Sobre el reconocimiento del “Estado Palestino”

Carta Semanal 1063 para descargar en PDF

A lo largo de este año han sido varios los países europeos que, presionados por opinión pública que rechaza su apoyo activo o pasivo al genocidio de Gaza y por la movilización popular, han decidido reconocer el Estado Palestino. Todos saben que se trata de un mero gesto sin repercusiones prácticas, pero quienes tienen mayor capacidad de análisis ponen de manifiesto otras cuestiones. Citaremos algunos de esos comentarios

El nacimiento imposible de un Estado palestino

En La Vanguardia del 14 de septiembre encontramos un artículo con el título “la quimera del Estado palestino”, que explica que Palestina no controla su territorio, ya que el 82% de la franja de Gaza y el 60% de Cisjordania están bajo control israelí, e Israel tiene planes de anexión para ambas zonas.

François Lazar escribe en Informations Ouvrières, periódico del Partido Obrero Independiente de Francia, que “Este reconocimiento viene acompañado de condiciones y mandatos que colocan a la población palestina ante una disyuntiva bastante simple: aceptar o desaparecer. Defender la idea y la perspectiva de un Estado de Palestina, desprovisto de todas las prerrogativas de un Estado, confinado y controlado desde fuera, es un reconocimiento consciente y deliberado de la realidad colonial israelí. Si Macron y los líderes europeos realmente quisieran imponer la descolonización de Cisjordania, condición para establecer allí un Estado palestino, sea cual sea su contenido, suspenderían todas las relaciones políticas, económicas y culturales con el genocida Estado israelí”.

Para Joseph Massad, en Middle East Eye, este reconocimiento apunta a «un estado fantasma, sin pueblo ni territorio definido, destinado a proteger a Israel de un creciente aislamiento». Massad recuerda que «Occidente solo ha reconocido los derechos palestinos cuando los ha visto como un instrumento para fortalecer a Israel».

El blog Free Haifa, ubicado en el Estado de Israel, considera que «los cómplices del genocidio en Gaza no han encontrado mejor manera de redimirse que reconocer un Estado palestino inexistente».

Peter Beinart, exeditor jefe de la revista estadounidense Jewish Currents, también denuncia esta hipocresía: «Hablar de un Estado palestino sin desmantelar el apartheid israelí equivale a vender un mito de paz mientras se consolida la supremacía judía sobre todo el territorio entre el río y el mar». Y añade que “la ilusión de dos Estados permite a Occidente proclamarse progresista mientras se niega a afrontar la realidad: solo existe un Estado, y es un Estado de apartheid”.

Para Ramzy Baroud (Palestine Chronicle), el reconocimiento no es un acto de justicia, sino “una estrategia para restaurar la credibilidad perdida de los gobiernos occidentales, desacreditados por su apoyo a las masacres en Gaza”.

El historiador israelí Avi Shlaïm explica que estas maniobras diplomáticas siguen una larga tradición: “Desde 1948, las potencias occidentales han seguido encubriendo a Israel mientras afirman trabajar por la paz. El reconocimiento actual se inscribe en esta lógica: salvar a Israel del aislamiento, no salvar a Palestina de la opresión”.

En el sitio web arab48.com, Suleiman Abu Arshid advierte que «lo que se ofrece no es un Estado real, sino una ilusión diplomática destinada a transformar la causa palestina en un expediente administrativo ante las Naciones Unidas».

Para Awad Abdel Fattah, coordinador de la Campaña por un Estado Democrático (ODSC), «la solución de dos Estados se ha convertido en una herramienta para normalizar el apartheid y el exterminio»

Ilan Pappé, historiador israelí y autor del libro La limpieza étnica de Palestina, coincide: «Hablar de un Estado palestino mientras se ignora el derecho al retorno de los refugiados, se hace la vista gorda ante Gaza y se permite que continúe la colonización, es institucionalizar la limpieza étnica que comenzó en 1948». Para él, el reconocimiento occidental, lejos de ser una victoria, «pretende cerrar la cuestión palestina sin jamás hacer justicia». Para Pappé, el único camino realista es «deslegitimar el proyecto colonial en su conjunto y construir una alternativa basada en la igualdad de todos los habitantes entre el río y el mar».

Reconocer a Palestina sin desmantelar el apartheid, sin hacer justicia a los refugiados, sin poner fin a la ocupación, es institucionalizar mentiras; es, en palabras de Ilan Pappé, enterrar «la Nakba bajo una bandera palestina simbólica».

En Mediapart (22 de septiembre), la periodista Clothilde Mraffko habla del “nacimiento imposible de un Estado palestino”. Y explica cómo, en 1995, el geógrafo Khalil Tafakji advirtió a Yasser Arafat: «Si miras los mapas, no existe un Estado palestino… No tienes nada». Treinta años después, su diagnóstico se confirma, si vemos la situación de Cisjordania: 517.000 colonos en Cisjordania, 235.000 en Jerusalén Este, y una red de carreteras, puestos de control y 200 verjas que confinan a los palestinos. En 2025, la ONU contabilizó 849 obstrucciones de tráfico. Una Cisjordania fragmentada, en la que no cabe ningún “Estado”, en la que los colonos israelíes ocupan las mejores tierras, monopolizan el acceso al agua y acosan a los palestinos, bajo la protección del ejército israelí. No habría ningún “estado”, tan sólo un conjunto de ghettos o de bantustanes palestinos.

«El Estado palestino no tiene soberanía. Toda la economía está bajo control israelí», nos recuerda Tafakji. La dispersión de los palestinos completa este panorama: ciudadanos de segunda clase en Israel, residentes revocables en Jerusalén, bombardeados en Gaza, acosados en Cisjordania, refugiados privados de derechos en el Líbano. El artículo cita al periodista Rami Abou Jamous, todavía residente en Gaza, para quien el reconocimiento internacional es como «un discurso fúnebre» pronunciado demasiado tarde, en el momento de «su aniquilación».

Legalizar la ocupación colonial y el robo de tierras

En efecto, el supuesto reconocimiento de un “Estado palestino”, sin más, supone admitir una situación en que los colonizadores sionistas se quedan la tierra, para los palestinos un simbolismo sin tierra. Se reconocería un supuesto “Estado palestino”, desarmado –es decir, sometido a cualquier intervención militar que Israel quiera llevar a cabo- al lado de la colonia infanticida impuesta en la región. Un supuesto «estado» con una ínfima porción de tierra, legalizando la expulsión de 900.000 palestinos del territorio de Israel en 1948, negando el Derecho a Retorno de los refugiados palestinos, legitimando la ocupación colonial sionista, e imponiendo como gobierno «palestino» a la colaboracionista y corrupta “Autoridad Palestina” de Cisjordania, a la que la inmensa mayoría de palestinos rechaza, que perdió frente a Hamás las últimas elecciones (celebradas en 2006) y dio entonces un golpe de Estado para no reconocer los resultados. Una “autoridad” que actúa como subcontratista de la ocupación israelí y que ejerce, a su servicio, la represión contra la resistencia.

Además, lo que urge es poner fin a la masacre. De nada les sirve a los dos millones de palestinos de Gaza, que viven desde hace dos años bajo los bombardeos, los desplazamientos forzosos y el hambre, un reconocimiento de un Estado de papel. Y para poner fin a la masacre habría que ir más allá, dejar de comerciar con Israel, romper todo tipo de relaciones con la entidad sionista, someter al Estado sionista a un boicot como el que en su día se aplicó a la Sudáfrica del apartheid.

Como señalaba Awad Abdelfattah, coordinador de la campaña One Democratic State, ante el congreso judío antisionista de Viena (13-15 de junio de 2025), “La única respuesta justa es el desmantelamiento del régimen sionista y la creación de un único Estado democrático en toda Palestina, donde todos, independientemente de su religión u origen, vivan como iguales bajo una sola ley, con una sola voz, en una patria común”. Desde 2018, formo parte de la campaña One Democratic State o ODSC, un movimiento palestino que aboga por un Estado descolonizado, laico y democrático desde el río hasta el mar. Entre los miembros fundadores de esta campaña se encuentran valientes judíos anticolonialistas, como Ilan Pappé y Haïm Bresheeth, que impulsan con otros esta conferencia, así como Jeff Halper y otros. También contamos con Ghada Karmi, que también forma parte del equipo organizador de la campaña. Esta visión no es un concepto occidental. No es un sueño para después de la paz”.

Abdelfattah, palestino que vive dentro de las fronteras de Israel, y, por tanto, ciudadano israelí –de segunda- explicaba cómo la “solución” de los dos Estados, consagrada en los acuerdos de Oslo (firmados en 1993) deja fuera de juego a los árabes israelíes. Los acuerdos de Oslo no hicieron más que reforzar este olvido. Nos excluyeron de la definición del pueblo palestino, tratándonos como si no tuviéramos ninguna importancia para la solución política. Nuestra situación se consideraba accesoria, y no sistemática. Pero nos negamos a desaparecer. Rechazamos Oslo, no solo porque nos excluía, sino también porque reforzaba el apartheid, fragmentaba a nuestro pueblo, legitimaba el sionismo y prolongaba nuestro sufrimiento. En 1995, lanzamos un movimiento político que cuestionaba toda la lógica de Oslo y la idea de un Estado basado en la supremacía étnica. Exigimos un Estado para todos sus ciudadanos”.

Un respiro para el proyecto sionista

Sacar ahora del olvido la “solución” de los dos estados supone dar un respiro al proyecto sionista, en el momento en que se enfrenta al rechazo de los pueblos de todo el mundo.

Como señalaba Felipe VI en su discurso ante la ONU, “El reconocimiento del Estado de Palestina (…) debe ayudar a conseguir una paz regional justa y definitiva, basada en la aplicación de las resoluciones de Naciones Unidas y también en el reconocimiento universal del Estado de Israel.

Y recordemos que, como señalaba Ralph Schoenmann, judío norteamericano, en su Historia Oculta del Sionismo, ese proyecto tiene como objetivo “sustituir a la población indígena por una nueva comunidad de colonos, erradicar a los campesinos, artesanos y población urbana de Palestina y sustituirlos por una fuerza de trabajo completamente nueva compuesta por los colonizadores”.

En 1940, Joseph Weitz, jefe del Departamento de Colonización de la Agencia Judía, escribió: “Entre nosotros tiene que estar claro que no caben dos pueblos en este país. No conseguiremos nuestro objetivo si los árabes permanecen en este pequeño país. No hay otra manera más que trasladar a los árabes de aquí a los países vecinos. A todos ellos. No hay que dejar ni una aldea, ni una tribu”.

Raphael Eitan, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas israelíes, declaró: “Manifestamos abiertamente que los árabes no tienen derecho alguno a ocupar ni un solo centímetro de Eretz Israel. Los de buen corazón, los moderados, debéis saber que las cámaras de gas de Adolf Hitler parecerían un palacio de recreoLo único que entienden y entenderán es la fuerza”.

Ben Gurion formulaba muy claramente la estrategia sionista: “Cuando nos convirtamos en una fuerza con peso como resultado de la creación del Estado, aboliremos la partición y nos expandiremos a toda Palestina. El estado será sólo un estadio en la realización del sionismo y su tarea es preparar el terreno para nuestra expansión”.

Estado sionista o un único Estado democrático. No hay otra salida.

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