Carta Semanal 996 en catalán
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Ha pasado justo una semana de las elecciones al Parlamento europeo (PE). Los electores de los 27 países de la UE estaban llamados a las urnas para elegir diputados a este seudoparlamento. No insistimos en esta carta sobre el carácter y potestades de esta institución. Como dijimos en una carta la semana anterior, el Parlamento Europeo es un parlamento sin poderes que ni siquiera fiscaliza la acción del «ejecutivo» europeo, la Comisión, formada por comisarios nombrados por los gobiernos (pero que tampoco responden ante estos ni ante los parlamentos nacionales). Por tanto, las elecciones no determinaban en realidad la orientación de las instituciones de la Unión Europea, lo que les daba, sobre todo, un contenido nacional, ya que, en última instancia, juzgaban la política seguida por los diferentes gobiernos.
Durante meses los medios de comunicación han insistido sobre la subida de la extrema derecha, lo que ha supuesto, de hecho, hacer campaña por la extrema derecha. Una forma de negar la responsabilidad de la política que llevan los gobiernos e intentar que los trabajadores y todos los ciudadanos no se pronunciaran contra la política de estos …sino contra el «peligro» a llegar si ganaba la extrema derecha, presentada, por tanto, como la alternativa a una política que merece el rechazo de millones.
A pesar de que, tras las elecciones, nos intentan presentar, como balance, la subida de la ultraderecha, esta maniobra política ha tenido un resultado muy diverso, hay varias cuestiones que hay que resaltar:
En primer lugar, la participación ha sido muy baja -51 por ciento de media- a pesar de que en ciertos países el voto es obligatorio, como en Bélgica o Grecia, lo cual ya de entrada falsea los resultados de participación. Ha habido récords como en Portugal, donde la abstención ha sido de más del 63 por ciento. En España también ha conocido un récord 49,1 por ciento de participación, y en Catalunya poco más del 45 por cien.
En general ante los gobiernos que han sido y son la vanguardia de la guerra de Ucrania y el apoyo a Israel, como Francia y Alemania, los partidos del gobierno han sido sancionados cualitativamente.
La subida de la extrema derecha no es uniforme, en Portugal ha bajado a la mitad en porcentaje y dos tercios en voto. En Italia han perdido votos, en Finlandia y Suecia también. Sin duda, han crecido en votos en Alemania y en porcentaje en Francia (todo ello comparado con anteriores elecciones de otro tipo, o sea, legislativas)
En varios países – y esto no lo cuenta la prensa- se han constituido o formado polos o movimientos de resistencia y ruptura con el sistema. Es el caso de la Alianza Sahra Wagenknecht – Por la Razón y la Justicia (BSW) en Alemania, muy calumniada por la prensa, por su frontal oposición a la guerra y que cuenta en el Este de Alemania con el voto del 21 por ciento de los emigrantes y supera en muchos länder del este a los partidos del gobierno (SPD, Verdes, Liberales)
Y, en particular, en Francia donde La Francia Insumisa (LFI) de Melenchon consigue el 10 por cien, ganando en todos los extrarradios obreros de las grandes ciudades: Paris, Lyon, Marsella, Estrasburgo, a pesar de ser, en general, zonas en que la participación es baja
Francia, en el centro de la crisis
El día 9 por la noche el presidente Macron, ante la derrota de su partido, que solo obtuvo el 15% de votos, decide disolver la Asamblea Nacional (Congreso) y convocar elecciones legislativas para el 30 de junio y la segunda vuelta el 7 de julio. Esta decisión ha precipitado la crisis. Por un lado, la respuesta de las masas sobre todo los jóvenes, no se ha hecho esperar: todas las tardes se manifiestan en las ciudades miles de jóvenes contra Le Pen y contra Macron que le ha abierto el camino. Bajo la presión de las masas los partidos de izquierda han retomado el Acuerdo electoral de 2022 la NUPES con una plataforma política de ruptura. LFI declara que el primer punto de la ruptura es derogar la reforma del sistema de pensiones -contra la que hubo potentes movilizaciones- y volver a los 60 años para jubilarse.
La ofensiva contra la reedición de la NUPES (Nueva Unión Popular Ecológica y Social), cuya denominación oficial es Nuevo Frente Popular, no se ha hecho esperar, y es brutal. Sobre Melenchon llueven las acusaciones de antisemita violento, putinista… Es una ofensiva dirigida, sobre todo, a los demás partidos, al PS, al PCF, a los Verdes para que rompan el acuerdo con LFI.
El nuevo frente no es solo un movimiento electoral, sino que expresa una fuerte maduración de los trabajadores, que se identifican en particular con LFI, porque la asocian a la continuidad de la movilización contra la reforma de las pensiones e igualmente a los chalecos amarillos. Por otro lado, los sindicatos, viendo el carácter explosivo de la situación, han convocado este sábado 15 manifestaciones contra Le Pen (Rassemblement National, RN) y Macron. Cientos de miles de manifestantes han desfilado ya en las principales ciudades.
La crisis esta más que abierta, y los próximos días nos dirán si el movimiento en curso; con decenas de miles de nuevos adherentes a LFI en pocos días, impide llegar al poder a la coalición de hecho de Macron y su partido con Le Pen y el suyo. Y aplicar el programa en que, de hecho, están de acuerdo. Así, RN, que hasta ahora defendía derogar la reforma de pensiones, ante la posibilidad de ganar las elecciones, retira esa promesa. En realidad, estamos ante una crisis de régimen, que amenaza con desestabilizar toda Europa.
Nuestro país no es una excepción
No solo por el rechazo o indiferencia a estas elecciones, sino por el voto que corresponde a tendencias generales, pero tiene también particularidades nacionales.
Por un lado, ha habido una abstención récord, del 51 por ciento. Sobre todo, en barrios y ciudades de predominio obrero. Es el caso de Madrid, en cuyos municipios de mayoría obrera la abstención es mayor a la de los municipios más burgueses: por ejemplo el 43% en Getafe frente al 32% en Pozuelo de Alarcón -el más rico de todo el Estado-. Al igual que en los barrios de la capital: p. ej., 48% en Vallecas, frente a 36% en el de Salamanca.
El PSOE pierde más de dos millones de votos (de 7,4 millones a 5,3) respecto a las anteriores europeas (que se celebraron conjuntamente con las locales y con la mayoría de las autonómicas), aunque la mayor abstención le permite perder sólo 4 puntos porcentuales (de 32,9 a 28,6).
Aunque el PP avanza un poco, la suma de PP, Vox y Ciudadanos pierde más de 880 mil votos (incluso añadiendo los de “Se Acabó la Fiesta” hay pérdida, pierde 82 mil).
Los partidos soberanistas catalanes: ERC, JUNTS; pierden incluso porcentaje de votos, en particular entre los jóvenes, lo que revela entre otras cosas la esterilidad de presentarse como los abanderados de la Unión Europea.
La operación Sumar, que buscaba constituir un partido único de la izquierda del PSOE, sometido a la política del Gobierno, se hunde con solo 4,2 por cien de los votos y 3 diputados. Y, en particular, no consigue acabar con Podemos, que consigue el 3,2 por cien de los votos y saca dos diputados, cuando todos, con la connivencia del aparato de Estado, lo intentaban arrinconar. Hay que constatar que su campaña electoral, contra la guerra de Ucrania y el envío de armas, y por la ruptura con el régimen genocida de Israel, era clara y precisa.
Como los resultados del PP no han sido el referéndum contra Sánchez que habían prometido, y, además, la ultraderecha se divide, el aparato de Estado ha pasado a otras medidas para intentar acabar con el Gobierno. Un gobierno que, hay que señalarlo, no ha aplicado ninguna medida de fondo contraria a los intereses del capital y la Monarquía, pero que su aparente oposición a Israel y, en particular, por la ley de amnistía, aparece enfrentado al régimen. Además, la próxima formación del gobierno catalán sitúa al PSOE en muy buenas condiciones.
En este panorama, la preocupación del capital financiero es que el Gobierno no sea lo suficientemente fuerte para imponer un plan de ajuste tal como las instituciones internacionales preconizan.
En España también está sobre la mesa, aunque quizás no con la misma premura que en Francia, la pregunta de quién gobierna y para quién lo hace. En este contexto es habitual escuchar apelaciones del tipo “todos contra el fascismo”, identificando así a la ultraderecha. Esta fórmula, en apariencia indiscutible, debe ser precisada: a la ultraderecha, que forma parte de las palancas a las que recurre el capital para intentar preservar su dominación de clase, se le combate combatiendo dicha dominación. Es decir, sobre la base del compromiso incondicional con las reivindicaciones sentidas como tales por la mayoría de la población, que es la clase trabajadora. Como se revela en las mencionadas propuestas de LFI en Francia.
Vivimos meses de incertidumbre, con múltiples movilizaciones de resistencia, por ejemplo, la marcha republicana de este 16 de junio. En otros casos, largas huelgas como Acerinox y conflictos en curso como la movilización de los pensionistas o las movilizaciones en defensa de la sanidad pública. Y muy destacadamente la irrupción masiva de la juventud, con las acampadas contra el genocidio del pueblo palestino y la connivencia de universidades y gobierno con el sionismo.
Lo que esta planteado en nuestro país es cómo agrupar a los sectores organizados que resisten y poner en relación las reivindicaciones y objetivos inmediatos con el necesario enfrentamiento con el régimen, y el capital al que éste protege. Cómo constituir un polo de resistencia como los que se están construyendo en Francia, Italia, Alemania y otros países. En esta línea está el trabajo que desarrolla el CATP, ante la constatación de que las múltiples movilizaciones son parciales y aisladas porque no tienen en común el referente político que puede ayudar a su conexión y a actuar con el mismo objetivo, acabar con la Monarquía, con la herencia franquista, abrir la vía a la República integrando todas las reivindicaciones sociales y políticas de los trabajadores y los pueblos. Es necesario conectar este trabajo, en diálogo abierto, con los distintos sectores que buscan también una salida política.