“Cuando pase esto van a cambiar muchas cosas”

(Publicado en la Carta Semanal 779ver en catalán)

Eso nos repiten una y otra vez políticos y comentaristas. Nos dicen cosas como que “cuando pase la crisis del coronavirus” la producción de medicamentos va a dejar de estar concentrada en China y la India, y se va a recuperar para los países europeos y los EEUU, que la producción de mascarillas y equipos de protección va a dejar de estar localizada en China, se van a acabar los recortes en la Sanidad, se va a crear un servicio de salud a nivel de la Unión Europea que de acuerdo a lo que es la UE sólo serviría para dinamitar los servicios de salud que existen realmente, que son los de cada país, se va a hacer un reparto más justo de la riqueza… Y así podíamos seguir hasta el infinito, y más allá. Es una vez más el cuento de que el capitalismo se puede reformar, que resulta posible un “capitalismo bueno, civilizado”, un “capitalismo con rostro humano”.

Pero ¡Cuando nos prometen estas cosas, muchos volvemos la vista atrás, hacia la crisis de 2008! Y hacia las crisis anteriores. También entonces se hicieron muchas promesas, pero las cosas siguieron igual. O peor.

¿Devolver la producción a los países más desarrollados?

Para responder a esta pregunta, hay que hacer una primera consideración. No es cuestión de buena o mala voluntad, sino de las leyes del sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción, del capitalismo.

Bajo este modo de producción, los beneficios del capitalista, propietario de los medios de producción, se basan en la extracción de la plusvalía al trabajador asalariado, porque al trabajador o trabajadora se le paga un salario, que debe garantizar las condiciones de su supervivencia  y de su familia, pero que, en todo caso equivale solamente a una parte de lo que produce (la otra parte es la plusvalía). Como quiera que esas “condiciones de supervivencia” están socialmente determinadas (no son las mismas en Alemania que en Vietnam), la suma del salario directo y diferido varía según cada país. De ahí que el capitalista, buscando el máximo beneficio, traslade la producción a los países o lugares donde le resulta más barato producir.  Compensa con los bajísimos salarios la menor cualificación de la mano de obra.

Por eso, la siderurgia y la construcción naval cerraron sus fábricas en Europa y trasladaron la producción a Corea del Sur y luego a China. Del mismo modo, la industria textil cerró sus fábricas en Cataluña y trasladó la producción a Marruecos y a Turquía, luego cerró en Marruecos y Turquía y se trasladó a China, de ahí a Bangla Desh y a Vietnam… y así seguirá, buscando dónde pagar menos salarios y obtener mayores beneficios.

Lo mismo ha pasado con la producción de los “principios activos” de los medicamentos, Alrededor del 80% de los principios activos de fármacos usados en Europa y Estados Unidos se producen en la India y en China, y la India tiene una poderosa industria de producción de medicamentos genéricos.

Del mismo modo, la producción de mascarillas se hace casi exclusivamente en China. Se calcula que, desde el 1 de marzo, China ha exportado 3.860 millones de mascarillas y 37,5 millones de trajes de protección.

La única excepción es la industria militar. Los únicos astilleros que quedan en España producen barcos para el ejército (y los venden a otros países, como Arabia Saudí). Pero aquí lo que se protege no es la producción industrial, sino el secreto militar, la patente de las armas.

¿Va a cambiar esto después de la crisis del coronavirus? Hacerlo significaría que el capitalista decide fabricar medicamentos o mascarillas en Francia o en España, aunque haya de pagar salarios más altos. El problema es que el beneficio del capitalista proviene de la extracción de la plusvalía, pero se realiza en el mercado, como resultado de la venta de su producto. Y ¿cómo va a vender esas medicinas o esas mascarillas más caras que las fabricadas en China o la India? ¿Los especuladores, los “fondos buitre” propietarios de buen parte de las empresas van a seguir manteniendo su inversión en esa empresa que no consigue vender sus productos, en lugar de hacerlo en una empresa china que los vende como rosquillas?

Aquí no hay una patente sometida a secreto militar. Incluso los ejércitos encargan la fabricación de sus uniformes a factorías textiles de China o Vietnam.

Se ha hablado de devolver a Europa la producción de medicamentos o de productos sanitarios. Ni que decir tiene que los productos siderúrgicos, los barcos, la ropa… seguirán fabricándose donde al capitalista le consigan mayores beneficios.

¿Un reparto más justo de la riqueza?

En 1916, Vladimir Lenin escribía “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, obra en la que describía la fusión del capital industrial y del capital bancario en el capital financiero, la constitución de un mercado mundial, y la concentración de la producción en empresas industriales cada vez más grandes.

Ha pasado más de un siglo, dos guerras mundiales, numerosas crisis económicas, y el fenómeno que describía Lenin no ha hecho, desde entonces, más que aumentar.

La ONG Oxfam decía en su informe de 2020 sobre las desigualdades mundiales, que “la riqueza del 1% más rico del planeta corresponde a más de dos veces la riqueza del 90% de la población (6.900 millones de personas)”. Y añadía que 2.153 multimillonarios atesoran más riquezas que 4.600 millones de personas, que son el 60% de la población mundial. Arrizabalo y Halphen explican en La Verdad nº 105 que “BlackRock, empresa estadounidense de gestión de activos, declaraba en febrero de 2019 que, con 14 900 trabajadores, gestiona 5,97 billones de dólares (equivalente a un 7,5% de todo el PIB mundial). Hay que tener en cuenta que, según The Mckinsey Global Institute, sólo el 10% de los grupos que cotizan en Bolsa atesora el 80% de todas las ganancias mundiales”.[1]

¿Puede revertirse esta tendencia, que se ha mantenido, e incluso acelerado, durante más de cien años? ¿Es posible ese “reparto más solidario de la riqueza”? Oxfam, a quien citábamos antes, opina que bastaría con cambiar las políticas fiscales para que las grandes compañías y fortunas pagaran más impuestos. De hecho, sólo un 4% de la recaudación fiscal mundial proviene de las grandes riquezas. Habría que preguntarse por qué no lo ha hecho ningún gobierno, en ningún país del mundo, ni de “derechas”, ni de “izquierdas”, ni de “izquierda plural”. ¿Cómo se le pone el cascabel al gato? ¿Qué gobierno puede imponerse a ese 1% más rico, que acaparó el 82% de la riqueza mundial generada en 2017? En última instancia, ¿es posible que se mantenga un régimen democrático cuando el 1% es el dueño de tanta riqueza?

En realidad, la concentración de la producción en unas pocas empresas es el resultado de la necesidad de competir, de incorporar maquinarias cada vez más complejas, y más caras, una carrera en la que, como señalaba Trotsky “Las empresas grandes gozan de mayores ventajas técnicas, financieras, de organización, económicas y políticas que las empresas pequeñas”.

No habrá más cambio que el que imponga la clase trabajadora

Son las leyes que rigen el sistema capitalista. Por eso el capitalismo no es reformable, nada va a cambiar después de la crisis del coronavirus, a menos que lo cambie la clase trabajadora con su movilización, imponiendo a los capitalistas conquistas sociales, como se impusieron, como resultado de la lucha de clases, el derecho a la jubilación, las vacaciones pagadas, la educación básica obligatoria a cargo del estado, la existencia de servicios de sanidad pública, etc.

En los últimos años hemos visto a todas estas conquistas en peligro, amenazadas por la voracidad del capital financiero, que busca aumentar el grado de explotación, la tasa de plusvalía. Mientras se mantenga el dominio del capital financiero, estos ataques van a seguir, y todas las conquistas que se arranquen estarán siempre en el objetivo del capital y sus gobiernos.

Pero si es cierto que cuando pase esto van a cambiar muchas cosas, si la clase trabajadora, poniéndose al frente de todos los oprimidos, pone los medios para  trasformar la situación, acabando con el imperio del capital.

[1] Centralización y concentración del capital en la época del imperialismo. La verdad 105 pg. 35-43

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.