(Publicado en la Carta Semanal 533)
Debatimos cada día con compañeros y compañeras que se preguntan qué está sucediendo en Grecia y qué paralelismo puede tener eso con lo que sucede aquí. Sobre todo si tenemos en cuenta que diversas fuerzas políticas proponen tomar al gobierno Tsipras y a Syriza como ejemplo de la política que habría que aplicar aquí. El propio Rajoy se felicitaba en la convención del PP de haber conseguido “domar” a Grecia. Una razón más para recordar que en el Estado español la mejor solidaridad con Grecia es luchar contra el gobierno Rajoy y acabar con él.
En enero de este año Alexis Tsipras fue elegido por el pueblo griego con un programa basado en el rechazo al Memorando de acuerdo con la Troika aplicado por los gobiernos anteriores de Papandreu y Samaras, y que imponía al pueblo griego una política de recortes sociales y de derechos que le ha llevado a la ruina.
Durante seis meses el gobierno Tsipras ha intentado negociar con la Troika (ahora llamada “Instituciones”) un nuevo acuerdo que suavizara las exigencias del Memorando y que permitiera a su gobierno aplicar algunas políticas que, en la mayoría de los casos, no iban más allá de la emergencia social. Ha traspasado buena parte de las “líneas rojas” que decía haberse marcado, y, a pesar de eso, se ha topado una y otra vez con un muro. Estos meses no han pasado en vano. La política de hacer una concesión tras otra desmoraliza al pueblo y lo coloca contra la pared.
Mientras el gobierno Tsipras intentaba esa negociación, el capital financiero completaba el chantaje de las instituciones de la Unión Europea contra el pueblo griego, con una fuga masiva de capitales (se calcula que puede haber llegado a un 30% del PIB griego, y sólo en Suiza los depósitos de clientes griegos se acercan al doble del PIB), entre otras medidas. Este chantaje del capital financiero no es un capricho. Traduce una cuestión fundamental: El capitalismo en decadencia, en crisis continua, es incompatible con el mantenimiento de las conquistas sociales y democráticas más elementales. Por eso, para sobrevivir, necesita ir a fondo en la política de destrucción de derechos y conquistas.
A finales de junio, el gobierno Tsipras, considerando -justamente- intolerables las condiciones que se les pretendían imponer, anunciaba la convocatoria del referéndum del 5 de julio, en el que, contra todo pronóstico, el No a las propuestas de la Troika se imponía por más de 20% de diferencia. Pero el chantaje del capital financiero y sus instituciones contra el pueblo griego no se detuvo.
Y sin embargo, vendiendo esa victoria por un plato de lentejas, cinco días después, el gobierno Tsipras presentaba al Eurogrupo una nueva propuesta de acuerdo en la que aceptaba la gran mayoría de las condiciones que el pueblo griego acababa de rechazar. Entre ellas, la subida del IVA, la privatización de buena parte de los bienes nacionales (aeropuertos, puertos, telecomunicaciones, empresa eléctrica…), la eliminación de los complementos de mínimos para buena parte de las pensiones…. Un nuevo plan de recortes por valor de 12.000 millones de euros, un 7% del PIB.
En ese plan, el gobierno Tsipras renunciaba a presentar ninguna medida concreta que aliviara el asfixiante peso de la deuda sobre la economía griega. Ni quitas ni reestructuraciones. Y eso a pesar de que el propio FMI haya reconocido que esa deuda es impagable y que una Comisión de Expertos encargada por el propio parlamento griego de auditar esa deuda hubiera hecho público el pasado 17 de junio un informe de 64 páginas con conclusiones demoledoras: “Todas las pruebas que presentamos en este informe muestran que Grecia no sólo no tiene la capacidad de pagar esta deuda, sino que tampoco debe pagarla” porque vulnera los “derechos humanos fundamentales de la población griega” y, por tanto, “llegamos a la conclusión de que Grecia no debería pagar esta deuda porque es ilegal, ilegítima y odiosa”.
Las Bolsas europeas saludaban esta propuestas con fuertes subidas, que expresan el apoyo del capital financiero y de los especuladores, mientras que millones de griegos expresaban una amarga decepción ante esta propuesta, y en las calles se organizaban las primeras manifestaciones en contra. Después de la ola de movilización electoral que había significado el referéndum, la aceptación por parte de Tsipras de lo que el pueblo había rechazado supone un fuerte golpe moral, sobre todo para los sectores que se han movilizado. ¿Qué van a opinar, por ejemplo, los miles de jóvenes emigrados que habían volado en charters para poder votar no?
En el parlamento griego, que se reunió en la madrugada del sábado 11 de julio, Tsipras decía que “El acuerdo que se debatirá en el Eurogrupo está lejos de nuestro programa”, reconociendo que las medidas son duras, pero argumentando que rechazarlas abriría la puerta a un “campo minado”.
Diecisiete diputados de Syriza se han negado -de diversas formas- a apoyar la propuesta, mientras que otros quince suscribían un documento contra la austeridad que va a implicar el nuevo rescate, justificando su voto a favor para “evitar la caída del gobierno”. El plan sólo ha pasado con el apoyo de la derecha, del Pasok y del aliado de Syriza en el gobierno, la derecha nacionalista de Griegos Independientes.
Mientras Syriza se ve en peligro de ruptura, y pierde de hecho la mayoría absoluta den el Parlamento, los partidos que apoyaron los distintos memorandos de la Troika y pidieron el Sí en el referéndum pedían públicamente a Tsipras que conformara un gobierno de “unidad nacional” para aplicar el eventual acuerdo con la Troika. Es decir, que enterrara definitivamente la victoria electoral de Syriza del 25 de enero y la victoria del No en el referéndum.
Pero todo eso no ha bastado. Al día siguiente del votación del parlamento griego, el Eurogrupo y el FMI exigían al gobierno griego más concesiones y adelantar los plazos de algunas de las ya hechas, y, en particular, de la reforma de las pensiones y la reforma laboral. Lo que muchos en Grecia sienten es que la Unión Europea y la Troika no sólo pretenden derrotar al pueblo griego, sino humillarlo para que ningún pueblo de Europa ose rebelarse y todos acepten que los recortes son una especia de maldición bíblica a la que es inútil oponerse.
Finalmente han impuesto su chantaje, y Tsipras lo ha aceptado, como si no hubiera habido un masivo voto No en el referéndum. Condiciones humillantes: El Parlamento griego tendrá que legislar, en un máximo de 48 horas, sobre IVA, pensiones, privatizaciones, y otras medidas impuestas. El gobierno griego tendrá que dar marcha atrás en todas las medidas aprobadas desde el pasado 20 de febrero que van en contra del espíritu del acuerdo firmado entonces. La Troika volverá a Atenas, a supervisar de forma similar a como lo hizo siempre. Y además, 50.000 millones con activos públicos helenos tendrán que ser colocados para ser gestionados y vendidos lentamente. De esos 50.000 millones, la mitad, 25.000 millones, se usarán para la recapitalización de los bancos. Un cuarto, 12.500 millones, para deuda. Y sólo el otro 25%, otros 12.500 millones, para inversiones productivas.
Desde su llegada al gobierno, Tsipras ha intentado negociar “mejores condiciones” con el FMI y la Unión Europea. La experiencia ha demostrado que eso no es posible. La única elección posible con esas instituciones es rendición, aceptando sus condiciones a costa de la ruina del pueblo griego, o ruptura, apoyándose en la movilización del pueblo griego y llamando a la solidaridad de todos los pueblos de Europa que sufren igualmente las imposiciones antiobreras de la Troika. Un acuerdo que diera marcha atrás en los recortes sólo sería posible basándose en la movilización más profunda del pueblo griego, en un levantamiento popular que, contando con la solidaridad de los trabajadores y los pueblos del resto de Europa, supusiera una movilización tan poderosa que obligara a la Troika a ceder ante el temor a perderlo todo. La victoria del No en el referéndum del 5 de julio abría esa vía. Aún no sería tarde para continuar por ella. Pero la política de continuas concesiones de Tsipras desmoraliza a los más luchadores y hace imposible tal movilización.
En última instancia, el balance de lo que ha pasado en los últimos meses en Grecia es el balance de una orientación política que pretende que dentro de la Unión Europea, maniobrando con habilidad, es posible conseguir un cambio que dé satisfacción a las reivindicaciones y necesidades populares. Las visitas de Varufakis a distintos gobiernos intentaban buscar aliados para esa pretensión. No es casualidad que no encontrara ninguno. Esas instituciones europeas son instrumentos del capital financiero y no son utilizables para el bien de los pueblos ni reformables. Quienes en el Estado Español proponen diversas variantes de esa política de buscar “un buen acuerdo” con la Troika y un espacio para dar satisfacción a las reivindicaciones dentro del respeto a la Unión Europea y sus normas deberían tomar nota de la experiencia griega: de nada va a servir ganar elecciones si vamos a ir a lo mismo.