez más sistematizada: la huida hacia delante del capital. Así, la debilidad teórica de un “orden multilateral” naufraga no ya en el adjetivo “multilateral”, sino en el sustantivo “orden” (una suerte de patética resurrección del ultraimperialismo de Kautsky, que Lenin ridiculizaba en El imperialismo, fase superior del capitalismo, de 1916, “el superimperialismo, la unión de los imperialismos de todo el mundo (…) un ultradisparate (…) la ‘teoría’ del ultraimperialismo es tan absurda como una teoría de la ultraagricultura”). Ningún orden es posible ya: la pugna competitiva que forma parte constitutiva del capitalismo se presenta hoy, en el contexto de la estrechez del mercado mundial para las necesidades de valorización del capital, toma inevitablemente la forma del conflicto tan exacerbado que se expresa en las guerras, el saqueo de los recursos naturales, los intentos de imponer una explotación laboral cada vez mayor, etc.
El carácter ilusorio de un orden multipolar -pero dirigido en última instancia por China- se muestra con claridad en la cuestión monetaria, en la simplista idea de que desplazar al dólar como principal moneda es la forma de desplazar a EE. UU. como potencia dominante. Pero, en primer lugar, el dólar sigue siendo hoy la principal moneda, aunque disminuya su peso relativo en la economía mundial. Como explica el FMI: “el dólar de EE.UU. continúa cediendo terreno frente a monedas no tradicionales en las reservas mundiales de divisas, aunque sigue siendo la principal moneda de reserva” (https://www.imf.org/es/Blogs/Articles/2024/06/11/dollar-dominance-in-the-international-reserve-system-an-update). ¡El dólar representa un 60%, mientras el renmimbi sólo el 3%!
Excede en mucho lo que cabe explicar aquí del carácter sustantivo de la moneda y su concreción en la economía mundial actual. Baste con señalar que el trasfondo de las cuestiones monetarias es siempre la producción de valor como premisa para la valorización del capital, que hoy toma forma a escala mundial. Es decir, sin menospreciar los cambios que efectivamente acontecen en el terreno monetario, la pretensión de que una modificación del peso relativo de cada moneda -específicamente una reducción del peso del dólar- es la base para modificar su lugar en el mercado mundial constituye un buen ejemplo de la pretensión de comenzar la casa por el tejado.
Por tanto, no, no hay posibilidad de relevo del no-orden mundial capitalista actual, dominado por Estados Unidos, por un sí-orden capitalista multipolar gracias a los BRICS, porque, como se evidencia cada vez más, la supervivencia del capitalismo conduce a la barbarie.