Uno contra ciento diez

Carta Semanal 862 en catalán

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“A mi juicio, vale más quedarse solo, como Liebknecht. ¡Uno contra ciento diez!”
(Lenin, citado por León Trotsky en su Historia de la Revolución Rusa, capítulo 13)

En estos días, en que se habla de la disciplina de voto de los parlamentarios, se cumple el 150 aniversario del nacimiento del militante obrero alemán Karl Liebknecht, quien, en plena guerra imperialista, se distinguió por votar en solitario, desafiando la disciplina del partido socialdemócrata de Alemania, contra el presupuesto de guerra, el  2 de diciembre de 1914. Votando a favor de la guerra, el SPD traicionó las decisiones del Congreso de la II internacional, que había resuelto una campaña contra la guerra, y organizar la movilización si ésta se declaraba. Esta traición, y la de la mayoría de los partidos socialistas europeos, creó en lo inmediato un enorme desconcierto entre las masas.

En mayo de 1915, Liebknecht es el autor del documento de Spartacus, encabezado por el título ¡El enemigo principal está en casa!, distribuido ilegalmente, en que amplía  su rechazo de la guerra imperialista en el Reichstag:

“El principal enemigo del pueblo alemán se encuentra en Alemania: el imperialismo alemán, el partido alemán de la guerra, la diplomacia secreta alemana. El pueblo alemán debe combatir este enemigo interno en una lucha política, cooperando con el proletariado de otros países cuya lucha es en contra de sus propios imperialistas (…) ¡El enemigo principal está en el propio país!”. (Véase el texto completo en https://www.marxists.org/espanol/liebknecht/1915/mayo/00001.htm)

 “El enemigo principal está en casa”

Algunos extractos:

“Las masas de los países en guerra han comenzado a liberarse de las telarañas oficiales de mentiras. El pueblo alemán también ha adquirido una percepción de las causas y objetivos de la guerra mundial, sobre quién es directamente responsable de su estallido. Los locos desvaríos sobre las “sagradas armas” de la guerra han perdido cada vez más su ímpetu, el entusiasmo por la guerra se ha debilitado, el deseo de una pronta paz ha crecido poderosamente por todas partes… ¡incluso en el ejército!”

“Están apostando a la fragilidad de memoria del pueblo alemán, desafiando su condescendencia, que ha sido puesta a prueba demasiadas veces. Si este plan tiene éxito, el balance de diez meses de sangrienta experiencia será en vano, y el proletariado internacional será una vez más desarmado y descartado completamente como factor político independiente.

Este plan debe ser destruido, y lo será siempre que la porción del proletariado alemán que ha permanecido fiel al socialismo internacional siga siendo consciente y merecedora de su misión histórica en estos tiempos monstruosos.

Los enemigos del pueblo están contando con el olvido de las masas… nosotros combatimos esto con el siguiente recurso:

¡Averigüen todo, no se olviden de nada!

¡No perdonen nada!”

“Pero la regla “Averigüen y no olviden” se aplica más que nada a la heroica lucha contra la guerra que libraron y aún libran los camaradas italianos (…) Nuestras más entusiastas felicitaciones por su lucha. ¡Que su espíritu sea nuestro ejemplo! ¡Ojalá ese fuera el ejemplo de la Internacional!”

“La lucha de clases del proletariado internacional contra el genocidio imperialista internacional es el mandato socialista de la hora.

¡El enemigo principal de cada uno de los pueblos está en su propio país!
El enemigo principal del pueblo alemán está en Alemania. El imperialismo alemán, el partido alemán de la guerra, la diplomacia secreta alemana. Este enemigo que está en casa debe ser combatido por el pueblo alemán en una lucha política, cooperando con el proletariado de los demás países cuya lucha es contra sus propios imperialistas”.
“¿Por cuánto tiempo los tahúres imperialistas abusarán de la paciencia de los pueblos? ¡Basta de carnicería, es más que suficiente! ¡Abajo los instigadores de la guerra, de aquí y del extranjero!

¡Que termine el genocidio!

Proletarios de todos los países, ¡sigan el ejemplo heroico de vuestros hermanos italianos! ¡únanse a la lucha de clases internacional contra la conspiración de la diplomacia secreta, contra el imperialismo, contra la guerra, por la paz, en el espíritu del socialismo!

¡El enemigo principal está en casa!”

El 18 de enero de 1919, apenas tres días después del asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo por los “cuerpos francos”, paramilitares organizados por el gobierno presidido por el miembro del SPD Friedrich Ebert, León Trotsky publicaba el artículo “Karl Liebknecht-Rosa Luxemburgo”·
(texto completo en https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1910s/19190118.htm). Extractamos algunos párrafos:

Trotsky: “El inquebrantable Karl Liebknecht”

“Desde las primeras semanas de esta guerra, cuando el militarismo alemán festejaba sus primeras victorias, sus primeras orgías sangrientas, (..) cuando la socialdemocracia alemana, con Scheidemann y Ebert a su cabeza, se arrodillaba ante el militarismo y el imperialismo alemán que parecían poder someter todo el mundo (…), en medio de estos días sombríos y trágicos una sola voz se levantó en Alemania para protestar y maldecir: la de Karl Liebknecht. Y su voz resonó en todo el mundo”

“Karl Liebknecht encarnaba el tipo del revolucionario inquebrantable en el sentido más amplio del término (…) su voluntad de revolucionario, de un temple excepcional, le hacía capaz de combatir hasta la muerte por los principios que profesaba. Y lo demostró elevando sus protestas contra los representantes de la burguesía y los traidores socialdemócratas del Reichstag alemán, cuya atmósfera estaba saturada por los miasmas del chovinismo y el militarismo triunfantes. Lo demostró levantando en Berlín, en la plaza de Postdam, el estandarte de la rebelión contra los Hohenzollern y el militarismo burgués.

Fue detenido. Pero ni la prisión, ni los trabajos forzados lograron quebrar su voluntad y, liberado por la revolución de noviembre, Liebknecht se puso a la cabeza de los elementos más valerosos de la clase obrera alemana”.

“¡Pérdida irreparable, traición sin parangón! Los jefes del partido comunista alemán ya no están entre nosotros. Hemos perdido a nuestros mejores compañeros, ¡y sus asesinos siguen formando parte del partido socialdemócrata que osa remontar su genealogía hasta Karl Marx! (…)  El mismo partido que traicionó los intereses de la clase obrera desde el principio de la guerra, que apoyó al militarismo alemán, que alentó la destrucción de Bélgica y la invasión de las provincias septentrionales francesas, el partido cuyos jefes nos dejaron en manos de nuestros enemigos los militaristas alemanes cuando tuvieron lugar las conversaciones de paz de Brest-Litovsk, ¡ese mismo partido y sus jefes (Scheidemann y Ebert) se autodenominan aún marxistas al tiempo que organizan las bandas negras que han asesinado a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg!”

La lucha no ha hecho más que comenzar

“Scheidemann y Ebert han sofocado, por el momento, al movimiento espartaquista (comunistas alemanes). Han asesinado a dos de los mejores jefes de este movimiento y puede que aún festejen la hora de su victoria. Pero este triunfo es ilusorio, pues de hecho aún no ha tenido lugar ninguna acción decisiva. El proletariado alemán todavía no se ha sublevado para conquistar el poder político”.

“Los tiros que ha recibido Karl Liebknecht por la espalda, no lo dudéis, han resonado con fuerza por toda Alemania. Y el rumor ha debido sonar como una campana fúnebre para los oídos de los Scheidemann y Ebert.”.

“En vuestras reuniones y congresos habéis elegido a menudo a Karl Liebknecht como presidente de honor. Aunque ausente, asistía a vuestras reuniones y ocupaba un sitio de honor en vuestra mesa (…) No solamente ha sido capaz de derramar su sangre (puede que no haya sido éste el rasgo principal de su carácter), osó levantar la voz en medio de la furia de nuestros enemigos, en una atmósfera saturada de los miasmas del chovinismo, cuando toda la sociedad alemana guardaba silencio y el militarismo campaba por sus respetos. Él se atrevió a levantar la voz y decir: ‘Káiser, generales, capitalistas y vosotros (Scheidemann) que estranguláis a Bélgica, que devastáis el norte de Francia y queréis dominar el mundo entero yo os desprecio, os odio, os declaro la guerra, una guerra que estoy dispuesto llevar hasta el final’”.

“Para nosotros Liebknecht no es sólo un líder alemán, igual que Rosa Luxemburg no es sólo una socialista polaca que se puso a la cabeza de los obreros alemanes… Ambos son nuestros hermanos; estamos unidos a ellos por lazos morales indisolubles.
¡Camaradas! Jamás repetiremos esto demasiado pues Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg estaban estrechamente unidos al proletariado revolucionario ruso.
La vivienda de Liebknecht en Berlín era el centro de reunión de nuestros emigrados.
Cuando se trataba de protestar en el parlamento alemán, o en la prensa, contra los servicios que prestaban los imperialistas germanos a la reacción rusa, nos dirigíamos a Karl Liebknecht. Él llamaba a todas las puertas e influía sobre todos (incluso sobre Sheidemann y Ebert) para determinarlos a reaccionar contra los crímenes del imperialismo.
Rosa Luxemburg lideró el partido socialdemócrata polaco que junto al partido socialista forman hoy el partido comunista”.

“En 1905, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg tomaron parte en todos los acontecimientos de la revolución rusa. Rosa Luxemburg fue incluso arrestada por su condición de militante activa y puesta bajo vigilancia tras su excarcelación de la ciudadela de Varsovia. Entonces pasó ilegalmente (1906) a Petrogrado y allí frecuentaba nuestros círculos revolucionarios. Visitaba a nuestros detenidos en las prisiones y nos servía en el sentido más amplio del término de agente de enlace con el mundo socialista de entonces”.

“Hemos compartido con ella la mayor de las desgracias que haya conocido la clase obrera universal (la vergonzosa bancarrota de la II Internacional en agosto de 1914). Y con ella levantaron la bandera de la III Internacional los mejores de entre nosotros, y la han sostenido con orgullo sin desfallecer un solo instante”.

“Aunque en Alemania no deja de extenderse la ola de la reacción, no dudemos por un instante que el octubre rojo no esté próximo. Y ahora, dirigiéndonos al espíritu de los dos grandes difuntos, podemos decir: Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, ya no estáis en este mundo, pero seguís entre nosotros; viviremos y lucharemos animados por vuestras ideas, bajo el influjo de vuestra grandeza moral y juramos que si llega nuestra hora moriremos de pie frente al enemigo, como vosotros habéis muerto, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht”.

Karl Liebknecht sigue siendo un ejemplo para los militantes que no se someten a otra disciplina que la de los intereses y reivindicaciones de su clase. Que hoy necesita, como en 1914, que sus organizaciones respondan a ese mandato, y más cuando  desde el gobierno se pide cerrar filas mientras se asume colectivamente la renuncia a las promesas electorales, y se hacen oídos sordos a las reivindicaciones de la calle .

 

 

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