(publicado en la Carta Semanal 511)
El viernes 30 de enero se anunciaba un pacto entre el Gobierno y el PSOE “contra el terrorismo yihadista”, firmado solemnemente por Rajoy y Pedro Sánchez en la Moncloa el lunes 2 de febrero. Ese acuerdo significa una modificación importante en la lucha política en el país.
Es una concreción del acuerdo impuesto por el representante de Obama en la reunión con los gobiernos europeos el 11 de enero en París, tras el atentado contra la redacción del semanario Charlie Hebdo. Dos días después, en Madrid, sin ningún motivo, el Gobierno llenaba las calles de policías con metralleta, y los ministros del Interior y de Justicia anunciaban:
“El Gobierno y el principal partido de la oposición han recuperado el espíritu del pacto antiterrorista suscrito en su día contra ETA para comprometerse a pactar medidas conjuntas para hacer frente a la ofensiva yihadista. Los grupos parlamentarios del PP y del PSOE presentarán de forma conjunta en las próximas semanas (en febrero) una proposición de ley orgánica urgente con las reformas legislativas necesarias para prevenir y combatir mejor el terrorismo islamista.”
El portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, Antonio Hernando, apelaba al “espíritu de París” para justificar el preacuerdo, alegando que “España tiene que estar en la avanzada de la lucha antiterrorista”.
Poniéndose la venda antes de la herida, “ambos partidos comparten ese principio: que se puede mejorar las medidas preventivas y de respuesta a la ofensiva yihadista sin perder un ápice en el régimen de libertades”. (Citas sacadas de El Confidencial del 13 de enero).
Respiro al Gobierno, intentan golpear al movimiento obrero
Mientras la satisfacción recorría las filas del PP y el Gobierno respiraba, los electores socialistas y los militantes obreros se preguntaban qué tenía eso que ver con las promesas de Pedro Sánchez, inscritas en letras grandes en la web del PSOE: No a la cadena perpetua – NO a la gran coalición con PP – Ley Mordaza, el ataque del PP”. Pues finalmente el pacto firmado establece que “a los delitos de terrorismo con resultado de muerte les será siempre aplicable la máxima pena privativa de libertad recogida en el Código Penal”.
Los dirigentes socialistas ¡prometen derogar esas medidas si llegan al gobierno! El pacto dificulta la posibilidad de frente común para echar a Rajoy ahora, y dificulta hasta el extremo acuerdos tras las elecciones que sirvan para echar al PP.
La tónica de la “oposición de izquierdas” la dio el portavoz de Izquierda Plural en el Congreso, Gaspar Llamazares, al decir que el pacto de Estado debería haberse negociado “de forma tranquila en el Congreso con la presencia de todos los grupos parlamentarios”.
En la misma línea, el portavoz de ICV en el Congreso, Joan Coscubiela reprocha a Rajoy y Sánchez tener un «nulo sentido de Estado» por haber pactado los dos solos un acuerdo antiterrorista que incluye la cadena perpetua. Dice que un acuerdo antiterrorista requiere«mucha eficacia cotidiana y menos efectismo mediático».
Con parecido “sentido de Estado”, el líder de Podemos decía: “A mí me parece que no es propio de estadistas. […] Nosotros creemos que los problemas no se resuelven con populismos ni con propuestas efectistas para los medios, sino trabajando seriamente. El PP y el PSOE no suman juntos según las encuestas más del 50% de los votos. Esto no es un pacto de Estado, es un pacto entre dos partidos”.
No van a votar a favor, pero todos se alinean con el Estado contra el “terror”.
Hay una resistencia que busca otro camino
Ningún medio de comunicación ha podido presentar ni un solo ejemplo de adhesión popular a esa urgencia que parece entrar a los dirigentes para alinearse con Obama y Rajoy “contra el terror”. Y a día de hoy, las presiones no han logrado sumar a las confederaciones sindicales a ese coro
En cambio, hay voces dignas en el movimiento obrero, en particular en el propio Partido Socialista. Así, el diputado autonómico por Madrid Mario Salvatierra, de Izquierda Socialista, ha publicado un artículo en el que evoca que en el Congreso el PSOE denunció la implantación de la cadena perpetua y se comprometió a hacer todo lo posible para que no saliese adelante. “No se acaba de entender por qué ahora, tan deprisa y corriendo, el PSOE alcanza un acuerdo con el PP en el que a través de un vericueto lingüístico esquiva mencionar la implantación de la prisión permanente revisable (léase, cadena perpetua) y, sin embargo, a todos los efectos se aplicará esta condena para los actos de terrorismo sean yihadistas o no. […]
¿Qué necesidad había de dar cobertura a semejante despropósito? […] al PSOE no le puede valer la promesa de que cuando gobierne revertirá la condena. ¿Están tan seguros de que muy pronto gobernarán y cambiarán las tornas? […]
Cada día que pasa se vuelve más acuciante resolver esta pregunta: ¿hacia dónde quiere ir el PSOE? ¿Hacia la izquierda o hacia la derecha? Ya no le vale poner la luz intermitente hacia la izquierda para luego doblar a la derecha. Esto era posible en otros tiempos: las consecuencias de la crisis son demasiado profundas […] ¿Piensa la cúpula del PSOE que si firma en solitario un pacto con el PP, el partido recuperará la centralidad? ¿Tanta responsabilidad institucional no terminará crispando a su base electoral?
Rajoy no pierde ocasión para subordinarnos a su estrategia del miedo y envolvernos en la defensa del sistema bipartidista. No sirve apelar a los valores tradicionales de la izquierda en actos internos para inmediatamente facultar a la derecha a restaurar una concepción de la justicia totalmente reaccionaria. […] Por este camino va a la irrelevancia electoral y a la descomposición interna. Nos queda muy poco tiempo para salir del enredo en el que estamos metidos: o vamos hacia la gran coalición que es lo que nos reclama el establishment económico-financiero, mediático, iglesia, ejército y monarquía con el fin de «salvar el sistema», o nos encaminamos hacia un nuevo orden en el que, de momento, lo único cierto será aplacar la crudeza de la crisis y compaginar con muchísimo aplomo y sagacidad las voces fragmentadas de la izquierda.”
Este responsable de Izquierda Socialista expresa probablemente el sentir de la mayoría de militantes y afiliados socialistas, que todo indica se manifiesta en las reuniones internas.
¿De dónde sale la necesidad absoluta y prioritaria de una cruzada “contra el yihadismo”? Lo exigen los Estados Unidos, cuyos servicios secretos, en conexión con los regímenes de Oriente Medio –particularmente la Arabia Saudí y Catar– están en el origen de la financiación de las principales organizaciones yihadistas. Lo exigen el PP y todas las fuerzas del capital, que necesitan que todas las necesidades y derechos sociales y democráticos se subordinen a las razones supremas de los gobiernos y los Estados que garantizan sus beneficios.
El supuesto antiterrorismo forma pareja con el déficit 0 y el pago de la deuda como valores supremos que anulan la democracia, la voluntad de la mayoría de defender sus derechos y libertades. El artículo 135 de ZP-Rajoy subordinaba todos los derechos al pago de la deuda a los bancos. La ley orgánica que preparan ha de “garantizar los recursos humanos y materiales necesarios para luchar más eficazmente contra el terrorismo en la Administración de Justicia, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los servicios de inteligencia”.
Todo para luchar contra un terrorismo cada vez más vago, pues ahora se define como “provocar un estado de terror en la población”, “cualquier forma de radicalización violenta, incluidas las expresiones de racismo, xenofobia o discriminación, motivadas por la intolerancia respecto a distintas opiniones”. Los que hoy procesan a 300 sindicalistas por un supuesto ataque a los derechos de los trabajadores, mañana podrán encarcelar a cualquiera como “terrorista”, para que el capital siga sangrando y sobreexplotando a su antojo.
La guerra fuera y dentro
Estos días la UE anuncia que formará una fuerza de choque para intervenir en 48 horas en cualquier sitio. Ucrania y el Estado Islámico son el pretexto, como lo fueron Kuwait o las supuestas armas de exterminio para los Bush. Rajoy ha ofrecido 4.000 soldados para ir a primera línea en el Este de Europa a encabezar esos “antidisturbios europeos”. Como ha convertido Morón en centro del Africom, el dispositivo norteamericano contra los pueblos del Magreb y del conjunto de África.
Pero el frente principal de esa guerra es el interior: la lucha “contra el terrorismo” y “contra el déficit”, contra las libertades y contra el movimiento obrero.
Sostener el régimen, intentar paralizar y disgregar al movimiento obrero
Los portavoces del PP y Antonio Hernando (PSOE) repiten que “los españoles” tenemos una gran experiencia en lucha contra el terrorismo. Pero han olvidado esa experiencia. Los militantes del PCE y del PSOE sufrieron en sus carnes las consecuencias de la supuesta política antiterrorista. Política que buscaba desviar el conflicto normal entre los trabajadores y los patronos. En el movimiento obrero se abrió paso con fuerza la exigencia de diálogo y negociación, abanderada por el ex ministro Ernest Lluch con dirigentes como Odón Elorza. En el entierro de Lluch, Aznar se vio sumergido por un millón de manifestantes que exigían diálogo. Quince días más tarde, volviendo la espalda a los manifestantes y a los militantes socialistas, ZP firmó con Aznar un vergonzoso pacto antiterrorista, en realidad un pacto antinacionalista, para sostener al gobierno Aznar. No lo logró, ni siquiera con el apoyo del atentado del 11M. Recordemos que Aznar intentó utilizar ese atentado pero los manifestantes se volvieron en su contra.
El objetivo de este pacto de ahora es claro: sostener a Rajoy, apuntalar el régimen que se derrumba, tratar de contener y disgregar al movimiento de los trabajadores y de los pueblos.
Nunca ha sido más necesario defender con uñas y dientes la independencia de los sindicatos y partidos de los trabajadores.