Carta Semanal 872 en catalán
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Los Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea, entre otros, vienen denunciando desde hace semanas que Rusia se estaría preparando para invadir Ucrania concentrando más de 100.000 soldados en la frontera común. El gobierno ruso y el presidente Putin afirman lo contrario, declarando que el peligro es que Ucrania pase a formar parte de esta alianza militar.
Recordemos que la OTAN se fundó hace más de 70 años, con el propósito declarado de hacer frente a la URSS. De creer esa justificación, la dislocación de la URSS en diciembre de 1991 y la disolución del pacto de Varsovia ese mismo año hacían obsoleta esta Alianza. Es más, en 1990 la administración norteamericana presidida en la época por Bush padre acordó con Gorbachov que si éste no se oponía a la unificación de Alemania “ni la jurisdicción ni las tropas de la OTAN se extenderían a territorios situados al este de la Alianza en aquel momento”.
Acuerdo incumplido por todas las administraciones norteamericanas, que comprendieron rápidamente la utilidad de la OTAN, por un lado para controlar militarmente a los países europeos y, por otro para dar cobertura a todas las aventuras militares de la administración norteamericana…por ejemplo, los bombardeos en Yugoslavia y Libia, la invasión durante más de 20 años de Afganistán se hicieron bajo el paraguas de la OTAN, cuando en un principio el ámbito de la OTAN estaba reducida a Europa Occidental y Norteamérica, como su nombre indica, “Atlántico Norte”.
Es más, según el Tratado de Maastricht, artículo 17, que crea la Unión Europea, esta institución es solidaria de las acciones militares de la OTAN.Y la actual exigencia de los gobiernos norteamericanos, incluido Obama, Trump y actualmente Biden a los gobiernos europeos de participar en mayor proporción en los gastos militares, tanto aumentando los presupuestos militares como enviando tropas sólo corresponde a los intereses del Estado norteamericano.
Las amenazas de guerra no sirven a los pueblos, los atacan
Es un hecho incontestable y que se verifica con el tiempo.
Por un lado, el lenguaje belicista de Biden tiene una relación directa con la propia crisis en los Estados Unidos, la brutal crisis económica, el aumento de la inflación, el abismal déficit comercial (más de 80.000 millones de dólares en el mes de diciembre), la división que atraviesan las instituciones norteamericanas, la continuidad de las medidas antisindicales y la opresión brutal a las minorías y, en particular, la minoría negra. En esta situación, Biden intenta cerrar filas, en nombre de la “unidad de la patria” contra el enemigo exterior.
Conviene recordar que Biden fue elegido presidente tras la mayor movilización electoral de la historia en Estados Unidos, para cerrar el paso a Trump, apoyándose para ello en la minoría negra y en promesas de ampliación de los seguros sanitarios que han quedado totalmente aparcados al servicio de una política militarista marcada por los grandes consorcios armamentísticos norteamericanos.
También influye la necesidad de los EE. UU. de vender su producción de gas natural en Europa, donde su mayor competidor es el gas ruso.
Pero el gobierno de los EE. UU. ataca en Europa con el ojo puesto en China. En efecto, necesita tener a los gobiernos europeos sometidos para alinearlos en la guerra comercial contra China. Guerra necesaria para intentar reducir su déficit comercial, pero imposible de ganar por su dependencia de la economía china, y por los propios intereses de la casi totalidad de las multinacionales norteamericanas que han deslocalizado su producción a los países extranjeros y, en especial a China.
Detrás del conflicto en Europa, en última instancia, están las contradicciones del mercado mundial capitalista que florecen.
Los pueblos europeos no quieren la guerra,
Esta es una evidencia. Ni el pueblo ruso, ni el ucranio, ni el alemán, ni los pueblos de España quieren la guerra. Saben que ésta sería contraria a la preservación o conquista de los derechos sociales y democráticos. Saben que esta sería utilizada para justificar nuevos ataques a los salarios, a las pensiones, a las libertades. Ataques que se sumarían a los que ya padecen con la excusa de la supuesta lucha contra una pandemia.
Pero es más, ni siquiera los gobiernos capitalistas europeos están interesados en la guerra. No es casual que el presidente Macron y el canciller Scholtz insistan en una vía de negociación. Y no sólo porque Alemania, y buena parte de Europa, sean dependientes del gas ruso (y del carbón después del apagón nuclear, por supuestos motivos ecológicos) sino porque si la guerra estalla, las víctimas serán en su mayoría europeas, y los pueblos sin duda pedirán cuentas a sus gobiernos.
Pero el pueblo ruso es también más que escéptico ante la política de Putin. Este se presenta como defensor de los rusófonos de Ucrania y de las fronteras de Rusia, pero, en realidad, para él la guerra es una ocasión para forzar a la `población a unirse en torno a su política, en un momento en que multiplica sus acciones represivas y antiobreras en todo el país. Hace poco resaltamos la campana por la libertad de Igor Kuznetsov, que se suma a la represión de múltiples activistas obreros o demócratas.
La injustificable actitud del gobierno español
Hay un principio que actúa casi siempre: la política exterior es el reflejo o proyección de la política interior.
Un gobierno que irrespeta incluso sus vagas promesas electorales como la derogación de las reformas laborales o la ley Mordaza no ha “fallado” tampoco en su política exterior.
La sumisión a los Estados Unidos es total. Añadamos que a pesar de ella la administración americana ni siquiera agradece el esfuerzo. En una cumbre internacional, no le recibe y le concede que le acompañe durante un minuto por los pasillos, esta semana Biden saluda la colaboración bélica de otros países, pero no de España.
Y dentro del gobierno, lo que quizás es más patético es la actitud de Unidas Podemos y del PCE. Tienen cuatro ministros en el gobierno que envía barcos, aviones y tropas a las fronteras de Ucrania. Por un lado, difunden un comunicado contra la guerra, y por otro muestran su solidaridad con el Gobierno y la ministra de defensa Robles. Así, el martes 25, el presidente del grupo confederal de UP, Jaume Asens declaró que, después del cambio de tono del Gobierno, “ya no hay discrepancias”. Ese mismo día Margarita Robles anunciaba que España desplegará aviones de caza en Bulgaria en vez de Rumania. ¿Cuál es, entonces, el cambio de tono? Sólo que, mientras mantiene las unidades militares enviadas al Este de Europa, el Gobierno declara estar a favor de una “salida diplomática”. Como el presidente Biden, que también acaba de ofrecer una “vía diplomática”: el secretario de Estado Antony Blinken anunció que Biden respondió por escrito a las demandas de Moscú. Pero sin renunciar a la adhesión de Ucrania a la OTAN, y anunciando al mismo tiempo la posibilidad de sanciones contra Moscú. Sanciones que, claro está, repercutirán contra los países europeos.
El gobierno Sánchez cambia de tono según la luz que viene de Washington. Y Unidas Podemos se escuda en ello para mantener un perfil deliberadamente bajo en sus objeciones al despliegue de tropas, que son puramente retóricas, no incluyen ninguna medida, ninguna convocatoria, nada.
El combate por la paz
Es el interés de los pueblos, y, en nuestro país, forma parte de nuestro ADN. No solo es el recuerdo de la guerra civil, es el rechazo a formar parte del juego de las grandes potencias.
Baste recordar que Felipe González ganó las elecciones el 28 de octubre de 1982 con el lema de “OTAN, de entrada, NO”, y prometiendo la convocatoria de un referéndum para salir de la OTAN. El referéndum que fue convocado, aunque de forma tramposa, y en el que el PSOE hizo campaña a favor de la permanencia en la OTAN con una serie de condiciones que luego incumplió, lo ganó porque preguntó “¿Quien representa políticamente el NO?”, y esto hizo que un sector importante de la población prefiriera el gobierno González a un hipotético gobierno de la derecha.
Esta batalla se perdió, pero las movilizaciones de 2003 y 2004 contra la presencia de tropas españolas en Irak, junto a otros aspectos, llevaron a una victoria la derrota del PP en las urnas y el gobierno Zapatero elegido el 14 de marzo de 2004 tuvo que retirar las tropas.
El no a la guerra está presente. Es sin duda el sentimiento mayoritario, pero ¿quién lo representa?,
La sección de la Cuarta Internacional en el Estado español, que participa en el Comité por la Alianza de los Trabajadores y los Pueblos, combate para ayudar a que se exprese políticamente la mayoría que se opone a la guerra.
Oposición que abre la vía a la lucha por la unión libre de los trabajadores y pueblos de Europa libres de toda opresión y explotación.