(Publicado en la Carta Semanal 768 – ver en catalán)
A los militantes, a los trabajadores y trabajadoras, a la juventud de todos los pueblos del Estado.
El periodo abierto con la formación del gobierno de coalición PSOE/PODEMOS con el apoyo parlamentario de partidos vascos y catalanes suscita, sin ninguna duda, expectativas y, en muchos casos, ilusiones –aunque sean limitadas– en amplios sectores de la clase obrera, la juventud y, en particular, en el pueblo catalán.
¿Se modificará radicalmente la política que los diferentes gobiernos han llevado a cabo desde el Plan de austeridad de mayo de 2010? Un plan, no lo olvidemos, al servicio de la banca y de las grandes empresas que ha conllevado desocupación, precarización, reducción de los servicios públicos, caída de los salarios, acompañado de un aumento de la represión, y el poder arbitrario de la institución judicial a las órdenes de la Monarquía.
¿Se dará una salida democrática y de paz a las aspiraciones de la inmensa mayoría del pueblo catalán, que, más allá de ideologías, se pronuncia –un 82 por ciento según las encuestas– por poder ejercer el derecho a decidir, por la libertad de los presos y el fin de la persecución judicial a más de 2.500 ciudadanos catalanes, y que, por ende, no se reconocen en la Monarquía?
¿Se resolverán pronto y suficientemente los graves problemas creados por las múltiples contrarreformas laborales y de pensiones (en particular, el ASE, de febrero de 2011, que supuso una verdadera ruptura generacional)? ¿Se recuperará el derecho a la libre negociación colectiva, el fin de la precarización del trabajo?
¿Se dotará de nuevo a los servicios públicos y a las infraestructuras de los medios necesarios para responder a las necesidades del conjunto de la población y cerrar la vía a la privatización, al despilfarro y al imperio del supuesto «libre mercado»?
Las personas trabajadoras y los pueblos de este país estamos viviendo una coyuntura histórica, paralelamente a las clases trabajadoras y pueblos de toda Europa y más allá. En efecto, todos los regímenes políticos están en crisis. Aquí la sufre el llamado «régimen del 78» o sea del año en que se “aprobó”, bajo la amenaza de un golpe militar, la Constitución que preservaba una buena parte de las instituciones de la dictadura, en primer lugar, imponiendo la Monarquía a cambio de reconocer algunos derechos, la mayoría de los cuales ya habían sido duramente conquistados en las calles. Este régimen vive una crisis acelerada. En primer lugar, porque aparece como lo que es, un enorme parásito que vive a costa de la población trabajadora y de todos los pueblos. La pervivencia de este régimen es una amenaza diaria a las libertades, con su aparato judicial arbitrario, un régimen que ha hecho que este país tenga los menores niveles de empleo, derechos laborales y servicios públicos de todos los países del entorno.
Sin embargo no será tomando por ejemplo los diferentes regímenes europeos como la mayoría social y los pueblos encontrarán solución a sus problemas, a sus reivindicaciones, a sus necesidades. Las instituciones europeas han demostrado su carácter reaccionario al servicio de las multinacionales, y países hermanos y vecinos como Francia sufren un régimen, la V República, empeñado en destruir todo lo que la clase obrera francesa conquistó con las armas en la mano en el año 1945, después de la derrota del fascismo. El actual ataque contra el sistema de pensiones, sin duda el más garantista del mundo, que se suma a la anterior reforma laboral, y los ataques contra la enseñanza y la salud muestran su verdadera cara. Y como es lógico, ante la resistencia de la clase trabajadora y sus organizaciones, el arma de la represión se multiplica, contra los «chalecos amarillos», la juventud estudiantil, las manifestaciones sindicales.
Son fenómenos comunes en todos los países europeos. Lo cual nos obliga a buscar las causas. No es una crisis más, no es una simple crisis de gobierno o ni siquiera de régimen, se trata de la descomposición del sistema de producción capitalista, que no ofrece a la humanidad más que guerras, desocupación, destrucción de derechos, destrucción de la naturaleza.
No solo es la Monarquía la que está caduca
Es el sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción, distribución y cambio. Todas las instituciones que se conformaron después de la Segunda Guerra Mundial –y en el Estado español en la transición– están en quiebra. Todas viven la contradicción entre las exigencias del capital financiero que quiere “acabar con todo”, con todas las conquistas que se le arrancaron en dos siglos de lucha de clases, todo lo que significa derechos y libertades, y la resistencia de las clases trabajadoras y de los pueblos que quieren vivir.
No es casualidad que asistamos, desde Santiago de Chile a Beirut, pasando por Argel o París, a una movilización, una revuelta que busca convertirse en revolución y que pone en el centro una cuestión: acabar con el sistema.
En efecto millones de personas trabajadoras, de jóvenes, de desocupados, se ponen en movimiento y buscan instrumentos para combatir, para resistir a la barbarie de este sistema, y, en esta búsqueda, en la mayoría de los casos, rechazan a los viejos partidos, o les otorgan, como en nuestro país, una confianza limitada. Un rechazo que surge por razones prácticas, por experiencia. Cuanto más se agrava la crisis del sistema capitalista, arrastrando a la miseria a las clases trabajadoras, a los pueblos a la barbarie, más se aferran los dirigentes de esas organizaciones, tanto las “viejas” como las “nuevas”, a la defensa de ese sistema. Estas organizaciones han vivido y viven ayudando a preservar el sistema de opresión y explotación. Sustituyendo reivindicaciones por «reformas», buscando la concertación, el “dialogo social”, marco de aplicación “consensuada” de las contrarreformas, en vez de plantear la negociación libre y la lucha de clases.
Para sectores cada vez más amplios de las masas, estas organizaciones (a pesar de muchos militantes) forman parte del sistema, son parte del problema, y no de la solución.
Confrontados en nuestro país a diez años de contrarreformas, destinadas a mantener el régimen monárquico y el poder de la alta finanza, se está cerrando una etapa.
Todas las movilizaciones de cierta amplitud aun partiendo de reivindicaciones parciales, chocan con las instituciones de un régimen opresor (los recortes de la libertad sindical, el Estatuto viciado por las reformas laborales, las leyes de estabilidad del art. 135 de la Constitución, los poderes represivos que vienen de la dictadura…).
Es el ejemplo del pueblo catalán, cuyas exigencias no tienen cabida en el régimen monárquico y su constitución. Exigen una salida democrática para todos los pueblos. Una salida que no puede ser otra que la República.
Es el caso de la movilización de los y las pensionistas: la defensa del actual sistema público de pensiones choca abiertamente con el poder del capital financiero y sus instituciones. No es casualidad que el FMI, la UE, la OCDE, el Banco de España, todos a coro, exigen desmantelar el sistema público.
Y estas movilizaciones hoy día punteras, no tienen salida en el marco monárquico. Un marco en el que no pueden ser defendidas consecuentemente por los dirigentes de las organizaciones que «prometen, por el rey y la Constitución» mantener el régimen en nombre de la mal llamada Unidad de España, que no es más que la unidad de las instituciones heredadas del franquismo, garantes de la explotación y la opresión, y, al mismo tiempo, al servicio de la política agresiva del imperialismo dominante a escala internacional. De ahí las bases militares de Morón y Rota, amenaza directa contra los pueblos del Magreb.
Tienen razón los 49 diputados que se negaron a recibir al Borbón.
Los y las pensionistas se han visto obligados a sortear la política de la dirección de las confederaciones sindicales, que firmaron el ASE y ahora defienden algunas reivindicaciones pero se agarran al relanzamiento del Pacto de Toledo que desde 1995 ha propuesto contrarreforma tras contrarreforma.
El pueblo catalán, con la juventud a la cabeza desde el 14 de octubre del pasado año, y la masiva movilización contra la condena a los presos, busca la alianza con la juventud, la clase trabajadora y los pueblos del resto del Estado para hacer frente juntos al régimen monárquico.
Como es normal, en estos momentos la mayoría social, los pueblos desean que el nuevo gobierno actúe. La pelota esta en su campo.
Pero ante la ofensiva del capital y los franquistas, es indispensable la acción decidida de los trabajadores, como los pensionistas, los de Nissan, la acción de los agricultores, la movilización en defensa de las mujeres.
Por eso es indispensable que las organizaciones obreras y populares defiendan con total independencia las exigencias de quienes representan, y poniendo en primer y único lugar la conquista o la recuperación de derechos perdidos, la libertad de los presos, el fin del acoso judicial.
Los agricultores hoy movilizados en todo el país ponen en el centro la contradicción de la situación. No pueden vivir de su trabajo. Quienes se benefician de su sudor son los grandes monopolios de la distribución, Mercadona, Día, Carrefour… que se embolsan enormes beneficios, mientras los grandes latifundistas se benefician de la Política Agraria Común de la Unión Europea. La paradoja es que la concentración de la tierra es aún mayor que en los años 30, y que la necesaria Reforma Agraria es impensable sin atacar el poder de estos monopolios, o sea, su expropiación, para permitir precios justos para los jornaleros y agricultores, precios moderados para la masa de la población trabajadora. ¿Dará el gobierno algún paso en este sentido? ¿O se nos sacara de nuevo el espantajo de Vox?
La sección de la IV Internacional en España prepara su congreso
En todo el país, en todos los pueblos, decenas de miles de militantes encabezan la lucha de los pensionistas, buscan detener el desmantelamiento de la industria del automóvil, como en Nissan. Miles de jóvenes despiertan a la lucha y buscan el apoyo y experiencia de las generaciones anteriores.
Y todos constatan que desde noviembre de 2012 las grandes organizaciones han rechazado toda acción de conjunto. Una actitud que, de hecho, ha permitido que los ataques y contrarreformas se adopten y apliquen.
Estos militantes observan también que, para muchas organizaciones políticas, el único objetivo parece ser obtener puestos, diputaciones, ministerios y subvenciones del Estado, las autonomías, los ayuntamientos.
La sección de la Cuarta Internacional en España fue fundada en febrero de 1980 por militantes que habían combatido contra la Constitución del 78. Se fundó sobre la base de la ruptura con ese régimen, del combate por la República (por lo cual los gobiernos la ilegalizaron durante cuatro años).
Hoy este combate, aunque sin duda las condiciones han cambiado, tiene una actualidad particular.
República no es un debate académico, para quienes buscan una salida favorable a la población trabajadora es una necesidad como el agua que se bebe, como el aire que se respira.
La lucha por la República hoy es lo que permite aunar reivindicaciones y derechos, acabar con la opresión y la explotación. La lucha por la República hoy es lo que permitirá restablecer la alianza entre la clase trabajadora y los pueblos que se forjó espontáneamente en la lucha contra Franco.
El Congreso que prepara la sección de la IV Internacional en España comparte la búsqueda de miles de militantes que buscan agruparse creando instrumentos para ayudar a los trabajadores y pueblos a unirse, acabar con la Monarquía y organizarse democráticamente (a nuestro entender en una Unión de Repúblicas Soberanas). Por ello invitamos a los compañeros interesados a participar en este debate y desarrollar la colaboración.
Nuestro Congreso tiene como lema ayudar en las movilizaciones presentes a preparar el torrente revolucionario que abra la vía a la República del pueblo, para el pueblo, de los pueblos, para los pueblos.
Comité Ejecutivo del Partido Obrero Socialista Internacionalista