Carta Semanal 933 en catalán
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¡Alto el fuego inmediato, eliminación de las sanciones, gastos militares para presupuestos sociales!
El día 24 de febrero de este año, o sea un año justo después de que el ejército de Putin invadiera Ucrania, el gobierno Chino presentó un plan de paz, bajo la forma de un “Documento político de 12 puntos”.
Quisiéramos llamar la atención sobre los puntos 3, 4 y 10 (por otro lado, el conjunto de los 12 puntos son de acceso público).
El punto 3 se titula “Cese de las hostilidades”, con el objetivo de un “alto el fuego completo”, lo cual implica, como dice este punto, “reanudar el diálogo entre Ucrania y Rusia”.
El punto 4 se desarrolla sobre la necesidad de entablar de inmediato “negociaciones de paz”
El punto 10 se centra en la condena a las “sanciones unilaterales” o sea, en particular, a las sanciones contra Rusia.
Recordemos, que, de inmediato -de hecho, el mismo día- el presidente de los Estados Unidos Joe Biden, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg y el comisario europeo encargado de relaciones internacionales, Josep Borrell, se pronunciaron -por este orden- en contra del plan, sin ningún matiz y acusando al gobierno chino de inclinarse por Putin. Anteriormente una bien orquestada campaña de prensa denunciaba que Pekín entregaba armas a Rusia (por otra parte 30 países -entre ellos España- entregan armas a Ucrania, particularmente en el marco de la OTAN y con el apoyo y dispositivo financiero de la Unión Europea)
Desde hace más de un mes, a nivel diplomático, el gobierno de Xi Jinping se presenta como el defensor de la paz, cuando todas las instituciones internacionales-como la OTAN, la ONU, la Unión Europea- y todos los gobiernos de los 30 países de la OTAN multiplicaban sus planes de guerra, de rearme, de introducción de una “verdadera economía de guerra”. No sin múltiples contradicciones en cada país, y con graves consecuencias para los trabajadores europeos, grandes víctimas de la guerra.
Por ejemplo en los Estados Unidos, hay una verdadera discusión pública, en la prensa y entre los principales dirigentes políticos, tanto del Partido Demócrata como del Republicano, sobre la conveniencia de seguir “ayudando a Ucrania”, cuando más de 100.000 millones de dólares han sido enviados, sobre todo en armamento, y se anuncian otros tantos. Las voces que se oponen a este gasto cuando en el país la sanidad, la educación, las infraestructuras, están por los suelos, se multiplican y no solo entre la población, sino entre dirigentes al máximo nivel. Por ejemplo, múltiples diputados del ala Sanders de Partido Demócrata se han pronunciado claramente contra el envío de armas. Por el momento Biden ha impuesto su línea, en buena medida porque corresponde a intereses económicos muy importantes, tanto del sector de defensa como del de la energía (no olvidemos que los Estados Unidos han doblado la venta de gas a Europa, gracia a las sanciones a Rusia), pero esta cuestión ya es objeto de debate en todas las campañas electorales, y más ante las próximas elecciones presidenciales en el año próximo.
Notemos, sin embargo, que en la mayoría de países europeos, en los medios oficiales y los partidos de gobierno y oposición -con muy pocas excepciones -lo que manda es el “pensamiento único” detrás de Biden y la OTAN. Los vetos a mentar la guerra en las convocatorias del 14 de abril anuncian una campaña electoral basada en esa unidad nacional de hecho. Encima Josep Borrell, como antes Solana, ata al PSOE.
Un precedente importante
No es una apreciación nuestra, es un hecho: la OTAN, los gobiernos europeos, la Unión Europea son beligerantes, sin matices, detrás de Biden. Por otro lado, Putin compite en la militarización de la Federación Rusa y en la represión a toda oposición, lo que ha obligado a más de un millón, particularmente de jóvenes, a abandonar el país para no participar en una guerra que no consideran suya. A nivel interno, su política compite con la acción antiobrera y represiva del gobierno Zelenski en Ucrania. País -no olvidemos- que desde el 2014 vive una guerra civil contra la minoría rusófona del Donbás y cuyo ejército está encuadrado por la OTAN desde esta fecha. Cuestión que fue utilizada por Putin como excusa para su invasión.
Es bueno recordar algunos hechos que transcurrieron después del 24 de febrero del 2022. Según declaró el general alemán (retirado) Harald Kujat -que fue jefe del Estado mayor alemán del 2000 al 2002 y miembro del Comité Militar de la OTAN (2002/2005), en una entrevista que concedió al periódico suizo Zeitgeschehen im Fokus el 19 de enero, las conversaciones de paz entre Ucrania y Rusia que se desarrollaban en Estambul habían concluido en un preacuerdo a finales de marzo del 2022. Entre los puntos de este acuerdo estaba el compromiso de Ucrania de no integrarse en la OTAN y no albergar tropas extranjeras, así como buscar una solución negociada a los territorios ocupados…El general añadió que, según buenas fuentes, el primer ministro británico, Boris Johnson aterrizó en Kiev el 9 de abril para impedir la firma del acuerdo, pues “Occidente no estaba preparado para que la guerra termine”.
En efecto. Biden y sus acólitos son los principales beneficiados de la guerra o creen serlo, porque en estos momentos la situación parece estar en un verdadero callejón sin salida.
Por un lado, todos los gobiernos europeos sufren una verdadera crisis por las dificultades de transformar su economía en “economía de guerra”
Todos intentan trasladar la guerra al terreno social, atacando derechos sociales -sistema de pensiones, de servicios públicos…-, utilizando la inflación agravada por la guerra para reducir salarios y pensiones, y limitando las libertades.
En todos los países crece de forma desigual la oposición, ya sea directamente a la guerra -como en Alemania- o a la guerra social, desde Francia en primer lugar, hasta Grecia
En todos los países, a pesar de que una buena parte de los dirigentes de las centrales sindicales y los partidos de origen obrero comulga con la política de guerra, no se ha concluido una verdadera “Unión Sagrada” como ocurrió en 1914. Al contrario, en muchos países, ante el descontento de la mayoría, los sindicatos están obligados a reivindicar (y sobran los ejemplos, Francia lo es, pero hay otros casos menos valorados, como la megahuelga del 27 de enero en los transportes en Alemania). Hasta hoy, no es el caso de España, donde los dos sindicatos se aferran al bloque gubernamental en vísperas de las elecciones, contra el deseo de muchos trabajadores.
El lugar de China
El gobierno de Xi Jinping, representante de una nomenklatura que a través del Partido Comunista estalinizado controla férreamente a la clase obrera china, cuyo poder usurpa, con toda evidencia no está interesado en una guerra que compromete su suministro de materias primas e impone limitaciones al comercio, esencial para mantener el poder exportador de China.
El primer motivo es una constante desde hace años. La burocracia china vive en una situación de miedo permanente a una explosión de masas como la de la Plaza Tienanmen. La revuelta contra las restricciones brutales con la excusa del COVID, que obligó al gobierno chino a levantar el estado d de alarma, demuestra que tiene razones para pensar así.
La estabilidad (la Armonía, según palabras oficiales) se basa en el crecimiento económico que permita mantener cubiertas las necesidades elementales de la población y contener su revuelta, siempre latente. Y aún a pesar de ello, el país está recorrido de miles de conflictos por las reivindicaciones más elementales.
La crisis mundial agravada con la guerra, la amenaza de un crack financiero, han producido ya una bajada brutal de la producción y la exportación. China es la fábrica del mundo, pero para mantener esa posición necesita poder comerciar libremente, y los circuitos de distribución están desarticulados en parte. Y esto repercute directamente en el nivel de vida de la población china, lo que preocupa gravemente a la burocracia china, porque puede desbocar el descontento.
La oposición del gobierno chino a las sanciones a Rusia no parte de un deseo humanitario, sino de una necesidad material. Ellos precisan disponer libremente de las materias primas que exporta la Federación Rusa.
Además, el gobierno chino, que mantiene sus planes de despliegue militar en el Pacífico y de recuperar Taiwan (que, por otra parte, es parte de China), no quiere una derrota de Putin, que le colocaría como el “único enemigo” del imperialismo USA, en un marco generalizado de rearme –en el que China y los EE.UU. ocupan lugar destacado, pero también participan el resto de la OTAN, Australia y otros países- que aboca a nuevas guerras. Y, en particular, a la conversión de las guerras comerciales, como la que mantienen China y los EE.UU., en guerras abiertas.
Es así como se explica el plan de paz, que entra en contradicción con la política del imperialismo. De ahí que el plan proponga un cese de las hostilidades, el fin de las sanciones y la apertura de negociaciones entre Ucrania y Rusia.
Y no es por casualidad que, por primera vez, la burocracia china aparezca como mediadora (ver el acuerdo Irán-Arabia Saudita), que se permite invitar a Lula (que tomó sus distancias con respecto a Biden en relación a Ucrania), incluso a Pedro Sánchez -estos días en Pekín- que se ve obligado a “saludar el carácter constructor de China” y después a Macron, a Scholtz…
La propuesta de paz de China se basa, como hemos señalado, en sus propios intereses de mantener su espacio en el mercado mundial. De ahí el rechazo del gobierno Biden, que, precisamente, alimenta la guerra en Ucrania como parte de su estrategia de recuperar espacio en el mercado mundial (la posición de la UE debemos, más bien, considerarla como subsidiaria de los intereses de los EE.UU., incluso por encima de los intereses de las propias burguesías europeas). De ninguna de estas maniobras diplomáticas se puede esperar una paz duradera y favorable a los trabajadores y los pueblos, que sólo se alcanzará por la lucha contra la guerra en cada país por parte de la clase trabajadora organizada. Precisamente, todas estas maniobras, que se insertan en las contradicciones entre imperialismos, se hacen sobre un telón de fondo en que se anuncian las más gigantescas movilizaciones de los trabajadores contra las consecuencias insoportables de la “política de Guerra”. Que ya se desarrollan con una cierta intensidad en varios países de Europa, con Alemania a la cabeza.
Más que nunca, la lucha contra la guerra, por el alto el fuego inmediato, es inseparable del combate por las reivindicaciones, contra la inflación y contra los planes de austeridad que los apólogos del sistema capitalista y sus instituciones pronostican y promueven.