Carta Semanal 909 en catalán
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La señora ministra de Hacienda, María Jesús Montero, presentó la semana pasada el proyecto de presupuestos, a discutir en Cortes, para el año 2023. Este presupuesto, presentado como el más social, o casi, de la historia, contempla oficialmente un aumento del 26 por ciento del gasto militar, que asciende a 12.825 millones en 2023 frente a los 10.152 millones de 2022.
Recordemos que este aumento conllevó un rifirrafe con el socio de coalición Podemos que, en palabras de su portavoz parlamentario Echenique, pretende ignorar este aumento. Aumento que según la ministra no contabilizaba en el “techo de gasto”. Extraña ingeniería contable porque al fin y al cabo el gasto es el gasto, venga de donde venga. Al parecer viene del “Fondo de Contingencia”. Hablaremos después de esto. Lo que aparece por el momento públicamente es que oficialmente hay un aumento del 26 por cien. Justificado según Pedro Sánchez por los compromisos adquiridos en La Cumbre de la OTAN en Madrid los 29 y 30 de junio pasados.
Hasta aquí el relato oficial.
Los últimos días diversos periódicos, en particular La Vanguardia, fiel representante de la fracción catalana de la burguesía defensora del régimen monárquico, publicaron diferentes artículos detallando el gasto militar, la voluntad del gobierno es la de operar la concentración de las grandes empresas de armamento con una lluvia de millones. Una necesidad, sin decirlo, de “competir” en el mercado mundial en un momento en que la administración americana (las multinacionales americanas), que posee el 40 por ciento del mercado, utiliza a fondo la guerra de Ucrania para aplastar a sus competidores europeos -teóricamente aliados-. De hecho, más del 60 por ciento del armamento del nuevo ejército de Ucrania, formado en 2014, es de origen estadounidense, lo que va unido, claro está, al envío de un ejército de instructores y técnicos, que permiten a este ejército gozar de las armas más sofisticadas.
La política del gobierno de coalición es clara: intenta mantener un pequeño espacio en el mercado mundial. En realidad, las guerras sirven para esto, en nombre de la democracia, la soberanía nacional, los derechos humanos, se libra el combate entre los gánsteres capitalistas, entre ellos los oligarcas corruptos, para controlar partes del mercado mundial, en este caso por el control de la energía, y también del armamento de última generación.
¿Cuál es el verdadero gasto militar?
El miércoles 12 de octubre (coincidiendo con el desfile militar en Madrid) el periódico en catalán ARA publica un largo artículo y el editorial sobre la ocultación del gasto militar. ARA no es ni de cerca ni de lejos un panfleto izquierdista, ni siquiera independentista. Es un periódico partidario del orden, políticamente correcto. La prueba es que la conclusión de su editorial es clara: “Si Pedro Sánchez quiere aumentar el presupuesto, lo primero que tiene que hacer es ser honesto y abandonar las prácticas opacas de sus antecesores”. En efecto, todos los gobiernos han ocultado los verdaderos gastos. Como dice el artículo de La Verdad n.º 111 dedicado a la economía de guerra “el mercado armamentístico por su propia naturaleza es opaco”. El articulo citado de este periódico desmenuza un estudio realizado por El Centre d’Estudis per la Pau de Barcelona.
Resumiendo, el contenido es el siguiente: el verdadero gasto previsto para el 2023 sería de 24.058 millones, el doble de lo anunciado. Lo más significativo son los 1.601 millones destinados a innovación del sector de la defensa, gasto incluido en presupuesto del Ministerio de Industria y que el año pasado fue de 708 millones; es decir, este gasto en “I+D militar” aumenta con relación al 2022 un 126 por cien. Teniendo en cuenta los intereses de la deuda atribuidos al Ministerio de Defensa que llevaría un total del 27.617. O sea, más del 2 por cien del Producto Interior Bruto. Lo de los intereses de la deuda explicaría de dónde viene el “Fondo de Contingencia”, o sea de más deuda.
El cálculo es fácil, el hecho según el estudio es que partidas de gasto se atribuyen a otros Ministerios, al del Interior, al de Industria, al de Exteriores.
El documento del Centre citado concluye diciendo: está cantidad presupuestada no es obligatoriamente lo que se va a gastar. Hasta ahora se ha gastado más. O sea, contrariamente con otros gastos -por ejemplo, la financiación de las autonomías en que en muchas ocasiones como en Andalucía y Catalunya no se gasta lo presupuestado- en Defensa siempre se sobrepasa.
Los datos consignados acerca del verdadero monto del gasto militar no son una mera cuestión administrativa. Tienen una importancia económica trascendental, más allá de que computen o no dentro del llamado “techo de gasto” (el antidemocrático mecanismo por el que la mal llamada UE, al servicio del FMI, impone cuánto pueden gastar las administraciones públicas). Porque de algún lado salen los recursos que soportan dicho gasto: o bien del recorte de otros gastos y en particular de disminuir los sociales; o bien de una mayor recaudación fiscal que, visto lo visto, vendría de impuestos indirectos (los más regresivos ya que los paga en igual proporción el conjunto de la población, con independencia de su nivel de riqueza); o bien de un mayor endeudamiento, con la consecuente exigencia posterior de recortes sociales para afrontar su pago. En todos los casos se trata, por tanto, de un hecho reaccionario, tanto por el destino del gasto (la guerra, la destrucción), como por su financiación.
Pero además de su importancia económica, que hace que el gasto militar, ya de por sí muy elevado, se dispare en la proporción consignada revela algo más, muy relevante políticamente: ¿por qué se tapa con un manto de silencio esta situación? ¿Por qué no hay ninguna iniciativa de denuncia y combate contra ella por parte de los principales responsables políticos que dicen reclamarse de los intereses de la mayoría, que es la clase trabajadora? La respuesta es inequívoca: porque cierran filas con el régimen monárquico que subordina nuestra economía a los intereses de la fracción dominante del capital financiero a escala mundial, que es la estadounidense. Unos intereses que se vehiculizan a través de instituciones como, especialmente, el FMI y la OTAN, a las que el régimen monárquico español se somete, especialmente a través de la UE.
La lucha contra la guerra, contra los gastos militares es inseparable del combate por las reivindicaciones.
El gasto armamentístico no solo es parasitario, es el gasto en fuerzas destructivas, es expresión de la descomposición del mercado capitalista. Es un medio de valorización del capital, lo cual demuestra su verdadero carácter destructor. (Ver La Verdad 111)
Se pretende defender en el movimiento obrero este gasto en nombre de los puestos de trabajo. Como si no faltaran productos útiles y necesarios socialmente:
Presupuestos de sanidad y educación golpeados por la pandemia que apenas sufrieron modificación en el sentido de reforzar a lo público y que de hecho hace que haya menos médicos y enfermeras en la red pública ahora que a inicios del 2020; una industria farmacéutica en manos privada a pesar del desastre vivido; carencias nunca resueltas descubiertas con el Prestige como la falta de remolcadores de altura en los puertos; miles de plazas de escolares todavía bajo los techos de pabellones prefabricados o los una y otra vez reclamados aumentos de vías ferroviarias y su modernización…
Pero si el gobierno de coalición se ve obligado a ocultar los verdaderos costes se debe a una razón política. El movimiento contra la guerra, los gastos militares, la OTAN, han sido masivos en nuestro país, incluso mayoritarios. Aunque hoy esto no se exprese aún en las calles (o de forma limitada, como la Manifestación del 26 de junio en Madrid), es evidente que puede resurgir, como ocurrió en los años 80 contra la OTAN y en 2003 y 2004 contra la presencia de tropas españolas en Irak.
La lucha contra la guerra está unida la lucha contra la guerra social, o sea al combate -entre otros- por el aumento de salarios y pensiones según la inflación real, contra los despidos en la industria, en defensa de ella, y el cese del desarrollo de la industria militar, verdadera metástasis en el conjunto del aparato productivo.