Las manifestaciones que empezaron en Estambul se han extendido por toda Turquía, incluidas las zonas de mayoría kurda. Son sobre todo estudiante y jóvenes en general, pero cuentan con la simpatía de la población.
Aunque el Gobierno acusa a la oposición laica, este auténtico levantamiento popular que dura ya una semana tuvo un origen semiespontáneo: la protesta contra la decisión del ayuntamiento de talar los 600 árboles del parque Taxil, en el centro de Estambul. La brutal represión policial desencadenó una sublevación en las facultades e institutos. El sábado se juntaron en la plaza un millón, y la población del otro lado del Bósforo cruzó el puente para unirse. El Gobierno tuvo que retirar las fuerzas policiales, pero ese fin de semana la movilización se extendía por todo el país y ya tenía un objetivo político: que dimita el primer ministro Erdogan.
Ha estallado la cólera incubada desde hace tiempo por la política del gobierno de Erdogan y su partido islamista “moderado”, presentado como modelo por la propaganda norteamericana y occidental. Una política que sigue al pie de la letra las exigencias de los Estados Unidos:
- una revisión constitucional que cuestiona todo el sector de las empresas nacionalizadas.
- el giro presidencialista y autoritario
- los ataques a la laicidad, en la enseñanza y en todos los ámbitos
- la intervención creciente en Siria, que el Gobierno quiere que llegue a intervención militar abierta, mientras que la mayoría de la población se opone.
Este levantamiento es muy inoportuno, pues, para los Estados Unidos, que están utilizando cada vez más al régimen de Erdogán para injerirse en Oriente Medio y el Magreb.
El partido del gobierno (AKP), incapaz de reconocer los motivos de la población, acusa de vagabundos a los manifestantes. Estos se han visto apoyados y reforzados por la Unión de la Juventud de Turquía. El partido kurdo ha dicho que no sostiene las manifestaciones, pero varios de sus diputados se han mostrado a favor.
Es ya un hecho que esta movilización ha dado un vuelco a la situación de Turquía. El gobierno islamista queda seriamente tocado.
Ahora el interrogante fundamental es cómo va a reaccionar la clase obrera, en particular si sus organizaciones sindicales apoyarán decididamente las reivindicaciones de la juventud.