Archivo del Autor: Iñaki Merino Montes

Combate Socialista 28. La revolución Portuguesa.

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Dosier básico. Sobre la Revolución Portuguesa

Este 25 de abril, en el 46 aniversario de la revolución portuguesa, tuvo lugar una videoconferencia organizada por el Partido Obrero Socialista Internacionalista. Tras una introducción de Ángel Tubau
intervinieron Carmelinda Pereira y Aires Rodrigues, diputados en la Asamblea Constituyente. Siguió un animado debate. Para que llegue a más compañeros, se confecciona un video recogiendo las intervenciones.

Para alimentar la discusión y continuarla, se edita este folleto que recoge una selección de la abundante documentación de la Cuarta Internacional al respecto.

1. El movimiento hacia los comités y las comisiones de delegados elegidos de trabajadores hasta el 29 de mayo. P. Lambert. Mayo de 1974
2. Resolución de la III Conferencia del Comité de Enlace de militantes revolucionarios portugueses por la reconstrucción de la IV Internacional. Agosto de 1974
3. Portugal: treinta años después de la Revolución, A. Camps. Marzo de 2004
4. Portugal: 42 años de revolución y contrarrevolución, P. Nunes. Junio de 2016

25 de abril: se derrumba la dictadura fascista en Lisboa

Problemas de la revolución portuguesa

Extractos de un artículo de Pierre Lambert de ese folleto publicado en Francia, en 1974 por la Organización Comunista Internacionalista

El movimiento hacia los comités y las comisiones de delegados elegidos de trabajadores hasta el 29 de mayo.

En los primeros días tras el 25 de abril, en todo el país, los trabajadores presentan sus reivindicaciones. En numerosos sectores, los patrones y las direcciones ceden sin que siquiera sea necesario parar de trabajar. Así, en los bancos, las direcciones dan satisfacción a las reivindicaciones sin huelgas. Los empleados de banca organizan piquetes de control en los aeropuertos para interceptar cualquier fuga de capitales; eligen a sus representantes, que constituyen las comisiones de delegados elegidos de los trabajadores de los bancos. Así el 14 de mayo, los trabajadores del Banco do
Portugal, exigen, al tiempo que el saneamiento de la dirección, la nacionalización del banco. He aquí el relato, escrito sobre el terreno, de los acontecimientos en la primera oleada de luchas, hasta el 29 de mayo.

Combate Socialista 27. Diez meses de Revolución y Contrarevolución.

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Presentación

Autor: Josep Antoni Pozo González

Diez meses separan las jornadas de julio de 1936, de las barricadas levantadas en Barcelona durante los primeros días del mes de Mayo de 1937. Diez meses en los que la revolución social que estalló en respuesta al golpe de Estado de los militares, fue subsistiendo en medio de una guerra civil, sin que los dirigentes de las organizaciones que se reclamaban del movimiento obrero quisieran, unos, o fueran capaces, otros, de conducirla hacia la toma del poder, única forma de garantizar el triunfo pleno de aquella. Durante todo ese período, los obreros y campesinos resistieron con las armas en la mano a los generales facciosos, se apoderaron de fábricas y tierras, establecieron el control obrero en la industria y los servicios, y levantaron organismos de poder revolucionario que substituyeron localmente a las autoridades legales. Y lo hicieron casi intuitivamente. Con el convencimiento de que era la mejor manera de combatir al fascismo. Porque, efectivamente, la mejor estrategia para vencerlo militarmente no era otra que la de desplegar consecuentemente el programa revolucionario de emancipación social. No había arma más poderosa que ésta. Pero durante todo este período, los dirigentes de las principales organizaciones del movimiento obrero hicieron todo lo posible por “encauzar” la revolución, por impedir que traspasara los límites del Estado burgués, y cedieron ante las propias exigencias de los gobiernos imperialistas europeos que con su política de No-Intervención, contribuyeron a aislar a los trabajadores españoles. Unos, como por ejemplo Indalecio Prieto y el ala derechista del PSOE, porque consideraban que España no estaba madura para una revolución de tipo socialista. En esto coincidían con los dirigentes del PCE-PSUC, y con el mismo Stalin, quién en carta al entonces presidente del gobierno de la República, Largo Caballero, le “aconsejaba” sobre la conveniencia de respetar la propiedad privada y la necesidad de no aplicar medidas revolucionarias. Y otros, como los dirigentes de la CNT y la FAI, y también del POUM, por su incapacidad para organizar la revolución de la que se reclamaban, y a la que no ayudaron en absoluto participando en los gobiernos que se propusieron como objetivo político prioritario acabar con ella. El sector caballerista tuvo igualmente mucha responsabilidad en ese sentido. Después de que durante el mes de agosto hubiera explorado –y desechado- la posibilidad de constituir un “gobierno obrero” formado por la UGT y la CNT, se avino finalmente a substituir al gobierno Giral porotro de concentración de fuerzas de tipo frentepopulista. Así, en septiembre de 1936 se constituyó en Madrid un gobierno presidido por el secretario general de la UGT, Largo Caballero, con la participación de seis ministros socialistas –en representación del PSOE y de la UGT-, tres procedentes de los partidos republicanos burgueses –IR y UR-, dos ministros del PCE, y dos ministros que representaban ERC y PNV respectivamente. Como explicó Largo Caballero a Koltsov pocos días después, lo que acababan de constituir era un “un organismo único, con un objetivo único: derrotar al fascismo”. Era lo que querían oír tanto Stalin como los gobiernos “democráticos” de Francia e Inglaterra.

Combate Socialista 26. 80 aniversario. 1936 – 2016

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80 aniversario de 1936. El golpe militar franquista y la insurrección obrera

Autor: Jesús Béjar y Ángel Tubau

Decidimos publicar este folleto para sacar, con la perspectiva de los 80 años pasados, algunas de las lecciones del periodo 1931-1939, periodo en el que la revolución y la contrarrevolución se expresaron en nuestro país en la forma más aguda; o sea, llegando al enfrentamiento militar. Todo ello en un marco europeo y mundial de crecimiento del fascismo, último recurso de la burguesía y del capital financiero ante la revolución proletaria. Fascismo que, después de la derrota de la clase obrera alemana a causa de la política seguida por sus principales partidos, era una amenaza clara para todos los pueblos europeos y señal de la marcha inexorable hacia la guerra mundial. La revolución y la guerra de España son y siguen siendo el acontecimiento histórico que más literatura ha producido. En efecto, aún hoy, se publican decenas de libros y artículos al respecto. Nos reclamamos de la tradición política que encarna Trotski, la de la Cuarta Internacional y sus seguidores en nuestro país. Precisamente en el Programa de Transición, programa adoptado en el Congreso de su fundación en septiembre de 1938, se sacan las primeras lecciones de la guerra de España, de cómo la política del Frente Popular abrió las puertas a Franco. No intentamos competir. Solo, desde una perspectiva que no es falsamente “neutra, objetiva o independiente”, queremos contribuir con nuestras posiciones a la formación y clarificación de la vanguardia obrera de nuestro país. En efecto, no nos guía ningún afán historicista, sino un interés militante, sacar algunas lecciones de este periodo, para ayudar en las tareas que el movimiento de emancipación social y democrático-nacional tiene hoy. Seamos claros, 2016 no es 1936; la historia NO se repite de la misma manera (la primera como tragedia, la segunda como comedia, decía Marx), los problemas no resueltos vuelven a surgir en una combinación y con una intensidad diferentes. Pero en la sociedad capitalista en que vivimos, que no ofrece a la humanidad más que la continuidad de la explotación y de la opresión, un horizonte de conflictos y guerras, es nuestro deber analizar los elementos comunes y los elementos distintos entre los años 30 y nuestros días. Sin la vara de medir de un tendero, buscamos apropiarnos de algunas lecciones que son de actualidad. Quien no tiene pasado no tiene futuro, y sobre todo no tiene presente.

Combate Socialista 12. Historia del Partido Comunista de España

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Introducción

El Partido Comunista de España vive un grave crisis desde 1980. Hoy está reducido a una patética sombra de lo que fue. Prácticamente desaparecido en Galicia, Euskadi y Cataluña, vive roto por la presencia de numerosos grupos y fracciones, algunos de los cuales no tienen siquiera una plataforma política explícita. Ha sido abandonado por
cerca del 90% de sus militantes, y ha perdido la dirección de organizaciones ligadas históricamente a él, como CC.OO. y las Asociaciones de Vecinos. Todos los PCs viven una crisis irreversible desde el estallido de la URSS. Desde los años 20, tras la derrota de la Oposición de Izquierdas, se conformaron como aparatos sometidos a la política internacional de la burocracia de la URSS. Tras el desmembramiento de la burocracia en fragmentos mafiosos, los PCs no pueden continuar con esa orientación. Sus dirigentes buscan un nuevo espacio dentro de la Internacional Socialista, del movimiento alterglobalizador, o incluso al servicio del Unión Europea a través del proyecto de “Partido de la Izquierda Europea”. Pero la crisis del PCE es anterior a la caída del Muro de Berlín. Empezó como consecuencia de la política mantenida durante la llamada Transición y no ha parado desde entonces. La actual dirección atribuye toda la responsabilidad a su entonces secretario general, Santiago Carrillo. No es una actitud excepcional. Lo han hecho todas las direcciones anteriores. Bullejos le echó las culpas de todo a Maurín, Díaz atribuyó todas las responsabilidades a Bullejos, Carrillo a Uribe. Pero la realidad es otra. Fundado en 1920, el PCE fue tempranamente estalinizado. Y desde entonces ha carecido de una política propia, siguiendo siempre los intereses de la Nomenklatura de la URSS. Durante la guerra civil, su sumisión a las directrices de Stalin le opuso al movimiento de colectivizaciones, al impulso revolucionario de la clase trabajadora española, convirtiéndole en el partido de la “gente de orden”. Durante la Transición, la sumisión del PCE a la política de “seguridad y cooperación en Europa”, pactada por el imperialismo y la URSS en la Conferencia de Helsinky, le llevó a oponerse a la poderosa movilización que buscaba acabar con todos los residuos del franquismo y le convirtió en el mayor partidario del consenso y del apoyo a la Monarquía. Este texto trata de ofrecer a los militantes comunistas y revolucionarios datos para explicar la situación del PCE y para contribuir a un balance que muestra la actualidad del combate por el partido de clase, que los trabajadores españoles necesitan.

Combate Socialista 11. La Transición

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Introducción

A 28 años de la muerte del dictador Franco, cuando una inmensa movilización contra la guerra de Iraq sacude al Estado español, los comentaristas políticos de la burguesía se escandalizan de la proliferación de banderas republicanas en las calles. Temen que todo el entramado constitucional creado tras la muerte de Franco con la colaboración de los dirigentes del PSOE y el PCE y de los partidos nacionalistas comience a venirse abajo. Al mismo tiempo, se produce la ilegalización de un partido por primera vez desde 1977 y la prohibición de 216 candidaturas de agrupaciones de electores, avaladas por la firma ante notario de más de 80.000 ciudadanos y ciudadanas, prohibición decretada en un tiempo récord por una Sala Especial del Tribunal Supremo y por el Tribunal Constitucional. Los tribunales arremeten contra el Parlamento Vasco porque éste respeta lo que han votado los ciudadanos. Finalmente (por ahora) el gobierno anuncia que utilizará “todos los medios” para impedir que el Parlamento Vasco discuta una propuesta de reforma del Estatuto y amenaza con suspender la autonomía vasca. Todo ello constituye una crisis mayúscula de las instituciones establecidas en la Transición, crisis en la que las instituciones heredadas del franquismo que la Constitución preservó pretenden hacer tabla rasa de las conquistas democráticas más elementales, que los trabajadores y los pueblos impusimos en los años de la transición. Hay que constatar, por otra parte, que ese ataque franquista a las libertades encaja con el contenido del proyecto de Constitución Europea. Es el momento de hacer un balance, desde el punto de vista del marxismo, de la llamada Transición Democrática. Para la historia oficial de la Transición –la que nos cuentan los medios de comunicación, los comentaristas políticos, las escuelas, que conforman la opinión pública burguesa; avalada a menudo por dirigentes del PCE y el PSOE– “Franco murió en su cama”, sin apenas oposición popular, y a la muerte del dictador se estableció, por voluntad del rey, y de común acuerdo entre los sectores “reformistas” del régimen franquista y la llamada “oposición democrática”, un régimen de libertades democráticas consagrado en la Constitución monárquica de 1978. Sin embargo, como demostraremos en este texto, las cosas no ocurrieron así. A la muerte de Franco, el aparato de la dictadura franquista, apoyado por la burguesía, la jerarquía de la Iglesia y el ejército optaba por la continuidad. Sobre todo, antes ya de la muerte de Franco, los Estados Unidos y la URSS, el Vaticano y los gobiernos europeos, tomando nota del revolución portuguesa, habían pactado en Helsinki que había que evitar una ruptura con la dictadura. Sin embargo, una inmensa movilización obrera en el Estado español, que adquirió características prerrevolucionarias y que amenazó las bases mismas del sistema capitalista en nuestro país, impuso al franquismo en descomposición la legalidad de las organizaciones obreras y el reconocimiento de los derechos de asociación, expresión, manifestación, huelga y demás derechos democráticos. Ahora bien, cumpliendo el pacto de Helsinki, la burocracia del Kremlin y su agencia en España, el PCE, dirigido entonces por Carrillo, junto con los dirigentes de la Internacional Socialista y del PSOE frenaron esta movilización e impusieron a las masas la aceptación de buena parte de las instituciones del franquismo, limitaciones a la libertad sindical y la negación del derecho de autodeterminación. Fruto de ese compromiso es la Constitución Monárquica.

Monarquía de las autonomías o Unión Libre de Repúblicas soberanas

Carta Semanal 1059 en catalán

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Más de tres Semanas

En el momento que escribimos esta Carta Semanal hace ya más de tres semanas que decenas de incendios arrasan nuestras tierras. Concentrados en particular en Castilla y León, Galicia y Extremadura, pero con puntos importantes en Andalucía, Asturias, antes en Catalunya y también en Valencia. Como decíamos en una declaración de Información Obrera hace más de quince días, esta trágica oleada de incendios parecía una crónica política de un desastre anunciado. Todas las instituciones del Estado sabían que más de la tercera parte de los bosques (cuya masa total representa el 36 por ciento de la superficie del Estado) eran pura dinamita, por la inmensa biomasa acumulada –especialmente tras un año de lluvias importantes- sin ningún mantenimiento o limpieza llevado a cabo por los poderes públicos o/y por los propietarios privados (biomasa que casi no está explotada por las grandes empresas energéticas, pues es más rentable importar petróleo y gas. Se calcula que esta biomasa es equivalente a diez mil millones de toneladas de petróleo).

Unánimemente todas las instituciones del Estado atribuyen la proliferación de incendios al «cambio climático» (para los más mayores esto nos recuerda el discurso monocorde de la Dictadura cuando achacaba las dificultades a la «pertinaz sequía»). Sin duda hay cambio climático y aumento de las temperaturas, pero la humanidad tiene los medios para combatirlo, paliarlo e incluso utilizarlo en su provecho, a condición de que la sociedad y los gobiernos se guíen por la búsqueda del bien público y no por la protección de los poderosos, como las multinacionales de la alimentación, la agroindustria, la ganadería industrial, la especulación inmobiliaria, planificación urbanística al servicio del turismo, contra su industria y la producción al servicio de la población.

No son palabras, son hechos.

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En el aniversario del asesinato de Trotsky en 1940: el manifiesto de alarma de la IV Internacional ante la guerra imperialista

Carta Semanal 1058 en catalán

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El 21 de agosto de 1940, León Trotsky era asesinado en Coyoacán por un agente de Stalin. Su muerte formaba parte de la persecución de la burocracia que usurpó el poder en la URSS contra los que permanecieron fieles a los principios del bolchevismo. En esta Carta Semanal, que hemos preparado tomando partes de la Lettre de la Vérité, que edita la sección francesa de la IV Internacional, rendimos homenaje a Trotsky llamando la atención sobre uno de sus últimos escritos: el Manifiesto de Alarma de la IV Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial, publicado el 23 de mayo de 1940. Manifiesto que lo lectores pueden encontrar completo en

La permanencia del combate contra la guerra

Nuestro pasado, nuestra tradición, está inscrito en la lucha de los militantes que, en 1943, en condiciones difíciles y peligrosas, a veces a costa de sus vidas, emprendieron la tarea de organizar el contacto con los obreros alemanes alistados en el ejército alemán, soldados que, bajo el uniforme, seguían siendo obreros.

Mientras todos los que se habían reivindicado de las Internacionales anteriores, la II y la III, se sumergían en la unión sagrada, en la guerra, los militantes de la IV Internacional levantaban la bandera del internacionalismo, la bandera de la independencia de la clase.

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¿A dónde va el Estado de Israel?

Carta Semanal 1057 en catalán

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La Proclamación del Estado de Israel en abril de 1948 significó la negación misma desde el principio del derecho del pueblo palestino a vivir en su tierra. No es por casualidad que este hecho es calificado como la Nakba (la catástrofe). En estos 77 años el hecho determinante ha sido la resistencia del pueblo palestino a ser aniquilado.

No podemos entender lo que ocurre sin recordar que el Estado de Israel fue creado a partir de la partición de Palestina votada por la ONU a propuesta de las potencias imperialistas (Gran Bretaña, EEUU) y el concurso imprescindible de la burocracia estalinista del Kremlin. Fue el delegado de Moscú quien presentó el 29 de noviembre de 1947 en la ONU la resolución sobre la «partición», que entregaba a las poblaciones judías un porcentaje de territorio muy superior al de su población, incluyendo decenas de miles de kilómetros cuadrados habitados por árabes palestinos. Organizaron, por tanto, el traslado a Palestina de centenares de judíos de Europa (que en realidad querían emigrar sobre todo a los Estados Unidos, que les cerró sus fronteras: apenas 200.000 judíos encontraron refugio en los Estados Unidos desde 1933 a 1945; la gran mayoría antes de finalizar el año 1941), y, después, del Magreb.

La partición de Palestina la dividía en dos territorios con fronteras inviables, y era, por tanto, una invitación a la guerra. En la primera guerra, en el mismo 1948, los israelíes fueron fuertemente armados gracias a sus compras en Checoslovaquia, Yugoslavia y Polonia, sobre todo (ventas que no podían realizarse sin autorización de Moscú): Tras la guerra, Israel se organizó como un Estado supermilitarizado (con un 9% del PIB destinado a defensa), portaaviones de las potencias imperialistas en una región estratégica desde todos los puntos de vista (ya en 1956 apoyó el ataque franco-británico a Egipto, que fue lanzado en represalia por la nacionalización del canal de Suez). Pero un estado «artificial», que vive bajo perfusión de la Administración americana, con el apoyo militar y comercial de las potencias europeas y -con el tiempo- con la complicidad de la mayoría de los regímenes árabes y afines.

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La Unión Europea frente a Trump

Carta Semanal 1056 en catalán

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Durante decenios, los defensores de la Unión Europea nos han bombardeado con su propaganda. Cientos de entrevistas, artículos, ensayos, que pretendían demostrar la necesidad de que, para el progreso económico y social, era necesario que los Estados renunciaran a su soberanía –y los pueblos, por tanto, a la democracia- para someterse a los dictados de la Comisión Europea, en nombre de la necesidad de que “Europa se uniera” para poder competir con los EEUU, Japón, China…

Del mismo modo, desde hace 40 años, nos han explicado la necesidad de lo que llamaban “libre comercio” y de cómo toda la política económica debía someterse a ese supuesto dogma. En nombre del “libre comercio”, había que aceptar el cierre de los astilleros, la siderurgia integral, la industria textil, la electrónica de consumo y otros muchos sectores industriales, deslocalizados a países donde el capital pudiera obtener mayores beneficios a costa de una mayor explotación de la mano de obra. Ningún Estado podía proteger esas industrias, porque eso suponía violar la “libre competencia no falseada”. Tan sólo se salvó, por motivos de seguridad, la industria militar. Ahora, de un plumazo, Trump elimina el libre comercio e impone aranceles a medio mundo, y la Unión Europea abandona sin combate el dogma del “libre comercio” y los acepta sin rechistar.

También nos dijeron que la supervivencia de las economías europeas exigía limitar el déficit público, aunque ello supusiera recortar fondos a la sanidad, la enseñanza, la atención a los mayores, los servicios sociales en general. Otro “dogma” que se derriba: ahora resulta que ese límite del déficit no debe aplicarse a los gastos militares que exige el imperialismo USA.

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El “acuerdo” comercial Estados Unidos-Unión Europa: acentuación brutal de la guerra comercial

Carta Semanal 1055 en catalán

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Donald Trump recibe en su complejo hotelero de Escocia, en Turnberry, a la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen. Tras una supuesta dura negociación llegan a un acuerdo comercial por tres años que afectaría a todo el comercio de los países de la UE y Estados Unidos (acuerdo aún pendiente de la redacción y final). Este intercambio representa anualmente 2 billones de euros. Estados Unidos es un mercado de 330 millones de habitantes, la UE de 440 millones. Esto ocurre el domingo 27 de julio y el lunes Trump “recibe” en el mismo lugar al primer ministro británico, Starmer, huésped en su propio país, que acude solicito al complejo de Trump.

La forma es importante: Trump, al margen de sus groserías como personaje, quiere demostrar ante todo el mundo quién manda aquí. Pero no nos engañemos, esto es también una apariencia que no puede camuflar su fragilidad cuando se sufre una brutal crisis, al menos latente, que sacude la economía capitalista mundial y en particular la estadounidense, en el marco de un mercado mundial completamente dislocado. Que las apariencias no engañen.

El contenido de lo firmado

Un acuerdo por tres años en que los productos europeos tendrán, con carácter general un arancel del 15% en el mercado de EE. UU., frente a la ausencia de aranceles para la producción estadounidense en el mercado europeo. Pero en realidad el proteccionismo de Estados Unidos es mayor, pues hay excepciones al arancel del 15% como el del 50% para el acero y el aluminio. Cuando, recordemos, hasta ahora el gravamen medio era de 1,4%. En otros casos hay indefinición, como el de los productos farmacéuticos, rubro en el que EE.UU. importa la mayoría de lo que consume.

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