Editorial de O Trabalho, corriente del Partido de los Trabajadores de Brasil y sección de la IV Internacional es ese país.
Los gusanos del Senado, incluidos varios exministros “aliados” del PT, confirmaron por 61 votos contra 20, el 31 de agosto, el impeachment de la presidenta elegida legítimamente, Dilma Rousseff, del PT. En pocas horas, con el presidente del Supremo –¡como sucedió en el golpe de 1964 [que implantó la dictadura militar]–, dieron una investidura ilegítima al vicepresidente usurpador, Michel Temer, del PMDB.
Un impeachment sin delito de responsabilidad, como demostró la defensa claramente en el juicio televisado, es un golpe de Estado.
Que no hayan dispuesto de mayoría suficiente en el Senado para, además de acabar con el mandato de Dilma, inhabilitarla también para otra función política, es una contradicción de esos gusanos, “satisfechos en lo esencial” (Aécio Neves), pero preocupados porque “no hay seguridad sobre la colaboración” (editorial de Valor, 1/9).
Se ha consumado, así, más de un año después, la maniobra orquestada por el poder judicial, al servicio de los banqueros, los terratenientes y las multinacionales, en confabulación con la prensa, y que fue avalada en las Olimpiadas por el enviado de los EEUU, el Secretario de Estado John Kerry.
Ahora, la lucha contra el golpismo continúa. No sobre las alfombras del Tribunal Supremo Federal o de la OEA, sino con la movilización en las calles, donde renació semiespontáneamente el mismo día del golpe, para extenderse a los centros de trabajo.
¡Abajo la conciliación!
Fuera Temer, más que nunca, no se puede pedir menos. Ninguna colaboración con el gobierno golpista a ningún nivel, ¡abajo la conciliación!
El pueblo, que ya sufre con 12 millones de desempleados, se ve ahora amenazado por el programa del golpe: la Propuesta de Enmienda Constitucional 241 que congela por 20 años los gastos de sanidad y educación, solo para garantizar los pagos de la deuda a los bancos, la quiebra del marco regulatorio del yacimiento de Pré-sal para saciar a las petroleras extranjeras, la contrarreforma de la Previsión Social y de la legislación laboral, su compromiso con los patronos de aquí y de fuera.
¡Todo eso es inaceptable, innegociable!
Tienen razón los gobiernos de Bolivia, del Ecuador y de Venezuela que ya retiraron a sus embajadores. Y se espera que otros gobiernos les sigan. Tiene razón la CUT, que llama a un día de paro el 22 de septiembre, “Calentamiento para una Huelga General”, por Ninguna Reducción de Derechos, que ya ha empezado a prepararse con asambleas en las empresas. Se espera que todos se unan.
Tienen razón los trabajadores bancarios, los petroleros y los empleados federales que ya debaten sobre fechas de huelga para los próximos días, para defender sus reivindicaciones y también para hacer frente a las medidas del usurpador.
Tienen razón las organizaciones sindicales y populares, los frentes, que harán del próximo día 7 de Septiembre una jornada nacional por la soberanía, relanzando la lucha contra el golpismo hasta la huelga del día 22.
Por la más amplia unidad
Un Temer ilegítimo, ungido por el Senado, es débil. Las encuestas muestran que su impopularidad no ha dejado de subir en 100 días, ¡incluso antes de que tome lo que llama “medidas impopulares”! ¿Y dónde están los yupis que le jaleaban?
La coalición golpista, es cierto, reúne a fuerzas poderosas. Pero no más fuertes que el pueblo trabajador movilizado.
Para vencer hace falta la más amplia unidad, en torno a objetivos claros y compartidos con el pueblo.
Es preciso superar la confusión creada, desde la votación en la Cámara de Diputados, por la búsqueda de “aliados” que no existían. Ampliada luego en el Senado cuando, en lugar de presentar al pueblo una plataforma con la que se comprometía para volver, intentó arañar votos a cambio de un extemporáneo plebiscito de anticipación de las elecciones presidenciales.
A la Presidenta le achacaron “irresponsabilidad fiscal”. Era injusto, pero ese infundio halló el terreno abonado por el mal causado (y subestimado) en los centros de trabajo y en los hogares por las maniobras de “ajuste fiscal” de los ministros Levy y luego Barbosa, a los que el PT tardó en repudiar.
La Presidenta fue traicionada, sin duda, pero por unos “aliados” de los que ni siquiera se sospechó, particularmente el corrupto PMDB –la gusanera–, un error que los de la corriente El Trabajo siempre combatimos.
Pero seamos francos, esos problemas van más allá del gobierno Dilma. Son cuestiones de las que el PT debe hacer balance –lo que la militancia llamó 13 años de conciliación– y que nosotros, con los compañeros de Diálogo y Acción Petista, queremos plantear a todos en una serie de puntos para la Reconstrucción del PT, para debatirlos en todo el país. ¡Debatamos!
Discutir la política para la nueva situación, junto con el balance, no es contradictorio con disputar unas reñidas elecciones municipales. Entre otras cosas porque el elector preguntará, quiere saber. Solo burócratas perdidos pueden soñar con burlar al pueblo en las elecciones. O candidatos infelices que pretenden minimizar los daños escondiendo la estrella [símbolo del PT], por no hablar de los ya tienen la maleta hecha para irse.
El momento reclama, por el contrario, que los petistas afrontemos la discusión con la estrella, reafirmando las mejores tradiciones del PT, el compromiso con la plataforma popular, acusando a los acusadores y denunciando la persecución generada por el sistema, que queda en evidencia con el golpe.
La batalla está delante, no a un lado
Al día siguiente del golpe, la patronal y los banqueros pasan la factura a Michel Temer. El golpista tendrá que concretar medidas impopulares. Nadie podrá ya ignorarlo.
El régimen de los gusanos que Temer encarna está agotado. El Tribunal Supremo Federal se ha retratado dando la investidura otra vez a un golpista. La Cámara, como se vio en abril, es un circo de terror. El Senado ha demostrado que carece de moral. ¿En quién, en qué institución puede confiar el pueblo? En esta situación, ¿para qué sirve el voto por un mandatario, si con un golpe pueden secuestrarlo unos oportunistas?
Compañeros y compañeras, las derrotas y las victorias, parciales, forman parte del aprendizaje, la lucha continúa, es una lucha de clases. La batalla será larga y dura, está delante nuestro, no por los lados. Para derribar a Temer cuanto antes y convocar una Asamblea Constituyente, para hacer la reforma política, rehacer lo destruido y allanar el camino a las profundas aspiraciones populares de justicia social y soberanía nacional.
Para eso deben unirse las fuerzas sindicales y populares. Para eso debe el PT buscar aliados. Y reconquistar la confianza del pueblo trabajador. Lo que empieza por comprometerse al lado de la CUT en la preparación del “calentamiento para la huelga general” el próximo día 22.
Tomando en cuenta todos los factores, la votación y los desafíos que tiene por delante, “el gobierno de Michel Temer corre el riesgo de terminarse antes de empezar”, puntualiza el editorial del propio Estadão golpista.
Vamos a reunir las condiciones y demostraremos que nadie, nunca más, debe atreverse a dudar de la capacidad de lucha de los trabajadores.
La redacción de O Trabalho – 1 de septiembre de 2016