Carta Semanal 934 en catalán
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El 2 de abril, miles de personas asistían, en un polideportivo de Madrid, a la presentación de SUMAR, el proyecto político de Yolanda Díaz. Ello demuestra las expectativas de muchas personas con interés en la política por una salida favorable a la mayoría trabajadora del país.
En efecto, muchas son las reivindicaciones pendientes, y que no han sido satisfechas por el gobierno de coalición: la derogación completa de las reformas laborales, de la ley mordaza y las leyes que destruyen la educación pública, la garantía del sistema público de pensiones basado en el reparto, la recuperación de la sanidad y los servicios públicos, el fin de los despidos y la destrucción de la industria, la protección de los salarios frente a la inflación desbocada, el reconocimiento de los derechos de los pueblos del Estado Español, la separación de Iglesia y Estado y el fin de los privilegios del Iglesia Católica, acabar con el poder judicial, y toda la herencia franquista y en primer lugar con la Monarquía impuesta por Franco (la Transición nos negó el derecho de pronunciarnos al respecto), el fin de la participación en la guerra…
¿Van a ser satisfechas esas reivindicaciones elementales con las propuestas de Yolanda Díaz? Por lo que visto en el acto, es difícil juzgar, ya que casi no hubo más propuesta política que la de convertirse en la primera mujer presidenta del gobierno y clamar por la unidad.
¿Cuál es el programa de Yolanda Díaz?
Quien se interese por el contenido de las propuestas de Sumar va a encontrar grandes dificultades para conocer cuáles son. Si las busca en su web (https://sumarfuturo.info/), lo hará en vano. Bajo el epígrafe “proyecto de país”, apenas unas líneas, sin ninguna propuesta concreta: “nuestras sociedades democráticas arrastran demasiadas heridas y los partidos políticos no parecen capaces de ofrecer soluciones de fondo, ni sobre todo un horizonte de futuro (…) Sumar quiere ser una herramienta al servicio del país y que ensanche la democracia”. Si abrimos la pestaña “proyecto de país”, tan sólo nos encontramos con 39 “personas coordinadoras” (la mayoría “sesudos expertos”, con un solo sindicalista, Agustín Moreno, y apenas 2 que pueden ser considerados activistas sociales), pero ni una sola línea sobre lo que los grupos que esas personas coordinan ha elaborado.
En cuanto al discurso de Yolanda Díaz en su presentación como candidata, poco más vamos a avanzar. Según las referencias que encontramos en la prensa, Yolanda ha dicho que “quiero ser la primera presidenta de mi país”, y que “las mujeres no somos de nadie”, que “estamos hartas de tutelas”. Reivindicar el papel de la mujer en la acción política es positivo, pero el mero hecho de que una mujer presida el país no garantiza nada, ni siquiera para los derechos de las mujeres. Basta con recordar a Margaret Thatcher, Ángela Merkel, Indira Gandhi…
En su discurso, hay que destacar una mención a ERC, a su voto negativo a la reforma laboral. Para Díaz, fue “votar en contra de una reforma laboral con el PP y Vox por puro politiqueo”. En nombre de ERC, Rufián respondía: “entiendo que es útil pactar con Garamendi y con Ciudadanos una reforma laboral sin unos salarios de tramitación y una indemnización digna por despido”. Recordemos que la propia Yolanda Díaz presumía en un tuit del apoyo del Financial Times, órgano de la City de Londres, a su reforma laboral.
Algo más sobre su programa encontramos en su entrevista en El País del pasado día 3. Allí, Díaz habla sobre cómo afrontar la inflación que devora el poder de compra de los salarios: “es posible llegar a una limitación de precios con carácter voluntario y acordado con las grandes empresas y la distribución” Quedaría, por tanto, a la buena voluntad de los especuladores. Sobre la entrega de armas a Ucrania, declara que “los socios europeos están cooperando ante una guerra que está siendo brutal”.
Varios medios de prensa describen el proyecto de Yolanda Díaz como una vuelta al Podemos inicial, “pero sin populismo”. El País explica en un editorial que “la candidatura de la vicepresidenta segunda echa a andar buscando la transversalidad que tuvo el primer Podemos, pero cambiando su antigua épica del pueblo contra la casta por la más inmediata y material apelación la ‘Política útil’”. Y lo recalca en un artículo de J. Rodríguez Teruel, que dice que “actualiza el programa de una izquierda institucional y abandona el impulso populista de los orígenes de Podemos”. El comentarista saluda el objetivo de intentar enterrar en las instituciones la resistencia de los trabajadores y los pueblos. Y añade que “queda atrás la denuncia al régimen del 78, reemplazada por una exigencia para actualizar la aplicación de la Constitución”, y que “queda atrás la denostación de la UE, desplazada por una llamada europeísta a las reformas de los tratados y derechos europeos, que discursivamente no dista demasiado del relato emanado desde les apropias instituciones comunitarias”.
P. Vallín, en El Mundo, recuerda que “Sumar se distancia de las izquierdas chavistas latinoamericanas para sincronizar el discurso de neolaborismo de Yolanda Díaz con las nuevas izquierdas reformistas…”. A. Carvajal, en el mismo periódico, señala que Yolanda Díaz “no habló hasta el exceso de la ‘ultraderecha -como Iglesias o Sánchez- ni atacó a jueces, periodistas o ‘cloacas”. Ignoró la guerra y la OTAN (…) tampoco hizo alusión la Monarquía”.
Conocida es, en efecto, su negativa a criticar a la Monarquía o al poder judicial franquista. Es decir, su respeto por las instituciones heredadas del franquismo. Pero si algo demuestra la experiencia de los últimos 40 años, y la del gobierno de coalición, es que es imposible dar satisfacción a las reivindicaciones dentro del respeto a esas instituciones, a las de la Unión Europea, y a la OTAN, que condicionan toda política de progreso.
¿Cuál es el origen de este proceso?
El 4 de mayo de 2021 Pablo Iglesias dimitió de todos sus cargos tras las elecciones madrileñas. En su despedida, vino a decir que se iba porque no contribuía a sumar y que Yolanda Díaz sería una buena candidata a presidenta del gobierno.
Díaz es la ministra mejor valorada. Reivindica su labor y se ha curtido en las batallas semanales en las Cortes contra los portavoces del PP. Por otra parte, su “reformita” laboral dejando buena parte sin tocar, no es para tirar cohetes.
En la universidad de otoño de Podemos, en octubre de 2021, se dieron todos los apoyos al proyecto de Yolanda. Pero la ausencia de ésta, indicaba que ella quería marcar su propia ruta. La cosa no iba por donde la dirección de Podemos quería, y Pablo Iglesias declaró que “quizás me he equivocado” designando a Yolanda. Y que debería haber habido unas primarias.
Podemos, con las “candidaturas del cambio” llegó a ser el primer partido en intención de voto y sacó 69 diputados por separado de IU. Desde entonces, ha habido fuerte bajada en votos, en presencia institucional y han abandonado Podemos buena parte de sus fundadores. En Madrid, con Errejón, se fueron la mayoría de los cuadros municipales y autonómicos. En Galicia han desaparecido las confluencias. Bescansa con ellas. Sus 2 diputados canarios, Mery Pita y Alberto Rodríguez, están hoy al frente de dos nuevas organizaciones,
Ante esta situación Podemos decide refundarse en el Frente Amplio. Pero los planes de Yolanda, nominalmente militante del PCE e IU, van por otro lado y esto está provocando la ruptura, en la que no se atisban diferencias políticas. Más bien de control del proyecto. Podemos se queja de que no se les tiene en cuenta, de que está más cerca de Errejón que de ellos, etc. De hecho, parece que la mitad de los actuales diputados están con Yolanda y organizaciones enteras como la de Cataluña han participado en el cónclave del 2 de abril.
El mal ambiente entre las diversas organizaciones amenaza con llevar al fracaso esta nueva propuesta.
¿Empezar de nuevo para hacer lo mismo?
En el terreno político se trata de saber a dónde se quiere ir. Si se quiere seguir haciendo la misma política de UP y sus aliados en el Congreso no hacen falta muchos esfuerzos. Solo cambiar el nombre de la coalición y alguna cara.
Pero si se ha perdido mucho apoyo habrá que ver porque ha sido y como solucionarlos. Y si ese fuese el camino, habría que haber empezado de otra forma y no nombrando a dedo a quien encabeza el proceso. Se necesitaría un debate, un balance y una propuesta democrática, transparente y participativa. Pero parece que se va a reducir a un proceso para refrendar lo hecho y unas primarias a medida.
¿Disolución de las organizaciones?
La web de Sumar dice que “los partidos políticos no parecen capaces de ofrecer soluciones de fondo, ni sobre todo un horizonte de futuro”. De hecho, Sumar se presenta como un proyecto -uno más- de “superación de los partidos políticos”, lo que impregna todo el discurso de Díaz, para quien Sumar es “una casa abierta” para hacer “política útil”.
La prensa subraya el enfrentamiento con la dirección de Podemos, que atribuye a una pugna por los puestos electorales, que ciertamente existe, pero la cosa va más allá. El proyecto Sumar se niega a reconocer a las organizaciones como integrantes del mismo.
Se trata de una cuestión de suma importancia. Para la clase trabajadora, la organización es el arma fundamental. Sin organización, sólo es mano de obra para la explotación.
Durante estos años han resurgido las reivindicaciones y exigencias de la mayoría, los diferentes movimientos así lo expresan: los pensionistas, los profesionales de la sanidad, los jóvenes por sus derechos, los trabajadores activos contra los despidos y por los aumentos salariales. No se trata sólo de una cuestión reivindicativa. Todos los sectores oprimidos y explotados de la sociedad buscan tener una representación política fiel. Y se ven confinados en las elecciones a elegir entre el rechazo y el mal menor: votemos, si no viene la derecha y la ultraderecha. Este falso dilema sólo lleva al desengaño, y por eso es necesaria una “nueva” oferta electoral cada pocos años.
Sumar puede -o no- ser utilizado por la población trabajadora para frenar con su voto a la derecha y la ultraderecha, pero, por el momento, no parece ser la representación política fiel a los intereses de la clase trabajadora que ésta necesita. Esa representación, hay que seguir trabajando por construirla.
Desde la lucha contra la guerra, contra la política militarista del gobierno, detrás de la OTAN y de Biden, por una salida democrática, o sea, por la República para acabar con la herencia franquista, en suma, por el conjunto de las reivindicaciones, es preciso más que nunca agrupar a militantes y trabajadores que buscan una representación política fiel.
Cualquier proceso democrático en nuestro país tiene que empezar por acabar con este régimen, y levantar instituciones democráticas. Una nueva oferta electoral dentro del régimen es volver al camino andado cien veces como Sísifo con la piedra.