Carta Semanal 881 en catalán
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La Nueva Corriente de Izquierda (NAR), de Grecia, y el Partido Obrero Independiente (POI), de Francia, han lanzado una convocatoria a una conferencia europea de urgencia, cuyo contenido incluye el combate contra la guerra, pero que va más allá, buscando “establecer un vínculo entre trabajadores y militantes confrontados en toda Europa a una ofensiva sin precedentes contra todas las conquistas de la clase obrera”. Ofensiva de ataque a todas las conquistas obreras y democráticas y, en primera línea, los sistemas de seguridad social que aseguran la supervivencia de los trabajadores y trabajadoras en su vejez, y los servicios públicos de sanidad, enseñanza, etc.
Como señala el llamamiento de convocatoria de la conferencia, “la guerra en Urania marca la entrada en un nuevo periodo en el que las rivalidades entre capitalistas desembocarán cada vez más en el recurso a las armas”. Ese es el motivo por el cual todos los gobiernos se aprestan a incrementar –en el caso de España, más que duplicar, al pasar de los 9.400 millones destinados a Defensa en 2022 a los más de 20.000 que habrá de destinar en 2024, según los compromisos asumidos con la OTAN desde 2014- los gastos militares, para armarse hasta los dientes. Todo ello, exigiendo nuevos sacrificios a la población trabajadora, a la que se pretende colocar ante el viejo dilema “cañones o mantequilla. Como cínicamente declaraba la primera ministra sueca, Magdalena Andersson, del partido socialdemócrata, durante la Cumbre Europea de Versalles: “me gustaría mucho invertir el dinero de los contribuyentes en escuelas y pensiones, pero tenemos que gastarlo en defensa”.
Los gobiernos, que aprovecharon la pandemia para redoblar los ataques a los derechos y conquistas, llaman ahora a la unidad contra la guerra para someter a las organizaciones levantadas por la clase trabajadora a los planes del gran capital, que incluyen nuevos ataques y recortes. Declaraba Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, que “la realidad es que España está en guerra”, para añadir que hay que aprovechar las negociaciones entre patronal y sindicatos para un nuevo AENC para analizar “cómo se puede trabajar desde una contención de los salarios”. Una petición en la que insiste el gobierno con su propuesta de “pacto de rentas”, que, naturalmente, incluye salarios y pensiones. En las distintas televisiones, insisten los tertulianos en que “sería insostenible” actualizar las pensiones a la inflación.
Unión sagrada para facilitar la imposición de los planes del capital
Durante la primera guerra mundial, el gobierno francés acuñó la expresión “unión sagrada”, en defensa de la patria, que suponía la renuncia por parte de los partidos obreros y los sindicatos a la lucha contra la guerra y a la convocatoria de movilizaciones y huelgas.
Ahora, como señala el llamamiento, “los Gobiernos al servicio del capital exigen la unión sagrada en nombre de la guerra. (…) Llaman a la unión sagrada mientras que se prepara la liquidación de millones de empleos. Piden la unión sagrada mientras que la guerra y las sanciones contra Rusia traen consigo especulación y explosión del precio de las materias primas y bienes de consumo”.
¿Qué objetivo tiene esa exigencia de unidad? Desde luego, no la necesidad de mantener una guerra, porque hoy, la guerra que libran los EEUU, La OTAN y la Unión Europea contra Rusia es una guerra en la que ellos ponen las armas y municiones, mientras el pueblo ucraniano pone la destrucción de sus ciudades y de sus medios de vida, y los miles de muertos y heridos. No, como explica la declaración, “llaman a la unión sagrada para intentar amordazar a los asalariados y sus organizaciones en el momento mismo en que se anuncian las medidas más brutales contra las pensiones, contra los derechos sociales, contra los servicios públicos, contra todos los acuerdos colectivos sobre el contrato laboral”.
Guerra, capitalismo y OTAN
El dirigente socialista francés, Jean Jaurés, asesinado tres días antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, dijo que “el capitalismo lleva en su esencia la guerra, como los nubarrones llevan la tormenta”. Los acontecimientos actuales demuestran lo acertado de esta frase.
La propaganda de guerra de la OTAN nos pretende convencer de que la guerra es un producto de la “maldad” de Vladimir Putin, pero se trata de una consecuencia de la competencia desenfrenada de las distintas potencias imperialistas. Como señala la declaración, “la decisión del Gobierno EE.UU. de Biden de ordenar, el 8 de marzo, el cese de toda importación de gas y de petróleo ruso revela la causa profunda de esta bárbara escalada. Los trust y los oligarcas se enfrentan brutalmente por el reparto de un mercado mundial sobresaturado”.
El Gobierno estadounidense somete a sus exigencias a todos los Gobiernos de La UE. Como señala la declaración del NAR y el POI, “bajo esta presión, los estados mayores de los monopolios imperialistas están comprometidos en un giro, coordinado por las instituciones europeas, que amenaza con destruir el aparato productivo de los países europeos y todas las relaciones sociales basadas en el reconocimiento de las conquistas políticas y sociales de la clase obrera”. “Descarbonización”, “economía verde”, son las consignas de esta ofensiva, que, si no es enfrentada, lleva a la destrucción de toda la “vieja industria” europea y, con ella, de millones de empleos con derechos. Y la “unidad contra la guerra”, la “unión sagrada”, pretende someter a todo el movimiento obrero a estos objetivos. Pero, como señala la declaración, “este giro condena al paro, a la miseria y a la guerra a millones de trabajadores y a sus familias”.
La guerra no es casualidad, ni el resultado de la mala voluntad de uno u otro dirigente. Ha sido preparada por la competencia exacerbada y la escalada militar. Recientemente, los 30 jefes de Gobierno de la OTAN reconocían que llevan años, desde 2014, armando y entrenando al ejército de Ucrania. La declaración explica que “los Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN han apoyado permanentemente a la oligarquía ucraniana responsable del saqueo, de la descomposición del país, condenando al pueblo ucraniano a la pobreza, a la emigración. Mientras Putin agitaba el nacionalismo granruso contra el pueblo ucraniano, ellos apoyaban a los Gobiernos procapitalistas de Ucrania, Gobiernos que legitimaron el periodo de la ocupación nazi”.
Pero la declaración tampoco cierra los ojos a los hechos. Ha sido ejército ruso el que ha invadido Ucrania, el que bombardea las ciudades y ha hecho huir a millones de personas, sobre todo ancianos, mujeres y niños. Las declaraciones de Putin de que pretende defender la población rusófona y “desnazificar” Ucrania son rechazadas en el texto. Como lo son en los hechos. Salvo Kiev, son poblaciones de habla mayoritariamente rusa como Jarkov, Mariupol u Odessa las que son implacablemente bombardeadas. Y la población de habla rusa no recibe a los soldados de Putin como liberadores. Como el resto de la población de Ucrania, huye de ellos, se enfrenta a ellos armas en mano o, como mucho, permanece indiferente e intenta sobrevivir.
La propaganda de Putin no merece la más mínima atención, como no la merece la propaganda de la OTAN. La declaración expone que “Los alegatos de los Estados Unidos y de los Estados miembros de la Unión Europea contra Rusia son de una hipocresía total: esas fuerzas son las que contribuyeron a la desintegración de Yugoslavia anegando en sangre los Balcanes; son las que invadieron Iraq y tantos otros países…”
¿Cuál es el objetivo de la Conferencia?
El objetivo no es levantar un movimiento pacifista. Ya hay miles en toda Europa que se movilizan. Como lo hacen en Rusia, donde se suceden las declaraciones de colectivos, de trabajadores, de periodistas, de estudiantes y profesores, de científicos, contra le guerra, a pesar de la represión, que ya ha llevado a más de 15.000 rusos a la cárcel.
Se trata de ayudar a un combate político más profundo: combatir “para que se imponga la independencia de nuestras organizaciones obreras y estas se nieguen a renunciar a las reivindicaciones en defensa de todas las conquistas sociales y de las libertades, luchen por un futuro mejor en otra sociedad”.
Por tanto, quienes preparamos la conferencia y llamamos a militantes, organizaciones y colectivos a participar en ella a través de las reuniones que se preparan en distintas localidades de todo el Estado, buscamos “ayudar a los trabajadores a rechazar la unión sagrada, a reagruparse en el terreno de clase para derrotar los planes de supuesta «reorganización» de la producción y de las relaciones sociales”. Porque, como señala la declaración de convocatoria, “ese es el único medio para detener el mecanismo de la guerra”. Organizarse para defender incansablemente las reivindicaciones y derechos, sin someterlas a ningún “pacto de rentas”, a ninguna exigencia de “diálogo social”.
Exigencias que no tienen nada de abstractas. En el Estado español se concretan en la presión sobre los sindicatos para que acepten el Pacto de rentas, es decir, para que acepten la pérdida del valor del salario y que incluso renuncien a una reivindicación elemental como es la cláusula de revisión salarial, que, aunque no es la escala móvil de salarios, limita la pérdida de poder adquisitivo. Es aceptar también la nueva reforma de pensiones, con el nuevo plan de Escrivá.
Por otro lado, supone la búsqueda de un pacto de Estado entre los partidos. A este respecto, hay que tener en cuenta el discurso de Feijoo en el Congreso del PP: “para rectificar lo que se ha hecho mal, ofrecemos nuestro apoyo al gobierno”
Haya o no haya guerra, gobierne quien gobierne, las reivindicaciones se defienden. Buscamos ayudar a organizar a quienes asumen ese principio.