(Publicado en la Carta Semanal 597)
El congreso del Partido Laborista se ha celebrado del 25 al 28 de septiembre
Tras el anuncio de la reelección de Jeremy Corbyn a la cabeza del Partido Laborista, se celebraba el congreso del partido. La situación era inédita en la historia del Partido Laborista, con un líder repudiado por los parlamentarios del partido que se niega a dimitir y habiendo sido prohibidas todas las reuniones del partido desde primeros de julio so pretexto de riesgos de enfrentamiento entre los partidarios de Corbyn y de su oponente Owen Smith.
Corresponsal del Labor News
La reelección de Corbyn a la cabeza del Partido Laborista es una señal de la resistencia de los trabajadores y los jóvenes de la Gran Bretaña a la política de los conservadores, política vehiculada en su propio partido por las direcciones anteriores, en particular bajo Tony Blair y Gordon Brown. Las alas centrista y blairista del partido están tan desacreditadas que solo han podido presentar como candidato a Owen Smith, personaje secundario del partido y antiguo lobista de la industria farmacéutica privada.
A pesar de haberse prohibido votar a más de cien mil miembros que se habían adherido al Partido Laborista después de diciembre de 2015 y de haber sido excluidos otras decenas de miles por medio de una simple carta (entre ellos Ronnie Draper, secretario general del sindicato de panaderos, BFAWU, Corbyn ha aumentado el número de votos a su favor, (pasando de 251 000 votos a 313 000). La progresión más fuerte en participación y en apoyo a Corbyn se ha producido entre los sindicalistas (cuyos sindicatos están afiliados al Partido Laborista: han participado en la elección 28.000 sindicalistas más, de los que 19 000 han votado por Corbyn, que ha pasado de tener el apoyo del 40% de los sindicalistas al 60%.
El congreso del Laborismo celebrado a continuación, por el contrario, parece haber estado marcado por las maniobras para impedir que se expresara plenamente la resistencia de la clase obrera. Así, el congreso ha votado por amplia mayoría un cambio de las reglas de designación de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional (la instancia dirigente) para dejar en minoría a los partidarios de Corbyn. A pesar del cambio de dirección, el Partido Laborista sigue estando en manos de los liberados y de los diputados, partidarios de la orientación blairista rechazada por la base y los sindicatos. Para preservar al Partido Laborista como partido integrado en el sistema parlamentario británico, Corbyn debía hacer concesiones, y las ha hecho.
No queda ya gran cosa de sus diez promesas de campaña, ya muy vagas. Es cierto que Corbyn ha reafirmado que suprimirá la limitación de los préstamos que pueden contraer los ayuntamientos para construir viviendas municipales de alquiler moderado. Pero la privatización de las viviendas municipales la vienen organizando desde hace años los gobiernos conservadores y los ayuntamientos laboristas. La promesa de un banco público de inversión que inyecte 500 millones de libras en la economía nacional es una promesa en el aire si continúa la destrucción de las bases industriales del país (como el próximo cierre del mayor alto horno de Europa, Port Talbot, revendido por Tata). Si bien ha mantenido que suprimirá la ley de Cameron sobre los sindicatos, nada ha dicho sobre las leyes Thatcher. La promesa de reducir los gastos de matriculación en la universidad, mencionada en algún momento, ha sido reemplazada por una ayuda económica a los estudiantes más pobres.
Corbyn, contrario desde siempre al armamento nuclear, ha aceptado también mantener la posición oficial del Partido Laborista, reafirmada por su Secretario de Defensa, Clive Lewis. Éste ha confirmado que el Partido Laborista seguirá defendiendo el programa de misiles nucleares Trident, en el marco del dispositivo estratégico de la OTAN en Europa, así como la participación en el presupuesto de la OTAN, un 2% del PIB, objetivo fijado por los conservadores. Varios comités locales habían adoptado mociones, a iniciativa de miembros médicos que participan en la huelga de los internos, propugnando la renacionalización de la Seguridad Social y el sistema de salud NHS, actualmente privatizado en gran parte. Por el contrario, las promesas de una mejor financiación del NHS solo sirven para encubrir el problema central de la privatización.
Igualmente, a propósito de la enseñanza, una semana después del congreso Corbyn convocó a una manifestación contra el proyecto de ley del gobierno que pretende reintroducir un examen selectivo al final de la escuela primaria (dando acceso a las grammar schools (centros donde se prepara el examen selectivo de entrada a la Universidad). El sindicato de profesores, NUT, también hace campaña contra esta medida. Sin embargo, el pasado mes de mayo, el anterior gobierno consiguió que se aprobase la ley sobre las academias que pretende privatizar el conjunto del sistema primario y secundario y trocear el convenio colectivo de los profesores. Decenas de miles de enseñantes se manifestaron y fueron a la huelga el 15 de julio. Actualmente, la cuestión de la selección para entrar al colegio está siendo utilizada como una cortina de humo para enterrar la movilización contra la privatización.
Se están produciendo enormes presiones para intentar bloquear la resistencia de los trabajadores. Así, por ejemplo, la dirección de la BMA (Asociación Británica de Médicos) ha acabado por desconvocar los quince días de huelga de los internos de medicina. Esta decisión, adoptada contra los representantes sindicales de los internos (el comité de los internos es una estructura afiliada a la BMA, que agrupa a todos los médicos) es también consecuencia de las amenazas de prohibición, por parte de un gobierno decidido a utilizar a fondo todas las leyes antisindicales de Thatcher, así como de la ausencia de solidaridad activa de las direcciones de la central sindical TUC.
A pesar de los obstáculos en el seno mismo de sus organizaciones políticas y sindicales, la resistencia de la clase obrera británica se abre camino frente al aparato del Partido Laborista en crisis y a un gobierno desgarrado que en cualquier momento puede perder su mayoría en el Parlamento.