(Publicado en la Carta Semanal 528)
Está muy extendida la consigna del PPSOE. Viene a señalar que son lo mismo. Circula mucho esta idea en los sectores más izquierdistas y entre los provenientes del 15M.
Divergimos de esa posición, y el problema no es la caracterización de la política del PSOE, sino qué política permite que se abra camino unido el movimiento de masas que se ha expresado impetuoso en las huelgas y en la calle, y ahora también, de manera deformada, en las urnas. Qué política permite conseguir una huelga general, y también utilizar efectivamente las elecciones.
Desde luego, no es un problema moral. Las políticas de los gobernantes del PSOE han sido a veces tan desastrosas como las del PP o peores. Siempre han dependido, en la última época, de las órdenes de Bruselas. Desde el Tratado de Maastricht los gobiernos limitan su independencia y capacidad de decidir que queda solo en aplicar la política de la UE. Poco margen que hace que aparezcan como muy similares. Los que fiaban su política al neokeynesianismo, ahí en Maastricht enterraron su última esperanza. No es que la política de Keynes –recordemos, un economista burgués que buscaba salvar al capitalismo de sus crisis cíclicas actuando desde la inversión pública– fuese ninguna solución. Pero después de Maastricht, que fue aprobado cuando la mayoría de los gobiernos de la UE eran socialdemócratas y con el apoyo a veces de la Izquierda Unida Europea, esto es una quimera.
Y es que la Unión Europea es, como el FMI, una institución del capital financiero. El PSOE, desde el Gobierno, estuvo con González en vanguardia de la aplicación de sus directivas. Y hoy, ante su descomposición, es la dirección del PSOE la primera en correr para intentar salvarla. Recordemos que en agosto del 2011 ZP propuso a Rajoy consensuar la modificación del artículo 135, o sea, privilegiar los imperativos del pago de la deuda. No es por casualidad que entre los militantes socialistas uno de los aspectos más importantes de oposición a la dirección sea la derogación del 135.
Bien. La política de la derecha y de la izquierda oficial en Europa es muy parecida. Incluso hay un acuerdo de gobierno en la UE. ¿Pero eso quiere decir que son los mismos? Eso no puede ser pretexto para llevar una política de división de los trabajadores que haga el juego al capital y sus instituciones, al aparato franquista. Sobre todo cuando los que más denuncian hacen con frecuencia la misma política en los convenios, en los ayuntamientos, y donde llegan.
La historia para el que quiera debatir seriamente sobre este tema nos enseña que el PSOE no se ha pasado al otro bando estos últimos años. Hace muchos años que la socialdemocracia decidió pasarse con armas y bagajes al bando burgués. Cuando los dirigentes de la socialdemocracia alemana apoyaron la guerra imperialista, se opusieron a la revolución y asesinaron a los dirigentes socialistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, quedó al descubierto a dónde llevaba la supuesta vía “pacífica y parlamentaria” al socialismo. Cosa que tras la disolución de la segunda internacional y la creación posterior de la moderna II Internacional socialista se abandonó para ser meros administradores del capital optando por humanizar la explotación. Esta segunda internacional es una mezcla de organizaciones clásicas que fueron levantadas por los trabajadores. Como los partidos de España, Alemania o Gran Bretaña, con auténticos asesinos y sátrapas como los casos de los dictadores de Túnez y Egipto y los actuales gobernantes sionistas. Sobre estos temas recomendamos la lectura de los cuadernos de formación del POSI.
Pero no es una cuestión moral. Para la Cuarta internacional estas organizaciones son obrero-burguesas. Su base y su historia es obrera. Los millones de votantes del PSOE, miles de militantes que en cualquier pueblo o barrio defienden derechos y servicios públicos son aún hoy expresión de la clase obrera. Y una parte de ésta reconoce al PSOE como su partido. Sin embargo, la dirección está pasada en lo sustancial al otro bando, defendiendo las instituciones de la burguesía.
La precisión no es baladí. Depende de cómo los caracterizamos para ver como nos dirigimos a ellos. Para los que dicen que PP y PSOE es lo mismo pueden darse las dos situaciones extremas. O no negociar nunca con el PSOE ni hacer acuerdos porque son iguales que el PP o, la más peligrosa, dejar gobernar al PP en algunos sitios porque como son iguales que el PSOE…
Frente Único Obrero
La unidad entre organizaciones distintas siempre ha sido una preocupación en el movimiento obrero. Por ejemplo lo fue en los prolegómenos de la revolución de Octubre en Rusia. Los mencheviques, que eran mayoritarios entonces en los soviets, eran partidarios de mantener el apoyo al gobierno provisional en alianza con los burgueses. El partido bolchevique llevó una táctica de tender la mano a los mencheviques siempre que rompiesen con la burguesía. No lo consiguieron pero en esa batalla ganaron la mayoría en los soviets.
No siempre ha habido Frente Único Obrero
Desde la experiencia del siglo transcurrido, el frente único obrero no es una táctica circunstancial, sino una orientación estratégica indispensable para defender los intereses de los trabajadores. Siempre ha habido orientaciones contrarias, que dividen a los trabajadores en beneficio de la burguesía. Hemos conocido el talante ultraizquierdista y sectario que ha consistido en denunciar a todo el mundo y en negarse a llegar a acuerdos con traidores.
En el movimiento obrero del Estado español, el enfrentamiento entre PSOE-UGT y la CNT permitió a menudo que los dirigentes de ambas corrientes eludiesen sus responsabilidades. Cuando hubo un paso en la unidad contra el capital, como en 1916-17, en Asturias en 1934, o en julio del 36, las masas respondieron con una inmensa fuerza. En cambio, la falta de acuerdo a escala estatal en 1934, achacable a ambas partes, facilitó el aplastamiento del levantamiento obrero.
A escala internacional el caso más conocido de división fue el del llamado tercer periodo estalinista, en el que la teoría del socialfascismo situaba a la socialdemocracia como un enemigo peor que los nazis. Esto facilitó la llegada de Hitler al poder que lo primero que hizo fue detener a los diputados comunistas. Thaelmann, dirigente del Partido comunista alemán falleció en las cárceles nazis.
Esta política, como pasó muchas veces con Stalin, giró en sentido contrario a los pocos años, a la de los Frentes Populares, que encabezó Dimitrov y que planteaba acuerdos entre la izquierda, incluyendo a los traidores socialdemócratas, y la burguesía democrática.
En efecto se pasó del tercer periodo o frente único por la base, que llevó al desastre de Alemania, al Frente Popular, que llevó entre otras cosas a la derrota de la revolución en nuestro país. El Frente Popular abrió las puertas a Franco oponiéndose a la revolución proletaria en ciernes y ayudando a reconstruir el estado burgués. La creciente subordinación de PSOE-UGT y CNT-FAI a la burguesía en los gobiernos de la II República llevó a la derrota y la liquidación física del movimiento obrero.
Las criticas que se pueden hacer a la socialdemocracia actual pueden servir para las organizaciones estalinistas que tras la caída del muro se han “socialdemocratizado” pasando a defender políticas parecidas, incluyendo a Izquierda Unida en España. Incluso los dirigentes de Podemos reivindican la socialdemocracia y Pablo Iglesias señala que los auténticos socialdemócratas son ellos.
Hay que ser claros. El obstáculo fundamental para que el PSOE cumpla la voluntad de sus electores es su compromiso de defender las instituciones de la UE y las de la Monarquía. Pero ese compromiso lo comparten de hecho todas las formaciones parlamentarias de izquierda del Estado español (salvo la C.U.P.). En junio de 2014 sectores importantes de masas salieron a la calle contra la sucesión de Felipe VI, por la República. Pero cuando llegó el día de la proclamación del nuevo rey IU le había dado una tregua de tres meses y ningún dirigente de las principales organizaciones de izquierda salió a la calle. Más claro si cabe: todas las formaciones de la izquierda oficial que acceden a gobiernos regionales o locales hacen lo mismo que el gobierno PSOE-IU de Andalucía: aplicar recortes y poner algún cataplasma. Y los que salen gritando PSOE-PP no son los que menos recortan…
Hoy la lógica del Tercer Periodo, «mejor que gobierne el PP», se combina perfectamente con la Unidad Popular para continuar la misma política llamada de «regeneración democrática de las instituciones” o, como dice Carmena, de Ahora Madrid, seguir pagando la deuda porque Madrid tiene mucho dinero y en ultima instancia obedecer a la justicia (o sea a los tribunales y aparato judicial heredado del franquismo).
¿Dejar que gobiernen Cospedal, Barberá o Aguirre?
A todos estos izquierdistas les rebate la cruda realidad. ¿Entenderían los trabajadores y ciudadanos, la juventud y las mujeres de este país que gente como Cospedal, como Aguirre o los lideres del PP valenciano siguiesen gobernado cuando es posible echarlos con alianzas de partidos de izquierdas?
Echar al PP del Gobierno y de todos los gobiernos regionales o municipales es una necesidad de supervivencia para los trabajadores y para los pueblos. Lo sabe muy bien el imperialismo norteamericano, que el mismo 25 de mayo decidió enviar al vicepresidente de los Estados Unidos a sostener a Rajoy para apuntalar el régimen monárquico que en el último trimestre del año debe presidir el Consejo de Seguridad de la ONU, que es un bastión contra los pueblos del Magreb, de África, pero también sale en primera fila a atacar la voluntad expresada por el pueblo griego en las elecciones de enero.
La idea de que el PP, partido que aglutina en particular a los franquistas, pierda el gobierno pone de los nervios desde hace más de un año a la gran patronal y a la Unión Europea. En cada pueblo tiemblan los caciques y los principales mafiosos.
Que vayan a gobernar el PSOE u otros no resuelve nada, pero el capital sabe que la derrota del PP es una derrota de la Monarquía, que ya se tambalea. La derrota del PP significa que cualquier otro gobierno que pretenda privatizar hospitales, que pretenda no dar fármacos a los enfermos, lo tendrá mucho más difícil.
La caída del PP será para las masas trabajadoras la señal para reclamar todo lo que se les ha quitado, será para los pueblos la señal para reclamar los derechos negados. Y de ahí viene el pánico que recorre las filas del capital, desde Washington hasta el último pueblo.
Porque el objetivo es acabar con la política de recortes de todo tipo, anular todos los recortes efectuados, implantar la democracia, la soberanía de los pueblos del Estado español. Desde luego solo códigos éticos y otras medidas cosméticas no van a solucionar los problemas que los ciudadanos tienen en estos momentos.