(Publicado en Documentos de la Carta Semanal del 1 de diciembre de 2016)
Por Andreu Camps
Este 25 de noviembre ha muerto el que durante medio siglo ha sido el principal dirigente de la revolución cubana. Fue Presidente del Consejo de Estado y del gobierno de la República de Cuba. El 31 de julio de 2006, abandonó sus funciones como consecuencia de una grave enfermedad. En 2008, oficialmente, sus puestos de Presidente del Consejo de Ministros y del Consejo de Estado, así como el de dirigente del Partido Comunista cubano, fueron transferidos a su hermano menor, Raúl Castro, comandante en jefe del ejército. Él quedó, en cierto modo, como una “conciencia crítica”, a través de sus artículos en el diario oficial Granma. Así, cuando Obama visitó Cuba en marzo de este año, escribió en particular: “No necesitamos que el imperio nos regale nada”.
Pero, ¿qué papel ha tenido Fidel Castro esos últimos sesenta años?
1 de enero de 1959
El dictador cubano Fulgencio Batista, abandonado por los Estados Unidos, de los que era un lacayo servil, huye del país, paralizado desde hacía una semana por una huelga general que afectaba a los obreros agrícolas, a las comunicaciones, las universidades. El régimen se hunde. La guerrilla, constituida en 1953 con el nombre de Movimiento Revolucionario 26 de julio entra en La Habana acompañada por un millón de manifestantes (en un país de nueve millones). El 26 de julio de 1953 era el día en que un grupo armado encabezado por Fidel había intentado tomar el cuartel Moncada. El gobierno que se constituye proclama un programa “democrático y humanista”, la soberanía nacional y la independencia frente a la dominación estadounidense. En él participan personalidades burguesas como Manuel Urrutia, que fue presidente del 1 de enero al 17 de julio, y Fidel visitó los Estados Unidos.
En ese momento, la economía de Cuba está prácticamente controlada por el capital norteamericano: el 90% de la producción minera, el 90% de la distribución de electricidad y de las comunicaciones telefónicas, el 80% de los servicios públicos, el 50% de los ferrocarriles, el 40% de la producción azucarera… Con el capital norteamericano y, vinculados a él, treinta mil propietarios poseen el 70% de las tierras agrícolas. En cuanto a la caña de azúcar, primera producción agrícola del país, veintidós grandes propietarios se reparten casi el 70% de los cultivos. La dictadura de Batista, que en un primer momento fue incluso apoyada por el Partido Socialista Popular –el partido estalinista oficial– puso en manos de la mafia de los Estados Unidos gran parte de la isla: decenas de casinos, de burdeles, para los turistas ricos estadounidenses.
La caída de la dictadura representa el comienzo de la liberación nacional. Está en marcha una revolución proletaria: las masas están en movimiento, los campesinos exigen la tierra; los trabajadores de los servicios públicos, de la banca, de la sanidad, de los transportes exigen la expropiación de los propietarios privados. La dinámica de la movilización cuestiona rápidamente a gran propiedad privada de los medios de producción y provoca la ruptura de propio gobierno, dimitiendo el presidente Manuel Urrutia. Rápidamente, la plataforma democrática del gobierno toma un contenido social, se constituye un gobierno obrero y campesino. El 26 de julio de 1959, un millón de campesinos y de obreros agrícolas se manifiestan en La Habana por la reforma agraria, cuyo contenido es la expropiación de los grandes terratenientes, desbordando ampliamente la ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959. El Gobierno toma medidas que afectan directamente a los intereses de los grandes terratenientes y de los grandes capitalistas norteamericanos.
El 8 de enero de 1960, el gobierno de los Estados Unidos rompe sus relaciones diplomáticas con Cuba. El 3 de febrero, el nuevo presidente demócrata Kennedy decretó el embargo total y el bloqueo. En abril de 1961, la CIA organiza una invasión con mercenarios exiliados cubanos. El gobierno cubano llama a la movilización popular. Cientos de miles de trabajadores, de campesinos, de estudiantes toman las armas. Se forman los Comités de Defensa de la Revolución, que después, centralizados y controlados por el régimen, tendrían un papel de control de la población. La invasión es aplastada en pocas horas (Bahía de Cochinos). Fue en ese momento cuando Castro declaró que la revolución era socialista.
A partir de ese momento podemos afirmar que el desarrollo de la revolución cubana ha sido al mismo tiempo una referencia para los trabajadores y los pueblos de América Latina y las orientaciones de su dirección han condicionado en buena medida la evolución de un sector importante de la vanguardia.
Castro no escapó al control del Kremlin
De hecho, la revolución cubana, la primera revolución obrera victoriosa en el continente americano, rompió la lógica de la “coexistencia pacífica”, es decir, el acuerdo contrarrevolucionario entre el imperialismo estadounidense y la burocracia dirigente de la Unión Soviética. El aparato del Kremlin, con ayuda de su agencia local, el Partido Socialista Popular, que poco antes de la caída de Batista pasó a apoyar al Movimiento 26 de Julio, colaboró plenamente con Jruschov, responsable en aquella época de la burocracia del Kremlin, a fin de colocar al gobierno cubano bajo su control y hacer de él una pieza en el juego de sus relaciones con el imperialismo norteamericano.
En octubre de 1962, el gobierno norteamericano de Kennedy descubre que Jruschov había instalado misiles en Cuba en nombre de la “defensa de la isla”. Kennedy lanza un ultimátum y dos semanas después el imperialismo y la burocracia del Kremlin llegan a un acuerdo y los misiles son retirados. Castro y su gobierno habían sido colocados ante un hecho consumado. En efecto, no sin contradicciones, la burocracia estalinista logró usar a Cuba en el marco de sus acuerdos contrarrevolucionarios con los Estados Unidos. En Cuba, forzado por la agencia del Kremlin, el PSP, se unifica con el Movimiento 26 de julio creando el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba en 1962 y centralizando la estructura Organizaciones Revolucionarias Integradas, o sea instaurando el modelo estalinista de partido único. Sin embargo, este proceso no elimina los conflictos y contradicciones internas y solo en octubre de 1965 se constituye oficialmente el nuevo Partido Comunista de Cuba. El Che Guevara, uno de los principales dirigentes cubanos, no asiste al Congreso, renuncia a todas sus responsabilidades en el gobierno y envía una carta a Castro que es leída en el Congreso. Intenta extender la revolución, fundamentalmente en América Latina, tras haber participado en la guerrilla del Congo. Así, en 1966 intenta constituir un ejército de guerrilleros en Bolivia, al margen del movimiento real de las masas. Su grupo armado queda aislado y en octubre de 1967 cae bajo las balas del ejército boliviano, entrenado por la CIA. Anteriormente, el Che Guevara había mostrado públicamente sus diferencias con el alineamiento de Cuba tras la burocracia del Kremlin. Así, en febrero de 1965 en Argel, en un acto de homenaje a Ahmed Ben Bella, primer presidente de la Argelia independiente, dice en particular: “Los países socialistas son, en una cierta medida, cómplices de la explotación imperialista. Los países socialistas tienen el deber moral de liquidar su complidad tácita con los países explotadores del Oeste.” En estos años Guevara critica también el manual de Economía Política de la URSS de 1963 que sirve de guía a la planificación burocrática estalinista.
La política exterior del gobierno de Castro sigue las directrices del Kremlin y, en el interior, la planificación burocrática la convierte en dependiente de la ayuda de Moscú. En ete marco hay que entender la participación del ejército de Cuba en los conflictos armados, particularmente de Angola después de su independencia en 1975, y en otros países africanos como Etiopía. No es casualidad que esas intervenciones acaben con la llegada al poder de Gorbachov en 1985 y su nueva política de subordinación total al imperialismo norteamericano.
La situación actual
La caída de la URSS en 1991 provoca una importante crisis en Cuba, en tres años el PIB se hunde el 35%. Situación parcialmente atenuada por la ayuda aportada a partir de 1998 por el gobierno de Chávez, de Venezuela, que en particular proporciona petróleo a mitad de precio por medio de la empresa Petrocaribe, que depende de PDVSA, la gran petrolera venezolana pública. La crisis que atraviesa actualmente Venezuela coloca de nuevo al gobierno cubano en una encrucijada. En el XVI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en abril de 2011, el gobierno de Raúl Castro consiguió la aprobación de un plan de “liberalización” de la economía, que pasa fundamentalmente por crear centenares de nuevos oficios y la promoción de trabajadores autónomos. Pero en la actualidad se encuentran fuera de la economía nacionalizada no más del 11% de la población activa. Según los datos oficiales, el 80% de la economía sigue nacionalizada y la jerarquía del Ejército ocupa un lugar central.
En esta situación, a partir de diciembre de 2014 Raúl Castro busca restablecer las relaciones con los Estados Unidos. El gobierno estadounidense restableció las relaciones diplomáticas en julio de 2015 sin levantar el embargo. Obama, visitando la isla en marzo del año actual, dio un nuevo impulso a la apertura de relaciones. Esto es también producto de contradicciones del imperialismo norteamericano: diferentes fracciones de la burguesía estadounidense se oponen, otras, como los lobbies agroexportadores, las empresas de turismo y transporte aéreo empujan por levantar el embargo. Ironía de la historia, un día después de la muerte de Castro se abren los primeros vuelos comerciales con La Habana. Las últimas declaraciones del Presidente electo Trump “amenazando” con liquidar el acuerdo con Cuba probablemente solo buscan renegociar acuerdos más favorables para los empresarios norteamericanos (véase El País del 29 de noviembre). Todo ello no impide que el gobierno cubano desempeñe ahora un papel no desdeñable en las diferentes operaciones que el gobierno de los Estados Unidos desarrolla en el continente, como las negociaciones entre las ex-FARC y el gobierno Santos en Colombia, la apertura de negociaciones entre Maduro y la oposición en Venezuela, o la ayuda humanitaria a Haití sin cuestionar la ocupación militar de la Minustah.
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No pretendemos aquí hacer balance contrastado del recorrido de Castro y la evolución de la revolución cubana. La revolución que Fidel dirigió ha logrado conquistas indiscutibles. Es un punto de referencia para los trabajadores y los campesinos de todo el continente americano y más allá. La instauración de la salud y la educación gratuitas y universales, la expropiación del gran capital, la reforma agraria, y todas las demás tareas del combate por la emancipación social y democrática del pueblo cubano son innegables y todavía existen. El régimen actual, heredado de la subordinación al aparato estalinista, con su política de “apertura económica”, no es una ayuda para mantener esas conquistas. Para los militantes de la IV Internacional y sus secciones la posición militante ante la revolución cubana ha sido siempre clara y explícita: apoyo incondicional contra la agresión imperialista, sin identificarse con el régimen y planteando que la defensa y supervivencia de esta revolución y sus conquistas exige la alianza en particular con el movimiento de los pueblos y trabajadores de todo el continente y la clase obrera norteamericana.
Hoy, Cuba se encuentra de nuevo en una encrucijada.