(Publicado en la Carta Semanal 707 – ver en catalán)
Declaración del Comite Ejecutivo del POSI – 3 de diciembre de 2018
El resultado de las elecciones andaluzas ha caído como un rayo entre sectores importantes de los activistas y militantes obreros. Todos hablan de la subida de Vox y algunos incluso llegan a culpar a “la gente”, es decir, a los trabajadores y trabajadoras que se han abstenido o que han dado la espalda a las candidaturas de la izquierda institucional. Como si los resultados cayeran de la nada y como si no hubiera habido 36 años de gobiernos de la “izquierda” en Andalucía.
El hecho es que el PSOE y la suma de la “izquierda” pierden por primera vez la mayoría en Andalucía. El PSOE saca 33 diputados, perdiendo 14. Adelante Andalucía saca 17 (sumaban 20). El PP, perdiendo 7 diputados, saca 26. Suben Ciudadanos, con 21 diputados, frente a 9 en 2015, y Vox, que saca 12. La suma de PP, Cs y Vox supera la mayoría absoluta, con 59 parlamentarios, y ya han anunciado que van a formar gobierno, aunque falta ver cómo se entienden entre ellos.
El rechazo en cifras
Si se quiere hacer un análisis real de los resultados hay que partir de un hecho: en su conjunto, reflejan un enorme rechazo del pueblo andaluz a todo el sistema. Empezando por los 2.600.000 se han abstenido, que suponen más del 40% del censo. Si sumamos a la abstención, los votos en blanco (57.000) y los votos nulos (81.000, el doble que en 2015), más del 45% del censo electoral se ha negado a participar en las elecciones.
La principal responsabilidad de esta situación es de los dirigentes del Partido Socialista, que durante casi 40 años han aplicado desde el gobierno de Andalucía la política del Capital Financiero y de la Monarquía, los planes de austeridad, los recortes. No pueden analizarse los resultados sin recordar a cientos de miles de andaluces y andaluzas, que no hace mucho se echaron a la calle contra las fusiones de hospitales y en defensa de la sanidad pública. Sólo la sanidad ha perdido en estos años 6.700 millones de euros, y sigue sufriendo recortes. En 2010 el presupuesto sanitario suponía un 6,7% del PIB, en 2014 –año del mayor recorte presupuestario– estaba en un 5,9% del PIB y en 2017 había caído a un 5,8%. No es de extrañar, por tanto, que el PSOE haya perdido, con respecto a 2015, 400.000 votos, 400.000 trabajadores y trabajadoras que han dado la espalda a esta política.
¿Por qué no se han trasvasado esos votos a la otra fuerza de izquierda institucional que se presentaba a las elecciones? Está claro que, en su conjunto, los electores de Andalucía no han visto en Adelante Andalucía, la alianza Podemos-Izquierda Unida, algo distinto. De hecho, han perdido 280.000 votos con respecto a 2015. Sin duda, ha pesado en ello el recuerdo de los años de Izquierda Unida en el gobierno andaluz, antes de 2015, cuando se aplicaron los peores recortes en la sanidad, la enseñanza y los servicios públicos. Tampoco Podemos, principal protagonista de la alianza en Andalucía, ha aparecido ante los ojos de cientos de miles como una alternativa.
Pero la caída de la izquierda representa también la desilusión de cientos de miles con los resultados de la alianza que mantiene en el gobierno de Madrid. Las esperanzas de cambio abiertas el 1 de junio con la moción de censura y el cambio de gobierno se han visto decepcionadas por la falta de medidas concretas de ese gobierno, más allá de los “gestos”.
La otra pata del apoyo al régimen, el PP, representante del aparato de Estado heredado del franquismo, también ha sufrido importantes pérdidas. Se le han ido 320.000 votos, y el franquismo político aparece dividido y en crisis, con los casi 400.000 votos que ha sacado Vox. Que, recordemos, no es otra cosa que una escisión del PP, que recupera buena parte del discurso de la vieja Alianza Popular.
Así, las tres fuerzas que han ocupado las instituciones del Estado desde la “transición” han perdido, cada una, la tercera parte de sus votos. Sólo crecen los “outsiders” y los extremos. Han crecido Ciudadanos y Vox, que aparecen como “nuevos”, frente a “los de siempre”, pero han crecido también los animalistas de PACMA, que sacan 70.000 votos frente a 32.000 en 2015, y ha habido más de 60.000 votos a distintas candidaturas de izquierda –que todo el mundo sabía que no podían sacar ningún parlamentario–, cuando en 2015 apenas sumaban 10.000 votos. Y ahí están los 57.000 votos en blanco y los 81.000 nulos.
¿Qué expresan estos resultados?
El pueblo andaluz está harto de discursos y exige resultados. Quiere recuperar los salarios y las pensiones, pensiones para poder vivir, contratos para trabajos con derechos, la libre negociación colectiva, o sea derogar las reformas laborales y de pensiones. Quiere recuperar su sanidad pública, que ha sufrido casi 7.000 millones de recortes en estos años y ha perdido 7.000 empleos (unos días antes de las elecciones los médicos de “Atención Primaria” iban a la huelga en protesta por su situación), quiere recuperar la enseñanza pública, los servicios sociales, la dependencia…
La subida de Vox ha llevado a algunos a clamar por la “unidad antifascista”. El “fascismo” no está solo en Vox, está en el aparato de Estado, en los jueces que encarcelan elegidos, en las bandas de la porra creadas por Ciudadanos en Cataluña con agentes del orden público, en las leyes antihuelga. Pero la unidad, que exige movilizar también a los millones de personas que han optado por la abstención y los diversos votos de rechazo, no puede construirse cerrando los ojos a la responsabilidad de los dirigentes “de izquierda” defensores del régimen, de sus recortes, de ese aparato judicial. Sólo puede forjarse partiendo de la defensa de los derechos y conquistas sociales, de la defensa de los servicios públicos. Nadie puede llamarnos a rebato en defensa de la política de quienes han aplicado todos los recortes y hoy se disponen a seguir aplicando la política de la Unión Europea, es decir, más recortes.
No es una cuestión andaluza… la necesidad de un cambio político
No es una cuestión andaluza. Lo que ha pasado allí puede repetirse en el conjunto del Estado. Si el gobierno de Pedro Sánchez, apoyado por Unidos Podemos, sigue sin responder a las expectativas de los trabajadores, de la juventud, de las mujeres, de los pueblos, si cede ante el aparato judicial –que se prepara para dictar una sentencia ejemplar contra los republicanos catalanes– y el aparato de Estado heredado del franquismo, si no aplica, más allá de los gestos, un cambio real de política, los resultados de Andalucía muestran cuál puede ser el resultado.
Cojamos el ejemplo de Cataluña. Susana Díaz se jacta de haber sido la primera en apoyar el 155 de Rajoy, seguida por Pedro Sánchez. Pero el 155 ha sido el programa común de los tres trozos de la derecha.
¿Qué izquierda es la que apoya al PP en lugar de propugnar la unidad de todo el movimiento obrero estatal para acabar con los recortes y recuperar derechos? ¿Qué izquierda es la que habla de su campanario y no de la fraternidad de los pueblos para acabar con la Monarquía y establecer un régimen de convivencia libre de los pueblos?
Los millones de abstencionistas y los cientos de miles que han optado por un voto de rechazo expresan la necesidad de un cambio político profundo, que traiga el fin de la austeridad y los recortes, la recuperación de todos los derechos, el fin de la precariedad generalizada… Un cambio que exige acabar con un régimen que sólo trae recortes y miseria, que organiza la desigualdad y se niega a defender a las mujeres, el régimen de la ley mordaza y las condenas a los huelguistas, que no ofrece ningún futuro a la juventud, un régimen que enfrenta a los pueblos. En última instancia, un cambio que sólo es posible uniendo todas las fuerzas de los trabajadores y de los pueblos para recuperar los derechos sociales y democráticos, allanando así el camino de la República. Aunque hablen de democracia e incluso de República, los dirigentes del PSOE y de Unidos Podemos cierran ese camino al sostener los recortes de la Unión Europea y los aparatos represivos de la Monarquía, llevándonos a callejones sin salida como el que ha rechazado la gran mayoría del pueblo andaluz, con la abstención o también con el voto para que se realicen las esperanzas prometidas por PSOE y Unidos Podemos tras la caída de Rajoy.