Carta Semanal 937 en catalán
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Alto a la guerra, fuera la economía de guerra
En ocasión del 1 de mayo nos ha parecido oportuno dedicar esta Carta a la economía de guerra aplicada por el Presidente francés Macron y a la movilización de los trabajadores, una y otra vez por millones para echar abajo esos planes. Para ello hemos recurrido a artículos del semanario Informations Ouvrières n.º 754, del 27 de abril.
Su análisis señala el alcance internacional de esa política de guerra, en particular europeo con referencias a Alemania y la Gran Bretaña. Y por otro lado a la intervención de los imperialistas en Ucrania. Todo lo cual realza el lugar central de la campaña internacional por detener la guerra y echar atrás la economía destructiva de guerra.
El Sr. Macron sueña…
Con su sonrisa de alma bendita cuando le abuchean en todos sus desplazamientos cubiertos por los medios de comunicación, archiprotegidos, o con su porra el ministro del Interior Darmanin, Emmanuel Macron acaricia la loca esperanza de que pasa un mal momento –ya se cansarán– y todo volverá al orden.
Con su primera ministra Sra. Borne, sueña en que con los Roussel y los Cazeneuve, firmes defensores de las instituciones de la V República, que le ayudarán a contener “los excesos de LFI”, los dirigentes sindicales acabarán como siempre o se embarcarán en operaciones político-societarias del tipo de “referéndum de iniciativa compartida” (RIP), justicia social o algo parecido que su amigo Darmanin reventará brutalmente, y judicialmente en el caso de los recalcitrantes… Para poder continuar a marchas forzadas sus “reformas” contra la clase obrera y el pueblo.
Como suelen hacer los reyezuelos en las alturas, sobre un trono que se tambalea, finge no ver nada, mira púdicamente para otro lado, y suelta migajas aquí y allá. No será el primero sorprendido por un trallazo de la realidad. Siendo un ferviente admirador de Luis XVI, barrido por la revolución, eso debería hacerle reflexionar. Pero esa gente, encerrados en su burbuja, nunca reflexionan de verdad.
Poseídos por su destino personal, empujados por los que les sirven con grandes recompensas (hasta el momento en que les dejan tirados en plena pelea), se consideran investidos “por el bien de Francia”. Se consideran bien pertrechados por todo el poder que les confiere el Estado. Pero al menos hay algo que no pueden hacer… borrar la realidad. Tanto más cuanto que millones toman conciencia de ella.
La realidad, es el rechazo ultramayoritario, casi unánime, de su “reforma”, de que recurran a los procedimientos más antidemocráticos para imponerla contra la inmensa mayoría del pueblo sobre el que caen todas las armas de la represión. Rechazo que continúa estos días en la forma de los manifestantes que llegan con cazuelas a desafiar a los ministros y al propio Macron en cada uno de sus desplazamientos.
La realidad es la falta de mayoría en la Asamblea Nacional, que conduce a una serie de reveses en el último periodo: sobre la candidatura a dirigir la agencia de medio ambiente y energía, sobre el retraso en la tramitación parlamentaria de la Ley de Programación Militar, sobre el proyecto de ley sobre mejorar el envejecimiento…
La realidad es la unanimidad de las confederaciones al negarse a acudir la semana pasada a una convocatoria presidencial. La realidad son los millones que siguen y seguirán inmovilizados, como se verá probablemente el 1 de mayo. La realidad es que queda al desnudo el papel del Estado y de las instituciones. La realidad, en palabras del politólogo Jérome Jaffré, es “una focalización de todas las hostilidades en su persona. No le protegen ni el Gobierno ni la mayoría, solo le protege la policía. Esto puede desembocar en una auténtica crisis democrática en la que al rechazo del poder se añada un rechazo de las instituciones (lo que ya se entrevé sobre el uso del artículo 39.3 para imponer leyes sin mayoría), en particular en las jóvenes generaciones.” La misma preocupación la comparte e ex asesor especial del presidente Nicolas Sarkozy. Toda esa gente tienen motivos para estar preocupados.
La redacción
(IO 754, p. 2)
Se están movilizando millones
Literalmente sorprendidos por la magnitud de las 13 movilizaciones que se han sucedido reuniendo cada una millones. Sorprendidos por el bloqueo de vías públicas y las huelgas, todos los politólogos o similares del país, los especialistas en “la actualidad social”, han coincidido en detectar que la cólera se está apoderando del país.
Sin duda, hay cólera… pero se trata de definir el alcance histórico de esta movilización extraordinaria. Si se trata de comprender la forma en que se articula con las luchas del futuro, habrá que rastrear las causas profundas y menos inmediatas de esta cólera.
Es el producto de años de maduración. Estalla imponente, y no es un detalle, para oponerse al retraso de la jubilación en dos años, que es una exigencia formulada por el capital financiero.
Retrasar dos años un descanso bien merecido, de cientos de miles de trabajadores, porque lo exige el capital. Estamos en el meollo de las relaciones entre el capital y el trabajo.
El rechazo de esa ‘reforma’ criminal evoca los ataques que lo precedieron: los ataques contra el Código Laboral, contra el seguro de paro y las amenazas que se ciernen sobre la Seguridad Social. En una palabra, están en peligro todas las conquistas sociales conseguidas con la lucha de clases desde la Guerra Mundial. Esta dimensión penetra la conciencia de millones de trabajadores y de ciudadanos que han emprendido el combate contra la ‘reforma’ de las pensiones.
Nada detendrá a esos millones
En el centro de esa movilización está la clase obrera. Una clase obrera apiñada como un bloque en la unidad de sus organizaciones y que arrastra con ella a la masa de las capas populares y de la juventud en la lucha por defender una conquista esencial de la clase obrera y contra la política al servicio del capital financiero que aplica el presidente bonaparte en el marco de las instituciones antidemocráticas de la V República.
La preocupación por el futuro prometido a los trabajadores y a los pueblos por el sistema imperialista en plena crisis de descomposición es un potente motor de esta cólera.
En el momento en que las exigencias de la economía de guerra privan de medios a la sanidad, a la educación, a los servicios públicos, y en que la oleada inflacionista presiona a los presupuestos de las familias obrera…
La ofensiva emprendida por el capital financiero para garantizar sus beneficios está desestabilizando todo el continente europeo.
Ante la dimisión del viceprimer ministro británico, los comentarios de la prensa son inequívocos: “Los conflictos sociales se atascan: los enfermeros han rechazado la oferta de aumento salarial propuesta por Downing Street, los enseñantes prevén nuevas huelgas, como los médicos internistas.”
En Alemania, para escapar a la amenaza de una huelga general de los servicios públicos, el gobierno federal ha concedido un 11% de aumento a los 2,4 millones de trabajadores concernidos. Para los salarios más bajos, el acuerdo representa un 16,9% de aumento.
No es para nada exagerado decir que lo que sucede en Francia se inscribe en un movimiento que madura a escala de toda Europa. Millones se han puesto en movimiento. Nada les va a detener, como lo atestigua la acogida que en todas partes se dispensa al presidente Macron y a sus ministros.
Le Monde escribía el 25 de abril: “Entre Macron y sus diputados cunde la duda. Ya no hay magia entre Emmanuel Macron y su mayoría relativa (…) Al cabo de un año de su elección, los que sostienen al jefe del Estado dudan de su capacidad para adaptarse a la falta de una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y para responder a la persistente contestación social.”
Es difícil ilustrar más claramente la primera condición que para los marxistas tiene la apertura de una crisis revolucionaria, a saber “que para las clases dominantes es difícil mantener su dominación como hasta entonces; crisis de la cúpula, crisis de la política de la clase dominante que crea una grieta por la que se abren camino el descontento y la indignación de las clases oprimidas.” Continuará…
Marc Gauquelin
La Unión Europea acaba de anunciar una aceleración de las entregas de municiones y armas a Ucrania. Polonia ha decidido entregar a Ucrania todos sus aviones Mig heredados de la época soviética, que Polonia sustituirá por bombarderos norteamericanos.
Los Estados Unidos han anunciado un nuevo plan de armamento de Ucrania. Un responsable norteamericano ha llegado a afirmar que Ucrania tiene un lugar en el seno de la OTAN. La guerra debe continuar. Como explica un oficial americano podría durar hasta 2024 o incluso 2025.
Se instala la economía de guerra. El diario Les Échos del 25 de abril, sobre la base de un informe del instituto Sipri (especializado en economía de armamento), anuncia: “Los gastos militares alcanzan el nivel más elevado desde hace treinta años”. También dicen Les Échos que a escala mundial los gastos militares alcanzan los 2,24 billones de dólares. La guerra tiene que continuar, la economía de armamento es una correa que arrastra a toda la economía capitalista que está en crisis. ¡No a la violencia policial! La acción de los trabajadores en defensa de sus derechos encuentra eco en formaciones como el Observatorio de las libertades, la Liga de Derechos del Hombre, el Libre Pensamiento.
Así, la abogada Chloé Saynac, del Obervatorio Parisino de libertades Públicas, señala que ante la amplitud de la represión contra el movimiento de los Chalecos Amarillos se han propuesto documentar y analizar las prácticas policiales e informar a los ciudadanos de sus derechos. Con sus observaciones contribuyen a desmentir un discurso policial que se presenta como si fuese la Biblia ante jueces que a menudo conocen poco lo que sucede en las manifestaciones.
Observamos un mantenimiento del orden preventivo, es decir ofensivo, contrario a una lógica de gestión pacífica de las manifestaciones y de desescalada. Observamos un uso importante de material clasificado como ‘armas de guerra’. La manifestación tiene por objeto que el ciudadano pueda hacer oír sus reclamaciones, esas prácticas policiales le quitan ese derecho, ya que el acontecimiento se convierte en una demostración de fuerza policial. La política represiva disuade a las personas de ejercer ese derecho en una situación en que hay una fuerte contestación social. La disuasión puede tomar la forma de anuncios ambiguos de la prefectura o el ministerio del Interior, cuando éste afirma que es un delito participar en tal manifestación, cosa falsa. La situación es muy preocupante.
Por su parte el Libre Pensamiento tiene ya recogidas 2.000 firmas de un llamamiento contra las violencias policiales del Estado, contra la represión y por el derecho a manifestarse. Esta organización ha lanzado un llamamiento para que se la defienda de las campañas reaccionarias.