“El enemigo está en nuestro propio país”

Carta Semanal 929 en catalán

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Es la consigna que defendían los revolucionarios, de distintas tendencias, que se opusieron a la guerra imperialista en 1914-1918. Y sigue siendo de plena actualidad.

En nuestro país, el gobierno de coalición, al margen de disputas y disensiones, hay que juzgarlo por sus hechos. Y en los hechos, se ha alineado abierta y totalmente con Biden y la OTAN. Sin duda el punto de inflexión fue la preparación de la Cumbre de la OTAN en Madrid los días 29 y 30 de junio de 2022.

El compromiso de aumentar el presupuesto militar se cumple de inmediato, incluso sin esperar a los presupuestos del Estado para 2023: el Ministerio de Defensa informa que ha recibido un crédito de 1.000 millones a cargo del “presupuesto de contingencia” (ese presupuesto de contingencia es, según el artículo 50 de la Ley, General Presupuestaria, una parte de los presupuestos generales del Estado (PGE) que se destina a “necesidades inaplazables, de carácter no discrecional para las que no se hiciera en todo o en parte, la adecuada dotación de crédito”). Por tanto el gobierno que se presenta como el “más progresista de la historia” considera una “necesidad inaplazable” incrementar el gasto militar.

Durante los meses posteriores se refuerza la presencia militar española en hombres y armas en los países fronterizos con Ucrania: el periódico La Vanguardia del 22 de febrero publicaba un informe en el que detallaba, haciendo uso de los datos oficiales, que “la presencia militar española se ha doblado por tierra, mar y aire en torno a Ucrania”: 650 soldados en Letonia, 130 en Estonia, 400 en Bulgaria y Rumania.

Al mismo tiempo, según publica El País, más de 500 soldados ucranianos están siendo entrenados en distintas instalaciones militares españolas.

A finales de diciembre de 2022 los presupuestos generales incluyen un aumento directo del 23 por ciento, sin contar los indirectos que en realidad hacen que el gasto militar casi se triplique.

El último viaje a Kiev de Sánchez, el anuncio del envío de los Leopard, y luego del aumento de su número, señala un paso más en la implicación directa en la guerra.

El gobierno de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz es beligerante

Conocemos varios llamamientos que plantean que el gobierno debe ser más activo en una labor diplomática por la paz. Es una falacia. El gobierno es activo en su política de guerra, al tiempo que niega un aumento de salarios según la inflación (directamente cuando es competencia suya, recordemos la irrisoria subida de loes empleados y empleadas públicos, y de manera general para todos los trabajadores), y quiere imponer, entre otras, una nueva reforma de las pensiones.

No cabe la menor duda. “Si enviamos armas, somos partícipes de la guerra” así de claro lo declaró Lula da Silva.

Este es el caso de los 30 países que alimentan militarmente el conflicto. Además todo el arsenal está acompañado del personal humano necesario para su aprendizaje. Los ejércitos de la OTAN, según sus mismas declaraciones, han venido armando y entrenando a los militares ucranianos desde 2014. Y la escalada puede terminar en el envío de tropas, a pesar de las negativas de los gobiernos. Recordemos que la intervención militar norteamericana en Vietnam comenzó con el envío de “consejeros militares”.

Nadie ha mandatado a Sánchez para entrar en guerra

Todas las decisiones militares se están tomando de la manera más antidemocrática. El envío de armas –escalado con el envío de tanques, y quién sabe si de aviones de combate- ni siquiera ha merecido un debate en las Cortes. Entonces, ¿quién decide?

Se anuncia la ampliación de los contingentes norteamericanos en Rota y Morón, y volvemos  a lo mismo: ningún debate público en las Cortes.

La ministra Robles anuncia que son medidas para garantizar la paz, argumento viejo y mil veces repetido para justificar la entrada en guerra.

Otros dicen que se trata de la soberanía de Ucrania, pero, ¿quién niega esta soberanía? Putin sin duda, pero ¿acaso los que controlan el ejército ucranio o se someten a la OTAN desde 2014 la defienden? Las decisiones de Zelenski de levantar la moratoria sobre la prohibición de la venta de tierras al extranjero no parece que protejan la soberanía del país. El 8 de abril de 2022 había un principio de acuerdo de paz sobre la base de la neutralidad de Ucrania. Pero, como explica Harald Kujat, general retirado de la Luftwaffe- que fue nada menos que jefe de estado mayor de la Bundeswehr de 2000 a 2002 y presidente del comité militar de la OTAN de 2002 a 2005, Boris Johnson, primer ministro británico en ese momento, visitó Kiev el 9 de abril para impedir la firma del acuerdo, sobre la base del razonamiento de que Occidente no estaba dispuesto a que la guerra terminase. ¿Los que impidieron ese acuerdo de paz defienden la soberanía de Ucrania?

Los gobiernos que han aprobado sanciones a Rusia y depender del gas norteamericano, dos veces más caro, a costa de dinamitar la competitividad de toda la industria europea, que no defienden, por tanto, ni los intereses de sus propios países, ¿cómo pueden hablar de defender la soberanía de otros?

Es más, como señala un artículo de M. Serac, publicado en el periódico francés Informations Ouvrières, “Tendríamos que ser muy crédulos para llegar a admitir que los invasores, los ocupantes militares, los exterminadores estadounidenses de Afganistán, Iraq, antes Vietnam, etc., se han convertido en ‘libertadores’. (…)  Esas preguntas que ‘no se plantearán’ en las cadenas de la unión sagrada por la guerra, las han planteado los internacionalistas y los demócratas en París y en toda Europa el 25 de febrero”.

¿Quién se beneficia de la guerra?

Hay un viejo dicho: ¿a quién beneficia el crimen?

Si vemos los beneficios del IBEX 35 y los superbeneficios que están obteniendo, tenemos una primera respuesta, para no hablar de las ganancias de la colosal industria del armamento norteamericana, alrededor del 45 por ciento mundial, o de los productores del antiecológico gas de fracking,  dos veces más caro, y ello sin que los oligarcas rusos pierdan sus privilegios. Sin ir más lejos, Los cinco mayores capitalistas del petróleo, han  obtenido, ya, 200.000 millones de dólares de beneficios de guerra.

Los que pierden son los pueblos, de entrada el ucranio y el ruso, es una guerra imperialista contra los pueblos. Recordemos lo que ha dicho el alto diplomático estadounidense Charles Freeman, responsable durante un tiempo de las agencias de espionaje norteamericanas, cuando declara que la  política seguida por su Estado consiste en “combatir a Rusia hasta el último ucraniano”. Y, de paso, añadimos nosotros, vender sus armas y el gas de fracking producido en Texas.

El gobierno de coalición participa de esta guerra. Se alinea con Garamendi, que declaró, para oponerse a la subida de salarios que pedían –tímida y moderadamente- los dirigentes de UGT y CCOO, que  “la realidad es que estamos en guerra, que Europa está en guerra, y al mundo de la economía le va a afectar”.

Más que nunca, no a la guerra, alto el fuego inmediato

La guerra actual lanza a los trabajadores y a los pobres de una nación contra los de otra, en beneficio de los que no mueren sino que se enriquecen con ella. En los demás países, todo el peso de la guerra recae también sobre los oprimidos, sobre las clases sociales que viven de su trabajo.

Para el capital, la guerra es una enorme oportunidad. La subida desaforada de los precios del gas y la electricidad, una bendición para las empresas energéticas. La subida de los tipos de interés, una divina sorpresa para los bancos. La inflación que nos arruina, una gran oportunidad para las distribuidoras de alimentos, que han aumentado astronómicamente sus beneficios. Para ellos es una maravillosa alineación de los astros. Pero para la población trabajadora, es una catástrofe.

Precisamente, para defender a esa población trabajadora, que es la inmensa mayoría del país, ¡No a la guerra!, ¡Alto el fuego inmediato! son las consignas revolucionarias que se dirigen como acta de acusación contra todos los gobiernos que son beligerantes.

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