Decrecimiento o ruptura

Carta Semanal 940 en catalán

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Reproducimos en esta Carta semanal un artículo aparecido en Informations Ouvrières, periódico del Partido Obrero Independiente de Francia

«El decrecimiento tiene 20 años» escribe Serge Latouche, principal impulsor y representante del movimiento que tomó forma en Francia en 2003, extendiéndose luego por Europa y por el mundo. En un artículo reciente publicado por el Observatorio del Poscrecimiento y del Decrecimiento (OPCD) en el sitio web de la Universidad de Clermont-Auvergne, hace el balance de esos 20 últimos años: «hay que reconocer claramente que, más allá de la agitación en los medios, de los grupúsculos militantes y de las redes de investigadores académicos, cuesta que se imponga el surgimiento del gran relato de emancipación basado en la alternativa decreciente». Es lo menos que se pueda decir…

¿Qué es el decrecimiento? El OPCD lo define así: «por decrecimiento, entendemos una reducción de la producción y del consumo, planificada democráticamente, para causar una modificación ecológica sostenible, para reducir las desigualdades, para mejorar la calidad de vida».

Es un objetivo permanente asumido por la Comisión Europea, que acaba de conceder por primera vez una asignación de 10 millones de euros a la Universidad Autónoma de Barcelona y 

a la Universidad de Lausana para que efectúen investigaciones al respecto.

Una conferencia en el Parlamento Europeo

Este tema ha sido también objeto de una conferencia, inédita por su amplitud, los días 15, 16 y 

17 de mayo en el Parlamento Europeo de Estrasburgo titulado «más allá del crecimiento, caminos hacia una prosperidad duradera en la UE». Ha sido organizada conjuntamente por los diputados europeos de los grupos de los Verdes y de la Izquierda Europea, y ha reunido a 2.000 participantes e intervenciones de altos vuelos, entre ellos la Presidenta de la Comisión Europea, la Presidenta del Parlamento Europeo, el Vicesecretario General de la Conferencia de la ONU para el Comercio y el Desarrollo, sendos representantes del Banco Mundial, de la OCDE, del Foro Económico Mundial, el Director General adjunto de la Organización Mundial del Comercio, la Ministra de Trabajo de España y varios comisarios europeos. Sin duda, son especialistas en el decrecimiento, las desigualdades y la ecología. Como recuerda el propio Serge Latouche, «en Francia, a pesar de un plan de 800 millones de euros para reducir el 50% la utilización de pesticidas entre 2009 y 2021, el uso de pesticidas ¡ha aumentado el 15%!»

Decrecimiento del consumo y crisis alimentaria

Especialistas en decrecimiento de los salarios, de los servicios públicos e incluso del consumo: según un estudio publicado a principios de abril, el 80% de los franceses han reducido su 

consumo alimenticio debido a la inflación de precios y el 42% de los asalariados que tienen el salario mínimo declaran que se saltan una comida al día. Mientras que los bancos de alimentos servían a 820.000 personas en 2011, esta cifra ha subido hasta los 2,4 millones en 2022. Es un problema mundial al que no son ajenos la Unión Europea, la OMC y el Banco Mundial.

Según el Programa Alimentario de la ONU, «el mundo está confrontado a una crisis mundial del hambre de una amplitud sin precedentes. Solo en dos años, el número de personas confrontadas a una inseguridad alimentaria o en riesgo de caer en ella ha pasado de 135 millones en 53 países antes de la pandemia a 345 millones en 82 países en la actualidad. Alimentada por los conflictos, los choques climáticos y la covid-19, la crisis se agrava cuando la guerra de Ucrania provoca que se 

disparen los precios de la alimentación, el carburante y los abonos. Millones de personas luchan por llevar alimento a la mesa y se acercan a una hambruna de proporciones descomunales».

Un informe de la agencia Fitch Solutions prevé incluso que la producción mundial de arroz conocerá en 2023 el mayor retroceso en dos decenios, conllevando un aumento de precios para 3.500 millones de personas, en particular en la región de Asia y el Pacífico, que representa el 90% del consumo mundial de arroz.

En esta situación, no cuesta imaginar por qué las grandes instituciones internacionales se interesan por medios para reducir el consumo para mejorar la calidad de vida…

Mientras, según el Banco Central Europeo, en 2022, los beneficios de las empresas son la causa

del 70% de aumento de los precios. Los beneficios se hinchan y no hay decrecimiento para todo el mundo. Según Serge Latouche, «en 2010, 368 personas tenían una riqueza equivalente a la renta de la mitad de la humanidad. En 2018, 5 personas ocupaban ese mismo espacio».

Como dice el proverbio, «quien duerme con perros, se despierta con pulgas»

¿Es razonable organizar una conferencia sobre la prosperidad en Europa con los que hunden a su población en la miseria y tratan de subordinar hasta la menor actividad económica a las exigencias de la economía de guerra?

Bajo el patrocinio de la Unión Europea, Macron ha lanzado su operación “reindustrialización”. Así, la guerra de Ucrania ha relanzado la actividad de la empresa Forges de Tarbes, en el departamento francés Hautes-Pyrénées. Recluta a trabajadores para forjar en masa grandes carcasas para los obuses de 155 milímetros. El 14 de marzo, la empresa ha recibido autorización del Ministerio de Defensa para exportar esas piezas en aplicación de las exigencias de la OTAN. El patrono se ha visto requerido a “reindustrializar” su fábrica.  Ha anunciado una inversión de 7 millones de euros durante los tres próximos años para aumentar la producción de las 40.000 piezas actuales a 160.000., equivalente a la producción norteamericana de obuses de 155 milímetros en 2020. Con razón: la Ley de Programación Militar discutida en el Parlamento [francés] prevé aumentar el gasto un 57% de aquí a 2030.

Según confirma el Wall Street Journal, la guerra de Ucrania es tan beneficiosa para las empresas de Defensa de los Estados Unidos y de Europa que les cuesta encontrar a los miles de trabajadores cualificados que puedan cubrir una afluencia récord de pedidos. ¡Es una bendición para la supuesta ‘reindustrialización’ del continente!

«Nuestra primera prioridad es realmente aumentar la capacidad, lo que naturalmente significa aumentar los efectivos», ha señalado Patrice Caine, presidente ejecutivo de la empresa de equipamiento Thalès, que prevé contratar a 12.000 personas en 2023 para fabricar sensores submarinos, jets y otro tipo de materiales militares.

En 2022, el gasto militar mundial ha aumentado un 3,7%, alcanzando un récord de 2,24 billones de dólares. El gasto europeo aumenta al ritmo anual más elevado desde hace por lo menos 30 años, según el Stockholm International Peace Research Institute. La mayor empresa de Defensa de Europa, BAE Systems PLC, aumentará sus efectivos un 15%. Saab AB,, el constructor sueco de los cazas a reacción Gripen, y Rheinmetall AG, la empresa alemana que contribuye a la fabricación del tanque Leopard, prevén también contratar a miles de asalariados más.

Lo mismo sucede con Lockheed Martin, el fabricante norteamericano de los misiles Javelin y de los lanzacohetes Himars.

Todo eso para que cientos de miles de jóvenes ucranianos y rusos mueran bajo las bombas en beneficio de los oligarcas y grandes potencias que ya se reparten el festín. Mientras, un ex-marine norteamericano presente en Ucrania explicaba en ABCNews que la línea del frente es una «trituradora de carne en que la esperanza de vida de los soldados es de 4 horas», y el presidente ucraniano Zelenski, el mejor amigo de las grandes potencias occidentales, conseguía la aprobación de una ley que refuerza las sanciones y la represión contra los jóvenes que se niegan a enrolarse en el ejército u obedecer las órdenes.

Esas grandes potencias que, según un estudio del Center for Economic and Policy Research, cuyas conclusiones principales reproduce el Financial Times del 4 de mayo, imponen sanciones al 27% de los Estados del mundo: «el 29% de la economía mundial está sometida a sanciones norteamericanas, europeas o de la ONU. Esto representa un fuerte aumento en los últimos años: sin ir más lejos, en los años 1990 afectaban a menos del 10% de los países y alrededor del 5% de la economía mundial. Las pruebas demuestran de manera decisiva que las sanciones agravan las condiciones de vida con efectos sistemáticamente negativos en la pobreza, las desigualdades y el crecimiento, las condiciones de salud y los derechos humanos. La magnitud del daño es dramática. 

Un estudio ha estimado que las sanciones conllevan una caída del producto interior bruto de un Estado que puede alcanzar el 26%, lo que equivale al efecto de la Gran Depresión. Otro ha constatado una caída de la esperanza de vida de las mujeres de 1,4 años, similar al efecto estimado en la mortandad mundial de la pandemia de covid-19. En muchos casos, los perjuicios son semejantes a los sufridos en conflictos armados, convirtiendo a las sanciones económicas en el arma más asesina utilizada por las potencias occidentales. El principal canal por el que actúan las sanciones es restringir el acceso del sector público a las divisas. Van seguidas por lo general por una caída de los gastos en la sanidad pública, la educación y la ayuda alimentaria. La depreciación de la moneda y la inflación resultantes comportan también un bajón de los salarios reales»

¿Y hay que discutir con esa gente sobre la prosperidad de Europa? Decididamente no, ¡no se pide a los verdugos que rehabiliten a sus víctimas!

Con un año de antelación, algunos piensan sin duda ya en las elecciones europeas. ¿Piensan que haciendo el juego de las instituciones e invitando a sus verdugos van a ganar la confianza de los pueblos estrangulados? Mejor harían en reflexionar y no olvidar que 7 millones de electores se han agrupado con la candidatura de Jean-Luc Mélenchon en 2022 en una línea de ruptura y no de acomodo con el sistema ni de conferencias comunes con sus representantes. Hay que elegir: decrecer o romper.

Stéphane Marati

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