El Ministerio de defensa analiza la guerra de Ucrania

Carta Semanal 927 en catalán

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El Instituto Español de Estudios Estratégicos, un organismo del Ministerio de Defensa, publica un informe, “Panorama Geopolítico de los Conflictos 2022”, cuyo primer capítulo, firmado por el coronel José Pardo de Santayana, coordinador de investigación y analista principal del Instituto, analiza la guerra de Ucrania.

Destacamos que este estudio proviene de un organismo oficial del propio Ministerio de Defensa, resultando llamativo cómo la política adoptada por el gobierno español no toma en consideración su contenido.

El coronel Pardo explica que La ‘operación militar especial’ diseñada por Putin para recuperar el control sobre Ucrania ha degenerado en una devastadora guerra de desgaste de resultado y consecuencias imprevisibles”. Y añade que “la contienda, sobre la que se proyecta la sombra de la amenaza nuclear rusa, apunta a un callejón sin salida”. Y que “el daño infligido a la propia Ucrania y a la economía europea en general ya es enorme. Cuanto más se alargue la guerra el problema se irá agravando y dadas las apocalípticas consecuencias de una guerra nuclear entre grandes potencias, incluso una pequeña posibilidad de que ocurra debería hacer reflexionar a todos sobre el derrotero al que podría dirigirnos este conflicto”.

Una guerra prevista por la OTAN…

El informe señala cómo era previsible que la expansión de la OTAN hacia Ucrania, de la que “desde hacía tiempo”, ya se sabía que era “la manzana de la discordia”, desencadenara una guerra en Ucrania. “Desde el punto de vista del Kremlin, la ruptura total con Ucrania y, aún más, que esta se pudiera incorporar a la esfera de influencia de la Alianza era una línea roja estratégica”. Pese a ello, los EEUU han seguido animando a Ucrania a acercarse a la OTAN, a pesar de las advertencias de la propia Rusia y de expertos norteamericanos como el politólogo John Mearsheimer, quien, ya en 2014, “advirtió que Rusia iría a la guerra antes que permitir que Ucrania entrara en la esfera de influencia occidental”. De hecho, la OTAN se prepara desde entonces para la guerra. Como señala el coronel Pardo, “desde esas mismas fechas, Washington y Londres se implicaron en la preparación militar de Ucrania entrenando, organizando y armando a sus Fuerzas Armadas. Desde 2014 hasta el inicio de la guerra, los Estados Unidos entregaron a Ucrania 2.500 millones de dólares en ayuda militar”.

El coronel Pardo no explica qué significan las “líneas rojas”.  Precisemos: la oligarquía presidida por Putin, que vive del saqueo de las riquezas del pueblo usurpadas después de la caída de la URSS, se comporta como una clase explotadora y opresora, y quiere preservar el monopolio del comercio de las inmensas materias primas de la Federación rusa y su control de estas exportaciones hacia otros países, hoy “formalmente independientes”, como Ucrania.

Es un choque de intereses entre castas saqueadoras del pueblo, pero que tienen el mismo contenido social, tanto Putin como Zelenski. Los trabajadores y los pueblos de Rusia y Ucrania no tienen nada que ver con estas castas que se apoyan en el aparato militar y represivo.

Los EEUU han animado a Ucrania a seguir adelante, pese al peligro de guerra: “Washington había hecho a Kiev la promesa de defenderla frente a Moscú que ambas partes sabían que no cumpliría (…) En diciembre, Moscú amenazó con emplear la fuerza si la OTAN no le daba garantías de que Ucrania nunca se incorporaría a la Alianza (…) La OTAN rechazó las pretensiones rusas”.

Recordemos que, después de la caída de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia, la administración norteamericana se comprometió a no extender la OTAN hacia el este, pero hizo lo contrario.

… Y alimentada por la OTAN

“En respuesta a la invasión rusa de Ucrania, Occidente está dando a Ucrania un apoyo masivo tanto económico como militar, sin los cuales Kiev no podría sostener las operaciones ni mantener su economía a flote. Hasta la fecha (septiembre de 2022), Washington ha entregado a Ucrania 15.100 millones de dólares en asistencia militar”. Además, “la participación militar de Estados Unidos y sus aliados —particularmente Gran Bretaña— en la guerra se mueve en un terreno difícil de definir que se acerca peligrosamente a la implicación directa”.

…Con graves consecuencias

“La guerra tiende a cronificarse con una lógica que arrastra a las partes a un callejón sin salida (…) Kiev está dispuesta a recuperar todo el territorio perdido, incluida Crimea; Moscú considera la derrota como una amenaza existencial (…) el grado de barbarie que esta contienda está generando tiende a empujar a las partes hacia un abismo desconocido”

El informe explica cómo el gobierno de los EEUU -seguido dócilmente por los demás países de la OTAN- está dispuesto a continuar la guerra hasta la destrucción de Ucrania y la ruina de Rusia: “la Casa Blanca sostendrá a Ucrania todo el tiempo que haga falta con la esperanza de que Rusia se hunda en el proceso (…) En el mejor de los casos, Ucrania está abocada a una victoria pírrica. Cuanto más dure la guerra, más destruido quedará también el país, no pudiendo descartarse su partición”.

Una decisión que puede tener consecuencias imprevisibles: “La ausencia de una posible solución diplomática brinda un incentivo adicional para que ambas partes terminen escalando esta guerra. En la práctica, esto significa que Estados Unidos podría unirse a la lucha si está desesperado por ganar o por evitar que Ucrania pierda, mientras que Rusia podría emplear el arma nuclear si está desesperada por ganar o se enfrenta a una derrota inminente”.

Para la administración americana, la guerra es una necesidad para afrontar su propia crisis interna, un país que vive elementos de “guerra civil” que se expresa, entre otras cosas, en la profunda fractura que atraviesa los partidos pilares del Estado, demócrata y republicano, divididos ante todas las grandes cuestiones. Biden intenta jugar a fondo la política de la “unidad frente al enemigo exterior”.

El pueblo ucraniano ya sufre terribles consecuencias: “La situación económica de Ucrania es catastrófica. No solo ha perdido la parte más industrializada y más densamente poblada del país, sino que su infraestructura de transporte y gran parte de la industria han quedado arrasadas por los bombardeos rusos. El Banco Mundial calcula que en 2022 el país vea su PIB reducido en un 45 %. (…) Sin la ayuda comprometida en los primeros seis meses de guerra por sus aliados de 80.000 millones de dólares 44.500 de ellos únicamente por parte de los Estados Unidos— en recursos militares, financieros y humanitarios, las cuentas públicas ucranianas colapsarían”.

Pese a ello, los EEUU Y la OTAN siguen animando a Ucrania a que se desangre: “La capacidad para sostener las operaciones militares ucranianas depende de las masivas aportaciones económicas a fondo perdido de los aliados más estrechos”.

Según el estudio, la guerra tendrá terribles consecuencias demográficas para Ucrania, que ya sufría una emigración masiva: “Su tasa de natalidad es de 1,2 hijos por mujer, su edad media es de 42 años, la emigración redujo la población en 7,5 millones entre 1990 y 2022, las estimaciones antes de la guerra eran que la población de 43 millones y medio quedara reducida en 2050 a 35 millones y medio. (…) Surgen las preguntas: ¿cómo puede soportar una nación tan envejecida que una parte significativa de sus jóvenes muera en la guerra o se vaya del país? ¿Con qué moral se reconstruye un país después de la guerra, si no hay una nueva generación por la que sacrificarse?” ¡Muera Ucrania para que los EEUU exporten su gas a Europa, se apropien de sus recursos agrícolas y minerales y desplacen a Rusia en la competencia por la venta de gas y petróleo!

Las consecuencias para Europa

Son también catastróficas, según el informe. Desde el punto de vista económico: “Europa se asoma a la recesión y el continente acusa el imparable ascenso del precio del gas y el desplome del euro frente al dólar (…) La mayoría de los economistas ven a Alemania e Italia, la n.º 1 y la n.º 4 economías con una fuerte dependencia del gas, que pronto entrarán en recesión”.

Y también desde el punto de vista social y militar: “durante décadas, Europa quedará seriamente afectada y corre el peligro de verse arrastrada a una escalada bélica, bajo la inquietante sombra del arma nuclear”. Escalada que ya se prepara, con el incremento astronómico de gastos militares, recursos que son detraídos de los servicios públicos y la economía productiva.

Con semejantes datos, recogidos en un informe del propio Ministerio de Defensa, es lícito preguntarse por qué el gobierno español (y los demás gobiernos europeos) se han dejado arrastrar por los intereses de los EEUU a una guerra que está destruyendo Ucrania y  dañando gravemente a toda Europa. Y que sólo puede ir a peor. Sólo cabe una respuesta: porque no deciden por sí mismos, sino que están sometidos al dictado del imperialismo dominante.

Los pueblos tienen que parar la guerra

Sin duda, hay quienes se lucran con la guerra: las empresas energéticas, los especuladores que hacen subir los alimentos, las industrias militares, los bancos que suben las hipotecas…

Son los pueblos los que sufren las consecuencias de la guerra. En primer lugar, el pueblo ucraniano y el ruso, pero también los demás pueblos de Europa. Y son los pueblos los que empiezan a levantarse contra la guerra. Como los miles de manifestantes en Copenhague contar la reducción de un festivo para pagar el aumento de gastos militares, o los cientos de miles que han firmado el manifiesto por la paz lanzado en Alemania por Alice Schwarzer, Sahra Wagenknecht y el general de brigada retirado Erich Vad,  convocando una jornada de protesta para el 25 de febrero. O las movilizaciones que se preparan alrededor del 25 de febrero en distintas ciudades europeas.

Los militantes de la IV Internacional participamos en este combate a través del manifiesto “alto a la guerra”, suscrito por militantes de toda Europa, y en el Estado Español por cientos de militantes.

La IV Internacional y sus secciones recogen la tradición de Zimmerwald, la primera conferencia socialista internacional contra la guerra (5-8 de septiembre de 1915). Citemos algunas líneas de su declaración final: “Cualesquiera que sean los principales responsables directos del desencadenamiento de esta guerra, una cosa es cierta: la guerra que ha provocado todo este caos es producto del imperialismo. Esta guerra ha surgido de la voluntad de las clases capitalistas de cada nación de vivir de la explotación del trabajo humano y de las riquezas naturales del planeta”.

“Los capitalistas de todos los países, que acuñan con la sangre de los pueblos la moneda roja de los beneficios de guerra, afirman que la guerra va a servir para la defensa de la patria, de la democracia y de la liberación de los pueblos oprimidos. Mienten. La verdad es que, de hecho, ellos entierran bajo los hogares destruidos, la libertad de sus propios pueblos al mismo tiempo que la independencia de las demás naciones. Lo que va a resultar de la guerra van a ser nuevas cadenas y nuevas cargas y es el proletariado de todos los países, vencedores o vencidos el que tendrá que soportarlas”.

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