¡800.000 millones para la guerra!

Carta Semanal 1034 en catalán

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El pasado día 5, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dirigía un mensaje a la nación, que El País describe como “un dramático discurso televisado con tintes de guerra”, en el que anunciaba que “entramos en una nueva era”, en la que “la inocencia de los últimos 30 años, tras la caída del muro de Berlín, ha llegado a su fin”. La Unión departamental de Force Ouvrière de Paris lo calificó de “discurso de sangre y lágrimas”, como la alocución de Churchill a los británicos al comienzo de la II Guerra Mundial. 

El discurso pone de manifiesto el giro de los gobiernos europeos hacia el aumento del gasto militar, hacia la economía de guerra, un camino que lleva hacia el abismo de la guerra.

El 6 de marzo, los jefes de gobierno de los 27 países de la Unión Europea aprobaban, en una cumbre extraordinaria, un “plan de rearme diseñado por el Ejecutivo comunitario que abre la puerta al endeudamiento sin penalización para el gasto en defensa y emitirá, por vez primera, deuda común —además, bajo garantías del presupuesto comunitario— para pagar material militar. Y es solo el inicio del camino.” (El País).

“Los 27 se comprometieron a acelerar la movilización de los instrumentos y financiación necesaria para reforzar la seguridad de la UE y la protección de sus ciudadanos’, siempre en colaboración con la OTAN”. (20 minutos).

Los líderes rezuman ardor belicista. Mette Frederiksen, primera ministra danesa, declaraba que «lo más importante ahora es rearmar Europa»«No tenemos mucho tiempo. Hay que gastar, gastar y gastar en defensa y disuasión”. Bart De Wever, primer ministro de Bélgica, dijo que presentará a su gobierno planes para destinar el 2% del PIB a la defensa «más rápido de lo previsto». «Estaba previsto en 2029, pero el mundo debe rearmarse mucho más rápido», dijo. Pedro Sánchez ha dicho lo mismo: “Todos tenemos que hacer un esfuerzo por anticipado respecto a lo que nos habíamos marcado antes [para llegar al 2%], que era el año 2029.

A las órdenes de Trump

La exigencia del gobierno USA de aumentar sustancialmente el gasto militar es inequívoca. Mike Walz, Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, acaba de declarar: «Cuando el mayor conflicto se desarrolla a sus puertas, ha llegado el momento de que Europa demuestre su compromiso con nuestra alianza aumentando su gasto al menos al 5% del PIB«.  Marco Rubio, secretario de Estado de EEUU, declaraba el 31 de enero que «La mayor economía de Europa se centra demasiado en los programas sociales en vez de en la defensa».

Mark Rutte, secretario general de la OTAN, declaraba el 2 de febrero que “debemos prepararnos para la guerra”. Y que el gasto militar “puedo asegurarles una cosa: será mucho, mucho, mucho más del 2%”. Ningún gobierno europeo se ha opuesto a esta exigencia. 

El Presidente de turno de la UE, Donald Tusk, señalaba en el Parlamento Europeo que la prioridad número uno de la Presidencia polaca del Consejo es la seguridad: “Europa tiene que armarse (…). Hay quien piensa que es una extravagancia o una maldad decir que deberíamos gastar hasta el 5% de nuestro PIB en cuestiones de seguridad, pero en los tiempos que corren Europa no puede permitirse ahorrar en seguridad (…) Es el momento para aumentar de forma radical nuestra inversión en defensa”.

Kaja Kallas, jefa de la diplomacia europea, declaraba hace poco: “El presidente Trump tiene razón al decir que no gastamos lo suficiente. Es hora de invertir”.

Nade debe interponerse frente a esta demanda. Rutte dijo en la Eurocámara que “Para estar seguros en el futuro, los aliados deben gastar considerablemente más que el 2%. Y la seguridad no es gratis”. ¿De dónde van a salir esas enormes cantidades? Del gasto social, de los servicios públicos, de las inversiones en infraestructuras. Citamos de nuevo a Rutte: “gastar más en defensa significa gastar menos en otras prioridades, pero puede marcar una gran diferencia para nuestra seguridad futura. En promedio, los países europeos gastan fácilmente hasta una cuarta parte de su ingreso nacional en pensiones, salud y sistemas de seguridad social, y solo necesitamos una pequeña fracción de ese dinero para hacer que la defensa sea mucho más fuerte”. Es decir, que la marcha hacia la guerra exige igualmente la guerra social.

Pero temen la respuesta de los pueblos

A finales de enero, Rutte realizó una gira por varios países europeos. En Portugal, el primer ministro, Luis Montenegro, le declaraba que “El esfuerzo de inversión militar no puede ser tal (…) que implica rupturas sociales y políticas en Europa”. Y el presidente de la República, Rebelo De Sousa, agregaba: «La OTAN se fortalece con el hecho de que hay crecimiento económico y justicia social en los países que forman parte de la OTAN, porque si no es así, el radicalismo será más fuerte y habrá más oposición a la OTAN y a la Unión Europea (…) el esfuerzo por contribuir a la inversión militar no puede gestionarse de tal manera que conduzca a una perturbación social y política en Europa, porque entonces lo que aparentemente se ha ganado en seguridad se perdería en inseguridad«. Sin oponerse al aumento del gasto militar que exige Rutte, ambos explicaban el dilema que atenaza a los gobiernos: destinar a gastos militares las fabulosas cantidades que están sobre la mesa comporta un riesgo de estallido social. 

De ahí las dificultades para ponerse de acuerdo. Y los subterfugios para hacerlo pasar ante las opiniones públicas.

El 3 de febrero, una primera “cumbre informal”, celebrada en Bruselas, no consiguió llegar a acuerdos. Los participantes decidieron dirigirse a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, para pedirle una decisión comunitaria, que incluyera una “flexibilización” de las reglas sobre déficit y deuda para poder impulsar el gasto militar sin tener que hacerlo sólo con recortes inmediatos en gasto social. La Comisión Europea recibió un mandato claro para el Libro Blanco sobre Defensa que presentará en junio. Debe concretar cómo va a redistribuir parte del dinero de los presupuestos de la UE desde las partidas tradicionales de agricultura, pesca o fondos estructurales hacia inversiones militares. Una mala noticia para los agricultores y pescadores europeos, que ya se enfrentan al riesgo de cierre de sus actividades.  

La falsa excusa de la amenaza de Rusia

El incremento del gasto militar responde, como hemos explicado, a las exigencias de Trump, que, a su vez, responden a la necesidad del imperialismo USA de modificar su despliegue militar, desde Europa hacia Asia y el Pacífico, escenario de su enfrentamiento -comercial, por el momento- con China. 

La excusa que nos dan es que Europa debe responder a la amenaza de Rusia. Una justificación falsa. Los presupuestos militares de los países europeos de la OTAN en 2024 ascendían a más de 400.000 millones de dólares. En el mismo año, tercero de la guerra en Ucrania, el gasto militar ruso se situó entre 160.000 y 170.000 millones de dólares. Este gasto superior de los países de la OTAN se traduce en una enorme superioridad material. Un aumento de los presupuestos militares del 2% al 3,5%, o incluso al 5%, cuando existe superioridad militar en casi todos los niveles, no tiene nada que ver con la defensa.

¿Es necesario duplicar la superioridad existente de tres a ocho veces? El gasto militar de los 27 países de la UE ha aumentado ya significativamente, hasta 326.000 millones de euros en 2024, según datos del propio Consejo Europeo, un incremento del 30% respecto a 2021.

Carl von Clausewitz, el clásico de la ciencia militar, explicaba que los agresores deben tener al menos el triple de superioridad para triunfar. ¿Cómo podría Rusia, con su inferioridad múltiple, atacar a la OTAN, si ya se le atraganta Ucrania?

Y, sin embargo, 800.000 millones de aumento del gasto militar

El 4 de marzo, Von der Leyen presentó un plan llamado ReArm Europe, que establece objetivos de gasto militar para los países europeos: » hoy he dirigido una carta a los dirigentes antes del Consejo Europeo del jueves. (…) En esta carta, presenté el plan ReArm Europe a los líderes. Este paquete de propuestas tiene por objeto movilizar todas las palancas financieras a nuestra disposición para ayudar a los Estados miembros a aumentar rápida y significativamente su gasto en capacidades de defensa. (…) Si los Estados miembros aumentaran su gasto en defensa en una media del 1,5% del PIB, se podría liberar un margen fiscal de casi 650.000 millones de euros en cuatro años. (…) El plan ReArm Europe podría movilizar casi 800.000 millones de euros para garantizar una Europa más segura y resiliente”. 

Este plan, que fue aprobado por los 27 gobiernos europeos, incluye, por tanto, 650.000 millones a cargo de los gobiernos, y 150.000 de fondos europeos. 

Para facilitar ese incremento de gasto la UE flexibilizará los límites de déficit y deuda. Desde el Tratado de Maastricht en 1992, Los Estados miembros han privatizado servicios públicos, han recortado el gasto sanitario y los servicios públicos, invocando esos límites “sagrados”. Hoy, cuando se trata del gasto militar, ¡la regla ya no se aplica! 

Los intereses de la deuda pesarán durante años sobre las generaciones futuras, serán la justificación de futuros recortes. 

Como hemos señalado, Pedro Sánchez ya ha anunciado que va acelerar el ritmo de aumento del gasto militar. Aunque Izquierda Unida ha manifestado su oposición, Sumar ha «celebrado» el resultado del encuentro en la capital comunitaria ya que considera que se trata del primer paso para «empezar a construir una defensa propia y autónoma», proponiendo que esa estrategia de rearme debería financiarse con el «despliegue de una nueva financiación europea», y no «multiplicando los gastos nacionales». Aunque el incremento de las citadas partidas “podría estudiarse en un momento dado”, siempre que no sea “con fines belicistas” (¡!).

Beneficiados y perdedores. 

La industria militar se frota las manos. El rearme deja ganancias de más del 100% en el año en las empresas europeas de defensa, pero éstas no son las principales beneficiarias: la inmensa mayoría del dinero que se invierte en defensa en Europa termina en los EE.UU. Según los analistas de Citibank, antes de la invasión rusa de Ucrania el 60% de los presupuestos de defensa europeos terminaba en empresas estadounidenses. “Esto aumentó al 80% durante la guerra en Ucrania, pues las empresas europeas tuvieron dificultades para aumentar su capacidad rápidamente (…) volver al 60% llevará bastante tiempo, lo que implica que, en los próximos años, una parte significativa del gasto adicional en defensa beneficiará más a EE UU que a Europa”.

Los perjudicados: la clase trabajadora, la juventud, los servicios públicos. Como señala la resolución aprobada en el acto contra la guerra celebrado en Getafe el 5 de marzo: “¿3 o 5 por ciento del PIB para gastos militares? ¡Necesitamos ese dinero para sanidad, educación, pensiones, vivienda, infraestructuras!”

Hay que hacer firmar ese llamamiento en todas partes, preparar una campaña estatal para exigir al gobierno que no haya ningún aumento de gastos militares.

 

 

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