Carta Semanal 1042 en catalán
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Fuentes oficiales anuncian que aún faltarán meses para conocer las causas concretas del apagón que el pasado día 28 dejó sin electricidad a toda la península ibérica. Pero, a falta de esos detalles, sí es posible explicar las causas profundas de esa gran avería que paralizó la mayoría del territorio español y portugués. Y que ha causado, al menos, diez muertes.
Un acontecimiento previsible
En lo que coinciden muchos expertos es en una afirmación: el apagón era no sólo previsible, sino inevitable dado la estructura de nuestro sistema de producción y distribución de electricidad.
En septiembre de 2020, técnicos de Red Eléctrica -hoy, Redeia- (la empresa encargada de las redes de distribución de alta, media y baja tensión) presentaron un estudio sobre el sistema eléctrico nacional, cuyo resultado fue concluyente: la integración masiva de renovables tendría un mayor impacto en la estabilidad de la red en España que en otros países de Europa por su limitada interconexión (España, por su limitada conexión con redes europeas y su orografía, es especialmente vulnerable). Para hacer frente a esta amenaza, los técnicos de la empresa pública propusieron una batería de medidas “imprescindibles” para evitar desajustes “inadmisibles” de frecuencia. Esos informes internos hablaban con claridad: «riesgo inadmisible de pérdida de frecuencia», «déficit de inercia», y la necesidad de «implantar baterías masivas o plantas de respaldo». Nada de eso se puso en práctica.