¿A dónde va el Estado de Israel?

Carta Semanal 1057 en catalán

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La Proclamación del Estado de Israel en abril de 1948 significó la negación misma desde el principio del derecho del pueblo palestino a vivir en su tierra. No es por casualidad que este hecho es calificado como la Nakba (la catástrofe). En estos 77 años el hecho determinante ha sido la resistencia del pueblo palestino a ser aniquilado.

No podemos entender lo que ocurre sin recordar que el Estado de Israel fue creado a partir de la partición de Palestina votada por la ONU a propuesta de las potencias imperialistas (Gran Bretaña, EEUU) y el concurso imprescindible de la burocracia estalinista del Kremlin. Fue el delegado de Moscú quien presentó el 29 de noviembre de 1947 en la ONU la resolución sobre la «partición», que entregaba a las poblaciones judías un porcentaje de territorio muy superior al de su población, incluyendo decenas de miles de kilómetros cuadrados habitados por árabes palestinos. Organizaron, por tanto, el traslado a Palestina de centenares de judíos de Europa (que en realidad querían emigrar sobre todo a los Estados Unidos, que les cerró sus fronteras: apenas 200.000 judíos encontraron refugio en los Estados Unidos desde 1933 a 1945; la gran mayoría antes de finalizar el año 1941), y, después, del Magreb.

La partición de Palestina la dividía en dos territorios con fronteras inviables, y era, por tanto, una invitación a la guerra. En la primera guerra, en el mismo 1948, los israelíes fueron fuertemente armados gracias a sus compras en Checoslovaquia, Yugoslavia y Polonia, sobre todo (ventas que no podían realizarse sin autorización de Moscú): Tras la guerra, Israel se organizó como un Estado supermilitarizado (con un 9% del PIB destinado a defensa), portaaviones de las potencias imperialistas en una región estratégica desde todos los puntos de vista (ya en 1956 apoyó el ataque franco-británico a Egipto, que fue lanzado en represalia por la nacionalización del canal de Suez). Pero un estado «artificial», que vive bajo perfusión de la Administración americana, con el apoyo militar y comercial de las potencias europeas y -con el tiempo- con la complicidad de la mayoría de los regímenes árabes y afines.

La posición de la IV Internacional

Desde su fundación en 1938, la IV Internacional defendió la constitución de un Estado único democrático, con todas las componentes, árabe, judía, drusa…, en el territorio de la Palestina histórica (del rio Jordán al mar Mediterráneo). Desde su fundación, la IV internacional denunció la persecución de los judíos en Alemania (cuando “nadie sabía nada”) y los campos de concentración y exterminio.

En continuidad con esa política, en 1948 denunció la partición de Palestina, defendió la resistencia palestina y caracterizó al Estado de Israel como una “cárcel de oro para los judíos”.

A los largo de estos 77 años la IV Internacional y sus partidarios en los países de la región han defendido la perspectiva de un Estado único democrático, que hoy se identifica con la campaña dirigida por Ilan Pappé y Awad Abdelfatah. Y ha rechazado la propuesta de los “dos Estados”, continuación de la partición de 1948, y de la limpieza étnica realizada por el ejército y las milicias israelíes en 1948 y desde entonces, expulsando ya en ese momento de sus hogares a 700.000 palestinos y destruyendo sus pueblos de origen.

La resistencia del pueblo palestino

La resistencia del pueblo palestino a ser expulsado de su tierra, su enorme sacrificio, ha provocado dos fenómenos, de una importancia mundial, para el futuro del movimiento de emancipación de los trabajadores y los pueblos, o sea, de la lucha por la expropiación del capital, por el socialismo:

De un lado, la causa palestina es una de las piedras de toque para caracterizar a las fuerzas políticas, al tiempo que la solidaridad con Palestina obliga a pronunciarse, para ser real, sobre la política de cada gobierno. Quien no señala la responsabilidad de cada gobierno elude lo esencial. El movimiento internacional nunca ha sido tan importante desde la guerra del Vietnam y afecta en particular a los Estados Unidos.

En segundo lugar, la resistencia palestina anima la movilización en todo el mundo–alimentada en estos días por las brutales imágenes de la destrucción y la hambruna en Gaza- que empieza a obligar a los gobiernos a hacer concesiones. Francia, Gran Bretaña y Australia han anunciado su intención de reconocer al “Estado palestino”. Alemania anuncia que va dejar de suministrar a Israel armas “que puedan ser utilizadas en Gaza”. Sin duda, se ven obligados a tomar sus distancias de Netanyahu, pero siguen enviando armas y comerciando y su preocupación es «salvar Israel». Por ello, todos ellos, son cómplices del genocidio aunque sea en grado diverso.

La fractura en Israel

De otro lado, la fractura abierta en el Estado de Israel. Hay una frase que resume la cuestión: la que pronunció Avraham Burg en una entrevista en El País del 3 de agosto «Me pregunto si Israel sigue mereciendo su existencia». En efecto, es la existencia misma de este Estado, producto de la «legalidad internacional», la que está cuestionada. Estado, ejército y su base más militante, los 700.000 colonos que ocupan Jerusalén este y amenazan con ocupar toda Cisjordania o incluso volver a Gaza, dispuestos a aniquilar hasta el último palestino. Hay que señalar que Burg no es un cualquiera. Ha sido presidente de la Knesset (Parlamento de Israel) y encabezó la Organización del Sionismo Mundial y la Agencia Judía para la Tierra de Israel.

Este enfrentamiento brutal en la propia sociedad israelí aparece a las claras. Repasemos algunos datos.

Más del 65 por ciento de la población de Israel quiere el fin de la guerra. Un tercio quiere abandonar Israel (hay colas en el consulado español). Se calcula que ya se fueron unos 500.000. Más de 70.000 reservistas han firmado peticiones por el fin de la guerra (el ejército israelí está compuesto de 200.000 soldados a los que hay que añadir 450.000 reservistas). Según la publicación en línea “+972 Magazine”, más de 100.000 israelíes habrían dejado de presentarse al servicio de reserva. ‘. La emisora nacional israelí Kan ha calculado que la tasa de incorporación actual de reservistas ronda el 60%. Y entre los que se unen al ejército, aumentan los trastornos mentales. Desde el 7 de octubre, se cuentan 44 suicidios de soldados, y el Canal 12‘ israelí reveló que unos 20.000 soldados padecen síntomas de estrés postraumático.

Entre los que han firmado peticiones o manifiestos pidiendo el fin del ataque a Gaza se cuentan 1.000 reservistas o veteranos de la aviación, 150 exoficiales de la Marina y decenas de médicos reservistas, más de 700 artistas e intelectuales, 600 veteranos de los servicios secretos y la mayoría de organizaciones de derechos humanos.

A esto se añade la convocatoria de huelga general que han lanzado los familiares de los rehenes de Gaza para el 17 de agosto, y que ha tenido un amplio seguimiento (según los organizadores, más de 2,5 millones de personas se han manifestado en todo el territorio de Israel, más de 300.000 en Tel Aviv).

El militarismo del Estado de Israel hace aguas. Pero sin él, la entidad sionista no puede seguir en pie.

¿Hay una salida?

Hay una salida, contra el empeño de los EEUU y los países de la UE de salvar al Estado de Israel, que no a los judíos (muchas de las fuerzas que apoyan a Israel tienen una tradición antisemita, como los franquistas de Vox aquí o los partidarios de Le Pen en Francia). Para ellos, se trata de defender una pieza clave en la defensa del orden mundial imperialista. Es decir, de la política de guerra.

Como dijo Avraham Burg el 3 de agosto, “lucho por una realidad en la que cada individuo y cada comunidad entre el río y el mar tenga los mismos derechos”.

 

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