Un debate sobre la situación política, la “transición energética” y la “economía verde”

Carta Semanal 861 en catalán

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Publicamos en esta Carta Semanal algunos extractos de las intervenciones de los ponentes del acto de presentación de La Verdad nº 109, realizado el pasado 11 de noviembre. Exposiciones que no sustituyen, evidentemente, la lectura de esta publicación, sino que se hacen con el ánimo de estimularla.

 

Intervención de Luis González

La Verdad 109 analiza la nueva situación mundial abierta tras la retirada de las tropas USA de Afganistán y al papel que ocupan las llamadas a la unión “para salvar el planeta” y las propuestas de “economía verde”.

Ante la estrechez del mercado mundial, el imperialismo en crisis ha de abrirse nuevos mercados. La llamada “transición energética” conllevará a escala mundial la liquidación de ramas enteras de la industria.

El SI de abril de 2021 situó el eje de nuestros trabajos en el combate contra el “consenso” durante los primeros meses de la pandemia. Quieren repetir la misma operación con la cuestión del clima. “¡Todos unidos contra el virus! ¡Todos unidos por el clima!”, es la búsqueda desesperada de una política de consenso.

“La IV Internacional y sus secciones –dice LV 109- no pueden ignorar la combinación realizada para ayudar a salvar el sistema mediante la ilusión de una utopía reaccionaria de bien común bajo el capitalismo”.

Se acusa a la Humanidad de ser responsable de los desastres medioambientales. Pero no es responsable la población mundial, sino la minoría capitalista poseedora de los grandes medios de producción que no tiene preocupación alguna por el bienestar de la población ni por el del planeta.

El capital financiero y sus gobiernos han comprendido el uso que pueden hacer de las legítimas preocupaciones medioambientales de la población, para mejor hacer pasar los despidos y deslocalizaciones, los recortes salariales y el cuestionamiento de los acuerdos colectivos.

Al capital le importa un bledo el planeta. Como le ha importado un bledo la salud de la población: ¾ partes de la Humanidad sin vacunar para salvaguardar el beneficio de cuatro multinacionales.

“Tercera revolución industrial”, “industria 4.0”, “tercera revolución tecnológica”. ¡Bellas fórmulas para denominar a una nueva ola de destrucción de fuerzas productivas, con la desaparición de millares de empleos de vieja industria “carbonizada”!

Sólo la resistencia y el miedo a una explosión social generalizada frenan estos planes. De ahí la necesidad de aterrorizar a la población y de todas las medidas liberticidas. Y de atar en corto a los aparatos sindicales, por medio de la concertación o el “diálogo social”, intentando hacer de los sindicatos la correa de transmisión de la “transición energética”, y de los planes de desmantelamiento industrial.

Los que se opongan al neocorporativismo, por defender la democracia o porque necesitan un verdadero trabajo y un verdadero salario para vivir, serían gente que desprecia la naturaleza, oscurantistas y hasta peligrosos para el futuro de la humanidad.

LV 109 explica en varios artículos las consecuencias medioambientales de la extracción de metales necesaria para la  “economía verde”, la implicación de los partidos “verdes” y de las ONG “ecologistas”, como Greenpeace, en los negocios de la “energía limpia”, así como la especulación mafiosa unida a la energía eólica. Cita a este respecto ejemplos de Italia, de Alemania, de España.

Según el banco suizo UBS, el desarrollo al 100% del coche eléctrico comportará un aumento del 1928% de la producción mundial de cobalto y del 2.898% de la producción de litio, “una misión imposible a menos que se transforme a regiones enteras en complejos mineros con un coste ambiental muy elevado”.

Investigadores de la universidad de California establecieron que “sólo la industrialización de un vehículo eléctrico consume entre tres y cuatro veces más energía que la de un vehículo convencional”. Al final, el impacto de carbono de un vehículo clásico es casi equivalente al de un vehículo eléctrico. Para esos investigadores, “los vehículos eléctricos pueden ser técnicamente posibles, pero su producción jamás será sostenible desde un punto de vista medioambiental”.

Intervención de Ángel Tubau

No podemos analizar la actual ofensiva del capital financiero y sus instituciones, la UE, el FMI, la OCDE, y los gobiernos que aplican sus directivas, desde una perspectiva localista o nacional.

En la llamada Unión Europea, todos los países están enfrentados a los mismos problemas. Los planes del capital se llevan a cabo con una identidad y simultaneidad apabullante. Los planes de reforma de las pensiones son casi idénticos.

Pero tenemos que apuntar más arriba, hoy los capitalismos europeos están  sufriendo una ofensiva brutal para sacarlos del mercado mundial. La guerra comercial entre los USA y China, expulsa a los capitalismos europeos.

Y esta ofensiva toma una dimensión particularmente actual, en la industria del automóvil.

Hay en Europa, de Eslovaquia a Portugal, 12 millones de trabajadores de este sector. Los planes actuales implican despedir a 4 millones.

Veamos la cuestión del coche eléctrico. En una cadena global, si lo analizamos desde el principio de la cadena, la extracción de los metales para las baterías,   el coche eléctrico es tanto o más polucionante que el coche de combustión. Recordemos las condiciones de saqueo en que se han arrancado los metales raros en el Congo, por ejemplo.

Además, la introducción del coche eléctrico, no solo implica despidos, sino acabar con los actuales derechos sociales y salariales.

Se ocultan las condiciones laborales que la china GWM quiere implantar en la antigua Nissan. Compra las instalaciones a bajo precio, pide subvenciones, no se sabe cuántos trabajadores y en qué condiciones va a emplear aunque se ha filtrado que habrá una bajada salarial y no se va a cumplir el convenio del metal. La desindustrialización acarrea además liquidar los derechos sociales.

Y todo ello los patronos lo hacen en nombre de la ecología, la sostenibilidad, la lucha contra el cambio climático…

Permitidme que hable de un caso de coche eléctrico.

El Dacia Spring (eléctrico) se fabrica en China. Llega a Europa, a Francia a bordo de los enormes barcos portacontenedores que navegan con el fuel de peor calidad. Se montan las piezas del motor eléctrico en Caen (Francia). Después este motor se transporta por carretera a Turquía, donde se ensambla por medios térmicos. El bloque híbrido (eléctrico y térmico) se envía a España para ser instalado en los modelos Captur y Megane, de Renault, y una parte de ellos se reexporta a Francia por carretera ¡Cuando este coche “limpio” se pone a circular ya ha polucionado medio planeta!

Así entiende el capital el respeto al medio ambiente: lo único que lo guía es la búsqueda del beneficio, la realización de la plusvalía. ¡¡Y, para ocultar esto, hace campañas masivas que, con todo cinismo, hablan de economía verde y sostenible!! En un mercado que se estrecha, busca nuevos productos para vender, no porque sean socialmente necesarios.

¿Podemos confiar en que el capital y los gobiernos e instituciones a su servicio van a combatir las consecuencias del cambio climático?

Hemos visto cómo han combatido la pandemia, acelerando la privatización de la sanidad, dejando a las dos terceras partes de la humanidad sin medios sanitarios, no solo vacunas, cerrando hospitales como en Francia, o despidiendo a miles de sanitarios en nuestro país, cuando hay como mínimo un millón de enfermos en listas de espera.

Esta es la ley del capital, pero esto no es inevitable, existe la resistencia, la lucha de clases.

El problema, es que en el interior del movimiento obrero, en las organizaciones se imponen desde la dirección políticas de acompañamiento, de diálogo social, de consenso con mil justificaciones. Citemos a Guy Rider, el actual presidente de la OIT, sindicalista británico: “Hace falta un consenso social para que la transición energética sea socialmente aceptable”.

Nuestra línea es la independencia de clase. Lo primero a defender es la clase obrera, sus derechos sociales y democráticos, las normas de higiene y seguridad. Y la batalla que llevamos en las organizaciones es para que cumplan su papel.

Para ello, hace falta una fuerza política organizada. Estamos preparando una Conferencia Obrera Europea para ayudar a agrupar esta fuerza. Y por ello existen la Cuarta Internacional y sus secciones que buscan el acuerdo y la lucha común con todas las fuerzas obreras y populares independientes del capital que se guían por criterios de clase.

Intervención de Xabier Arrizabalo

Nuestro punto de partida son las legítimas aspiraciones de las masas a una vida digna, acorde a las posibilidades que permite la productividad del trabajo. Estas aspiraciones chocan con las exigencias de la rentabilidad capitalista, incompatible no ya con mejorar las condiciones de vida de la mayoría, sino simplemente con preservar las conquistadas históricamente, gracias a la lucha de la clase con sus organizaciones. No se trata por tanto de una determinada gestión del capitalismo, sino de sus límites infranqueables, de lo que inevitablemente implica su supervivencia. Como explica Marx en El capital:

(…) la limitación específica de la producción capitalista, y el hecho de que la misma no es en modo alguno una forma absoluta para el desarrollo de las fuerzas productivas y para la generación de riqueza, sino que, por el contrario, llegado a cierto punto entra en colisión con ese desarrollo. (…)

En este cuadro se ubica la retórica de la “transición ecológica” y la “economía verde”. Hablar de transición ecológica es reivindicar un callejón sin salida. El pillaje y destrucción de los recursos naturales no obedece a una mala gestión del capitalismo, sino al despliegue de las leyes que lo rigen.

Toda la propaganda de la economía verde sólo obedece a las necesidades del capital, que ve ahí la posibilidad de un doble negocio. Negocio económico, por la masiva transferencia de recursos que, bajo el eufemismo de “colaboración público-privada”, camufla la profundización en los procesos de privatización. Y negocio político al desmovilizar a la clase trabajadora que, en lugar de luchar por sus intereses, si aceptara el señuelo defendería unos supuestos intereses comunes que son, en realidad, los de la clase explotadora, ahora disimulados como “la lucha por el planeta”. A esto se orientan los llamados planes de reconstrucción, enésima versión de la privatización de ganancias y la socialización de pérdidas.

Ante ello sólo cabe situar las reivindicaciones en el lugar que les corresponde, innegociable, como señalan los pensionistas en su emblemática consigna de “gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden”. Una defensa sin condiciones y por tanto hasta el final, porque la satisfacción de las reivindicaciones, incluyendo la preservación de los recursos naturales, sólo será posible con una verdadera transición: la transición socialista hacia una sociedad sana, la sociedad comunista basada en la propiedad colectiva de los medios de producción, cuyo uso se oriente al bienestar de la población, no al negocio de una minoría cada vez más reducida. Y el primer paso para ello es inequívoco: organizarse para expropiar a los expropiadores, por tanto de forma independiente de todo compromiso con todas y cada una de sus instituciones.

 

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